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Una palabras para “Capital / Contracapital” (2016), de Luis Enrique Mendoza

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Vallejo & Co. presenta un texto del poeta cubano-español Rodolfo Häsler sobre el poema-ensamblaje de Luis Enrique Mendoza, Capital / Contracapital (2016).

 

Por: Rodolfo Häsler

Crédito de la foto: Izq. Ed. Lustra

Der. Pia Tafdrup

 

 

Una palabras para Capital / Contracapital (2016),

de Luis Enrique Mendoza

Leyendo los intensísimos poemas conforman Capital / Contracapital del poeta peruano Luis Enrique Mendoza, el lector recibe con fuerza la especialísima relación que establece con el lenguaje, poesía es lenguaje, viene a indicar el poeta, lenguaje que brota de una semilla que produce, al seguir leyendo, una transformación en la manera de percibirse uno mismo y en la forma de relacionarse con aquello que destaca en el entorno ”crudo y cocido”. Una conciencia del lenguaje anterior al habla, una marca que se hereda, una revelación en el camino, quizá hasta una marca de fuego.

 

Una búsqueda sin fin hacia lo más recóndito del ser, su identidad queda en tela de juicio, su valor social como ser humano que desde la materia perecedera alza un grito que quiebra la identidad. Una transfiguración que nos lleva también hacia algunos referentes, poetas brasileños concretistas, como Décio Pignatari cuando dice que el poeta construye lenguaje, está creando o recreando siempre lenguaje, para él el lenguaje es un ser vivo, o incluso Haroldo de Campos, escritura con un poder matérico, una tabla de color que va tiñendo el alma.

 

En este libro que da inicio a una trayectoria poética que se intuye fructífera, va buscándose un sentido, una explicación, a tal nivel de hondura que para nada pareciera el primer libro de un poeta, como si lo vivido y lo sentido tuvieran ya un nivel de decantación suficiente para permitirse superar la urgencia de todo inicio, un grito, esa llamada que se va afinando hasta dejar un ligero soplo que sólo escucha aquel que se hunde en su propia asfixia, y se acerca a la poesía ya casi sin voz, en peligro inminente, como la terrible imagen del perro de Goya que hasta hoy mastican los psicoanalistas.

 

Se comenta hasta la saciedad que el significado del poema consiste en restablecer el silencio, en regresar al punto de partida, donde las palabras aún no han sido enturbiadas por la manipulación del lenguaje lógico, y recoger así su decantado peso. Si esa es la ardua tarea del poeta, Luis Enrique Mendoza lo consigue desde su deslumbrante comienzo, en Lima, en la década Capital, hasta convertir el desprendimiento y la liviandad en un auténtico renacer.

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Estos versos cortos y fulminantes encierran muchas preguntas, muchos sentidos posibles. Qué es la poesía, la escritura, la vida del poeta que se alimenta de lo que siente, su nutrición, su sustancia vital, el maná que llega en el último momento está ahí, al que recurre cuando es necesario. Y vemos en estos versos:

 

Hay un largo viaje que emprende el agua / desde el movimiento de las olas hasta la oficina de / finanzas /

 

A tanta insistencia en darle explicación al universo en que flotamos, a tanto empeño por volver a nombrar, es decir, volver a crear, podemos añadir que el cúmulo de acontecimientos, a medida que se lee, no es otra cosa que el asombro y el descubrimiento. Es en esencia el símbolo, y no se trata de la corriente que trabaja con el simbolismo, no va por ahí, es ante todo un tiempo mucho más largo, que va de las cosas a su significado intrínseco, a su símbolo, abandonando la palabra, sin dejar de incidir en el lenguaje, abandonar el medio de expresión, para alcanzar el grado de confianza pleno en el hecho creativo.

 

La sugestión, la intuición, la impresión que se logra transmitir, su capacidad de alejarnos de lo evidente para ver qué hay detrás. Allí donde aparentemente no se dice nada es donde empieza a investigar el poeta. Expresar lo menos posible e intentar sugerir lo máximo, y así vemos estos versos:

 

Y en la orilla del lenguaje     nuevamente     HERIDA / Porque no importa nada / Solo el túnel directo al Capital

 

Escarbar en la oscuridad y ser capaz de descubrir, es una tarea difícil, uno de los fundamentos de la poesía, y aquí está presente, de inicio a fin, y es por eso que este libro iniciático parece hablar de todo y a la vez de nada. Es por eso que un buen libro no se agota nunca, y si crea un modelo de sensibilidad, de compromiso y ética vital, la labor llega a buen puerto, y es el caso de esta entrega que nos permite, leyendo y releyendo aquí y allá, siguiendo el orden que da el autor, o al azar, compartir este trabajo de aclaración, de búsqueda de ese resquicio de luz que nos permite vivir un poco mejor, con un ápice de sentido.

 

Barcelona, 1 de febrero de 2016

 

 


«Todos somos hijos de César Vallejo». Entrevista a Jorge Humberto Chávez

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En el marco del III Festival Internacional de Poesía de Lima, que organiza la Nido de cuervos y que se llevará a cabo en la capital peruana entre el 13 y 16 de abril próximo, Vallejo & Co. presenta un conjunto de entrevistas con algunos de los poetas participantes con la intención de conocerlos más a estos y a su obra. ¡Bienvenido III FipLima! ¡Bienvenida la poesía!

 

 

Por: Mario Pera

Crédito de la foto: www.viajarsobrelatierra.wordpress.com

 

 

«Todos somos hijos de César Vallejo».

Entrevista a Jorge Humberto Chávez

 

 

Mario Pera [MP]: Jorge, ¿cómo inicia tu vínculo con la poesía? Estudiaste dos carreras en humanidades (Ciencias sociales y Filosofía), ¿cómo crees que se expresan ambos ámbitos de estudio en tu poesía? ¿En la temática que abordas, en el enfoque que le das quizá?

Jorge Humberto Chávez [JHCh]: Mi entrada al sorprendente mundo de la poesía ocurre desde mis inicios como lector, en la niñez, con los libros de lecturas de la escuela pública: la poesía, particularmente, fue para mí un hallazgo deslumbrante cuya fascinación no ha cesado. Y mis estudios fueron solamente una forma de acercarme a otros modos de caber en la realidad desde mi necesidad de conocer.

 

[MP]: El amor y la muerte, dos temas ineludibles para un altísimo porcentaje de poetas son elementos constantes en tu lírica. No obstante, también hay elementos más personales, como la debacle en las relaciones amorosas, la experimentación con un lenguaje seco o lacónico, la reflexión en torno a la violencia social que se vive en tu país, concretamente en tu región, y cómo la sociedad le hace frente a ese flagelo en la vida cotidiana. ¿Cuáles son los temas que a ti como poeta te preocupa manifestar o poner sobre la mesa? ¿La poesía aporta o puede aportar como medio de solución a los conflictos sociales de tu ciudad natal?

[JHCh]: Contradictoriamente, los temas de mi poesía vienen después de la definición o la búsqueda del verso. Sí veo en mis libros –quizá con parcial óptica como autor– esa extraña condición del hombre y la mujer de no caber en el amor, de no caber en la realidad: huecos y pérdidas, cavidades y sustracciones son nuestro ideario amoroso. Trasladando esta condición a una épica urbana, el vacío amoroso es la antesala del desplome de la polis: no quiero salvar ni solucionar nada, sólo canto la caída de la ciudad.

 

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El poeta Jorge Humberto Chávez

 

[MP]: Sobre tu manera de crear. ¿Sueles preocuparte por dotar de una estructura previa a tus libros para luego, en base a ella, escribir los poemas? O ¿eres de los que esperan que la inspiración haga lo suyo la unidad del poemario se forje en base a algún elemento como el tiempo, el lugar, el tema, etc.?

[JHCh]: En mi poesía, el tema principal es el verso. La indagación y el hallazgo del verso y la previsión estrófica son componentes medulares en mi trabajo. Escribo a dos manos: con la primera fijo la estructura del texto, con la segunda coloco los elementos significativos, los asuntos, la ideología, el pensamiento estético.

 

 

[MP]: Te has desempeñado como catedrático universitario en la UACH, UACJ y en la Escuela Normal Superior de Chihuahua para varios cursos, entre otros de literatura. En tu larga experiencia, ¿cuáles crees que pueden ser las razones o motivos por los que tan pocos estudiantes se interesan por la lectura, y menos aún por la poesía? ¿Cómo se crea ese vínculo entre la persona y el libro?, que tanta falta nos hace en las sociedades latinoamericanas.

[JHCh]: Dios, esa entidad imaginaria que tiene una gran utilidad metafórica, no reparte la pasión estética por igual a todos los hombres: la coloca aquí y allá, sin orden ni propósito. Todos tenemos necesidades estéticas y las demandamos del mundo, pero los poetas queremos crear: la poesía de los demás la usamos como un punto de partida para la propia. Otra cosa es el vínculo con el libro: se enseña esforzadamente, desde la niñez de los hijos y los discípulos: es la lección de un ejemplo permanente.

 

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[MP]: Fuiste parte del taller literario del Museo de Arte del INBA, y en algunas entrevistas refieres que te sientes parte de un grupo de escritores quienes trabajaron juntos por años. ¿Consideras que son importantes los talleres o los grupos literarios para la formación de un poeta? ¿Hay alguna diferencia entre el poeta que ha llevado un camino solitario respecto del que ha tenido un crecimiento “acompañado”?

[JHCh]: La poética, o las diversas poéticas, están hechas de formas y procedimientos inteligibles y transmisibles; la producción poética de una sociedad es un patrimonio estético identificable en los libros. Lo mejor que le puede pasar a un escritor es tener al maestro adecuado en el tiempo necesario. Un taller no debe ser un “grupo literario”, sino un grupo de escritores que están buscando solamente una voz: la de cada quien. Al final de todo, la diferencia entre un autor y otro es eso: la voz, la contribución a un coro con esa voz que sólo es de uno.

 

[MP]: Tienes experiencia en la organización y ejecución de eventos literarios como el Encuentro Nacional de Escritores de Tierra Adentro, el Festival Internacional Chihuahua y el Encuentro Internacional de Escritores Literatura en el Bravo. ¿Cuál es el principal aporte de los eventos literarios del tipo festival de poesía para la ciudad sede y para sus habitantes?

[JHCh]: La principal aportación de los festivales de arte y cultura es hacer ciudad, construir identidad. La promoción de las artes socializa el producto estético y cubre la necesidad humana de encontrar felicidad y goce con los objetos del mundo. Cuando las urbes humanas decaen y se extinguen, sólo quedan las formas de su visión estética.

 

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El poeta en un paseo

 

[MP]: Al ser países hispanohablantes y al tener México una industria editorial grande, los lectores peruanos hemos podido conocer la obra poética de varios autores mexicanos. En relación a ello, ¿conoces algo de la tradición poética del Perú? ¿Quizá hay algún poeta peruano al que hayas leído y que te ha marcado o quisieras destacar?

[JHCh]: Todos somos hijos de César Vallejo. La historia de la poesía latinoamericana está llena de grandes autores. Todos los poetas latinoamericanos hemos tejido una red para ir y regresar por ella hacia la poesía. Y sí hay un poeta peruano que fue mi amigo sabiéndolo, y mi maestro sin saberlo: Antonio Cisneros. Su poesía está hecha de inteligencia y destellos. Le escribí un poema en mi libro más reciente que termina así: “…anda Antonio Cisneros anímate toma tu saco y ya vámonos/ que don Francisco de Quevedo esta mañana temprano/ vino a preguntar por ti.

 

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Recibiendo el Premio Bellas Artes de Poesía Aguascalientes (2013)

 

[MP]: Vas a estar muy pronto Lima para ser parte del III Festival Internacional de Poesía de Lima. Siendo organizador de festivales y encuentros, ¿qué expectativas tienes respecto a este evento? ¿Has estado antes en Lima?

[JHCh]: Nunca he estado en Lima. Espero que en Perú el III FIPLima nos dé la semejanza y la diferencia necesarias para seguir construyendo la poesía americana.

 

 

 

 

 

*(Ciudad Juárez-México, 1959). Estudió ciencias sociales y filosofía. Como poeta proviene del tallerismo literario de México. Ha obtenido el Premio Nacional de Poesía Colima (1981), el Premio Nacional de Literatura Salvador Gallardo Dávalos (1982) y el prestigioso Premio Bellas Artes de Poesía Aguascalientes (2013). Sus libros son De 5 a 7 p. m. (1981), La otra cara del vidrio (1984), Nunca será la medianoche (1987), La lluvia desde el puente (1992), El libro de los poemas (1996), Bar Papillón (1999 y 2001), The city and the endless journey, Personal Anthology 1980-2000 (USA, 2003), Bar Papillón y el poema triste/Bar Papillon et le poéme triste (Quebec, 2004), Ángel (2009), Angelo (Italia, 2012) y Te diría que fuéramos al río Bravo a llorar pero debes saber que ya no hay río ni llanto (2013). Tiene en prensa el libro I would ask you to join me and weep by the río Bravo but you ought to know there’s no longer a river nor tears en el sello editorial Shearsman Books, de Bristol, U.K., y Cántame ese tristísimo blues del Río del Norte, Antología Personal 1980-2013, en Vaso Roto Ediciones. Actualmente radica en San Luis Potosí, México.

El paraíso en esta esquina (francesa). Mario Vargas Llosa y su ingreso en la Pléiade.

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Por: Félix Terrones*

Crédito de la foto: Bernardo Pérez/

www.cultura.elpais.com

 

 

El paraíso en esta esquina (francesa).

Mario Vargas Llosa y su ingreso en la Pléiade.

 

 

¿Qué queda de un escritor después de su consagración definitiva? ¿Qué debemos esperar de un escritor, como artista antes que como autor, alguien que ya conoció el aplauso unánime tanto de la crítica como del público? La publicitada entrada de Mario Vargas Llosa en el catálogo de la Pléiade, lo que representa, pero sobre todo lo que simboliza para la literatura latinoamericana, en general, y la peruana, en particular, plantea toda una serie de reflexiones. Éstas van desde la manera cómo se aborda la figura del escritor, así como su actividad, hasta lo que implica para la forma en que se concibe —desde el prisma francés— la literatura latinoamericana. No cualquier prisma, sino uno con un enorme poder de consagración, acaso uno de los pocos a nivel mundial que puede entregar al artista la sensación de haberse instalado fuera del tiempo, más allá de las fronteras. Inmortal y universal a la vez.

El primero en ser consciente de todo esto es el mismo Mario Vargas Llosa, quien en una reciente entrevista, publicada por el periódico peruano La República (28/2/16), afirma lo siguiente: “ni siquiera recibir el Nobel me ha dado tanta alegría como saber que mis libros iban a aparecer en la Pléiade”. Por su parte, Stéphane Michaud, quien tuvo a su cargo la dirección editorial de los dos volúmenes, señaló que el autor peruano “siempre ha tenido una relación apasionada con la Pléiade, para él (dicha colección) es el paraíso de la literatura”. En otras palabras, Mario Vargas Llosa ha alcanzado el paraíso, nada menos que en vida, repitiendo con su gesto lo que, hace ya muchas décadas,  alguna vez hiciera por primera vez André Gide, y después solamente dieciséis escritores. Me gustaría recordar lo que el mismo Mario Vargas Llosa escribió en El pez en el agua acerca de París: “Dudo que, antes o después, me haya exaltado tanto alguna noticia como aquella. Iba a poner los pies en la ciudad soñada en el país mítico donde habían nacido los escritores que más admiraba” (p.501-502). Así, si el joven aspirante llegó la mítica ciudad, el viejo escritor termina entrando en el Paraíso literario. Como si se tratara de un juego de espejos que proyectan sus reflejos a lo largo de las décadas, o bien una de esas novelas en los que en el último capítulo el héroe regresa al lugar de su juventud, pareciera que se ha cerrado por fin el círculo. Todo lo que ese círculo rodea es una carrera impecable, pautada por varias de las más valiosas ficciones latinoamericanas.

 

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En París-Francia en la segunda mitad del siglo XX, los escritores del ‘boom’ latinoamericano compartían vida, lecturas y tertulia.
De izq. a der. Los escritores Juan Goytisolo, José Donoso, Carlos Fuentes, Mario Vargas Llosa, Julio Cortázar y Gabriel García Márquez.
Crédito de la foto: www.semana.com

 

Lo primero que es necesario indicar, acaso lo más obvio, es que Stéphane Michaud ha dirigido un excelente equipo que ha tomado varios años de intensa labor para preparar los dos volúmenes de Œuvres romanesques. Albert Bensoussan, el traductor “histórico” de Mario Vargas Llosa, ha trabajado de manera estrecha con otros traductores como Anne-Marie Casès y Bernard Lesfargues. A ellos se han unido nada menos que Anne Picard e Ina Salazar (poeta y catedrática, única peruana del grupo, quien se ha encargado, entre otras cosas, de afinar la traducción de peruanismos). Si a un solo hombre le debemos la versión francesa de varias de las más grandes ficciones del siglo XX y lo que va del XXI latinoamericanos, ese es Bensoussan, traductor de Juan Carlos Onetti, Manuel Puig, Guillermo Cabrera Infante, Alfredo Bryce Echenique, José Donoso, entre otros. Las ediciones francesas puestas a disposición del público lector por Gallimard tienen, pues, la garantía de plantear traducciones de valor, sin olvidar el aparato crítico (prefacio, notas, índices, biografía y bibliografía selecta) que permita tanto un primer acercamiento como un balance panorámico. De este modo, los dos volúmenes de la Pléiade son un esfuerzo inédito en cualquier lengua europea, incluido el español, por más paradójico y lamentable que esto parezca cuando se trata de nuestro idioma.

Si creemos en lo que dicen los medios, fue el mismo Mario Vargas Llosa quien se encargó de escoger los libros que figurarían en sus Œuvres romanesques. En los libros seleccionados se muestra con creces lo que es la literatura del escritor peruano, su inquietud por las formas del poder y la violencia, la búsqueda de utopías, la reflexión acerca del trabajo de escritura en sociedades convulsionadas, el sentido de la literatura, y con él el de los escritores, muchos sometidos a los poderes de facto, algunos rebeldes, incluso transgresores. Ahora bien, el trabajo de antologador debe materializar una apuesta: en lo que escoge no sólo se debe manifestar lo esencial de un artista, lo que le representa, lo que lleva hasta sus límites su propuesta, y con ella la de toda una generación o periodo, sino también aquello que está destinado a pasar la prueba del tiempo. Sobre todo cuando quien hace las de antologador es el mismo escritor. Mario Vargas Llosa ha escogido para el primer volumen novelas como La ciudad y los perros, La casa verde, Conversación en la Catedral y La tía Julia y el escribidor. Por su parte, el segundo volumen está compuesto por La guerra del fin del mundo, La fiesta del Chivo, El paraíso en la otra esquina y Travesuras de la niña mala. Variada, aunque sintomática elección la del autor instalado frente al espejo del escritor.

Me parece que la división de las obras en dos volúmenes puede ser interpretada —antes que entendida— de diversas maneras. Para empezar la más obvia: el primer volumen estaría dedicado a la ficción que se desarrolla en diversos espacios peruanos, costa, sierra y selva, con preponderancia de las ciudades, mientras que el segundo mostraría el afán del escritor por llevar a la palabra otros horizontes geográficos, sociales e históricos: Brasil, República Dominicana, la Polinesia y Francia misma. De la aldea al mundo, de lo local a lo global: es evidente el énfasis en mostrar una progresiva apertura de fronteras ficcionales que iría a la par de un progresivo reconocimiento y celebridad en Perú, el área hispanoamericana, el mundo mismo. “Apertura” que también se declina a nivel ideológico (de ahí que coloque entre comillas la palabra pues ya se sabe que en este aspecto la discusión es ardua): si consideramos como fecha de su ruptura con la izquierda la del sonado caso Padilla, es decir el año de 1971, entonces podemos ver que casi la totalidad del primer volumen corresponde con la tendencia socialista, mientras que el segundo sería el del progresivo decantamiento por el neoliberalismo. De qué manera la filiación ideológica se expresa en su concepción de la literatura, en su trabajo creativo, es una interrogante que, por ardua, no corresponde a este breve ensayo. Lo que sí me interesa señalar es que la elección va más allá del simple aspecto “literario”, ella manifiesta el derrotero intelectual e ideológico del peruano.

 

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Toda selección es antes que nada una exclusión. Para entender el sentido de esta antología, quizá sea necesario recordar lo que ha sido dejado de lado, desestimado por el mismo Mario Vargas Llosa. Dejando al margen los ensayos —sí presentes en los números de la Pléiade dedicados a Paz y Borges—, también los cuentos y novelas breves, sin olvidar sus incursiones en la dramaturgia ni sus memorias, los volúmenes parecen reforzar el perfil “novelista” del autor. Esto subraya la preferencia del peruano por dicho género en su faceta ambiciosa, desmesurada y proteiforme que bien conocieron los franceses del siglo XIX, leídos con lápiz y papel por el autor de Los cachorros. Por eso llama la atención que en lo que corresponde a la forma literaria, descubramos la ausencia de la parte más “afrancesada” de su trabajo, me refiero a las novelas eróticas, deudoras de Bataille y de los grandes novelistas libertinos de los siglos XVII y el XVIII. Así, no figuran ni Los cuadernos de don Rigoberto ni Elogio de la madrastra. Su ausencia puede ser entendida en función de las expectativas del lector (o lo que se considera como tales). El lector francés no leería a un escritor latinoamericano para descubrir en él alguien que se apropia de sus temas y tradición, sino para encontrarse con un autor conforme con sus expectativas de exotismo, color local, tensiones y violencia social y política. Todo aquello que no encontrarían en su tradición literaria. En última instancia lo que le interesaría es descubrir las peripecias de los latinoamericanos en una ciudad como París, tal y como ocurre  en Travesuras de una niña mala. Nada más. Tampoco figuran ficciones que, desde hace algunas décadas, la crítica, sobre todo la norteamericana, ensalzan como lo más destacado de su producción novelística: Historia de Mayta y El hablador (novelas que a múltiples niveles han sido discutidas por sus supuestos ideológicos). Así, entre La guerra del fin del mundo y La fiesta del Chivo se abre un hiato de diecinueve años, no recogidos en la elección de Mario Vargas Llosa. Dicho hiato podría constituir por si solo un nuevo volumen de obras; no obstante, el autor los ha condenado, al menos para el público francés, a un purgatorio difícil de entender.

Estoy seguro de que si el público hubiera sido otro, quiero decir alemán, inglés, o incluso hispanohablante, las elecciones de Mario Vargas Llosa habrían sido diferentes. No obstante, no es el caso; por lo tanto, antes de caer en la especulación, sería interesante abundar en algo que, me parece, todavía no ha sido dicho con demasiado énfasis. Más allá de la alegría que representa este reconocimiento a un escritor que nos regaló varias de las mejores ficciones latinoamericanas, nos encontramos frente a una consagración que antes de abrir el campo a la heterogeneidad discursiva, ideológica y estética de la literatura latinoamericana, parece, más bien, encerrar, acotar incluso anquilosar una idea, una orientación, una forma de estar en el mundo que se consagró con los escritores del Boom. Me refiero a esa necesidad de cosmopolitismo universalista tan dependiente para poder existir, en última instancia, del reconocimiento de los grandes centros literarios como París. En pleno siglo XXI, cuando escritores como Roberto Bolaño —quien desde la polvorienta Blanes, planteó un mapa distinto, a la vez que le dio una patada a la cartografía subordina, neocolonial— renuevan y/o reinterpretan ese paradigma literario, cabría preguntarse hasta qué punto se trata, para lo que la literatura latinoamericana representa, vaya el diablo a saber qué, de una apertura o más bien de la necesidad de fijar como únicos y definitivos modelos de escritura y actores literarios, que desde hace mucho tiempo dejaron de ser vanguardistas para institucionalizarse en la repetición, lo conocido, lo convencional. Las antípodas de lo literario en suma.

 

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Vargas Llosa en el bar La Catedral, en Lima-Perú.

 

Antes de pasar a las consideraciones literarias, me gustaría señalar un par de aspectos que, en cierta medida, podrían contestar, sin responder, las preguntas que he planteado. Resulta curioso, y bastante sintomático, que los otros latinoamericanos que forman parte del catálogo de la Pléiade sean Jorge Luis Borges y Octavio Paz. Primero, desde luego, por el número tan escaso de latinoamericanos con respecto del volumen total de libros. Compuesta por 604 volúmenes, apenas un puñado está dedicado a escritores latinoamericanos (todos hombres por lo demás, cuando hay grandes autoras como Sor Juana, Cecilia Meireles o Clarice Lispector que bien merecerían un lugar). Desde esta perspectiva cuantitativa, estamos lejos del reconocimiento jubilatorio de la literatura latinoamericana. Antes bien, podemos deducir que se trata de una pobre representación consecuencia de un escaso interés. Basta ver el número de ventas de los autores latinoamericanos actuales que son traducidos y publicados para verificar esta triste realidad.

Añadamos un elemento que no deja de ser significativo. Junto con Jorge Luis Borges y Octavio Paz, Mario Vargas Llosa es un escritor de tendencia política más bien conservadora, lo cual no es un secreto para nadie. Si consideramos el resto de latinoamericanos presentes en el catálogo de Gallimard, siempre desde un criterio cuantitativo, no deja de sorprender la apabullante presencia de autores pertenecientes a la mediana o gran burguesía, esos escritores que reivindica ideas y pensamiento de orden conservador, ortodoxo, exponentes en distintos niveles de una república criolla que va de lo reaccionario hasta el liberalismo de derechas. Lo más seguro es que se trate de una coincidencia, aunque podríamos considerar que se trata de una de esas coincidencias elocuentes, tanto de la manera en que se maneja el catálogo como de la forma en que circulan las ideas, sus creadores y representantes. Imaginemos por un momento un anti-catálogo de la Pléiade, compuesto por escritores, tan complejos e interesantes como los tres que sí están en él, autores tipo Gamaliel Churata, José Martí, Roberto Arlt, Gabriel García Márquez, César Vallejo, Pablo Neruda, o el mismo Julio Cortázar. No podemos más que concluir una singular manera de conceder prestigio, nobleza literaria y reconocimiento a cierta tipo de actor literario latinoamericano, no necesariamente caracterizado por su lucha por los obreros o los campesinos, por mencionar dos grupos que fueron actores (y víctimas) de distintos combates a lo largo de los siglos XX y XXI.

El otro aspecto que no debemos olvidar es el carácter aperturista asumido por la colección desde 1996, año en que Hugues Pradier asumió su dirección. Aperturista (lamento usar esta palabra tan fea que debería ser condenada al infierno) no sin polémica pues, desde su llegada a la dirección del catálogo, Pradier buscó conciliar ventas con el prestigio ganado, popularidad con calidad. Eso explica que lentamente haya decantado la colección hacia ediciones menos filológicas que críticas, ediciones en el que el aparato de variantes y las notas dejan su lugar a los comentarios, en ocasiones más anecdóticos que otra cosa (pienso en la edición de Milan Kundera, por ejemplo). Esta decisión explica la entrada en la Pléiade de escritores que han vendido muchos ejemplares para Gallimard, como el ya citado autor checo, Jean D’Ormesson y tantos otros que no necesariamente desencadenan la aprobación unánime del exigente público lector de la Pléiade. La entrada de Mario Vargas Llosa debe ser entendida en este contexto en el que, sin demasiado riesgo, apostado por valores seguros, en términos comerciales, se continúa en la línea del cambio de orientación editorial. En este sentido, a la incontestable calidad literaria de muchas de las novelas antologadas, debemos añadirle el perfil de escritor best seller, popular y ubicuo que con los años ha adquirido. Lamentablemente, ser un best seller no necesariamente significa ser un buen escritor.

 

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Escribir no es publicar. Pienso en escritores como Thomas Mann y Thomas Bernhard, ambos con una exigencia literaria altísima, que a lo largo de las publicaciones no descuidaron su perfil literario, ni mostraron cansancio o, por decirlo de alguna manera, renunciaron a una búsqueda estética constante, o bien la dejaron en segundo plano, bajo pretexto de cumplir con lo que la sociedad esperaba de ellos como autores. A diferencia de Thomas Mann, Mario Vargas Llosa no ha sabido conciliar ese lento asentamiento en el mundo, esa forma de aburguesamiento como gran escritor, tribuno, incluso conciencia de una nación que, desde La guerra del fin del mundo, parece haberle pasado tarjeta, con un descontento inherente, la posibilidad de tomar sus distancias, la necesidad de hacer de la literatura casi una profesión de fe. En cuanto a Thomas Bernhard es aún más intenso y por eso revelador, pues si con cada libro el austriaco muestra ese descontento feroz con su cultura y también con su país, descontento que lo llevó a anatemizar sin restricciones lo que consideraba  como austriaco, en Mario Vargas Llosa ese descontento para con su sociedad se expresó en sus tres primeras novelas, pero con los años terminó convirtiéndose en un remedo de sí mismo. De la rabia juvenil, del afán transgresor, del deseo de competir contra la realidad misma, no queda más que una receta reconocible, un estilo que se identifica fácilmente, una calculada forma de impactar en el lector (impactar, nunca transformar). Por lo demás, ni Thomas Mann ni Thomas Bernhard están en el catálogo la Pléiade.

 

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Me parece injusto, por inhumano, exigirle a un escritor que cada uno de sus libros sea una obra maestra. La carrera de gran parte de los escritores es como una parábola: al lento aprendizaje, le sigue el momento culminante —el de los mejores libros—, para llegar, finalmente, a la técnica, el savoir faire que si bien puede dar forma a obras impecables no es garantía de libros geniales. Ese parece ser el caso de Mario Vargas Llosa y no pretendo juzgarlo por ello. Por el contrario, como muchos, no puedo más que reconocer a un escritor único, intenso, muchas veces insobornable, que por lo menos nos ha entregado un puñado de grandes novelas. Ahora bien, como lector atento de su literatura, como alguien que se interesa en la manera cómo plantea la figura del escritor (manera en la que creí hace muchos años) me llama la atención el entrampamiento progresivo y sistemático en el homenaje, la loa, ese afán por hacer de él casi una estatua viva; en otras palabras, en lo anquilosado, lo inmóvil, el patrimonio. Todo lo opuesto a la figura dinámica, difícil de encasillar, descontenta, pendiente del idioma antes que de la lengua, y, por qué no, también incómoda. Resulta, por lo demás, dramático ver a un escritor con su capacidad sometido a las expectativas de un público, no de lectores; de grandes grupos editoriales, no de editores como lo fuera Carlos Barral; finalmente, de una concepción fabril de la literatura. La literatura comparte con la artesanía ese cuidado en la herramienta (la palabra) que no se puede mesurar ni cuantificar, aunque sí sentir cuando nos enfrentamos con un texto que vale la pena. De ahí que la imposición, tan de nuestros días, de publicar cada dos o tres años, estar pendiente de los medios de comunicación, mostrarse disponible frente a cada iniciativa que suponga un ingreso a la editorial, desnaturalice un trabajo que requiere tiempo, aislamiento, concentración, muchas veces mala comprensión. También ocio, ese ocio que necesita el artista para metabolizar, dejar que la experiencia macere en cierta forma de recuerdo susceptible de adquirir envergadura literaria, o simplemente caminar, viajar, vivir con los suyos, compartir con los amigos. En suma, todo aquello para lo que imagino vino a Francia el joven Mario Vargas Llosa en la segunda mitad de los años cincuenta. Mientras tanto dejémoslo ahí, recorriendo los bulevares, buscando trabajo, viviendo en un apartamentito, incluso descubriendo a Gustave Flaubert. Está a punto de escribir la historia del Poeta, la del Esclavo y el Jaguar, esos adolescentes jugando a ser adultos en un mundo sin piedad con los jóvenes, las parejas, los oficinistas, empleados y funcionarios.

 

Tampoco con los escritores, eso es seguro.

 

 

Tours, marzo del 2016

 

 

 

 

*(Lima-Perú, 1980). Doctor en estudios hispanoamericanos por la Université Michel de Montaigne – Bordeaux III (Francia). Ha publicado en novela A media luz (2003), El silencio de la memoria (2008), Ríos de ceniza (2015) y del libro de microrrelatos El viento en tu cara (2014). Editor y antologador de la obra de Sebastián Salazar Bondy para la Biblioteca Ayacucho de Venezuela. Ha traducido la novela Conquistadors del francés Eric Vuillard, de próxima publicación. Vive y trabaja en la ciudad de Tours (Francia).

«Creo que cualquier hecho artístico abre la percepción de más mundo, de más vida». Entrevista a la poeta Silvia Guerra

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En el marco del III Festival Internacional de Poesía de Lima, que organiza la Nido de cuervos y que se llevará a cabo en la capital peruana entre el 13 y 16 de abril próximo, Vallejo & Co. presenta un conjunto de entrevistas con algunos de los poetas participantes con la intención de conocerlos más a estos y a su obra. ¡Bienvenido III FipLima! ¡Bienvenida la poesía!

 

 

Por: Mario Pera

Crédito de la foto: www.opinion.com.bo

 

 

«Creo que cualquier hecho artístico abre

la percepción de más mundo, de más vida».

Entrevista a la poeta Silvia Guerra*

 

 

Mario Pera [MP]: Silvia, ¿cómo te relacionas con la poesía? ¿Hubo alguna lectura, algún autor que te hiciera decidir por este género literario sobre otros como la narrativa?

Silvia Guerra [SG]: La poesía me parece que se produce internamente, se desencadena adentro. No me parece que se piense «voy a ponerme a escribir, voy a ponerme a escribir poesía». Creo que puede surgir de muchos sitios, puede venir de muchísimos estímulos. Pienso que un pensamiento poético, que tiende a lo poético, es cuando las palabras ―la música de las palabras― percute dentro, y abre hacia más. Cuando una palabra como una piedra en el agua hace un sonido y lleva a otra, despierta sonidos, sentidos, reminiscencias, cantos.

Hubo cantos, trabalenguas, palabras, sonidos, versos. Apreciaciones, diferencias. Darme cuenta que había una manera encantatoria de decir, que ciertas repeticiones eran mágicas. Vengo de una casa en que se leía mucho, mi madre escribió toda su vida. Pero también incide para la escritura otras cosas, todo: viento, mar, aviones, una comadreja a la que pisó un carro de caballos. Una vez cuando era niña, entré a la cocina y había sobre la mesa un suplemento de La Nación de Buenos Aires abierto en unos poemas de Olga Orozco, Cantos a Berenice. Esos poemas, la luz de la mañana en la cocina movieron algo para siempre en mí.

 

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[MP]: Tu poesía rezuma metáforas que inciden en la naturaleza, y en la naturaleza humana para generar, creo, una reflexión en torno a nuestra existencia o los diversos sucesos en la vida del Hombre. El lenguaje suele ser denso, pero no por ello ininteligible, y la cadencia es un elemento casi siempre presente. ¿Qué otros elementos consideras constantes en tu obra? ¿Qué temas son de tu interés, o lo fueron, por lo que siempre retornas a ellos?

[SG]: Sí me es importante, fundamental, el ritmo interno. La cadencia, la masa sonora de la cosa. Y sí, la naturaleza ha tenido y tiene un peso poderoso en mí. Creo que he escrito sobre muchas cosas, sobre lo que iba pasando. Sobre el peso específico que fui descubriendo a los cuerpos físicos, a las cosas animadas e inanimadas. Los temas van cambiando con los días, con una misma. He recalado muchas veces y de distinta manera sobre el tiempo, sobre la gravedad, sobre la porción y el largo.

 

[MP]: Respecto a ello, una característica evidente en tu lírica, es que la misma no aborda, al menos directamente, el tema del cuerpo femenino como geografía de búsqueda o leitmotiv, sin tener al erotismo o a la sensualidad como elementos de referencia constante o como percutores de la inspiración. Con esa ausencia te alejas de gran parte de la poesía hispana escrita por mujeres. ¿Esta situación es inconsciente o premeditada? ¿A qué crees que se debe ello?

[SG]: Bueno, he creído siempre que la condición femenina es parte de la condición humana. Digo esto un poco de chiste, pero también es cierto. Creo que el erotismo puede ser una parte o un modo de la inmensa vida en la que hay de todo. Creo que pensar que las mujeres tienen como tema el erotismo es un poco reducido. Puede ser un tema magnífico por supuesto, ahí tenemos a Delmira Agustini completamente fabulosa, pero también puede no ser. Puede pasar por otro lado el peso del lenguaje.

 

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[MP]: Un dato extraño es que, según refieres en una entrevista, por lo general tus poemarios han sido publicados por editoriales extranjeras, es decir, no de tu país, Uruguay. Conocemos la frase «nadie es profeta en su tierra» pero, ¿cómo tomas el hecho que sean editoriales foráneas las que se interesan más por tu poesía y buscan difundirla? ¿Qué te dice ello como escritora?

[SG]: A grandes rasgos los editores de poesía son también poetas. Creo que lo que pasa en que en Uruguay en general hay que pagar las ediciones ―hay casos en los que no se paga, digo de manera general― y yo o no he tenido dinero o no he tenido ganas o no he tenido lugar ―después donde pongo una edición completa!―.

Tampoco he publicado mucho. Y me ha ayudado cuando alguien me dice que si tengo algo se lo envíe. Publiqué en Uruguay un primer libro con Aiello que es poeta, después me publicó Nancy Bacelo, poeta difusora y propulsora de poesía inigualable en nuestro medio. Casi que lo demás ya ha sido afuera, Reynaldo Jiménez en tsé tsé que ha sido un sello extraordinario, después León Félix Batista en una pequeña colección en Nueva York y, recientemente, Juan Soros en Amargord. También publiqué una «biografía aproximada» al Conde de Lautreamont, editada por otro poeta, Kepa Murúa, en el país vasco.

 

[MP]: El poeta suele escribir por un impulso, por una necesidad de expresar o incluso para intentar resolver o indagar algún tema personal de modo consciente o inconsciente. ¿Qué buscas generar en el lector de tu obra?

[SG]: No busco generar nada. No creo que haya que buscar generar. Creo que hay que tratar de aproximarse a eso que se quiere decir.

 

La poeta Silvia Guerra en medio

La poeta Silvia Guerra en medio

 

[MP]: Junto a Mariella Dreyfus, eres compiladora del libro Juan Parra del Riego. Poesía completa (2013), sobre un extraordinario poeta peruano de inicios del siglo XX que vivió y murió en tu país, y que fue el creador del polirritmo. ¿Cuál es la trascendencia de la obra lírica de Parra del Riego para la poesía latinoamericana?

[SG]: Nos pareció importante con Mariela reeditar a Parra que es un poeta bastante olvidado o desconocido, por lo menos en el Uruguay donde como bien dices vivió gran parte de su vida y aquí murió. Tratar de vuelta con esa sonoridad del polirritmo nos pareció que tenía valor, que era nutriente. Sonoramente hay algo grande en la idea del polirritmo. Además de los polirritmos tiene unos nocturnos muy bellos. Releer a los poetas, indagar sus hallazgos, trae poesía, abre más lengua, trae más sonido.

 

[MP]: Además de poeta, has sido coorganizadora del Primer Festival Hispano Americano de Poesía (1993) y de la Primera Bienal Metropolitana de Poesía (2006), ambos eventos en tu país, Uruguay. Según tu experiencia ¿qué aporta la realización de este tipo de eventos a la ciudad en que se realizan o a sus habitantes? ¿Cuán importante es que una ciudad grande, más una capital, ofrezca eventos culturales de gran magnitud que sean gratuitos a los ciudadanos?

[SG]: Me parece que cualquier cercanía que se pueda provocar con cualquier hecho artístico es buena. Da vida. Intentar acercar la poesía a un público amplio me parece bueno, amplio, generoso. Esa idea de la poesía como reducida a unas pocas personas es una verdad a medias. Por ejemplo Nancy Bacelo, que te la nombré un poco más atrás, reeditó en ediciones populares, muy baratas a Delmira Agustini. ¡Y vendieron 800 ejemplares en una tarde!

Creo que se puede tratar de generar condiciones propicias para que por ejemplo la poesía sea escuchada con cierto ardor, con vivo interés. Creo que cualquier hecho artístico abre la percepción de más mundo, de más vida.

 

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[MP]: Vas a participar en el III Festival Internacional de Poesía de Lima, en abril. En ese sentido, ¿qué expectativas tienes respecto al evento? ¿Has estado antes en Lima?

[SG]: Creo que este tipo de eventos hacen posible circulación de materiales, se escucha a  diversos autores, se establece cierto nivel de conocimiento entre gente que escribe. Eso me parece en principio bueno. En este III Festival Internacional de Poesía de Lima habrá mucha gente que no conozco, otros que he leído y me gustará mucho escuchar leer y también hay algunos amigos. A esos amigos va a ser un gusto inmenso encontrarlos y, si se puede, caminar con ellos por las calles de Lima. Creo en eso que decía Flaubert de la vida fabulosa, esas son las ocasiones en que la vida se vuelve fabulosa.

 

 

 

 

 

 

*(Maldonado-Uruguay, 1961). Escritora. Ha publicado en poesía De la arena nace el agua (1987), Idea de la aventura (1990), Replicantes astrales (1993), La Copa de Alabastro (1998), La sombra de la azucena (2000), Nada de nadie (2001), Estampas de un tapiz (2006) y Pulso (2011); como obras colectivas: Premio 12 de octubre (1982), Viva la Pepa (1990) y Tráfico Poético (1991); en narrativa: Historias de un pueblo que dejó de serlo (2013); en ensayo Conversaciones Oblicuas / Diálogos entre la cultura y el poder (coautoría con Verónica D’Auria, 2002), El ojo atravesado I. Correspondencia entre Gabriela Mistral y escritores uruguayos (coautoría con Verónica Zóndek, 2005),  El ojo atravesado II. Correspondencia entre Gabriela Mistral y escritores uruguayos (coautoría con Verónica Zóndek, 2007) y Fuera del relato. Una biografía aproximada de Lautréamont (2007).

“Capital / Contracapital”: Un casi-poema con dientes y mucho ¡fog!, entrevista a Luis E. Mendoza

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Reproducimos en Vallejo & Co. la entrevista realizada por la periodista Claudia Cisneros al escritor Luis Enrique Mendoza. Esta entrevista fue publicada en el portal web Transtierros (www.transtierros.blogspot.com

 

Por: Claudia Cisneros Méndez

Crédito de la foto: Claudia Cisneros Méndez

 

 

Capital / Contracapital:

Un casi-poema con dientes y mucho ¡fog!

 

 

Luis Enrique Mendoza Chávez, nació con hambre en Lima en el año 1987. Desde entonces no ha dejado de digerir todo lo que hace de su paso. Ha sido batero, librero, ayahuasquero. Es un activista por los derechos de los pueblos indígenas, interesado en temas de interculturalidad y ha sido Cofundador del Festival Internacional de Poesía de Lima. Graduado en Filosofía y en Derecho en la PUCP (Pontificia Universidad Católica del Perú), este ateo, agnóstico, descreído y renegado de lo establecido, de la convención y de las bondades del mercado y la globalización, ha metido sus dientes ahora en la poesía. Aquí un desempaque del primer poema-ensamblaje, directo a la vena del capitalismo, de este joven escritor peruano.

 

Entrevista

 

¿Por qué Capital / Contracapital? ¿A qué aludes? ¿Qué abordas y qué dejas sin nombrar?

Me gusta como suena. Capital es apego y capital es desapego. Capital es aquello que adquirimos para mirarnos frente al espejo: la propiedad, el reconocimiento, la política, las metáforas, los apócopes, el dinero, las tasas de interés y los tintes para cabello. Por contra, Contracapital es aquello que se adquiere para soltarlo al toque, un desenredarse, un dejarse ir, un abrirse al tajo de lo Real. Entonces, con el título anuncio mi punto de vista sobre la disonancia entre el apego y el desapego.

Casi siempre la palabra del poeta (palabra capital) ha librado lucha contra el tiempo. La sucesión de las palabras es lo que sucede en el poema. A ese tipo de interacción le he llamado Capital. En cambio, Contracapital es una palabra desapegada, una frase suelta, disonante, anticlimática y dispersa. Es una palabra que se desentiende del tiempo y se desenvuelve en el espacio. Es una frase o un bestiario de frases. ¡Es un fog! Contracapital no libra lucha contra el tiempo sino contra la idea del espacio. El resultado es un poema-ensamblaje como forma de protesta.

 

¿Qué tipo de poema es, qué es eso de “poema-ensamblaje”?

No es un poema. Es un casi-poema. Escribo contra la idea de poema, que es una idea construida sobre las aspiraciones de totalidad, unión y reconciliación. Reniego de todo eso. Reniego de la idea según la cual cada palabra, frase, verso y escupitajo del poema es irreemplazable e insustituible. Falso. Mentira. Pura metafísica. Todo poema es el resultado de fragmentos mal pronunciados, palabras majaderas, versos cortados con pegamina y frases irresueltas y conmovedoras. Eso es cierto en Homero y en Churata, en la poesía provenzal y en el neobarroso latinoamericano (aunque con rigurosidad, claro). He tratado de ser contradictorio con mis convicciones y he diseñado un artefacto casi-poético plagado de lagunas, pegaminas, romanticismo y majaderías. Siempre bajo la sombra de la poesía. Casi todo es reemplazable y sustituible por casi todo. Capital / Contracapital es un ensamblaje de fonemas, frases y vibraciones. La imperfección es su nota más característica y lo político es su nota más disonante.

 

¿Qué sería ese poco, ese residuo irremplazable?

La música.

 

¿Cuánto tiempo / Qué implicó su escritura?

Poco más de tres años. En un momento dado las palabras se me ofrecieron como cosas (Sartre dixit). Desde entonces he tratado de pronunciarlas y dispersarlas al ras del suelo. De menos a más, el libro está dividido en tres secciones. Le he prestado mucha atención a las secuencias fónicas. El resultado final es una sopa de letras. Un ejercicio de respiración obstruida. Creo.

 

El libro está dividido en tres secciones/poemas. La primera zona se titula “El menjunje de la tos”. La segunda, “Capital”. Y la tercera, “Contracapital”. ¿Qué desempaca cada una de esas tres secciones y por qué esa secuencia?

La primera sección busca abrir un espacio de lucha y confrontación. Aquí introduzco la cuestión del capitalismo. No como un motivo a desarrollar, sino como un pretexto a empujar. Un pretexto para librar batalla contra la idea hegemónica de totalidad, unión y reconciliación, que es un idea típica de la poesía convencional y de todas las ideologías del mundo. Me he valido de la imagen de la tos para sugerir un movimiento de lo interno a lo externo, un movimiento casi fisiológico, que opera por necesidad, fuerza y sanidad: la liberación espasmódica de lo fragmentario. ¡Y fog! Las siguientes secciones son resultados de la primera. La zona “Capital” recoge los fragmentos dispersos de un poema cualquiera. Y la zona “Contracapital” recoge los fragmentos de algunos mitos y experiencias específicos. Estos pueden ser la colonización de América, la idea del Amor, o la experiencia del Ayahuasca. Hasta aquí solo (o casi-solo) me he referido a las formas, a la argamasa que sostiene el poema-ensamblaje. La sustancia, la carne, la pepa, se la dejo a los lectores. Son ellos y ellas quienes en realidad le atribuyen sentido al texto. O algo así.

 

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¿Es tu primer poemario? ¿En qué consiste el ejercicio de hacer poesía para ti?

Nunca he escrito ni escribiré un “poemario”. Repito y en esto me repito sin rubor: estoy en contra de la idea de totalidad, unión y reconciliación. Lo mío es el ensayo y el error. He asimilado el método científico con fines extra-científicos. El casi-poema es una construcción extra-científica. La totalidad es lo fragmentario. La unión es la discordia. La reconciliación es el desapego bajo el disparo del apego. El ejercicio casi-poético es la ciencia del error y la historia de un malentendido. Me parece que es una descripción cabal de nuestro mundo. Aquí y ahora.

 

El casi-poema parece contener, recoger o expresar varias voces, en varias distintas manifestaciones y hasta en diferentes formatos. ¿Por qué así?

No podría haber sido de otra manera.

 

Hay referencias históricas, ¿cuál es su función en el texto? De manera específica, ¿por qué esas referencias? 

Su función es recordarnos que el fracaso es permanente y que la historia no solo es lo que ha sido sino lo que sigue siendo, lo que sigue pasando. Creo que también le inyecta mayor concreción a las zonas etéreas del libro. Algo así como enganches al ras del suelo. Cada lector tendrá que averiguar cuál es el lugar de cada referencia.

 

El poeta cubano-español Rodolfo Häsler, quien escribe el postfacio de tu libro identifica en parte tu estilo haciendo referencia a dos poetas brasileños, Décio Pignatari y Haroldo de Campos, ¿los has leído? ¿Te identificas con esa comparación? 

He leído a los concretistas brasileños y me han gustado mucho. Su trabajo es ultra transgresor. De ellos he asimilado la disposición gráfica de la palabra (Mallarmé-plus) y su conexión matérica con el lenguaje. En especial Galáxias, de Haroldo de Campos. Sin embargo, entre los brasileños, le prendo velitas a Ferreira Gullar, neoconcretista de peso cuyo trabajo me ha influenciado bastante. En especial el apotegma de que cualquier palabra, la que sea, tiene un valor estético, y de que cualquier contexto, el que fuere, es el mejor urdimbre para encañonar un texto potente.

 

Filosofía, derecho, poesía, periodismo, músico, librero, ¿qué más? ¿Curiosidad, inconformidad, aburrimiento?

Curiosidad, inconformidad, aburrimiento y dispersión. ¡Hambre!

 

Tienes un interés particular por los Pueblos Indígenas. Has escrito artículos periodísticos sobre ellos, eres activista ¿Por qué tu preocupación? ¿A qué sus voces en tu poema?

Me preocupan porque así siento que hago algo por alguien. Dicho esto, creo que la principal deuda del Perú es con los pueblos indígenas, que han sido históricamente postergados. Nuestro gran problema como nación -palpable en cada elección y representación política- es que hemos construido leyes de espaldas a los contextos y a la diversidad cultural. Hemos impuesto unidad a la diversidad. Y tras la escoria del aprismo-fujimorato, esta saturación ha generado que los vínculos de confianza se terminen de romper. La propia noción de ley es problemática para la paz local, pues opera bajo la violencia del pensamiento, es decir bajo el proceso de abstracción, sistematización y síntesis. O sea, ¡a partir de contextos pero sin regresar a ellos! Y aquí la cosa empeora porque se desconoce y margina la diversidad y las necesidades de cada zona. En una de esas zonas están los escritores y los pueblos indígenas. Y los he incluido porque son el testimonio de una metáfora postergada.

¿Qué quisieras que la gente que lea tu casi-poema encuentre, vea, sienta o cualquier otro verbo a tu elección?

Un mordisco.

 

Fragmento de Capital / Contracapital (2016)

 

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«No veo ninguna diferencia de principio entre ‘escribir’ y ‘traducir’». Entrevista a Andrés Ajens

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En el marco del III Festival Internacional de Poesía de Lima, que organiza la Nido de cuervos y que se llevará a cabo en la capital peruana entre el 13 y 16 de abril próximo, Vallejo & Co. presenta un conjunto de entrevistas con algunos de los poetas participantes con la intención de conocerlos más a estos y a su obra. ¡Bienvenido III FipLima! ¡Bienvenida la poesía!

 

Por: Mario Pera

Crédito de la foto: Soledad Fariñas/

Tiahuanaco

«No veo ninguna diferencia de principio entre ‘escribir’ y ‘traducir’».

Entrevista a Andrés Ajens*

 

 

Mario Pera [MP]: Andrés, ¿cómo te vinculas con la poesía y cómo empiezas a escribirla? ¿Hubo alguna lectura o autor que te deslumbró y que te dirigió hacia este género literario?

Andrés Ajens [AA]: En el principio fuera, sí, Mario, el deslumbre: Deslumbre migratorio desde ya, de Emma Villazón (in Lumbre de ciervos, 2013), Die Niemandsrose y El meridiano, Trilce, L’étranger, Poemas árticos y Últimos poemas, Nueva Crorónica y Buen Gouierno, El zorro de arriba y el de urinwaywa, Katatay y Catatau, Mar paraguayo y Cobra Norato, Alturas de Macchu-Picchu, Doubled Flowering, Garde-manche hypocrite, As margens da alegria y Recorrer esta distancia… Por decir (pero la lista no estará jamás lista). O por citar ya a (Violeta) Parra: no acabamos nunca de nacer. Lo cual no significa suscribir sin más la «ficción» (literaria, si se quiere), pessoana o borgeana por caso, ni muy menos auto-proféticos rituales ni programáticos «formalismos» de varia laya. Deslumbre con lo que nos toca desde ya; a «saludar», «responder», coescribir, desplazar, retrazar, etc. Ahí comienza tal vez la literatura, con sus géneros y generosidades, por más que eso que seguimos llamando poema (lo subraya singularmente Celan, en sus notas a El meridiano) deslumbra de entrada, mucho antes de su mise en lettre, mucho después de destello.

 

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[MP]: Tu poesía reúne en su expresión varios lenguajes, el español, quechua, portugués, aymara, entre otros. ¿Cómo aporta cada lengua a tu obra poética? ¿Por qué la necesidad de comunicar al lector en idiomas que quizá no maneja, pero que puede descifrar a través de otros medios como el ritmo por ejemplo?

[AA]: ¿Quién pudiera decir «yo manejo» una lengua sin suscitar ligeras sonrisas sino francas carcajadas? Y a la vez: ¿cómo no entreverar más de una lengua (no sólo en el sentido lingüístico del término como de la cosa) hablando en poesía, sea que la entendamos esta como «obra» (literaria, artística, etc.) o desde ya como deslumbre de y ante un acontecer datado, interpelante, de suyo entreverado? En cualquier caso: ni esperantos ni liberal pluri-multi-lingüismo sino entreveros porosos, tan políticos como gozosos (huélase por caso Mar paraguayo, del curitibano Wilson Bueno, y su alucinógeno traslucine en franglish con una pizca de algonquino cree de Erin Moure, arrojadísima).

 

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[MP]: Respecto a ello, el poeta suele escribir, usualmente, por un impulso, por una necesidad de expresar, pero también para dejar algo en el lector. ¿Qué buscas generar en el lector de tu obra? Y, a la par, ¿qué quisieras que un texto poético te brinde?

[AA]: ¿Un poema? ¿Un brindis? Puede ser: un guiño, un brindis «monstruoso» (modo del mostrar como del deslumbrar), una yapa allende (aquende) la oposición jerárquica real/ficción, un shibboleth a ratos. ¿Correspondencia «actualizada» con la morosa deslumbrante cosa? Tal vez. O tal vez. O sea: atención desde ya a dataciones y/o datas, a lo dado, enlodado o reluciente, tal deslumbre que marca el fulgor (lumbre como deslumbre) y, a la vez, lo más oscuro y/o secreto (tal des-lumbre). Otra vez: un brindis, por de pronto, a la salud de Deslumbre migratorio, hoy, que en su inconclusión remarca: y existían, no existían pérdida ni casas ni caminos a un cuarto del camino / a un salto del camino      a un tiroteo del camino    a un estallido del camino […] No por nada Cé Mendizábal, el furioso vate-narrador orureño por años afincado en La Paz, habrá apuntado: «El tiempo… habrá de confirmar a Lumbre de ciervos como uno de los poemarios más brillantes de esta parte del mundo en los últimos tiempos». El tiempo, en estos últimos tiempos: esta parte del mundo que no fuera cualquiera pero tampoco plenamente identificable en una cartografía geológica o geopolítica, ¿cuál fuera? (La pregunta como la «cosa» interrogada hubiera de permanecer, n’est-ce pas, abierta).

 

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[MP]: He leído que en una entrevista mencionas que no existe la poesía chilena o boliviana, que no hay determinación estado-nacional en poesía. En ese sentido, y grosso modo, ¿cuáles crees que podrían ser los elementos propios de la poesía escrita por los sudamericanos que la diferencian de la poesía escrita por autores de otras latitudes del mundo?

[AA]: Grosso modo: fuera lo propio de la poesía escrita por sudamericanos, desde ya en relación con la poesía escrita por sudamericanas, o sudacas, carecer de (elementos) propio(s). ¿Pero la Historia, dirás tú? ¡Disyunta! ¿Pero la lengua? ¿Una lengua «sudamericana»? ¿El portuñol —entreverado de guaraní— de Mar paraguayo? ¿El quechuaymara de Cerrón Palomino? ¿Cuál «lengua general» sudamericana? ¿Una lengua «concreta»? Pero aquí carencia = abundancia, tal «heterogeneidad estructural» de los tan vilipendiados vecinos de la CEPAL, de «Calibán» como de las teorías de la dependencia (los hermanos de Campos, Silviano Santiago, Paz, Faletto & cia.).

No hay poesía peruana ni chilena, boliviana, francesa, mexicana, etc., por decir: no confundir el sello del pasaporte de quien firma con su eventual pertenecia a tal o cual poesía. O, si prefieres, a no seguir confundiendo determinaciones sociológicas, geopolíticas, historicistas incluso, con ese deslumbre y trazado que aún llamamos poesía. Lo cual no nos impidiera saludar al paso excepciones de nota. Entre otras, cómo no: La poesía chilena (1978), de Juan Luis Martínez, ese «poema» tan fuera de serie como fuera de libro (es literalmente una «cajita», con certificados de defunción —del registro civil del Estado de Chile— de Mistral, Huidobro, Neruda, De Rokha, el padre de Martínez, y la lista permanece abierta, dicho está, para que el caro lector como la lectora cara le añada su yapa).

 

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[MP]: En varios ensayos, te has ocupado del estudio profundo de la tradición poética chilena. El rol del «padre-muerto», el del relato o de lo que has denominado «la guerra envejecida» en la lírica de tu país. Sin duda, son conceptos reveladores para entender la poesía escrita por tus compatriotas. ¿Cuál es la principal fortaleza que, por lo general, encuentras en la poesía chilena como conjunto y, a su vez, la principal debilidad?

[AA]: [Remito a la respuesta anterior]

 

[MP]: Junto a tu faceta de escritor, está tu importante trabajo como traductor. Al estar de ambos lados (escritor y traductor) te quisiera preguntar, ¿cuán difícil es la labor del traductor de poesía? ¿Qué elementos o factores diferencian la traducción de poesía de la traducción de textos narrativos o ensayísticos?

[AA]: Si mantenemos la noción tradicional de poesía como un género literario (y no habríamos de desembarazarnos sin más de tal comprensión pero tampoco sin más perpetuarla), la frase que me propones cobra sentido: «Junto a tu faceta de escritor, está tu importante trabajo como traductor». Pero, como nos habrán enseñado con particular énfasis los hermanos de Campos (y muy singularmente Celan, traductor no sólo de Pessoa), no veo ninguna diferencia de principio entre «escribir» y «traducir». En ambos casos traslucimos desde lenguas/deslumbres que no dominamos. Por demás, te agradezco el calificativo «importante», que yo tomaría à la lettre: toda (cada) escritura im-porta, con-lleva lo dado como lo por dar, o, reiterando a Jacques el Destripador (alias Derrida), trauma y promesa.

 

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[MP]: Andrés, tu obra poética está íntimamente vinculada a Bolivia. Se suele decir que «nadie es profeta en su tierra», ¿cómo tomas el hecho de la amplia recepción y difusión que tiene tu poesía fuera de las fronteras de tu país? ¿La poesía se hace de diferentes y hasta extraños caminos para siempre salir a flote y ser leída?

[AA]: ¿Quién pudiera decir «esta es mi tierra» —en poesía? Para reenviar una vez más a  Celan (indecidiblemente rumano como alemán, judío y/o francés) en traslucine: En el aire, ahí, permanece tu raíz, ahí, / en el aire («In der Luft», in Die Niemandsrose, 1963). Lo cual, de cierto, no implicara para nada afirmar algo así como una «literatura mundial» (Goethe), universal o goblal. Los disyuntos movimientos respiratorios (inspiración y expiración desde ya) son cada vez datados. En cuanto a «Bolivia», otra vez remito a ese mito sin mito que fuera Deslumbre migratorio, poema entre «Bolivia» y «Chile», así como a Temporarias y otros poemas, de Emma Villazón. Por demás, con Huidobro y Violeta Parra, con Allende y Los Prisioneros, estoy abiertamente por «mar con Bolivia». Nadie puediera desentenderse de la inacabable aspiración a eso que —allende y aquende el legalismo positivo— llamamos justicia.

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[MP]: Vas viajar a Lima para el III Festival Internacional de Poesía de Lima. ¿Qué expectativas tienes respecto al evento? Y vinculado a ello, ¿en qué piensas cuando te menciono «poesía peruana»?

[AA]: Mmmmh… Cuando mencionas «poesía peruana», claro, pienso en «poesía chilena» y en «poesía guatemalteca» y en «poesía panameña» y en «poesía estadunidense», etc., etc., etc., y en todas las reservas antes tales delimitaciones sociogeopolíticas o geoculturales en literatura. Y a la vez pienso en quechua: manan imatapas niwanchu (literalmente: ‘nada me dice es[t]o’), fraseo atribuido al sapa Inka Atahualpa ante el «libro», la «qillqa de Dios» que, con la ayuda del lengua «Don Martín» (y no de Felipillo), le pasara el curita Valverde en Cajamarca. Y también pienso, como no, en la selección peruana en México ’70, en el pisco de Pisco y los ceviches de Piura, y… también, cómo no, de la ocupación de Lima por tropas y tropos decimonónicos chilenos, y en las metidas de pata de Neruda. ¿Alturas de Machhu-Pichhu? No, no, claro que no. Pienso en sus alucinantes resistencias ante ese glosomoto incomensurable que fuera Trilce. (El detalle está en una carta firmada en Yacarta, Indonesia, el 1º de junio de 1931, y dirigida a su amigo Carlos Morla Lynch, en Madrid). Por decir:

 

saboreando ulysses en yacarta, neruda quiere

una y otra vez saberlo (hazme

el favor de conseguirme un ejemplar

de TRILCE), mas

la sazón del caso o caída (en cuyo prólogo

se habla de mí), lo habrá vuelto de golpe

inapetente: seco y espantoso

cruel y estéril; no veo qué objeto tenga

toda esta [j]oda

de indoamericano espectro (sic)

glacial aguayo, a un paso

de santiago, q’asamarka, puedes

una y otra vez

transombrarme con nieve

 

 

 

 

 

* (Concepción, Chile, 1961). Diplomado en la Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales de París, actualmente participa del Programa de Indagaciones en Escrituras Americanas, de la UMCE, ex Pedagógico, en Santiago. Es co-editor de la revista de poesía Mar con soroche (Santiago / La Paz). Ha publicado, entre otros: La última carta de Rimbaud (1996), Más íntimas mistura (1998), No insista, carajo (2004), Con dado inescrito (2008), El entrevero (2009), La flor del extérmino (2011), Æ (2015), Bolivian Sea (2015) y Cúmulo lúcumo (2015).

«Un buen poeta es antes de cualquier cosa buen lector de poesía». Entrevista a Prisca Agustoni

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En el marco del III Festival Internacional de Poesía de Lima, que organiza la Nido de cuervos y que se llevará a cabo en la capital peruana entre el 13 y 16 de abril próximo, Vallejo & Co. presenta un conjunto de entrevistas con algunos de los poetas participantes con la intención de conocerlos más a estos y a su obra. ¡Bienvenido III FipLima! ¡Bienvenida la poesía!

 

 

Por: Mario Pera

Crédito de la foto: ©Manuele Ferrari

 

 

«Un buen poeta es antes de cualquier cosa buen lector de poesía».

Entrevista a Prisca Agustoni*

 

 

Mario Pera [MP]: Prisca, estudiaste letras hispánicas y filosofía como carrera universitaria. Luego, en Brasil, literatura comparada. ¿Cómo te relacionas con la poesía? En ese sentido, ¿estudiar literatura quizá le brinda herramientas distintas al escritor respecto de quien escribe y no la ha estudiado como profesión?

Prisca Agustoni [PA]: Me parece un privilegio el de poder ejercer una profesión que me permite vivir  de lo que hago en estrecha relación con la actividad poética, que es lo que me permite vivir una vida rellena de sentidos en mutación. No creo que el hecho de haber estudiado en la carrera universitaria literatura les brinde a los autores herramientas distintas, puesto que, sin duda, un buen poeta es antes de cualquier cosa buen lector de poesía. En algunos casos hasta mejor que los profesores que tienen que trabajar con la poesía. Por otra parte, es sin duda un encuentro muy feliz el que me permite dar clases sobre determinado poeta que admiro y, al mismo tiempo, estar trabajando en un proyecto personal para el cual después de cada clase surge una idea, una pequeña iluminación.

En este sentido, ejercer el pensamiento poético en lo cotidiano es sin duda un privilegio  y me permite que no me aleje demasiado del eje central de mi creación.

 

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[MP]: Tienes, además, una maestría en estudios de género. ¿Cómo ha influido en tu poesía la perspectiva que te ha dado el realizar esta Maestría? En torno a ello, ¿cómo ves el ambiente literario, y poético, en relación a la igualdad de género? ¿Hay paridad?

[PA]: Bueno, es una pregunta que necesita una respuesta por partes. Es un tema bastante complejo, pero para ser sintética, diría que la maestría me ayudó para formar mejor una conciencia histórica de las conquistas (sociales, civiles, simbólicas, literarias, eróticas, etc.) de los distintos géneros que componen nuestra sociedad.

Mi poesía pasó a desarrollar una mirada más «a la escucha» de las voces femeninas, en particular eso se concretizó en un libro que escribí en 2002, Sorelle di fieno – Irmãs de feno en el cual evoco poéticamente las voces de algunas jóvenes de mi región suiza (los valles de los Alpes del Ticino) que tuvieron que «migrar» hacia la región Suiza de habla alemana para trabajar en conventos que se volvieron, para muchas de ellas, cárceles. Exiladas en el idioma, lejos de los afectos y de los horizontes de su hogar, vigiladas por las hermanas superioras, estas jóvenes vivieron una extraña experiencia de exilio dentro de su patria. Esta historia la conocí durante el curso de Maestría, y algunos años después descubrí que mi abuela había sido una de entre estas muchas jóvenes.

En cuanto a la segunda parte de tu pregunta, me parece que la paridad de género sea más evidente en aquellos contextos sociales donde hay una lucha más consolidada o de mayor duración. En Brasil, por ejemplo, dónde vivo buena parte del año, en los últimos dos años asistimos a un fenómeno bastante interesante: en todos los premios literarios más importantes y prestigiosos se contemplaron a mujeres. Eso es algo nuevo, así de manera tan intensa, pero no quiere decir que se acabó el problema. Lo que pasa es que la sociedad brasileña está discutiendo este tema (entre otros) con mucho énfasis en estos últimos años, incluso porque existe una tendencia contraria ―de ceguera y conservadorismo― en curso en las esferas ideológicas que guían el poder institucionalizado. En Suiza, por ejemplo, casi no hay poetas mujeres en mi región lingüística, la de habla italiana (no puedo afirmar que la causa sea una desigualdad de género, pero sí hay una clarísima desigualdad cuantitativa). Eso no ocurre en la región suiza de habla francesa, donde muchas mujeres publican, ganan premios, tienen una obra reconocida, etc… Creo que la paridad sea una conquista que nunca se halla como definitiva, y siempre mutante, así como lo son las sociedades y los valores por ellas establecidos. De donde surge la necesidad de siempre estar atento, aunque sin perder de vista el eje central ―la creación tout court.

 

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[MP]: Lo nostalgia, los paisajes de la infancia y primera juventud, la confrontación de temas sociales desde el ámbito personal, son algunos temas visibles en tu obra poética. Junto a estos temas, ¿qué otros temas te preocupa manifestar a ti como escritora? ¿Qué quieres dejar a través de tus textos poéticos en tus lectores?

[PA]: Mis temas tienen que ver con algunas de las preguntas que me hago ―o que creo que uno se hace, delante de los eventos que nos provocan algún movimiento interior. Miedo, angustia, duda, pasión, compasión, ternura, gracia etc…

Dicho así parece algo muy sencillo. Lo es, aunque ni tanto. Filtrar el mundo ―que me parece cada día más inclinado hacia una tendencia narrativa e fílmica― a través de la lupa de la poesía me parece un gesto de resistencia, necesario, para darle otro sentido a las cosas, a los acontecimientos. Para imponerle otro ritmo, una pausa, una desaceleración necesaria para SENTIR y para reflexionar. Para que las cosas te lleguen despidas, talvez menos adornadas de simulacros, para recuperar esta imagen cara de Lucrecio. Con eso, no quiero decir que la solución para mí sea la salida metafísica o algo parecido. Sino la pausa, la escucha, darle tiempo al tiempo para que el sentido de la vida con sus pequeñas manos te conduzca adonde es mejor para ti.

Confío en la emoción estética para tocar a mis lectores. Creo en el poder de esta forma sublime de placer. Y el placer es uno de los motores más poderosos de la humanidad.

 

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[MP]: Escribes tu obra en distintos idiomas, italiano, francés, portugués, español. Por lo general, los escritores no suelen adoptar otras lenguas para escribes que no sea su lengua materna. ¿Cómo ha sucedido esto en tu caso, quizá tengas un idioma con el que te sientas más cómoda sobre todo en la poesía al ser tan íntima? ¿Hay alguna desventaja del plurilingüismo a la hora de escribir?

[PA]: Creo que todo empieza en mi formación afectiva. En mi casa se hablan dos dialectos de la Suiza italiana. Inimaginable, para mí, dirigirme a mis padres en italiano, aunque esta sea mi lengua materna, oficialmente. El empleo del italiano en casa suena como algo «técnico», extraño, anormal. Yo crecí hasta los cuatro años prácticamente escuchando y hablando estos dos (o tres) dialectos (mi padre, mi madre y mis abuelos, que era otro todavía).

Luego vino la formación en la escuela, toda en italiano, y la vinculación con una tradición literaria. Pero por ser suiza, a los ocho años empecé a estudiar francés, con doce años ya estudiaba cuatro horas por semana de francés y cuatro de alemán, luego vino el inglés, el español… en fin. El francés fue el idioma que primero entró arrebatador en mi vida de joven. Por meses anduve hablando sólo francés conmigo misma, en mis momentos de soledad en casa. Muy temprano empecé a leer a algunos autores franceses, algunos clásicos, pero también a algunos autores de suiza, como Ramuz, Corinne Bille, etc. Luego con catroce años ocurrió la pasión por la literatura hispanoamericana.

El primer poeta que leí en castellano fue… ¡César Vallejo! El túnel, de Sábato, Pedro Páramo de Rulfo y Cien años de soledad, de Márquez, fueron fundamentales para mi formación como estudiante. Resolví estudiar literatura hispanoamericana y filosofía… pero en Ginebra, una ciudad de Suiza de habla francesa, donde viví durante diez años. Una ciudad que amo profundamente. En aquellos años yo leía mucha literatura italiana, francesa, hispánica, aunque mis amigos y colegas de universidad eran todos hispanoamericanos. Frecuenté talleres de poesía en castellano y eventos alrededor de una librería hispánica de Ginebra cuyo dueño es un amigo peruano, Rodrigo Pino. Conocí allí a muchos escritores, fueron años muy felices de inmersión casi total en el universo literario hispanoamericano. Empecé a escribir en español (puesto que mi cotidiano estaba todo en español…), aunque ya escribiera en italiano y en francés.

 

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La poeta Prisca Agustoni

 

El plurilingüismo en mi caso se dio de manera bien natural, como algo inscrito desde siempre en mi convivio con las relaciones sociales, la literatura y el universo más íntimo de la afectividad.

Hay temas que prefiero desarrollar en un idioma más que en otro, pues tiene que ver con un universo (real o imaginario) en relación con el idioma. Hay experiencias vividas que necesitan la inmediatez del idioma donde yo las viví; hay situaciones vividas que prefieren esconderse o protegerse bajo el escudo de otro idioma; y hay momentos en que siento determinado idioma más íntimo y más propicio para que yo me abra a él como a mi mejor amiga.

Veo dos desventajas del plurilingüismo: la primera es que en mi caso, a veces soy un tanto caótica en lo de ordenar mis ideas y proyectos; nunca sé muy bien si seguir adelante con uno en italiano o empezar el poemario en francés que me espera hace tiempo (suelo llevar adelante varios proyectos al mismo tiempo); la otra desventaja es sobre la cuestión práctica de la publicación: hay que estar al tanto de por lo menos tres contextos literarios al mismo tiempo, abrir caminos, abrir contactos, etc… y eso le roba un tiempo precioso a lo  que es la tarea de escribir.

 

[MP]: Eres esencialmente poeta, pero también escribes con regularidad narrativa, cuentos y novelas. ¿Qué te da la poesía como género literario que quizá la narrativa no te da y que hace que siempre vuelvas a la lírica? ¿Te aproximas de modo distinto al texto poético respecto del texto narrativo?

[PA]: Sí, hay una aproximación algo distinta, por supuesto. La lírica me permite un ritmo sincopado, una mirada como de alguien que vuelve varias veces sobre el lugar del delito, pero sin sacar fotos que lo digan todo de una vez; la narrativa exige un orden mental mayor, de los hechos, de la historia, de lo que uno puede o debe decir y puede omitir. Son dos modalidades distintas y las dos necesarias.

Aunque te confieso que me encanta eso de buscar un tercer camino, o sea, un breve texto que no sea poesía ni cuento, talvez poesía en prosa. Vengo trabajando muy a menudo en esta dirección, que me encanta por el desafío de justamente no tener que quedarme fija en una categoría.

 

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[MP]: Vives desde el 2003 en Brasil, en donde has estudiado y ahora trabajas. ¿Cómo se refleja en tus textos poéticos tu residencia en Brasil, un país con una cultura y sociedad muy particular? ¿Qué diferencias o elementos distintos encuentras entre la manera del lector y del poeta de aproximarse a la poesía en Suiza y en Brasil?

[PA]: Sin duda el hecho de vivir en Brasil afecta a mi escritura. No por ser Brasil en sí sino por ser un país para mí extranjero, por mi condición de «exilada» ―aunque claro con el privilegio de poderme mover cuando quiera. El sentirse extranjero es algo rico para la reflexión y el desarrollo de la sensibilidad ―más allá de los clichés que existen (en parte, claro, reales) sobre los desencuentros culturales, de costumbres.

El estar confrontado todos los días con aspectos de la sociedad que te son a veces casi familiares ―digo casi―, otras veces muy extraños, exige un constante trabajo de reflexión, de análisis, de circunspección, que es saludable para cualquier escritor o artista. Pues nuestro trabajo con la palabra tiene mucho que ver con eso, ¿no? Intentar una explicación, una comprensión, una duda, por lo menos…

Además, Brasil es un país que en ciertos aspectos diverge mucho de mi país. Eso también es importante y causa un extrañamiento más evidente.

Por otra parte, es interesante porque hoy en Suiza también me siento a veces una persona extranjera porque aunque me reconecto muy rápido con los códigos culturales que son los míos, me cuesta un poco dominar a mi manera de ser y de pensar «plural»: suelo sonreír mucho más que los suizos (en general, claro) y me autocensuro un poco cuando voy. Al cabo de unos tres días ya me encuentro totalmente en mi hábitat. [Risas]

En Suiza se aprecia mucho escuchar al lector, escucharlo leer sus textos. Eso a mí me encanta y me hace falta en Brasil, donde se oye muy poco al poeta leer sus poemas. En Suiza existe este gusto, esta paciencia, esta capacidad diría de producir un silencio que escucha al poeta. Esto me parece fantástico.

En Brasil, por otra parte, existe una capacidad fantástica de mezclar lenguajes: hay performances poéticas maravillosas, hay música (la música es algo fundamental en la cultura brasileña, y la música tiene mucho que ver con la poesía…). Brasil es fundamentalmente un país en donde lo que se produce de la oralidad es impactante, bonito. En Suiza este impacto se produce más a partir del silencio ―¡un silencio verdaderamente intenso!―.

 

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[MP]: Prisca, eres traductora del italiano, portugués, francés, de poetas importantes como Milo De Angelis, Valerio Magrelli, Alejandra Pizarnik, Alfonsina Storni, etc. ¿Consideras que el traductor debe dejar algo de sí en cada texto que traduce o, idealmente, debe intentar mantenerse lo más neutral posible? En relación a ello, ¿qué tan importante es, si lo consideras así, que el traductor de poesía sea a su vez poeta? ¿Ello le brinda algo a la traducción?

[PA]: Bueno, creo que se puede realizar una excelente traducción técnica, sin duda. Hay algo de técnica, de manejo de los instrumentos de trabajo, en la traducción. ES necesario este dominio. Pese a todo, la sensibilidad delante de un poema es un instrumento «no técnico», pero en mi opinión fundamental para el logro del trabajo. Y se supone que un buen poeta tiene esta costumbre de trabajar su sensibilidad.

Pero tampoco me parece una garantía, un poeta puede ser un traductor privilegiado (la historia de la literatura revela muchísimos casos así, como bien sabemos), pero puede también no tener la paciencia o la escucha o la humildad necesaria para el buen resultado.

Porque creo que el traductor tiene que ser humilde, en el sentido de saberse esconder ―cuando es necesario― detrás de los versos del poeta. Y mostrar que está allí, atento, a la escucha, apenas cuando algo sale del control del orden de lo técnico y entra en el orden de la libertad. Y la libertad es una conquista, incluso en el campo literario, pero no es una conquista barata. Hay que saberla llevar adelante, suportarla y serle amigo sin abusar.

 

[MP]: Sé que tu vínculo con la literatura peruana se potenció en Ginebra. ¿Qué nos puedes contar de esa etapa?

[PA]: Por supuesto conozco la obra de muchos escritores peruanos, aunque esto se deba a mi formación universitaria realizada en Ginebra. Ciro Alegría, José María Arguedas, Julio Ramón Ribeyro, Manuel Scorza, Alfredo Bryce Echenique, Eduardo Chirinos, son autores que leí durante mis años universitarios, junto con los poetas Blanca Varela, Emilio Westphalen, Antonio Cisneros y, claro, César Vallejo. Además, tuve la dicha de conocer y frecuentar al poeta peruano Américo Ferrari ―recién fallecido en Ginebra―, con lo cual la literatura peruana siempre estuvo muy presente en mi cotidiano. Blanca Varela en particular es una autora que leí con mucha atención y gusto.

Vale añadir que Ginebra, ciudad suiza donde viví durante muchos años, tiene una comunidad muy grande de peruanos, lo que explica que siempre me relacioné con muchos peruanos vinculados con el contexto de la cultura en general. Fue en Ginebra, además, donde conocí al trabajo encantador de Susana Baca, y donde me dediqué por una temporada académica al estudio de la literatura afroperuana.

 

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Prisca Agustoni.
Crédito de la foto: © Jaqueline Fonseca

 

[MP]: Vas a visitar este mes Lima para participar en el III Festival Internacional de Poesía. ¿Qué expectativas tienes respecto al evento? ¿Cuán importante para la ciudad y para sus habitantes consideras que es este tipo de eventos culturales?

[PA]: Estoy muy feliz de tomar parte en el Festival. No sólo porque sé que se trata de uno de los festivales de poesía más importantes de América Latina, que nos proporciona una oportunidad única de intercambio de experiencias y sensibilidades (con otros poetas y con el público), sino también porque hace años sueño con la posibilidad de visitar esta ciudad de dónde vienen muchos amigos queridos que hice en Suiza. Una ciudad que respira este acontecimiento (es el tercer festival…) sin duda debe ser a cada vez una ciudad mejor, en términos humanos, simbólicos, pues una ciudad que promueve la cultura y la sensibilidad sólo tiene ventajas y mejorías en su tiempo.

Para mí en particular eso representa un momento interesante de vuelta para el idioma y la cultura que tantos años y tanta dedicación me han pedido a lo largo de mi vida.

Una fiesta interior, y bien bonita.

 

 

 

 

 

*(Lugano-Suiza, 1975). Escritora y traductora. Licenciada en letras hispánicas y filosofía por la Universidad de Ginebra Doctora en literatura comparada en Brasil. Es profesora de letras extranjeras modernas en la Universidad Federal de Juiz de Fora. Ha publicado en poesía: Traduzioni, Traduções (1999), Inventario di voci (2001), Sorelle di fieno (2002), Días emigrantes y otros poemas (2004), La Morsa (2007), Le Déni (2012), Poesie scelte (2000-2012) (2013) y Un ciel provisoire (2015); en narrativa: Coleção Bilbeli (14 racconti per l’alfabetizzazione) (2002-2003), A menina do guarda-chuva invisível (2002), Histórias de Longeperto (2004), Quel che resta del bianco (2014).

Identikit. Muestra de poesía española reciente (Vallejo & Co., 2016)

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Identikit.

Muestra de poesía española reciente (Vallejo & Co., 2016)

 

Selección y notas por Rafael-José Díaz.
Prólogo por Mario Pera.

 

 

Poetas de la muestra:

Javier Vela, Hasier Larretxea, Laia López Manrique, María Alcantarilla, Pablo López Carballo ,Daniel Bernal Suárez, Pablo Fidalgo Lareo, Lola Nieto, Martha Asunción Alonso, Berta García Faet, Sara Torres y Yeray Barroso.

 

 

Rafael-José Díaz exhibe ante nosotros un paneo general muy interesante y clarificador sobre los aciertos y virtudes de algunos de los principales poetas jóvenes de España, quienes en sus textos nos revelan un trabajo serio con el lenguaje y los medios para expresarse. Se puede percibir un auténtico compromiso con la literatura como arte, más allá de la efímera notoriedad  como leitmotiv.

(M.P.)

 

 

Se puede leer haciendo click sobre la imagen.

 

 

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«En poesía me siento devota, en narrativa soy diosa». Entrevista a la poeta Beatriz Russo

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En el marco del III Festival Internacional de Poesía de Lima, que organiza la Nido de cuervos y que se llevará a cabo en la capital peruana entre el 13 y 16 de abril próximo, Vallejo & Co. presenta un conjunto de entrevistas con algunos de los poetas participantes con la intención de conocerlos más a estos y a su obra. ¡Bienvenido III FipLima! ¡Bienvenida la poesía!

 

 

Por: Mario Pera

Crédito de la foto: David García Torrado

 

 

«En poesía me siento devota, en narrativa soy diosa».

Entrevista a la poeta Beatriz Russo*

 

 

Mario Pera [MP]: Beatriz, estudiaste filología hispánica en la universidad. Sospecho que tu vínculo con la literatura viene desde mucho antes. ¿Cómo inicia tu vínculo con la poesía? ¿Crees que es útil para un narrador o poeta el estudiar literatura o lingüística como una carrera universitaria, como una profesión?

Beatriz Russo [BR]: Sí, estudié filología hispánica pero no por cuestiones literarias, sino lingüísticas, aunque después se convirtiera en el lugar de descubrimiento de la literatura. Desde muy joven me interesaba el estudio de las lenguas (idiomas) y la literatura me servía fundamentalmente como herramienta de perfeccionamiento. Me gustaba leer, pero no con mucha pasión y obsesión. Eso vino más tarde.

Mi vínculo con la poesía inicia de forma azarosa. Yo era lectora de novela principalmente, de hecho, empecé escribiendo narrativa, jamás se me habría pasado por la cabeza traspasar la línea lectora y atreverme a escribir una sola estrofa, lo consideraba un terreno sagrado. Pero el azar hizo que un día conociera a un poeta y me introdujera en el mundo de los recitales de poesía. Allí fue donde caí rendida a los pies del verso. Escuchar a un poeta declamar sus poemas me pareció algo parecido a una liturgia. En mis primeros recitales como oyente se me caían las lágrimas de belleza, salía de las salas conmocionada.

La carrera de filología, en mi caso, me ha sido muy útil. Me especialicé en lingüística y el estudio de la gramática me parece fundamental para la construcción narrativa. En el caso de la poesía, creo que no es tan necesario, porque se emplea un lenguaje que se sale de las normas. Para algo sirven las licencias poéticas… Sin embargo, sí es muy útil conocer los entresijos de la lengua para potenciar la imaginación.

 

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[MP]: Tu poesía está cargada de una enorme imaginación en la que algunas constantes son la reflexión en torno a lo onírico, a los recuerdos de la infancia o a la vida como un devenir cíclico, un loop, y claro está el amor y la muerte (elementos clásicos en la poesía) los que, sin embargo, sueles abordar a través de los sentidos. ¿Qué temas necesitas expresar en tu poesía? Lógicamente, hay temas que brotan de modo inconsciente pero, ¿cuáles son los que a ti como escritora te preocupa manifestar?

[BR]: Mis temas en poesía son los que me afectan tanto interior como exteriormente. Suelo interiorizar lo exterior y dar mi versión. Soy como un pasapuré… Intento apartarme de la poesía del «yo», aunque es muy difícil, puesto que el «yo» se manifiesta en cada poema aun sin ser mencionado. El «yo» individualizado es como los pellejos del puré. Me interesa más el «yo» como fibra que pasa desapercibida.

Por otro lado, debido a que me siento muy involucrada con el contexto en el que me muevo, mi poesía crea una simbiosis entre el «yo» y el «nosotros». De este modo, escribo sobre lo que me identifica o me hace sentir parte del exterior o sobre hechos con los que empatizo.

Es cierto que me preocupan los temas existencialistas, pero también los sociales, como la violencia de género, la explotación laboral e infantil, el fanatismo materialista, que nos está desalmando, y temas de esa índole. Lo onírico me sirve como catalizador de mi visión del mundo, quizás porque siempre he creído que las metáforas pueden cambiar el mundo. Sigo apostando por la belleza. La poesía ha de hablar de lo invisible de forma bella, moviéndose en el territorio de la metáfora y la imaginación, para decir lo visible ya tenemos el relato o la narrativa…

 

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La poeta Beatriz Russo

 

[MP]: En ese sentido, otra característica, quizá más notoria en tus primeros poemarios, es la narratividad presente en tu lírica. Siento que se puede deber a una necesidad por dotar de una estructura al texto poético. ¿Sueles preocuparte por dotar de una estructura previa a tus poemarios para luego, en base a esta, crear los poemas? O ¿prefieres que los poemas simplemente broten y luego les das una unidad en base a algún elemento como el tiempo, el lugar, etc.?

[BR]: Es cierto que cada uno de mis libros tiene una estructura narrativa. En todos ellos cuento una historia. Esto es debido a mi formación clásica inspirada en las obras maestras (Eneida, Odisea, Ilíada…, los cantares, gestas, etc…) y a que me siento más cómoda dándole una unidad a mis libros.

Mi forma de concebir un libro de poesía siempre es por argumentos. Ahora estoy trabajando mi infancia como cimiento de mi conciencia actual. Sobre esa intencionalidad argumentativa voy creando la estructura por módulos, que en este caso son mis valores y forma de entender el mundo tales como la tolerancia, la compasión, la generosidad, la individualidad con integración, el respeto, etc… En mis libros anteriores se ve claramente mi forma de estructurar los poemas, en cada uno de ellos es diferente.

 

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[MP]: Un dato curioso es que publicaste tu primer poemario, En la salud y en la enfermedad, con 33 años de edad. Es usual que los poetas publiquen muy jóvenes. ¿Cómo ha influido en tu poesía el hecho de comenzar a publicar a una edad en la que ya contabas con una experiencia de vida? ¿Crees que hay alguna diferencia entre escribir y publicar poesía desde muy joven respecto a hacerlo cuando uno está más “asentado” en la vida?

[BR]: Supongo que en mi caso era necesario tener una experiencia de vida y de lecturas. Creo que no hay relación entre la edad y la fecha de publicación, porque los mundos interiores son atemporales. Hay poetas muy jóvenes con mucha más calidad que los veteranos, quizás sea debido a que su experiencia vital es mucho más rica o son más sensibles. E incluso muchos de ellos acumulan más lecturas de poesía pese a la diferencia de edad. También ocurre al contrario. Hay algunos jóvenes que empiezan mal el camino, suelen ser los que intentan sobresalir alardeando de originalidad quedándose más en la forma que en el contenido.

 

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[MP]: Como poeta, uno aspira a lograr algo con su propio texto poético, tal vez sólo la posibilidad de manifestarse o el dilucidar cosas más fundamentales, como el tratar de resolver una situación personal o social. Siendo quizá la pregunta demasiado general, ¿qué intentas lograr en el lector con tu poesía? Y, en ese sentido, ¿qué es quisieras que te brinden los libros de narrativa o poesía que lees?

[BR]: Mentiría si respondiera que no pretendo nada. La gestación de mi poesía es involuntaria, creo por una necesidad de comunicarme con el exterior y poner mi granito de arena en el intento de establecer una relación yo-nosotros-mundo. Cuando publico un libro, suelo ser arriesgada porque planteo temas que pican. Eso es a lo que aspiro, a picar en el alma o en la conciencia del lector y hacer que se detenga a pensar, a sentir, a descubrirse en mis poemas y a que alguno se haga preguntas, muchas preguntas…

 

[MP]: Siendo tu vena literaria esencialmente ligada al género poético, también has desarrollado una búsqueda en lo narrativo escribiendo dos novelas y un cuento para niños. No obstante, vuelves a la poesía. ¿Qué diferencias encuentras al enfrentarte a ambos géneros? ¿Hay algo que te da la poesía que no logra darte la narrativa?

[BR]: Trato ambos géneros de manera diferente. Mi poesía tiene un lenguaje mucho más elaborado, más rico en imágenes, metáforas, y mi narrativa es mucho más sencilla y fluida. En poesía hablo con el alma, en narrativa con la cabeza. La poesía me aflige, me atrapa y me encierra en una caverna húmeda y oscura donde solo estoy yo con mis recuerdos y mis vísceras. La narrativa me divierte porque me saca a una calle llena de personajes dispares a los que les pasan cosas y yo lo manejo todo. En poesía me siento devota, en narrativa soy diosa.

 

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[MP]: Desde hace varios años se habla de situaciones engorrosas y amiguismos en algunos de los más importantes premios literarios de España. Se han creado muchas suspicacias en torno a este tema y no pocos escritores han decidido dejar de participar pues para ellos las preferencias y direccionamientos son más que evidentes. ¿Qué opinas al respecto?

[BR]: El tema de los premios literarios en España toca al mismo son que la situación política de las últimas décadas. España sigue teniendo un poso cacique, nepotista y oportunista en gran medida. Eso se manifiesta en casi todos los sectores. La literatura no iba a ser menos. Mientras haya dinero de por medio y gente que se pueda beneficiar…

Sin embargo, al igual que la burbuja inmobiliaria ha estallado también la burbuja de la corrupción, y todo está saliendo a la luz.

Es la primera vez que los poetas se atreven a hablar y denunciar la situación tanto en prensa como en la calle, aun sabiendo que abrir la caja de Pandora implica un veto editorial. España es en el fondo un país de tradición valiente y ahora los poetas estamos a punto de cambiar el rumbo del canon marcado por los intereses económicos de las mafias editoriales, un canon puramente masculino, para más inri. Una de las mayores protestas es debida precisamente a la desigualdad de oportunidades y visibilidad entre las poetas y los poetas. Sólo hay que hacer un repaso a la historia de la literatura española para ver que algo extraño y llamativo  ha ocurrido.

 

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[MP]: En los últimos años ha habido un interesante auge de publicaciones de poetas peruanos mayores en España. ¿Conoces algo de la tradición poética del Perú? ¿Quizá hay algún poeta peruano al que hayas leído y que te ha marcado o quisieras destacar?

[BR]: Sí, conozco a varios poetas peruanos, Renato Sandoval Bacigalupo, para empezar, y a otros afincados en España como Jorge Coco Serrano, Leo Zelada, etc… Otros: Hinostroza, Watanabe, Germán Belli, Espinoza Sánchez, Miguel Ángel Zapata, Blanca Varela, etc… por poner unos ejemplos a lo brain strorming, porque hay muchísimos más, y destacando la memoria de Antonio Cisneros, con quien tuve la suerte de pasar unos días en el Festival Internacional de Poesía de Morelia.

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[MP]: Visitarás muy pronto Lima para participar en el III Festival Internacional de Poesía de Lima. En ese sentido, ¿qué expectativas tienes respecto al evento? ¿Has estado antes en Lima?

[BR]: No soy mujer de expectativas, pero sí deseo llevarme una maravillosa antología del panorama poético mundial y vivir la experiencia poética de un modo enriquecedor, marinada, eso sí, con piscos y ceviches… Por otro lado, será un momento muy especial porque me reencontraré con poetas muy apreciados que no veo desde hace mucho tiempo como Jotamario Arbeláez, Juan Manuel Roca, Jean Portante, Jorge Umberto Chávez, Jeanette Clariond, etc… Además, voy muy bien acompañada por poetas de mi país como Mestre, Cecilia Quílez y Rafael Soler.

He estado muchas veces en Lima porque he trabajado casi dos décadas como tripulante de cabina en aviación comercial y Lima era uno de los destinos.

 

 

 

 

 

*(Madrid-España, 1971). Estudió filología hispánica y una maestría en la enseñanza del español como lengua extranjera. A su vez, es traductora del italiano, inglés y francés. Ha publicado en poesía En la salud y en la enfermedad (2004), La prisión delicada (2007), Universos Paralelos (2009), Aprendizaje (2010), Los huecos de la lluvia (2010) y Nocturno insecto (2014); y en narrativa ha escrito las novelas La versión de Eva Blondie y La montaña rusa.

«El sentimiento de vergüenza y de fragilidad es la cuna de la poesía». Entrevista a la poeta Eira Stenberg

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En el marco del III Festival Internacional de Poesía de Lima, que organiza la Nido de cuervos y que se llevará a cabo en la capital peruana entre el 13 y 16 de abril próximo, Vallejo & Co. presenta un conjunto de entrevistas con algunos de los poetas participantes con la intención de conocerlos más a estos y a su obra. ¡Bienvenido III FipLima! ¡Bienvenida la poesía!

 

 

Por: Mario Pera

Crédito de la foto: www.koneensaatio.fi

 

 

«El sentimiento de vergüenza y

de fragilidad es la cuna de la poesía».

Entrevista a la poeta Eira Stenberg*

 

Mario Pera [MP]: Eira, ¿cómo te relacionaste con la poesía? Comenzaste a publicar con Kapina huoneessa (‘La revuelta en la habitación’, 1966) cuando tenías 23 años, lo que es muy joven. ¿Qué determine en ti el deseo de escribir y de publicar poesía?

Eira Stenberg [ES]: En realidad, la música es el primer arte con el que tuve contacto en mi infancia y tiene un papel muy especial en mi vida desde mi infancia. El gran piano de cola de mi padre llenaba la mitad de nuestra sala y escuché a Beethoven, Schubert y música clásica de piano; además de las composiciones de mi padre. Él componía música en el piano y yo, a menudo, lo escuchaba tocar dos canciones hermosas que él había compuesto en para la poesía finlandesa y la poesía sueca de Finlandia. Creo que ese fue mi primer vínculo con la poesía, y tal vez esa sea la razón de mi sentimiento, ya que la poesía está profundamente conectada con la música.

Cuando tenía alrededor de quince años, mi madre me dio como regalo de cumpleaños un poemario de Kaarlo Sarkia. Ese fue el primer libro de poemas que he leído en mi vida. Kaarlo Sarkia (1902-1945), quien es uno de nuestros clásicos románticos y un maestro de la eufonía y del ritmo. En su poesía la conciencia de la muerte da lugar a un amor extático por la vida en un virtuosismo formal. Este tipo de poesía, con el verso métrico, estaba fuera de moda en la década de 1950, cuando el Modernismo conquistó la poesía finlandesa. Entonces mi primer contacto con la poesía estuvo fuera de la moda. De todos modos, la sensación en su poesía me tocó y me empujó a escribir mis primeros poemas en mi diario, y también a leer la poesía contemporánea finlandesa.

Durante los años antes de escribir mi primer libro leí mucha poesía finlandesa, y los poetas más importantes para mí fueron Eeva-Liisa Manner, Edith Södergran y Paavo Haavikko. Leí también la poesía traducida de otros idiomas al finlandés, pero en esos años estaba más interesada por la filosofía y las artes visuales, también por la música clásica contemporánea, y leía más ficción que poesía.

De todos modos sentí la poesía y mi propia escritura de poesía suficientemente importante como para tratar de conseguir su publicación. Fue una gran sorpresa para mí, que mi primer libro causara tal sensación y consiguiera el Premio J. H. Erkko como el mejor libro debut de ese año. Tal vez la relación entre el anarquismo alegre y lenguaje fue algo nuevo y sorprendente.

 

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[MP]: Estudiaste dramaturgia en Helsinki y luego un bachillerato en artes. Sabemos todos que todas las artes están vinculadas pero, ¿cómo crees que tus estudios de dramaturgia y de artes, en general, han influido en tu manera de escribir y de entender la poesía?

[ES]: Estudié dramaturgia fílmica en realidad bastante tarde. Ya había publicado tres o cuatro poemarios e intentaba, en aquellos tiempos, escribir mi primera novela. Sentí que los estudios de dramaturgia fílmica me ayudaron mucho con mi novela, porque me dieron una nueva manera de mirar el texto: era como una película. Esta actitud hizo que el libro sea muy visual y le dio una forma dramática.

Mi camino en la poesía es más complicado. Estudié también música y pintura, y ambos son parte de mi forma de ver y de escuchar el mundo. Pero en la poesía estoy en un contacto especial con el lenguaje. El sentimiento de vergüenza y de fragilidad es la cuna de la poesía. El poeta es consciente del hecho que el lenguaje no es un simple puente entre las personas, sino más bien un laberinto en el que tal vez un Minotauro nos está esperando.

Y ese Minotauro puede ser nuestro propio yo.

Recuerdo que Jean Paul Sartre dijo en alguna parte que las palabras de la poesía son animales salvajes. En mi caso también tiene que ver con mi relación con los idiomas finlandés y sueco. Mi lengua materna es el finlandés, pero la lengua de mi padre era el sueco. Mi abuela, quien se encargó de mí durante algunos períodos de mi primera infancia, nunca aprendió a hablar finlandés. Yo pendía entre ambas lenguas en esos años, que es cuando un niño aprende a hablar. Todavía recuerdo la sensación que tuve que el lenguaje es un gran misterio.

 

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[MP]: Has sido premiada por tu poesía en muchas ocasiones. El mencionado Premio JH Erkko en 1966, el Premio Nacional de Literatura Finlandesa en 1985 o el reciente Premio Eino Leino en 2007, entre otros. ¿Estos premios han influido de alguna manera en tu poesía? Quizá el gran reconocimiento te ha abierto las puertas para una mayor publicidad, para publicar más fácilmente o para encontrar más lectores. ¿Qué crees que significan los premios para el poeta?

[ES]: Primero, y ante todo, como poeta me siento los premios me dan el conocimiento de que hay personas que entienden lo que he escrito y también lo aprecian. Esa es una sensación importante. Y si el premio se combina con dinero, es una gran ayuda para un poeta para continuar con la escritura. La poesía es una especie de lengua minoritaria, que la mayoría no suele leer, y las ediciones son pequeñas. En mi país la gente lee en su mayoría novelas.

En mi caso, el Premio JH Erkko no me abrió más fácilmente las puertas para la publicación de mi siguiente poemario, a pesar de que el premio fue muy apreciado y me dio publicidad. En esos años, en los años sesenta, había líderes de opinión muy Fuertes en el campo editorial y sus puntos de vista sobre la poesía luchaban por el poder. Ese fue un momento en que el Modernismo peleó en contra de las nuevas tendencias, por ejemplo, la poesía políticamente comprometida. Y mi segundo poemario cayó en ese campo de batalla en mi editorial. Fue gracias a la opinión de la gran poeta Eeva-Liisa Manner que mi poemario Rakkauden pasifismi (‘Pacifistas del amor’, 1967) se publicó.

En nuestros días, supongo, no hay tales peleas entre los diferentes puntos de vista sobre la poesía. Las editoriales están más interesadas ​​en el dinero que en las cuestiones estéticas.

Tengo que especificar que me dieron el Premio Nacional de Literatura Finlandesa por mi primera novela Paratiisin vangit (‘Prisioneros del paraíso’, 1984), no por mi poesía. Pero esa es otra historia.

 

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[MP]: Sobre tu poesía, pienso que está esencialmente ligada a temas como las relaciones hombre-mujer, los lazos familiares y la manera en que la gente juega sus roles en la familia. Hay también otro elemento interesante en tu trabajo poético, que es la búsqueda de una identidad a través de la exploración de la sexualidad y de la sensualidad. ¿En tu opinión, el arte, la poesía en particular, nos ayuda a descubrir nuestro papel en nuestras familias, en la sociedad así como a descubrir nuestra identidad? En ese sentido, ¿cuáles dirías que son los temas esenciales en tu poesía, desarrollados consciente e inconscientemente?

[ES]: Tu pregunta acerca de la búsqueda de una identidad a través de la exploración de la sexualidad y de la sensualidad en mi poesía es muy interesante, y nunca he oído sobre ello antes. Creo que es una pregunta muy profunda, ya que en todas las culturas y religiones, el tema de nuestra relación con nuestro cuerpo, sensualidad y sexualidad es esencial. Nuestro cuerpo, con sus sentimientos, deseo y comportamiento, es controlado por varios códigos y normas sociales que son parte de nuestra identidad, y que influyen en nuestra manera de pensar, sentir y comportarnos.

Debido a que hay varias maneras distintas para controlar la relación con nuestros cuerpos, puede ser también difícil el comprender a personas de otras culturas. Así que no siempre es fácil el entender nuestros propios sentimientos ni comportamientos. En lo más profundo, el significado de nuestro cuerpo es un misterio para nosotros, y creemos que tal vez es más intenso tanto en la sexualidad y como en la muerte.

Sí, he escrito mucho acerca de las relaciones hombre-mujer y sobre los lazos familiares porque creo que en ello podemos ver el espectro de nuestros sentimientos y necesidades de manera más abierta y descubierta.

Creo que el arte y la poesía nos pueden ayudar a ser más conscientes de nuestro papel en nuestras familias y en la sociedad y, de esa manera, nos puede ayudar a ser más conscientes de nuestra identidad.

Acerca de los temas esenciales en mi poesía, algunos son los que has mencionado; pero también escribo sobre el mal uso del poder y sobre los sentimientos creados por su mal uso, sin tener en cuenta si el objetivo es el ser humano, los animales o la naturaleza.

Me siento maravillada y espantada por la naturaleza, sobre todo por los árboles.

 

[MP]: Como escritora, no solo has entrado en el género poético, sino también en otros géneros literarios como la narrativa con novelas y libros para niños y, por supuesto, escribiendo dramas de Tv. Como sea, tú siempre regresas al género poético al cual eres fiel. ¿Qué piensas que te ofrece el género poético, o que te da, que los otros géneros literarios que trabajas no te ofrecen? ¿Tal vez una mejor manera de expresarte, otro tipo de simbolismo, etc.?

[ES]: Para mí la poesía es la forma más primaria de recrear mi experiencia en palabras. A menudo, los nuevos temas o los sentimientos fuertes toman espontáneamente una forma poética. A veces tengo que seguir para analizar la temática del material y crear la ficción. Depende de si el poema ofrece a mi conciencia las preguntas fundamentales que deben tenerse en cuenta. Mi poemario Parrakas Madonna (‘La Madonna barbuda’, 1983) es, de alguna manera, un bosquejo poético de mi novela Paratiisin vangit (‘Prisioneros del paraíso’, 1984).

He usado muchos de mis sueños, especialmente pesadillas, en ese poemario. Creo que los sueños y la poesía están muy cerca el uno del otro. Un sueño es una metáfora que abre el lenguaje.

 

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[MP]: Cuando iniciaste tu escritura y publicación de poesía, a inicios de la década de los 60, el mundo era muy distinto a como es ahora. No existe una polarización política y económica, pero los problemas son un tanto distintos en el mundo moderno, por ejemplo, con la crisis de refugiados en Europa o los desastres medioambientales. ¿Piensas que ha cambiado el modo en que las personas se acercan a la poesía actualmente? Mucha gente piensa que la poesía es algo inútil para resolver los problemas sociales…

[ES]: No creo que los problemas de ahora sean básicamente muy diferentes a los de la década de los sesenta. Hoy vemos las consecuencias dramáticas de las polarizaciones política y económica en el mundo, por ejemplo, con la crisis de los refugiados y con los desastres ambientales. Pero sabíamos más o menos lo que sucedería en el futuro.

Escribí en los años setenta un guion de TV llamado Hyvää huomenta (‘Buenos días’, 1970) acerca de los desastres ambientales y, en esos momentos, hablamos mucho acerca de esos problemas. Sabíamos que pasaría si la política no cambiaba.

También escribí un ensayo Astuuko Jumala näyttämölle (‘¿Entrará Dios a escena?’) en la década de los ochenta, por el creciente papel de la religión en nuestra cultura y por el gran interés en el irracionalismo entre los artistas e intelectuales, del que me había dado cuenta. Fue publicado en Helsingin Sanomat, nuestro periódico más leído, 1987. Ahora vemos el papel de la religión involucrada en la política y el terror.

No creo que la poesía pueda resolver los problemas sociales, sólo la acción y nuestros hechos pueden cambiar el mundo concreto. Pero la poesía puede influir en nuestras actitudes y, de esa manera, tal vez cambiar nuestra manera de actuar.

 

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La poeta Eira Stenberg
Crédito de la foto: Michel Grünstein 1997

 

[MP]: Vienes de un país con una importante tradición poética. Conocemos a grandes poetas finlandeses como Paavo Haavikko, Edith Södergran, Gösta Ågren, Pentti Saarikoski y la lista continua. ¿Cómo sientes que estás relacionada a la tradición literaria de tu país? ¿Cuáles son los poetas finlandeses que más han influenciado tu obra poética? O tal vez los poetas extranjeros.

[ES]: Sí, en Finlandia tenemos una tradición poética importante, y he mencionado a Eeva-Liisa Manner, Edith Södergran y Paavo Haavikko como poetas importantes para mí. Sin embargo, existe por supuesto muchísimos otros a quienes he leído y que me gustan. Para mí es difícil ver dónde está mi lugar en la poesía finlandesa o quien ha influido más en mi trabajo poético. Y es igual con los poetas extranjeros.

 

[MP]: ¿Conoces algo de la tradición poética peruana? ¿Tal vez algunos poetas o poemarios que hayas leído?

[ES]: Sé que existe una gran tradición poética peruana y parte de la poesía más importante del Perú ha sido traducida al finlandés. He leído la poesía de César Vallejo y de Jorge Eduardo Eielson, las cuales aprecio mucho. Mis habilidades en el idioma español son muy limitadas y he leído a estos poetas en traducciones al finlandés. Sin embargo, quiero estudiar un poco más su idioma y aprender sobre poesía peruana.

 

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[MP]: Tendremos tu visita en Lima este mes, para participar en el III Festival Internacional de Poesía de Lima en nuestra capital. En relación a ello, ¿qué expectativas tienes en torno al festival?

[ES]: Estoy muy feliz de participar en el III Festival Internacional de Poesía de Lima y de conocer a los poetas peruanos y a los poetas de otros países. Siento que es una gran oportunidad para ampliar mi conocimiento y comprensión poética. Estoy también muy interesada en el Perú y su cultura, su gente y su historia.

 

[MP]: Me gustaría saber, y estoy seguro que el público también, si vas a publicar pronto un nuevo poemario. ¿Tal vez estás trabajando en un Nuevo proyecto literario del cual nos puedas hablar en primicia?

[ES]: He escrito durante estos últimos años mucha poesía y estoy, además, trabajando una novela. No obstante, quiero trabajar aún por un tiempo esos libros antes de publicarlos.

También he colaborado con el compositora japonesa Aki Ito, quien trabaja en París y recientemente tuvimos un concierto en el Festival Lux Musicae en Finlandia, con su música y mi poesía (www.luxmusicae.com). Ahora tenemos un Nuevo proyecto, el que encuentro muy interesante, y estoy escribiendo un poemario/libreto para él.

Entonces, me siento con suerte de que mi poesía esté conectada con la música.

 

 

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(Interview in English)

 

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By: Mario Pera

 

 

«The feeling of embarrassment and

fragility is the cradle of poetry».

Interview with the poet Eira Stenberg*

 

 

Mario Pera [MP]: Eira, how do you link with the poetry? You started publishing Kapina huoneessa (‘La revuelta en la habitación’, 1966) when you had 23 years old that’s pretty young, what determined in you the desire to write and publish poetry?

Eira Stenberg [ES]: Actually music is the first art I got contact with in my childhood and it has a very special role in my life since my babyhood. My father’s grand piano filled half of our living room and I listed Beethoven, Schubert and other classical piano music besides my father’s composing. My father composed piano music and I often heard him play two beautiful songs, which he had composed in Finnish and Finnish Swedish poetry. I think this was my first link to poetry, and maybe that is the reason for my feeling, that poetry is deeply connected with music.

When I was about fifteen years old, my mother gave me as birthday present a poetry book by Kaarlo Sarkia. That was the first poetry book I read in my life. Kaarlo Sarkia (1902-1945) is one of our romantic classics and a master of euphony and rhythm. In his poetry the awareness of death gives rise to an ecstatic love for life in a formal virtuosity. This kind of poetry with metrical verse was out of fashion in the 1950s, when modernism conquered Finnish poetry. So my first contact with poetry was very unfashionable. Anyway the feeling in this poetry touched me and pushed me to write my first poems in my diary and also to read contemporary Finnish poetry.

During the years before I wrote my first book I read a lot of Finnish poetry, and the most important poets for me were Eeva-Liisa Manner, Edith Södergran and Paavo Haavikko. I read also poetry translated from other languages to Finnish, but in those years I was more interested about philosophy and visual arts, also contemporary classical music, and I read more fiction than poetry.

Anyway I felt poetry and my own poetry writing important enough to try to get it published. It was a big surprise for me, that my debut book caused such a sensation and got J.H. Erkko prize as the debut of year. Maybe the joyful anarchistic relation to the language was something new and surprising.

 

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[MP]: You studied dramaturgy (correct me if I’m wrong) in Helsinki and then a Bachelor of Arts degree. We know all the Arts are involved, but how do you think your dramaturgy studies and of Arts, in general, affect the way you write and understand poetry?

[ES]: I studied film dramaturgy actually quite late. I had already published three or four poetry books and tried in those times to write my first novel. I felt that film dramaturgy studies helped me a lot with my novel, because I got a new way to look at the text: it was like a film. This attitude made the book very visual and gave it a dramatic form.

My path with poetry is more complicated. I have studied also music and painting, and both are part of my way to look and listen the world. But in poetry I am in a special contact with language. The feeling of embarrassment and fragility is the cradle of poetry. The poet is aware of the fact, that language is not a simple bridge between people, but rather a labyrinth where maybe Minotaur is waiting.

And that Minotaur can be our original Self.

I remember that Jean Paul Sartre said somewhere, that the words of poetry are wild animals. In my case it has also to do with my relation to Finnish and Swedish languages. My mother tongue is Finnish, but my father’s own language was Swedish. My grandmother, who took care about me during some periods of my early childhood, never learned to talk Finnish. I was pending between these languages in those years, when a child learns to talk. I still remember the feeling I had, that language is a big mystery.

 

[MP]: You have been rewarded for your poetry on several occasions, the JH Erkko Prize in 1966, the Finnish National Literature Prize in 1985 or, recently, the Eino Leino Prize in 2007, and many others. In some way this Awards had influenced your poetry? Perhaps greater recognition to you opened the door to increased advertising, to publishing in an easiest way, or to reach more readers, etc. What do you think the awards means to a poet?

[ES]: First and foremost as poet I feel the awards give me the knowledge, that there are people who understand what I have written and also appreciate it. That is an important feeling. And if the award is combined with money, it is a big help for a poet to continue the writing. Poetry is a kind of minority language, which the majority doesn’t usually read, and the editions of copies are small. In my country people read mostly novels.

In my case the J.H. Erkko Prize did not open more easily the door for my next poetry book, despite the prize was very much appreciated and brought me publicity. In those years in the sixties there were strong opinion leaders in the publishing field and their views on poetry struggled for power. That was a time when modernism fought against new trends, e.g. politically engaged poetry. And my second book fell into that battlefield in my publishing house. Thanks the opinion by great poet Eeva-Liisa Manner my poetry book Rakkauden pasifismit (‘Love’s Pacifisms’, 1967) was published.

In our days, I suppose, there are not such fights between different views of poetry. The publishing houses are more interested about money than aesthetic questions.

I have to correct, that I got the Finnish National Literary Prize of my debut novel Paratiisin vangit (‘Prisoners of Paradise’, 1984), not of my poetry. But that is another story.

 

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[MP]: About your poetry. I think your poetry is essentially linked to issues such as the man-woman relationships, the family ties and the way the people play their roles in a family. There is also an interesting topic in your poetry work, the search of an identity through the exploration of sexuality and the sensuality. The Art, the poetry in particular, it should help us to get discover our role in our families, in our society and also our identity to you? In that sense, what would you say are the essential topics in your poetry? (Consciously or unconsciously raised)

[ES]: Your question about searching of an identity through the exploration of sexuality and sensuality in my poetry is very interesting, and I have never heard it before. I think it is a very deep question, because in all cultures and religions the question of our relation to our body, sensuality and sexuality is essential. Our body with its feelings, desire and behavior is controlled by several codes and social norms, which are a part of our identity, and they influence our way to think, feel and behave.

Because there are so many different ways to control the relation to our bodies, it can also be difficult to understand people from other cultures. As well it is not always easy to understand our own feelings or behavior neither. In deepest meaning our body is a mystery for us, and we feel it maybe most intense both in sexuality and death.

Yes, I have written much about man-woman relationships and the family ties, because I think we can see in those the spectrum of our feelings and needs most open and uncovered.

I think the art and poetry can help us to be more aware about our role in our families and society, and in that way it can help us to be more conscious of our identity.

About the essential topics in my poetry, some are those which you mentioned, but I also write about misusage of power and the feelings misusage creates, without regard to if the target is human being, animals or nature.

I feel much wonder and amazement about nature, especially about trees.

 

[MP]: As a writer you has not only entered in the poetic genre, but also in other literary genres such narrative with novels and book for children and, of course, writing TV Dramas. However, you always come back to the poetic genre and you to which you are loyal. What do you think the poetic genre gives you, or brings you, that the another genres in which you’ve worked do not offer to you? Maybe a better way to express you, another kind of symbolism, etc.

[ES]: For me the poetry is more primal way of recreating my experience in words. Often new themes or strong feelings take spontaneously a poetical form. Sometimes I need to continue to analyze the thematic material and create fiction. It depends on, if the poem brings in my consciousness fundamental questions which need to be considered. My poetry book Parrakas madonna (‘The Bearded Madonna’, 1983) is somehow like a poetical sketch for my novel Paratiisin vangit (‘Prisoners of Paradise’, 1984). I used lot of my dreams, especially nightmares, in that poetry book. I think dreams and poetry are very close to each other’s. A dream is a metaphor, which the language opens.

 

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[MP]: When you started to writing and publishing poetry, in the beginning of the sixties decade, the world was very different of now. There is no more political and economic polarization, but the problems are quite different in the modern world, for example with the refugee’s crisis in Europe, or the environmental disasters. Do you think that has changed the way the people approach the poetry now? A lot of people think in poetry as something useless to solve the social problems…

[ES]: I don’t think the problems are now basically very different from the sixties decade. Now we see the dramatic consequences of political and economic polarizations in the world, for example with the refugee’s crisis and environmental disasters. But we knew more or less, what will happen in the future.

I wrote in the seventies a TV-play Hyvää huomenta (‘Good morning’, 1970) about the environmental disasters and in those times we talked much about those problems. We knew what will happen, if the politics will not change.

I wrote also an essay Astuuk Jumala näyttämölle (‘Does God enter the stage?’) in eighties about the increasing role of religion in our culture and about the keen interest in irrationalism among the artists and intellectuals, which I had noticed. It was published in Helsingin Sanomat, our biggest newspaper 1987. Now we see the role of religion involved in politics and terror.

I don’t believe that poetry can solve the social problems, only the action and our deeds change the concrete world. But poetry can influence our attitudes and in that way maybe change our way to act.

 

[MP]: You come from a country with an important poetic tradition. We know great Finnish poets like Paavo Haavikko, Edith Södergran, Gösta Ågren, Pentti Saarikoski and the list goes on. Do you feel that you are linked to this literary tradition? Which are the Finnish poets who most influenced in your poetic work? Or maybe the foreign poets.

[ES]: Yes, we have in Finland an important poetic tradition, and I mentioned Eeva-Liisa Manner, Edith Södergran and Paavo Haavikko as important poets for me. But there are of course many others too, who I have read and like a lot. For me it is difficult to see, where my place is in Finnish poetry or who has most influenced in my poetic work. That is the same thing with foreign poets.

 

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[MP]: Do you know something about the Peruvian poetic tradition? Maybe some poets or poetry books that you have read?

[ES]: I know you have a great Peruvian poetic tradition and some of your important poetry is translated and published in Finnish. I have read poetry by César Vallejo and Jorge Eduardo Eielson, which I appreciate very much. My skills in Spanish language are very limited, and I have read these poets in Finnish translations. But I want to study your language more and to learn more about Peruvian poetry.

 

[MP]: We will have your visit in Lima in the next month, to participate in the Third International Poetry Festival of our capital city. In that sense, what are your expectations regarding to this festival?

[ES]: I am very happy to participate in the Third International Poetry Festival in Lima and to meet Peruvian poets and poets from other countries. I feel this is a great opportunity to extend my knowledge and understanding of poetry. I am also very interested about your country and culture, your people and your history.

 

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[MP]: I will like to know, and I’m sure of course the public, if are you going to publish soon a new poetry book? Maybe you are working in a new literary project of which we can speak scoop?

[ES]: I have written during these last year’s lot of poetry and I am also working with a novel, but I want to work still a while with these both books before I want to publish them.

I also collaborate with a Japanese composer Aki Ito, who is working in Paris, and we recently had a concert in Lux Musicae festival in Finland (www.luxmusicae.com) with her music in my poetry. We have now a new project, which I find very interesting, and I am writing poetry/libretto for it.

So I feel lucky to have my poetry connected with music.

 

 

 

 

 

*(Tampere-Finlandia, 1943). Escritora, guionista y dramaturga por la Universidad de Helsinki. Ha ganado el Premio Erkko por Kapina huoneessa en 1967 y el Premio del Estado finlandés para Literatura por su novela Paratiisin vangit en 1985. Ha publicado los poemarios Kapina huoneessa (‘Revuelta en la habitación’, 1966), Rakkauden pasifismit (‘Pacifistas del amor’, 1967), Vedenalainen silta (‘El puente submarino’, 1979), Erokirja (‘Certificado de divorcio’, 1980); Parrakas madonna (‘La madonna barbuda’, 1984), Halun ikoni (‘El icono del deseo’, 1997), Siksi seurustelen varkaiden kanssa (‘Por eso trato con ladrones’, 2002) y Runot 1966-2002 (‘Poemas 1966-2002’, 2003). Ha publicado las novelas Paratiisin Vangit (‘Prisioneros del paraíso’, 1984), Häikäisy (‘El deslumbramiento’, 1987), Kuun puutarhat (‘Los jardines de la luna’, 1990), Gulliverin tytär (‘La hija de Gulliver’, 1993) y Oven takana (‘Detrás de la puerta’, 2005). El libro para niños Talo Kolikkokadulla (‘La fila en la casa de la moneda’, 1970) e Ihmispuu: tarinoita luonnosta ja ihmisluonnosta (‘Ihmispuu:historias sobre la naturaleza y la naturaleza humana’,1977), entre otros.

«Estoy influenciada por otro tipo de textos [no poéticos], por películas y por el arte». Entrevista a Helena Eriksson

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En el marco del III Festival Internacional de Poesía de Lima, que organiza la Nido de cuervos y que se llevará a cabo en la capital peruana entre el 13 y 16 de abril próximo, Vallejo & Co. presenta un conjunto de entrevistas con algunos de los poetas participantes con la intención de conocerlos más a estos y a su obra. ¡Bienvenido III FipLima! ¡Bienvenida la poesía!

 

 

Por: Mario Pera

Crédito de la foto: SANTI M. AMIL/

www.lavozdegalicia.es

 

 

«Estoy influenciada por otro tipo de textos [no poéticos],

por películas y por el arte».

Entrevista a Helena Eriksson*

 

Mario Pera [MP]: Helena, estudiaste filosofía y pintura en Gotemburgo, temas que están relacionados con las Humanidades; en ese sentido, ¿cómo te relacionaste con la literatura y, sobre todo, con la poesía? ¿De qué manera tus estudios sobre filosofía y tu práctica y gusto por la pintura se muestran en tu poesía o han influido en ella?

Helena Eriksson [EH]: Bueno, fue hace mucho tiempo. Tenía 20 años y era muy entusiasta aunque no era, creo, una muy Buena estudiante de filosofía ―había muchas otras cosas que sucedían. Sin embargo, pensé que estudiando filosofía era la manera en que podía estar más cerca de la poesía en la Universidad. No pienso que la poesía ES filosofía, sino pienso que se puede PENSAR también en cosas filosóficas.

Para mí escribir es (¡también!) otra manera de pensar, más «consciente», más «lógica», pensante; o más bien: hay otra operación lógica y en relación a esto, es importante que salga a través de la mano. Es como si estuviera pasando por los mecanismos de control, a escondidas, sin ser visto (controlado), sin MI activamente interfiriendo. Es más tarde, cuando trabajo con el material, con todas mis notas (las cuales por lo general implican cortar mucho) y les doy su forma final, que más conscientemente leo y veo lo que hay realmente allí.

Sí, yo pintaba, y el arte siempre ha sido importante para mí, tal vez en particular la fotografía y el cine, pero también la pintura. También he trabajado junto a fotógrafos (usualmente como modelo) y he colaborado con artistas (arte performático, algunas veces con una muñeca tamaño natural, una copia mía). No obstante, si regreso a cuando estudiaba pintura, lo que creo que aprendí ―de uno de mis profesores― fue algo relacionado a la composición. Y transpuse lo que aprendí de la pintura a la escritura.

A menudo tengo el sentimiento que estoy «clavando» los textos/palabras/piezas a la página. Es como si se están moviendo alrededor y luego, en una etapa determinada, se detienen como si hubieran encontrado su lugar o «equilibrio». Es lo mismo con el libro: en una cierta etapa deja de moverse, y es como: sí, eso es todo, se acabó. A veces muy sorprendentemente y quizá un poco decepcionante: a menudo tengo la sensación de: así que… ¿eso es todo? ¡Como si me hubiera perdido todo el proceso! Tal vez porque el escribir notas toma un largo tiempo, pero luego ponerlo todo junto va relativamente rápido. Entonces, ¡algunas veces termino con una extraña sensación de no haber hecho nada! Incluso pese a que puedo ver claramente que hay un libro.

¿Cómo llegué a la poesía? La poesía, el escribir, estaba allí antes y durante esos estudios, no sé cómo o por qué, tal vez tiene que ver con el crecimiento en el campo con ninguna, o muy escasa, estimulación cultural alrededor. Agarras lo que encuentras, y me encontré con la poesía, a una edad muy temprana.

Dejé la filosofía más o menos por la pintura ―además de que nunca podría haber sido filosofa― y después dejé la pintura también.

 

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[MP]: Algunos de los temas interesantes y continuos en tu poesía son la violencia, la ruptura, el deseo en sus formas diferentes, los recuerdos sobre el pasado y para mostrar cuán difícil es conseguir una identidad. ¿Por qué es tan importante para ti de adentrarse en este tipo de temas? Y, como poeta, ¿qué es lo que desea obtener, para generar, en sus lectores con su poesía?

[EH]: No puedo decir qué quiero generar en mis lectores, ¡eso depende, en realidad, de cada lector! Y conozco gente que lee mis libros y textos de muchas diferentes maneras. Si tuviera que dar un «consejo» para la lectura y diría: lee lo que ESTÁ AHÍ. Sé abierto, relajado y lee. No te esfuerces demasiado en averiguar lo que quiero «decir». Tú JAMÁS sabrás qué significa cada parte para mí personalmente y ese tampoco es el punto. He tratado cuidadosamente de armar en conjunto algo que creo dice MÁS que eso ―algo que es «nuevo» también para decirlo o mostrarlo, algo que no sabía antes.

Hay muchos «temas» o capas o niveles que se entrecruzan. Vida, recuerdo, arte, literatura… cosas que no sabía que estaban conectadas se conectan y cosas que parecían estar conectadas se separan. No estoy interesada en «mensajes». Un mensaje muy claro me haría sospechar.

Sí, estoy interesada en la ambigüedad y en los dobles. Muy a menudo en los sí hay un no. Muy rara vez las cosas son exactamente lo que parecen, o al menos es más complejo de lo que aparentan en la superficie.

La superficie, como tal, es también interesante. Es también la superficie del escribir ―quiero decir, lo que se ve, lo que está allí realmente, las palabras, las letras― lo que te hace comenzar a pensar y a sentir. Y a crear. Uno de los momentos más emocionantes es cuando me sumerjo en un texto (o una obra de arte, una película), y realmente no sé por qué, o QUÉ está allí, sin embargo: yo SÉ que ESTÁ ahí. Trabajos de arte de todo tipo que he tenido y han permanecido conmigo por años, décadas, se vuelven más claros, algunas veces estos sólo siguen cambiando continuamente. Cuando se trata de mi propio trabajo, nunca puedo saber exactamente cómo se recibirá, pero si deseo algo es una reacción como esa.

 

[MP]: En tu poesía utilizas un elemento interesante: el uso de los doppelgängers o muchos personajes “encubiertos” que dicen en muchas voces tus ideas, como si cada personaje utilizara una gran cantidad de vestidos que deben ser retirados por tus lectores. ¿Qué opines, especialmente, acerca de esta característica de tu poesía? ¿La vida, como la poesía, es un juego de máscaras?

[EH]: He dicho ya algo sobre los dobles. Y no es tanto un «juego» ―e incluso, si me he interesado más en las máscaras (después de algunas experiencias en Galicia, España), tiene que ver más con el juego de roles en general ―como las reinas en mi libro strata, por ejemplo, en donde los vestidos funcionan como muchas cosas: disfraces, protección, prisiones, emblemas… tiene que ver con el poder. ¿Quién tiene el poder? ¿Quién parece que lo tiene o, quizás, lo tiene alguien más o algo más? Lo doble tiene que ver con la verdad ―lo que es la verdad, ¿la verdad, por ejemplo, es lo que la historia está diciendo? ¿Qué ES la verdad? ¿Tal vez solo la superficie? Y quizá la verdad no es siempre algo único, sino doble ―o triple o… es sí Y no. Esto también concierne a la responsabilidad, el deseo, a muchas cosas. También a la libertad.

 

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[MP]: Estamos acostumbrados a leer algunos grandes poetas suecos como Gunnar Ekelöf, Artur Lundkvist, Göran Sonnevi, Sun Axelsson o, a los Premios Nobel, Pär Lagerkvist, Harry Martinson, Erik Axel Karlfeldt y Tomas Tranströmer. Sé que existe una gran cantidad de vertientes en la poesía sueca contemporánea: pero vinculado a esto, ¿quiénes son los poetas suecos que han influido más en tu obra literaria? ¿Cuáles son los otros poetas suecos, los no tan conocidos, que nos puedes recomendar que leamos?

[EH]: Tanto como soy influenciada por otros poetas, estoy influenciada por otro tipo de textos, por películas y por el arte. Y estoy más influenciada por la poesía francesa que por la poesía sueca, creo. Cuando era una adolescente, mis influencias vinieron por ejemplo de la poesía americana-india. Safo, Basho y Allen Ginsberg. Luego vino Rimbaud, Baudelaire, Lautrémont y otros y, más tarde, la Modernidad francesa, y también algo de la poesía americana. Entre los poetas que mencionas Karlfeldt es al que más he leído, e incluso sin que yo haga uso de la rima adoro su forma de hacer rima. Otro que me gustó es Dan Andersson.

Por supuesto, hay muchos poetas contemporáneos que podrías leer, pero para mencionarte a algunos: Ulf Karl Olof Nilsson (UKON), Marie Silkeberg, Johan Jönsson, Ann Jäderlund, Jenny Tunedal, Martin Högström…

 

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[MP]: Junto a tu obra poética, también tienes una carrera conocida como traductora, especialmente de narrativa, pero también de poesía. Has traducido a autores como: Marguerite Duras, Anaïs Nin, o poetas franceses. ¿Cuáles crees que son las dificultades de traducir la poesía? Y, en ese sentido, ¿qué puede ofrecer un traductor-escritor (poeta por ejemplo) para obtener una mejor traducción de texto?

[EH]: No pienso en mí misma como una «traductora», incluso pese a estar traduciendo desde hace muchos años. A mediados de los años 1990 nosotros ―yo y algunos otros, entre ellos Jonas (J) Magnusson, con quien he cotraducido y con quien más tarde hicimos la revista OEI― estábamos trabajando con otra revista y supongo que sólo nos dimos cuenta de que si queríamos hacer que las cosas sucedieran, teníamos que hacerlas nosotros mismos. Así que empezamos a traducir.

Muchas, o la mayoría, de las cosas que he traducido (a veces en colaboración) las empecé a hacer porque nadie más lo estaba haciendo, y yo/nosotros pensamos que el libro o los poemas debían existir en sueco. Sólo traduzco aquello en lo que estoy realmente interesada. Para mí el traducir es también un modo de lectura, para acercarse a, o ir más profundamente a un texto, sí: estar en él, pasar el tiempo con él. Soy una traductora muy lenta, y no me considero lo que podríamos llamar «un buen traductor», en general, pero creo que algunas cosas las puedo traducir.

Yo no diría que mi traducción es necesariamente «mejor» porque soy poeta, pero puede que haya cosas que sé ―sólo porque yo estoy allí, en la escritura, todo el tiempo― que alguien que no es escritor no conoce, y eso es lo que uso en mi trabajo de traducción.

 

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La poeta Helena Eriksson

 

[MP]: La mayoría de los libros que has traducido son de escritores franceses. Es imposible no ver que estás muy vinculada a la literatura francesa y su poesía. ¿De qué manera la literatura francesa ha influido en tu obra poética? Y, acerca de esto, ¿conoces acerca de la tradición poética peruana, tal vez algún poeta peruano?

[EH]: He traducido, leído y vivido con la poesía francesa tanto tiempo, que ahora es casi imposible responder a esta pregunta. Yo necesité y necesito la poesía francesa para respirar. En cierto modo, ha dirigido mi vida entera. Muchas cosas que me han pasado en mi vida, tienen su origen en esta conexión.

Es realmente embarazoso, pero tengo que admitir que no conozco la tradición poética peruana y nada acerca de la poesía peruana, sólo algunos escritores por su nombre. Pero ―a pesar de no hablar o entender mucho español― espero que este festival en Lima cambie esto.

 

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[MP]: Tendremos tu visita en Lima este mes, para ser parte del III Festival Internacional de Poesía de Lima, nuestra ciudad capital. En relación a ello, ¿qué expectativas tienes relacionadas a la realización de este festival?

[EH]: ¡No sé qué esperar! Que se muestre, que sea agradable, ¡estoy deseando que llegue!

 

 

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(Interview in English)

 

 

By: Mario Pera

 

 

« I’m influenced by other kinds of texts [not poetry],

by film and art».

Interview to the poet Helena Eriksson*

 

Mario Pera [MP]: You have studied philosophy and paint in Gothenburg, topics that are related to the Humanities, in that sense, who you get related to the literature an, particularly, to the poetry? In which way your studies about philosophy and your practice and the liking for the paint are show in your poetry or they have influenced it?

Helena Eriksson [EH]: Well, it was long ago. I was 20 and very enthusiastic, though I was not, I believe, a very good philosophy student – there were so many other things going on. But maybe I thought that studying philosophy was the closest I could get to poetry at university. I don’t think poetry IS philosophy, but I think it can THINK also philosophical things. For me writing poetry is (also!) another way of thinking, than the more “conscious”, more “logical”, thinking; or rather: there is another logic operating and in relation to this it’s important that it comes out through the hand. It’s like it’s passing the control mechanisms, sneaking out without being seen (controlled), without ME actively interfering. It is later, when I’m working with the material, all my notes (which usually means cutting a lot) and giving them their final form, that I more consciously read and see what’s really there.

Yes, I was painting, and art has always been important to me, maybe in particular photo and film, but also painting. I’ve also been working together with photographers (usually as a model) and collaborated with artists (performance art, sometimes with a life size doll, a copy of me). But if I go back to studying painting, what I think I learnt ―from one of my teachers― was something that had to do with composition. And I transposed what I learnt from painting to writing.

I often have the feeling that I’m «nailing» the texts/words/pieces to the page. It’s like they’re moving around and then, at a certain stage, they stop, like finding their place, or «balance». It’s the same with the book: at a certain stage it stops moving, it’s like: yes, that’s it, it’s finished. Sometimes very surprising, and maybe a little disappointing: I often have the feeling: so… that was all? Like I was missing the whole process! Maybe because the writing of the notes takes a very long time, but then putting it all together goes relatively fast. So I sometimes end up with the strange feeling of having done nothing! Even if I clearly can see there’s a book.

How I came to poetry? Poetry, writing, was there before and during these studies, I don’t know how or why, maybe it had to do with growing up on the countryside with no or very little cultural stimulation around; you grab what you find, and I found poetry, at an early age.

I quit philosophy more or less for painting – besides I could never have become a philosopher – and later I stopped painting, too.

 

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[MP]: Some interesting and continuous topics in your poetry are the violence, the rupture in the relationships, the desire in its different ways, and the memories about the past and to show how difficult is to get an identity. Why is so important to you to get deep in this kind of topics? And, as a poet, what do you want to obtain, to generate, in your readers with your poetry?

[EH]: I can’t say what I want to generate in my readers, it’s really up to each reader! And I know people read my books and texts in very different ways. If I should give an «advice» for reading I’d maybe say: read what IS THERE. Be open, relax and read. Don’t try too hard to figure out what I may «mean». You will NEVER know what every piece means to me personally and that’s not the point either. I’ve carefully tried to put together something that I think says MORE than that ―something that is «new» also for me, saying or showing me something I didn’t know before.

There are many «topics» or layers or levels that intertwine. Life, memory, art, literature… Things I didn’t know were connected connect and things that seemed to be connected split. I’m not interested in «messages». A too clear message can even make me suspicious.

Yes, I’m interested in ambiguity and in doubles. So often in the yes, there’s a no. Very seldom things are exactly what they look like, or at least it’s more complex than it seems on the surface.

The surface as such is also interesting. It’s also the surface of writing ―I mean, what you see―, what really stands there, the words, the letters – that make you start to think, and feel. And create. One of the most thrilling moments is when I get drawn to a text (or a work of art, a film), but I really don’t know why, or WHAT is there, but: I KNOW it IS there. Works of art of all kinds that has had this something have stayed with me for years, decades, they’ve sometimes become clearer; sometimes they’re just continuously changing. When it comes to my own work, I can never know exactly how it is received, but if I’d wish for something it would maybe be a reaction like that.

 

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[MP]: You use in your poetry an interesting element: the use of the doppelgängers or many personages «disguised» that say in many voices your ideas, like if each personage uses a lot of dresses that they should be took away by your readers. What do you think specially about this characteristic of your poetry? The life, as the poetry, is a masks game?

[EH]: I’ve already said something about the double above. And it’s not so much a «game» ―and even if I’ve become a bit more interested in masks (after some experiences in Galice, Spain)― it has more to do with the playing of roles in general ―like the queens in my book strata, for example, whose dresses functions as many things: disguises, protection, prisons, emblems… It has to do with power. Who has the power? The one that seems to have it, or maybe somebody or something else? The double has to do with truth – what is truth, whose truth is it that, for example, history is telling? What IS true? Maybe the surface? And maybe the truth is not always one, it’s double ―or triple, or… It’s yes AND no. This also concerns responsibility, desire, many things. Also freedom.

 

[MP]: We are costumed to read some great Swedish poets like: Guna Ekelöf, Artur Lundkvist, Göran Sonnevi, Sun Axelsson or, the Nobel Prizes, Pär Lagerkvist, Harry Martinson, Erik Axel Karlfeldt and Tomas Transtromer. I know that exist a lot of slopes in the Swedish Contemporaneous poetry: Linked to that, ¿who are the Swedish poets that have influenced more in your literary work? ¿Who are other Swedish poets, not so known, that you can recommend us to read?

[EH]: As much as I’m influenced by other poets I’m influenced by other kinds of texts, by film and art. And I’m more influenced by French poetry that Swedish poetry, I believe. When I was a teenager my influences came from for example American-Indian poetry, Sappho, Basho and Allen Ginsberg. Then came Rimbaud, Baudelaire, Lautréamont and others and later the modern French, and also some American, poetry. Among the poets you mention Karlfeldt is the one I’ve read most, and even if I don’t use rhymes myself, I adore his rhyme making. One other I liked was Dan Andersson.

There are of course many contemporary poets you could read, but to mention some: Ulf Karl Olof Nilsson (UKON), Marie Silkeberg, Johan Jönsson, Ann Jäderlund, Jenny Tunedal, Martin Högström…

 

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[MP]: Together with your poetry work, you have also a known career as translator, especially of narrative but also of poetry. You have translated authors like: Marguerite Duras, Anaïs Nin, or French poets. Which the difficulties are of translate poetry? And, in that sense, what can offer a writer translator (a poet for example) to get a better text translation?

[EH]: I don’t think of myself as a «translator» even if I have been translating for many years now. In the middle of the 1990s we ―me and some others, among them Jonas (J) Magnusson, who I’ve co-translated with and that later started the magazine OEI― were working with another magazine and I suppose we just realized that to make things happen we had to do them ourselves. So we started to translate. Many, or most, of the things I’ve translated I’ve (sometimes in collaboration) started with because nobody else was doing it and I/we thought the book or the poems should exist in Swedish. I only translate what I’m really interested in. For me translating is also a way of reading, to get closer to, deeper into a text, yes: be in it, pass time with it. I’m a very slow translator and I don’t consider myself what you could call «a good translator», in general, but certain things I think I can translate. I wouldn’t say that my translation necessarily is «better» because I’m a poet, but there may be things I know ―just because I’m there, in the writing, all the time― than a non-writer doesn’t know, and that I have use for in my translation work.

 

[MP]: The most of your the books that you have translated are from French writers. It’s impossible to not see that you’re very linked to the French literature and poetry. In which way the French literature has influenced your poetry work? And about this, you know about the Peruvian poetic tradition, maybe some Peruvian poet?

[EH]: I’ve translated, read and lived with French poetry so long now that it’s nearly impossible to answer this question. I’ve needed and I need French poetry to breath. In a way it is directing my whole life. So many things that happen to me in my life have their source in this connection.

It’s really embarrassing, but I have to admit I don’t know the Peruvian poetic tradition and nothing about Peruvian poetry, just some writers by name. But ―in spite of not speaking or understanding much Spanish― I hope this festival in Lima will change this.

 

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[MP]: We will have your visit in Lima in the next month, to participate in the Third International Poetry Festival of our capital city. In that sense, what are your expectations regarding to this festival?

[EH]: I don’t know what to expect! It will show it will be nice; I’m looking forward to it!

 

 

 

 

 

*(Nyköping-Suecia, 1962). Escritora y traductora. Se ha desempeñado como integrante del consejo de redacción de la prestigiosa revista sueca de literatura, filosofía y política Ord och Bild (‘Palabra e imagen’), fundada en 1892, como y colaboradora de la revista cultural OEI. Ha obtenido, por su obra literaria, el Sveriges Radios Lyrikpris (2008), el Premio de poesía Gerard Bonnier (2009) y el Premio Dobloug de la Academia Sueca (2012), entre otros. Ha publicado en poesía En byggnad åt mig (‘Un edificio para mí’, 1990), Spott ur en änglamun (1993), Mark (‘Tierra’, 1996), Tholos (1998), Skäran (‘Hoz’, 2001), Strata (2004, en inglés 2014), De, bara (‘El único’, 2008), Logiska undersökningar (‘Investigaciones lógicas’, 2009), Mellan eller En annan närhet (‘Entre uno y otro cierre’, 2011) y Täthetsteoremet (2012); y en ensayo: Någon syr, är det du? (‘Alguien cose, ¿es usted?’, 2014).

 

«La poesía es un arte que siempre tiene ‘nostalgia por el futuro’». Entrevista a Lello Voce

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En el marco del III Festival Internacional de Poesía de Lima, que organiza la Nido de cuervos y que se llevará a cabo en la capital peruana entre el 13 y 16 de abril próximo, Vallejo & Co. presenta un conjunto de entrevistas con algunos de los poetas participantes con la intención de conocerlos más a estos y a su obra. ¡Bienvenido III FipLima! ¡Bienvenida la poesía!

 

 

Por: Mario Pera

Crédito de la foto: www.lellovoce.it

 

 

«La poesía es un arte que siempre tiene ‘nostalgia por el futuro’».

Entrevista a Lello Voce*

 

 

Mario Pera [MP]: Lello, ¿cómo te vinculas con la literatura, y la poesía en particular, en tu vida? Quizás leíste algún libro o a algún autor que te hizo decidir por la poesía como el mejor medio para expresarte artísticamente?

Lello Voce [LV]: La poesía ha sido siempre parte de mi vida. Junto al teatro y a la música. También en los momentos más oscuros ―y en mi juventud los hubo, fui joven entre los ’70 y ’80, entre el punk y el flujo― de alguna manera el deseo de avanzar siempre me ha impulsado a hacer arte.

La poesía, después, es un arte ciertamente particular. Fue el primer medio para el almacenamiento de la información no genética que el hombre ha conocido. La poesía, en fin, nació antes de los poetas.

Además, nació oral y hermanada a la música, nació para la comunidad. Por lo tanto, ofrece tantas posibilidades, incluyendo la de reunir en una todas mis pasiones.

Empecé a escribir muy pronto, el primero en leer mis poemas y quien me animó fue Gregory Corso, a fines de los años ‘70. Luego tuve muchos maestros, vivos y «muertos»: Artaud, con respecto a la necesidad de energía, el riesgo y el dolor que se pone en cada creación, Dylan Thomas y Hopkins, de aspecto cuidado oral y el ritmo, Pound para la necesidad de conocer las tradiciones y lenguas, Dante, Cavalcanti y los trovadores, que son mis raíces, Horacio Ferrer y Gil Scott Heron, que me mostraron el camino de la música, y podría seguir largamente.

El Maestro más importante de todos, sin embargo, fue sin duda Haroldo de Campos: con el brasilero he aprendido realmente tanto, todo lo que considero importante.

Como se ve, por ser italiano tengo una formación bastante singular, más «latina» y «americano» que estrictamente nacional.

 

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[MP]: Tu poesía tiene como característica que huye de los parámetros tradicionales. Haces una relación entre la poesía con otras artes, con el cuerpo como elemento de expresión y parte integrante del poema. ¿Qué temas te interesa expresar con tu poesía? Hay temas que llegan al escritor inconscientemente pero, como poeta, ¿cuáles son los asuntos que te interesa manifestar?

[LV]: Creo que la única manera de respetar realmente una tradición es renovarla. No creo que ya tiempo de vanguardias, pero esto no quiere decir que sólo se puede repetir lo ya hecho, por cierto.

La tradición, incluso tradiciones, son una fuente inagotable de novedad, si se sabe leer y traducir, eso es transportarla en el propio presente.

La poesía, desde este punto de vista, es realmente particular, es el único arte que con el tiempo ha cambiado su medio de transmisión: desde que era oral, se transformó a escrita, del oído al ojo. Pero el mundo de hoy, con el descubrimiento de la oportunidad de amplificar, registrar, reproducir sonidos los sonidos cambió las cartas sobre la mesa. El aspecto oral de la poesía ha tomado de nuevo vigor, pero lo ha hecho no negando sus raíces, sino de hecho renovándolas y teniéndolas en memoria. La poesía es un arte en el que cada paso adelante encuentra su fuerza dinámica en su capacidad de mirar hacia atrás para tener éxito e imaginar el futuro. La poesía es un arte que siempre tiene «nostalgia por el futuro ».

En cuanto a la temática que me interesa, debo decir que durante mucho tiempo he sido considerado por la crítica y el público literario como un autor «político», comprometido. Con el paso de los años me parece que sólo he hablado del amor y de su incapacidad en una sociedad globalizada e interesada en la guerra in interés del mercado mundial. Digamos que lo que me importa es mirar la historia desde el punto de vista del individuo, sin caer en el lirismo, pero evitando cualquier retórica del «realismo socialista». Estoy en el polo opuesto de Neruda, si se quiere… o de Alberti, para quedarme en América Latina. No creo que la poesía pueda hacer la «revolución», pero creo que sin poesía, sin la posibilidad de tener nuevas palabras para nosotros, vamos a seguir soñando viejos sueños.

 

[MP]: Has sido uno de los primeros, sino el primer, poeta italiano que introdujo la práctica de la poesía Slam en Italia en los Festivales Romapoesia (2002) o Big Torino (2002). ¿Cómo llegas a vincularte con la poesía Slam y cómo ha marcado esta el tono de tu poesía?

[LV]: La poesía Slam ha sido y es una gran revolución en el campo de la poesía internacional.

Estoy muy orgulloso de haber sido el primero en introducirla en Italia y el primero en el mundo que ha imaginado y creado Slam internacional, en diferentes idiomas.

El Slam hoy ofrece en el mundo, a miles de jóvenes, la oportunidad de practicar el arte que les gusta en forma horizontal y democrática, siempre escapando de las constricciones de la publicación siempre más pobre y «feudal».

La poesía mundial hoy sería mucho más pobre sin la poesía Slam, sería menos querida, menos seguida, menos apreciada. Se podría presumir muchos menos de los buenos poetas.

Pero, entonces, el Slam es sólo un medio, una de las muchas maneras en las que se puede comunicar y difundir la poesía, no es un estilo particular.

Cualquier poeta, cualquiera que sea su «poética», puede participar en un Slam y puede esperar ganar. Y es ―hay que recordarlo― sólo un juego: que no sustituye y no quiere sustituir el análisis crítico. Y menos ahora, cuando la crítica literaria está en crisis, sorda y ciega a los cambios y sin nuevas herramientas, adaptadas al presente, a proponer.

Lo que distingue al Slam es más bien su «oralidad» y resulta singular verificar cuántos cambios, tal vez no inmediatamente evidentes, está estimulando incluso en autores que provienen de tradiciones estrictamente «escritas».

La poesía Slam es, en suma, una parte importante, pero sólo una parte, de aquel gran movimiento de la poesía en voz alta (con o sin música) que es la verdadera y actual novedad de la poesía contemporánea en todo el mundo.

 

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[MP]: Escribes tu obra poética con un fuerte nexo con la poesía. Una gran parte de tus libros son libros-CD. Un elemento importante de tu poesía es la musicalidad de los versos, ¿cómo comienza tu poesía, primero está la música e después la palabra o viceversa? ¿Cómo ha influido la música como arte en tu poesía, no sólo respecto a la cadencia, sino en otros elementos?

[LV]: Soy un poeta, no un «cantautor», un cantante o un chansonnier, incluso si mis poemas nacen para «temperarse», o para  ponerse «de acuerdo» con la música. Yo no canto, pronuncio mis textos, llevo su «ritmo».

Así que lo primero que va a nacer son las palabras, siempre. Ellas son las que sugieren los tiempos, ritmos, melodías que luego mi gemelo musical, Frank Nemola, compondrá.

Primero escribo el texto, a continuación hago una performance oral, lo registro. Luego, con Nemola identificamos una serie de características que la ejecución oral: su velocidad metronómica, sus «ritmos» y la prosodia de sus acentos. En este punto, comenzamos a trabajar en los patrones de sonido que se derivan de estos datos, los desarrollamos y, después, registro de nuevo la voz sobre estas bases «musicales».

Sólo después viene la música verdadera y propia, que de alguna manera nace, por lo tanto, desde el mismo poema, está ya en las palabras, en su sintaxis. La música está ahí para iluminar los «pliegues» de las palabras, las zonas oscuras en las que tiene lugar el lenguaje, se basa y da sentido, pero que ninguna palabra puede expresar. Es poesía traducida en música. El poeta, en suma, compone música que, en parte, no sabe y no puede sonar, que se traducido, literalmente «transportada» en el sonido, y por eso esta música que nace de las palabras es siempre «mutante»: compuesta tanto poética como armónicamente imperfecta, espuria, fractal.

Este es el «trobar» de Nemola, tanto como lo mía es lo del alfabeto. Porque cada verdadera poesía es siempre un poco analfabeta. La poesía tiene siempre al menos dos versiones para ofrecer: lo real y conocido, como he dicho, que el único modo de respetar una tradición es traicionar y luego transportarla (al presente) y traducirla (más allá de las «letras»), para que vuelva al sonido y a la voz desde la que todo nace.

En todo esto, he tenido la suerte de colaborar con grandes músicos como Paolo Fresu, uno de los maestros de jazz contemporáneo, o Michael Gross, por años trompeta Zappa, o a Maria Pia De Vito y su voz «absoluta» y estoy agradecido por la generosidad y la humildad con la cual han querido, por una vez, ser dirigidos en el juego de las palabras.

 

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El poeta Lello Voce

 

[MP]: El poeta, por lo general, quiere dejar algo en el lector de su trabajo: una idea, una enseñanza, etc. ¿Qué buscas dejar, como poeta, en tu lector con tu poesía? En ese sentido, cuando lees un libro, ¿qué te gusta recibir de este, sea de narrativa o de poesía?

[LV]: Decía el gran filósofo Gilles Deleuze, que es muy querido para mí, que si escribes siempre «para un pueblo que no existe»; Dante, por su parte, en su Convivio, declaró que fue escrito para un pueblo «a venir».

Siempre es así, un poeta, un artista, tiene en primer lugar esta tarea, si realmente quiere renovar su arte y hacer una marca: inventar su audiencia y esto podrá hacerlo sólo si su arte tiene «futuro de nostalgia» y la capacidad para comprender el presente.

Y es eso lo que espero de los libros que leo, o de la poesía escucho. Augusto de Campos dice que la poesía es «riesgo». ¡Tiene absolutamente la razón!

Me importa poco quien no quiere arriesgar, no disfruto,  si no asumo un porcentaje de riesgo.

 

[MP]: Tu carrera de músico es, también, muy conocida. ¿Cuáles son las diferencias entre el modo de expresión artística de la poesía y la música? ¿Qué te ofrece la poesía como arte a diferencia de la música, y viceversa?

[LV]: La música es un medio artístico de gran potencia, hoy más que nunca, cuando su audiencia es continua y «vestible» como una camisa, gracias a los dispositivos digitales y a sus auriculares. La música está en todas partes. Mucho menos la poesía.

Pero la poesía tiene su propia música y, sobre todo, se choca con el «significado», con el «sentido» en una forma mucho más radical que la música.

Estamos hechos de palabras y las palabras son ante todo el sonido, así como signo escrito. Elegir la poesía, entonces, para mí nunca ha significado tener que renunciar a la música y al sonido. El verdadero significado está ahí, en la intersección entre significado y sonido.

 

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[MP]: Has participado en numerosos festivales internacionales de poesía y también eres parte del Movimiento Mundial de la Poesía. En relación a ello, en tu opinión, ¿cuál crees que es la importancia de tener un festival como el III Festival Internacional de Poesía en Lima? ¿Cuáles son tus expectativas en lo que respecta al FIPLima 2016?

[LV]: El festival de poesía, junto con el Poetry Slam, es el elemento fundamental de la difusión de la palabra hablada en el mundo y también para la poesía más «tradicional» es una herramienta formidable de comunicación.

Desde este punto de vista, toda la América Latina es capaz más que cualquier otra parte del mundo de crear un festival inolvidable, gracias a la popularidad indiscutible de la cual la poesía aquí disfruta: pienso en el Festival de Medellín, o en el de Nicaragua y muchos otros en los que participé.

No es casualidad que el Movimiento Poético Mundial haya nacido en Colombia hace unos años y que desde allí se extendienda por todo el mundo.

Sin embargo, un festival de poesía debe ser también un «laboratorio» de encuentro e intercambio, debe ser un estímulo para el conocimiento de las poéticas y de las diferentes tradiciones, no sólo un gran «antología voz alta» de la producción mundial.

Sí, creo que el FIP Lima, ya desde los años anteriores, gracias a la sensibilidad refinada de Renato Sandoval, su director que además de ser un gran poeta es un traductor sin igual y, a continuación, «transportador» de la poesía de todo el mundo y en todo el mundo, es particularmente distinguido en esto: en la capacidad de tener juntos el éxito popular y su búsqueda en el mundo moderno. Desplazándonos por la lista de invitados de esta tercera edición, con la que tengo el honor de compartir el escenario, estoy seguro de que seguirá siendo así, porque esta tercera edición será aún más hermosa, divertida y, sobre todo, necesaria.

Porque la que la poesía o es necesaria, o no es.

 

 

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(Intervista in italiano)

 

Per: Mario Pera

 

 

«La poesia è un’arte che ha sempre ‘nostalgia del futuro’».

Intervista col poeta Lello Voce*

 

 

Mario Pera [MP]: Lello, come ti collega con la letteratura e la poesia in particolare nella tua vita? Forse hai letto un libro o a un autore che ti ha fatto decidere per la poesia come mezzo per esprimere se stessi artisticamente?

Lello Voce [LV]: La poesia ha fatto sempre parte della mia vita. Insieme al teatro e alla musica.

Anche nei momenti più bui ―e nella mia giovinezza ce ne sono stati, io sono stato giovane tra 70 e 80, tra punk e riflusso― in qualche modo la voglia di andare avanti me l’ha sempre data l’impulso a fare arte.

La poesia poi è un’arte davvero particolare. È stato il primo medium per lo stoccaggio dell’informazione non genetica che l’uomo abbia conosciuto. La poesia, insomma, è nata prima dei poeti.

Inoltre essa è nata orale e gemellata con la musica, è nata per la comunità. Dunque offriva tante possibilità, tra cui quella di riunire in una le mie passioni.

Ho iniziato a scrivere piuttosto presto, il primo a leggere le mie poesie e ad incoraggiarmi fu Gregory Corso, alla fine degli anni ’70. Poi ho avuto tanti maestri, vivi e ‘morti’: Artaud, per quanto riguarda la necessità di energia, rischio e dolore che vanno messi in ogni creazione, Dylan Thomas e Hopkins, per la cura dell’aspetto orale e di ritmo, Pound per la necessità di conoscere le tradizioni e le lingue, Dante, Cavalcanti e i Trovatori, che sono le mie radici, Horacio Ferrer e Gil Scott Heron, che mi hanno indicato la strada della musica e potrei andare avanti a lungo.

Il Maestro più importante di tutti è stato però certamente Haroldo De Campos: con il brasiliano ho imparato davvero tanto, tutto quanto considero fondamentale.

Come vede, per essere italiano ho una formazione piuttosto singolare, più ‘latina’ed ‘americana’ che strettamente nazionale.

 

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[MP]: La tua poesia ha come una caratteristicha che questa fugge dei parametri tradizionali. Fai una relazione tra la poesia con altre arti, con il corpo come elemento di espressione e parte integrante del poema. Quali questioni hai bisogno di esprimere nella tua poesia? Ci sono questioni che vengono al scrittore inconsciamente ma, come poeta, quali sono i questioni che ti interessano manifestare?

[LV]: Credo che l’unico modo di rispettare davvero una tradizione sia rinnovarla. Non credo sia più tempo di avanguardie, ma questo non vuol dire che si possa solo ripetere il già fatto, anzi.

La tradizione, anzi le tradizioni, sono un serbatoio inesauribile di novità, se si sa leggerle e tradirle, cioè trasportarle nel proprio presente.

La poesia, da questo punto di vista, è davvero particolare, è l’unica arte che nel tempo ha cambiato il suo medium di trasmissione: da che era orale, si è trasformata in scritta, dall’orecchio all’occhio, dunque. Ma la contemporaneità, con la scoperta della possibilità di amplificare, registrare, riprodurre i suoni ha cambiato le carte in tavola. L’aspetto orale della poesia ha così ripreso forza, ma lo ha fatto non negando le sue radici, anzi rinnovandole e tenendone memoria. La poesia è un’arte in cui ogni passo in avanti trova la sua forza dinamica nella sua capacità di guardare all’indietro per iruscire ad immaginare il futuro. La poesia è un’arte che ha sempre ‘nostalgia del futuro’.

Per quanto riguarda le tematiche che mi sono care devo dire che per molto tempo sono stato considerato dalla critica letteraria e dal pubblico un autore ‘politico’, impegnato. Con il passare degli anni a me pare di aver parlato solo d’amore e della sua impossibilità nella società globalizzata e guerrafondaia del Mercato Globale. Diciamo che ciò che mi sta a cuore è guardare alla Storia dal punto di vista del singolo, senza scadere nel lirismo, ma evitando ogni retorica da ‘realismo socialista’. Sono al polo opposto di Neruda, se vuole… o di Alberti, per restare in America Latina. Non credo che l poesia possa fare la ‘Rivoluzione’, ma credo che senza poesia, senza cioè la capacità di avere per noi parole nuove, continueremo a sognare sogni vecchi.

 

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[MP]: É stato uno dei primi, ma la prima, poeta italiano che ha introdotto la prattica della poesia Slam in Italia nei festivali Romapoesia (2002) o Big Torino (2002). Come  arrivi si collega con la poesia marchio Slam e come ha marcato lo stilo della poesía Slam il tono della tua poesia?

[LV]: Il Poetry slam è stato ed è una grande rivoluzione nel campo della poesia internazionale.

Sono molto fiero di essere stato il primo a introdurlo in Italia e il primo al mondo ad aver immaginato e realizzato uno Slam internazionale, in lingue differenti.

Lo Slam oggi offre nel mondo a migliaia di giovani la possibilità di praticare l’arte che amano in modo orizzontale e democratico, sfuggendo alle strettoie di un’editoria sempre più povera e ‘feudale’.

La poesia mondiale oggi sarebbe molto più povera senza il Poetry Slam, sarebbe meno amata, meno seguita, meno apprezzata. Potrebbe vantare molti meno bravi poeti.

Ma lo Slam poi è solo un medium, uno dei tanti modi in cui si può comunicare e diffondere poesia, non è uno stile particolare.

Qualsiasi poeta, quale che sia la sua ‘poetica’, può partecipare a uno slam e sperare di vincerlo. Ed è ―è bene ricordarlo― solo un gioco: non sostituisce e non vuole sostituire l’analisi critica. Meno che mai oggi, quando la critica letteraria è così in crisi, sorda e cieca ai cambiamenti e senza strumenti nuovi, adeguati al presente, da proporre.

Ciò che contraddistingue lo Slam è piuttosto la sua ‘oralità’ ed è singolare verificare quanti cambiamenti, magari non immediatamente evidenti, sta stimolando anche in autori che vengono da tradizioni strettamente ‘scritte’.

Il Poetry Slam è insomma, una parte rilevante, ma solo una parte, di quel grande movimento della poesia ad alta voce (con o senza musica) che è la vera ed epocale novità della poesia contemporanea in tutto il mondo.

 

[MP]: Scrivi la tua opera poética con un forte nesso con la musica. Una gran parte dei tuoi libri sono libri-CD. Un elemento importante della poesia é la musicalità dei versi, ¿come iniziano tue poesie, prima c’é la musica e poi la parola o viceversa? ¿Come ha influenziato la musica come arte nella tua poesia, non solo sotto l’aspetto della cadenza, ma in altri elementi?

[LV]: Io sono un poeta, non un ‘cantautore’, un cantante, o uno chansonnier, anche se le mie poesie nascono per ‘temperarsi’, per ‘accordarsi’ con la musica. Io non canto, scandisco i miei testi, li eseguo a ‘ritmo’.

Dunque la prima cosa a nascere sono le parole, sempre. Sono loro a suggerire i tempi, i ritmi, le melodie che poi il mio gemello musicale, Frank Nemola, comporrà.

Prima scrivo il testo, poi lo eseguo oralmente, lo registro. A quel punto con Nemola individuiamo una serie di caratteristiche di quell’esecuzione orale: la sua velocità metronomica, i suoi ‘ritmi’ e la sua prosodia d’accenti. A questo punto iniziamo a lavorare su dei pattern sonori che nascono da questi dati, li sviluppiamo e poi io registro di nuovo la voce su queste basi ‘musicali’.

Solo dopo arriva la musica vera e propria, che in qualche modo nasce, dunque dalla poesia stessa, è già nelle parole, nella loro sintassi. La musica sta là a illuminare le ‘pieghe’ delle parole, le zone oscure su cui tutto il linguaggio si tiene, si fonda e si dà senso, ma che nessuna parola può esprimere. È poesia tradotta in musica. Il poeta, insomma, compone una musica che in parte non sa e non può suonare, che va tradotta, letteralmente ‘trasportata’ in suono, e perciò questa musica che nasce dalle parole è sempre ‘mutante’: tanto acconcia poeticamente, quanto armonicamente imperfetta, spuria, frattàle.

Questo è il ‘trobar’ di Nemola, tanto quanto il mio è quello dell’alfabeto. Perché ogni vera poesia è sempre un po’ analfabeta. La poesia ha sempre almeno due versioni da offrire sul reale e sa, come ho già detto, che l’unico modo di rispettare una tradizione è tradirla e quindi trasportarla (nel presente) e tradurla (di là dalle ‘lettere’), per riportarla al suono e alla voce da cui tutto nasce.

In tutto questo ho avuto la fortuna di collaborare con grandissimi musicisti, come Paolo Fresu, uno dei maestri del jazz contemporaneo, o Michael Gross, per anni tromba di Zappa, o Maria Pia De Vito e la sua voce ‘assoluta’ e sono loro grato per la generosità e l’umiltà con cui hanno voluto, per una volta, che a comandare il gioco fossero le parole.

 

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[MP]: Il poeta, nello generale, vuole lasciare qualcosa nel lettore del suo lavoro: una idea, un insegnamento, etc. Cosa stai cercando di realizzare, come poeta, nel tuo lettore con la tua poesia? E in questo senso, quando tu leggi un libro, che ti piace ricevere dei libri di narrativa o di poesia che hai letto?

[LV]: Diceva il grande filosofo Gilles Deleuze, che mi è assai caro, che si scrive sempre ‘per un popolo che non c’è’; Dante, per parte sua, nel suo Convivio, affermò che era scritto per un popolo ‘a venire’.

È sempre così, un poeta, un artista, ha prima di tutto questo compito, se davvero vuole rinnovare la sua arte e lasciare un segno: inventare il suo pubblico e questo potrà farlo solo se la sua arte avrà ‘nostalgia del futuro’ e capacità di comprendere il presente.

Ed è quello che mi aspetto dai libri che leggo, o dalla poesia che ascolto. Augusto De Campos dice che la poesia è ‘rischio’. Ha assolutamente ragione!

Mi interessa poco chi non ha voglia di rischiare, né mi diverto, se non mi assumo una percentuale di rischio.

 

[MP]: La tua carriera di musicista è anche ben nota. Quali sono le differenze tra le modalitá di espressione artistica della poesia e la musica? Che ti offre la poesia come arte a differenza della musica, e viceversa?

[LV]: La musica è un medium artistico potentissimo, oggi più che mai, quando il suo ascolto è continuo e ‘indossabile’ come una camicia, grazie ai device digitali e ai loro auricolari. La musica è dovunque. Assai meno la poesia.

Ma la poesia ha una sua musica propria e soprattutto si scontra con il ‘significato’ con il ‘senso’ in modo molto più radicale della musica.

Siamo fatti di parole e le parole sono prima di tutto suono, oltre che segno scritto. Scegliere la poesia, dunque, per me non ha mai significato dover rinunciare alla musica e al suono. Il significato vero sta proprio là, all’incrocio tra senso e suono.

 

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[MP]: Hai partecipato a numerosi festivali internazionali di poesia, e anche sei parte del Movimento Mondiale della Poesia. In relazione a questo, nella tua opinione, quale credi ch’é l’importanza di tenere un festival come il III Festival Internazionale di Poesia a Lima? Quali sono le tue aspettative per quanto riguarda FIPLima 2016?

[LV]: I festival di poesia, insieme al Poetry slam, sono l’elemento fondamentale della diffusione dello spoken word nel mondo e anche per la poesia più ‘tradizionale’ sono uno strumento formidabile di diffusione.

Da questo punto di vista l’America latina tutta è capace più di ogni altra parte del mondo di creare festival indimenticabili, grazie anche alla indubbia popolarità di cui la poesia qui gode: penso al Festival di Medellin, o a quello del Nicaragua e a tanti altri a cui ho partecipato.

Non è un caso se il World Poetry Movement sia nato proprio in Colombia qualche anno fa e da lì stia diffondendosi in tutto il mondo.

Ma un Festival di poesia deve essere anche un ‘laboratorio’ di incontro e di scambio, deve essere stimolo alla conoscenza di poetiche  e tradizioni differenti, non solo una grande ‘antologia ad alta voce’ della produzione mondiale.

Ecco io credo che il FIP Lima, già nelle precedenti edizioni, grazie alla raffinata sensibilità di Renato Sandoval, il suo Direttore che oltre ad essere gran poeta è un ineguagliato traduttore e dunque ‘trasportatore’ di poesia da tutto il mondo e in tutto il mondo, si sia particolarmente distinto proprio in questo: nella capacità di tenere insieme successo popolare e scavo di ricerca nella contemporaneità. Scorrendo la lista degli invitati di questa III edizione, con cui avrò l’onore di condividere il palco, sono certo che sarà ancora così, anzi che questa III edizione sarà ancora più bella, divertente e, soprattutto, necessaria.

Perché la poesia o è necessaria, o non è.

 

 

 

 

 

*(Nápoles-Italia, 1957). Escritor y performer. Cofundador del movimiento italiano neovanguardista Gruppo 93, junto a autores como Umberto Eco o Edoardo Sanguineti, y de la revista literaria Baldus. Introductor de la poesía Slam en Italia. Ha ganado, por su obra literaria, el Premio de Poesía Delfini (2003), el Premio Napoli (2012), entre otros. Ha publicado en poesía Los signos los sonidos las cosas, Farfalle da combattimento (‘Mariposas de combate’, 1999), L’esercizio della lingua (‘El ejercicio de la lengua’, 2008) y Piccola cucina cannibale (libro-CD en coautoría con Frank Nemola y Claudio Calia, ‘Pequeña cocina caníbal’, 2012); en narrativa: Eroina (‘Heroína, 1999), Cucarachas (2002), Il Cristo elettrico (obra narrativa reunida, ‘El Cristo eléctrico’, 2006).

Una silla en Milán. Cuatro cartas de Jorge Eduardo Eielson y un recuerdo

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Por: Rafael-José Díaz

Crédito de las fotos: Centro Studi Jorge Eielson/

Martha Canfield

 

 

Una silla en Milán.

Cuatro cartas de Jorge Eduardo Eielson y un recuerdo

 

 

Supe entonces (¿pero lo seguiré sabiendo ahora?) que el diálogo es siempre infinito. ¿Y aquella silla era eterna? Los dos hablamos, recogidos, uno al lado del otro (no uno enfrente del otro, sino uno al lado del otro: mirando hacia un vacío que está, pleno, delante de nosotros). El diálogo puede reanudarse ahora aunque finjas que no estás y que, como entonces, te has levantado un momento para esconderte en un lugar que la conversación alberga como un perfume de lo que pasó, invisible, a nuestro lado. Yo recuerdo una silla. Una silla en Milán. Una habitación en Roma. Un apartamento en Jena. Una casa en Tenerife. Una playa en Cerdeña. La silla que recuerdo no la recuerdo con los ojos: la recuerdo con el cuerpo. Es una silla en el extremo de una habitación vacía. Una silla en la que el invitado se sienta para descansar y en la que inmediatamente se siente cómodo en la habitación extranjera. ¿Vivir es una obra maestra? ¿Vivir ahí un instante, sentado en una silla rodeada de paredes cálidas, con un gato, quizá, enredado un segundo entre las piernas, con la claridad de una sobremesa de marzo o de abril en los ojos, y la silenciosa presencia ausente de Michele en la casa, en otras habitaciones de papel o de tela, era vivir ahí, entonces, una obra maestra? Cuánta impericia hace falta para no saber, para no darse cuenta hasta muchos años después de lo que todo aquello significaba: la silla y la conversación, la bienvenida y la tarde, la sonrisa y la voz, las despaciosas miradas. Sentarse es una obra maestra. Estar sentado en la silla del atardecer, habitación junto a habitación, pasillos anudados a pasillos, ventanas que se asoman a la calle Stampa de Milán, nada que deba comprenderse, nada que no pueda comprenderse, todo sencillo como la inclemencia, todo en orden como la vida nunca postergada o poseída. Sabía entonces tan poco de ti, sé ahora tan poco de ti, que aquellos instantes son todo lo que sé, un regalo para el viajero, unos pasos que se acompasan con lo que nace en la noche oscura del cuerpo para poder atravesar un cuarto, un cuarto de estar, una habitación sin nadie, la despoblada crudeza de lo intensamente vivido. ¿Y de qué hablamos entonces? Apenas lo recuerdo. Hablaríamos de una silla en Milán, de una habitación en Roma, de un apartamento en Jena, de una casa en Tenerife, de una playa en Cerdeña. ¿De una plaza en Lima? De los libros en orden y de la vida mojada. Cuánto enseña el silencio, cuánto la perdidiza memoria, cuánto los diálogos desvanecidos, cuánto el misterio de dos sillas una al lado de la otra. Las calles de Milán, horas después, tejieron para mí su laberinto de incitaciones y condenas. Nada extraordinario, como desvestirse en medio de la ciudad, llorar en una esquina desdibujada mientras somos consolados por un desconocido, añorar una playa en la que fuimos felices: nada extraordinario. Que todo aquello con que llenamos nuestra vida no es menos verdadero que el vacío y que para descubrir siquiera un fragmento de vida hay que despojarse de todo lo vivido.

 

 

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Muestra de Jorge Eduardo Eielson “Arte como nudo”. Palazzo vecchio, Florencia, Italia (2008).
Crédito de la foto: WWW.CLAIRE-LUNA.COM

 

*

 

Conocí a Jorge Eduardo Eielson en la primavera de 1996. Fue la poeta Martha Canfield, con quien compartí horas maravillosas en Florencia, quien me recomendó que llamara al poeta y le propusiera visitarlo en su casa del número 4 de la calle Stampa de Milán. Así lo hice, animado no solo por el desparpajo que da la juventud, sino también por el hecho de que un año antes, en enero de 1995, Jorge Eduardo Eielson me había enviado una carta –la primera de las cuatro que me mandaría– en respuesta a la que yo le había cursado a finales de 1994 con ejemplares de la revista Paradiso. Por entonces vivía yo todavía en Tenerife, pero muy pronto, en febrero de 1995, me trasladaría a vivir a Jena (Alemania). Me resulta ahora curioso, al recuperar y releer las cartas que me escribió Jorge Eduardo Eielson para darlas a conocer en esta espléndida revista peruana por invitación de Mario Pera, que la primera de ellas, de 1995, y la última, de 2001 (la única manuscrita), fueran enviadas a Tenerife, mientras que las otras dos, de 1996 y 1997 respectivamente, las recibiera en Jena. Tres de las cartas de Eielson, además, fueron enviadas desde Milán, pero la segunda de ellas, la de agosto de 1996, tiene remite de Gardalis (Cerdeña). Es como si la amistad trazara unos cuantos círculos (o nudos) entre el continente y las islas, entre Alemania e Italia, entre el Mediterráneo y el Atlántico, entre Cerdeña y Tenerife (y los –para mí– desconocidos Pacífico y Perú de fondo). Y otra curiosidad, fruto quizá de lo que algunos llamarían el azar: hay una carta por estación, una carta de invierno, otra de verano, otra de primavera y otra de otoño. Michele Mulas (“el rey de Gardalis”) murió en 2002. Los últimos años de Jorge Eduardo, hasta su muerte en 2006, fueron, por lo que supe después, sobre todo por Martha Canfield, muy duros. En mi recuerdo, aquellas horas compartidas en una habitación de Milán y las palabras, siempre tan finas, que contienen sus cartas, han permanecido siempre como una prueba de que a veces, entre los seres humanos, la poesía puede producir milagros.
 

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Instalación de Jorge E. Eielson.
Crédito: Centro Studi Jorge Eielson / Martha Canfield

 

 

4 cartas de Jorge Eduardo Eielson a Rafael-José Díaz

 

 

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«Los poemas no se hacen para vender, sino para ofrecer resistencia precisamente a ser consumidos». Entrevista a Juan Carlos Mestre

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En el marco del III Festival Internacional de Poesía de Lima, que organiza la Nido de cuervos y que se llevará a cabo en la capital peruana entre el 13 y 16 de abril próximo, Vallejo & Co. presenta un conjunto de entrevistas con algunos de los poetas participantes con la intención de conocerlos más a estos y a su obra. ¡Bienvenido III FipLima! ¡Bienvenida la poesía!

 

 

Por: Mario Pera

Crédito de la foto: www.galeriaacanto.com

 

 

 «Los poemas no se hacen para vender,

sino para ofrecer resistencia precisamente a ser consumidos».

Entrevista a Juan Carlos Mestre*

 

 

Mestre es uno de los poetas más reconocidos en la actualidad tanto en su país, España, como en los diversos países latinoamericanos no solo por su trabajo literario, por el que ha ganado numerosos premios entre los que destaca el premio Nacional de Poesía de España que obtuvo en el año 2009, sino, además, por su trabajo en otros ámbitos artísticos como en la pintura, el grabado, la litografía, etc.

Sin duda, Mestre ha sabido acoplar su obra poética a las otras artes que practica, creando tanto poemarios con una interesante estética visual apoyada en grabados, dibujos, etc., como exposiciones artísticas a las que ha incorporado sus poemas, logrando una original fusión.

Uno de sus poemarios más notables es La Tumba de Keats (de lectura ampliamente recomendada), con el que ganó el Premio Jaén de poesía 1999 y del que el propio autor publicó una versión gráfica titulada Cuaderno de Roma. Este estupendo poemario nos ofrece una visión caótica, profana de una Roma inmortal que pocos han podido observar bajo aquel tamiz, expresándose con una voz muy íntima pero a la vez universal.

Juan Carlos Mestre visitará nuestro país este mes, por lo que resulta interesante acercarnos a las reflexiones de este importante poeta español.

 

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Entrevista**

 

Mario Pera [MP]: Estimado Juan Carlos, he leído que en alguna entrevista comentaste que has vivido la poesía desde la conciencia de que esa era tu única posibilidad, pues todas las otras puertas posibles estaban cerradas. En relación a ello, ¿desde cuándo tuviste conciencia de que lo tuyo era la creación poética? Asimismo, ¿de qué manera crees que la poesía ha determinado el derrotero de tu vida?

Juan Carlos Mestre [JCM]: La conciencia poética, como percepción que uno tiene del mundo y de los demás a través de la delicadeza del lenguaje, tal vez me haya acompañado desde la oralidad primera de lo oído en la voz de un sencillo aprendizaje, el de mi madre Esperanza Mestre que me enseñó a leer no solo las vocales de la escritura, sino el inarticulado zumbido de los pájaros y las abejas y las lluvias de otoño. Digo esto porque esa fue la traducción en mí de lo misterioso de la existencia, la entrada en un mundo regido por las fábulas de la inocencia y una amplitud de amor y misericordia hacia todo lo íntimo que era entonces el paraíso perdido de la infancia.

Luego vino el derrumbe de la casa natal bajo la vejez del tiempo, y los espectros de la muerte y esa conciencia se fueron desplazando hacia la zona de resistencia, hacia la necesidad única de sobrevivir a la intemperie, esa otra escuelita donde la razón se borra para dejar paso a la tiza de lo invisible, al oído de lo otro, a la voz sin boca de la poesía. Y ya no hubo, ni pudo, ni quise tampoco, residir en otra casa de huéspedes que no fuese ese barracón de insumisos, el palacete de hierba o como quiera llamarse la cabañuela del extravío.

No anda uno perdido por el laberinto, no, se camina en busca del laberinto, sabiendo desafortunadamente que siempre, al final, habrá salida, ya sea la ceguera de Homero o la tumba de Keats. En eso estuvo mi juventud, y en eso sigue la incertidumbre del tiempo presente.

[MP]: La poesía, como todo arte, implica un acto de rebeldía, de insurrección personal frente a lo establecido para replantear radicalmente nuestra existencia y hacerla, tal vez, más llevadera. Pero, ¿qué tan solitario puede ser el trabajo del poeta? ¿Crees que es cierta la imagen del poeta como una isla, si tenemos en cuenta que la obra de varios poetas es el resultado de sus vivencias en un espacio y tiempo determinados?

[JCM]: Mira, la poesía no ejerce ningún tipo de autoridad intelectual sobre nadie, no hay una manera exclusiva de entender el hecho poético que signifique algún grado de mayor cualidad sobre otra radicalmente opuesta. La poesía es, a mi modo de intuir alguna semejanza de su conducta, un discurso republicano donde todas sus partes son ciudadanos libres dispuestos a ejercer el derecho a estar en desacuerdo entre sí.

No creo en fórmulas ni en preceptivas, pienso que cada poeta debe hacer exactamente lo que le dé la gana, al margen de escuelas, generaciones, movimientos estéticos o cronologías. Da igual creer en la soledad de la escritura del poeta isla o en la asamblea de la colmena de zánganos, la poesía está en otra parte, en la desobediencia a lo previsible, en la negación de la costumbre. Cada persona elige hasta donde puede su lugar en el mundo, la decisión es poca, pero en el lenguaje, la única propiedad que no nos ha logrado arrebatar el poder, la tarea tal vez no pase por poner subtítulos melancólicos a la vida sino de vivir la propia vida tal como a uno le gustaría ser olvidado o recordado, al fin y al cabo el mismo precipicio, la misma cosa sin nombre gritando en la noche.

 

las estrellas

 

[MP]: Tras publicar más de 20 poemarios, y habiendo consolidado una voz propia reconocible y reconocida, ¿cuán difícil consideras que es para un escritor novel el hallar su voz en la poesía? ¿Cuál fue el «viaje» que realizó Juan Carlos Mestre para hallar su propia expresión poética?

[JCM]: Yo no he publicado 20 poemarios, eso sería un delito. He escrito tres o cuatro libros, eso es todo, pequeñas variaciones sobre media docena de ideas simples relacionadas con la dignidad de la existencia, es decir: la piedad, el amor, la misericordia, reflexiones desde el lenguaje sobre la condición de otro, la proximidad a los que sufren, a los desheredados morales de la Tierra, la viuda, el huérfano, el inocente.

Mi inquietud por la averiguación de qué puede hacer la palabra frente a los actos de fuerza es la misma que la de aquellos que piensan que la vida carecería de sentido sin resistencia al mal. Cuando uno cree saber, porque uno en realidad nunca sabe nada, el lugar de su encargo de alguna extraña forma haya las herramientas para realizarlo. Acaso eso sea la voz de la que usted habla, lo que aún no pronunciado oye ya al poeta. Difícil, pero como decía el gran Lezama, sólo lo difícil es estimulante.

 

[MP]: En el ámbito literario, como en otros ámbitos, las exigencias del mercado muchas veces delinean el desarrollo de la actividad creativa. No es inexacto pensar que las grandes editoriales exigen que la obra de un escritor tome una dirección en particular. ¿En algún momento estuviste en la encrucijada de optar por plegarse o no a lo solicitado por las grandes editoriales? ¿Es difícil el mantener una independencia creativa cuando como escritor se logra el reconocimiento general?

[JCM]: No, nunca. Y no por principios éticos, no, no, en absoluto, sino porque jamás ninguna editorial me ha solicitado nada. Esas cosas no le ocurren a los poetas, tal vez a algunos narradores de éxito, pero los poetas vivimos al margen del mercado, ni le interesamos ni nos interesa. Por fortuna hay una hostilidad fértil entre nosotros y las escamas litográficas, como llamaba Baudelaire al dinero. Los poemas no se hacen para vender, sino para ofrecer resistencia precisamente a ser consumidos. La poesía es inconsumible, y lo es en la medida de la incapacidad que tiene el sistema métrico decimal para dar cuenta del enigma.

La intuición abstracta del pensamiento poético contra la pragmática del cálculo de la exactitud. Por ahí va el acto de legítima defensa que proclama la poesía contra la soberbia obstinación del poder para continuar mintiéndonos. Son las ensoñaciones del reposo de las que hablaba Bachelard las que madrugan en la voz del poeta para seguir dándole cavilación a lo misterioso. No es lo mismo leer las transfiguraciones de la sociología de la escritura en la sociedad obscena del capitalismo, que oír el ruidito de los niños de Lorca  machacando pequeñas ardillas en los montones de azafrán de la imaginación.

 

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El poeta Juan Carlos Mestre

 

[MP]: Has comentado que el poeta es el ser con menos identidad, pues continuamente va a la búsqueda de ser otro diferente de sí, lo que el poeta John Keats llamó el ser carente de identidad. ¿Esa búsqueda de una identidad que se reconfigure constantemente hace de cada poeta, incluso de cada poemario, una caja de Pandora? ¿Esa condición «camaleónica» de adoptar múltiples identidades les permite a los poetas desarrollar su obra?

[JCM]: Tal vez sí, tal vez también. Siempre que hay poeta hay camaleón.

 

[MP]: Yendo a tu obra en sí, varios de tus poemarios incorporan a sus escritos dibujos o trabajos gráficos tuyos o de otros artistas. Más allá de realizar grabados, acuarelas, litografías, etc. ¿Consideras aquellos trabajos gráficos como algo accesorio al mensaje poético, o son elementos ineludibles para lograr expresar todo el contenido de aquel mensaje?

[JCM]: Hago lo que puedo, no lo que quiero. Ahora bien, me gusta y mucho desafiar la falsa autoridad de límites que imponen las estéticas de la tradición: aquí comienza la gráfica, aquí termina la poesía, unos metros más allá está el cubículo de la narración luego… etc.

No, intuyo que los discursos de orden intentan imponernos una concepción policiaca, controlable, sometida a leyes inmutables de conducta sobre los actos, siempre subversivos, de la imaginación. No se trata de llevar la imaginación al poder, sino de utilizar la imaginación contra el poder.

La poesía es un proyecto relacionado con el desarrollo libre del espíritu, no con la utilidad social del saber empírico; un dibujo es igual que un poema, como un árbol es semejante a un pájaro en la conciencia evolutiva de lo que llamamos necesidad. Nada hay de accesorio en la naturaleza, tampoco debería haberlo entonces en la inteligencia humana puesta al servicio de la creación y los encantamientos.

 

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[MP]: ¿De qué manera influye en tu obra poética el que también desarrolle otras actividades artísticas como la música, la pintura, el grabado? ¿Crees que el haberte desarrollado en otras artes te ha dado la posibilidad de dotar de un mayor contenido, musicalidad o ha ampliado la capacidad de expresión de tu poesía?

[JCM]: Yo no creo mucho, o mejor dicho, no creo para nada en el aprendizaje acumulativo del arte, la poesía se resiste al saber, la poesía se ha borrado de la figuración para tomar existencia autónoma en la cabeza del ser humano, como lo ha hecho la música. Su capacidad de expresión llega hasta donde alcanzan los lenguajes humanos a establecer diálogo con lo invisible.

Mire, decía Shelley que los poetas eran los legisladores del universo, pues bien, hoy ya sabemos que no, los legisladores son los grandes sátrapas, los mercaderes del dolor humano y quienes defienden la ambición individual por encima de los intereses colectivos. Ese pensamiento sobre la condición sí que amplía el repertorio de la posibilidad, poner música, arte, literatura al servicio de una no tan compleja tarea: el elogio de la dignidad humana. Bastaría con eso, concebir las múltiples heterodoxias de la creación como una forma de restitución a lo amputado por la criminalidad histórica del autoritarismo, la utopía de la memoria contra la cultura del olvido, que la felicidad regrese al ligar donde nunca estuvo, el arte de los sueños pendientes de ser soñados.

 

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Litografía de JC Mestre

 

[MP]: En el plano socio-cultural, ¿en tu opinión la poesía debe comprometerse con la denuncia de las injusticias sociales de un lugar y tiempo determinado, o el discurso poético debe mantenerse aislado de la crítica social? ¿Existe un rol que le cabe al poeta en la sociedad actual?

[JCM]: Creo que he hablado de eso desde la primera palabra de esta entrevista. Me generan muchas dudas los términos «fantasía», «simbolismo», «compromiso», «denuncia» aplicados como categorías de graduación al hecho poético. ¿Qué es más útil a la revolución un texto de Lenin o una vaca azul tocando el violín en los cielos de Chagall? Todo nuestro mundo interior es realidad, tal vez más real que el mundo manifiesto.

Muchas veces he pensado que tal vez la poesía es la conciencia de algo de lo que no podemos tener conciencia de ninguna otra manera, una experiencia vedada a otro tipo de conocimiento, aquello que desapercibido tras la apariencia física de las cosas nos permite percibir el otro fluir cuántico de las partículas elementales del pensamiento, la ancestralidad de los sueños, la memoria que en nosotros pervive de los mitos fundacionales del amor y la muerte, la vinculación con alguna presencia original de lo sagrado, sea lo sagrado lo que para cada uno sean la huella de sus dioses, de sus antepasados, una intuición relacionada con los lenguajes del porvenir que nos permite seguir creyendo en la condición humana como una permanente lucha por la dignidad, por la aspiración más legítima de la conciencia colectiva del presente, aquella que impone en los solitarios parlamentos de la responsabilidad la única prohibición legítima, la prohibición del sufrimiento.

En ese sentido, mantener inmaculada y pura la sonrisa de los muertos, oponer a la historia del crimen como conducta una civilización basada en las palabras, en el diálogo con los enigmas cósmicos, en alianza con la Naturaleza y el conjunto de todos sus seres, pudiera ser hoy una amistad próxima a la poesía, una vecindad armónica con el destino de la utopía, que es para mí la esencia de todo pensamiento poético, seguir haciendo posible el todavía, la mañana justa, el amanecer de la ardiente paciencia que nos anuncia el Cántico de San Juan de la Cruz o la videncia de Rimbaud.

 

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[MP]: ¿Has tenido la oportunidad de acercarse a la tradición poética peruana? ¿Tienes particular admiración o gusto por la obra de algún o algunos poetas peruanos?

[JCM]: Sí, claro, conozco lo que he podido, y hasta donde he llegado habita en ella el resplandor. Hay obvias presencias fundadoras de la poesía en nuestro idioma común, la cima de Vallejo, pero también la referencia imprescindible, al menos para mí, de Oquendo de Amat, Eguren, Westphalen, Martín Adán, Eielson, Germán Belli, Sologuren… Voces que articulan en su complejidad de registros la más alta poesía escrita en castellano el pasado siglo, ahora bien, yo no voy a ocultarle mi devoción absoluta por César Moro.

 

 

 

 

 

*(Villafranca del Bierzo-España, 1957). Publicaciones en poesía: Siete poemas escritos junto a la lluvia (1982), La visita de Safo (1983), Antífona del otoño en el Valle del Bierzo (1986), Las páginas del fuego (1987), El arca de los dones (1992), Los cuadernos del paraíso (1992), La poesía ha caído en desgracia (1992), La mujer abstracta(1996), La tumba de Keats (1999), El adepto (2005), El universo está en la noche (2006),Contra toda leyenda (2007), Tarjeta de visita (2007), La casa roja (2008) y Elogio de la palabra (Antología)(2009), entre otros.

 ** Entrevista realizada con ocasión del I FIPLIMA en 2002.

«En poesía una verdad mal dicha, como sucede con tanto poema político, fácilmente se vuelve mentira». Entrevista a Juan Manuel Roca

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En el marco del III Festival Internacional de Poesía de Lima, que organiza la Nido de cuervos y que se llevará a cabo en la capital peruana entre el 13 y 16 de abril próximo, Vallejo & Co. presenta un conjunto de entrevistas con algunos de los poetas participantes con la intención de conocerlos más a estos y a su obra. ¡Bienvenido III FipLima! ¡Bienvenida la poesía!

 

Por: Mario Pera

Crédito de la foto: www.elpais.com.co

 

 

«En poesía una verdad mal dicha,

como sucede con tanto poema político,

fácilmente se vuelve mentira».

Entrevista a Juan Manuel Roca*

 

La poesía del colombiano Juan Manuel Roca rezuma vitalidad. Es una poesía enérgica, cristalina pero no por ello, deja de entrañar un mundo mágico y lúcido, de urdir un entramado de metáforas e imágenes que nos lleva a tener visiones por momentos aterradoras (dado el carácter tanático y enigmático de algunas de sus composiciones), así como por momentos serenas y plácidas, eso sí, siempre espontáneas; pues Roca desprovee a su poesía de cualquier pose o cultismo innecesario para mostrarse, a través de sus poemas, como el ser humano afable que es, más allá del gran reconocimiento que ha recibido por la gran calidad de su obra poética y por su labor periodística.

En una parte de su obra, Roca recrea su presente y el del medio que lo circunda (casi siempre su país) a través de la utilización de parábolas o paradigmas que son escritos con una jovilidad inusitada para la poesía de sus contemporáneos, más aún en tiempos en los que, por el contrario, varios poetas prefieren mantener el hermetismo, real o artificial, de sus versos logrando hacer indescifrable, en no pocas ocasiones, el mensaje de su poesía.

Sin embargo, la poesía de Juan Manuel Roca también proviene del instinto, y no siempre nos muestra un derrotero cierto o invariable, pues recorre casi a tientas un rumbo propio reconociendo poco a poco su simbología y secretos. Por ello mi asombro ante la habilidad e ingenio del poeta para seguir su “sexto sentido”, el poético, para descubrir, como si caminara sobre huellas preexistentes, el sendero por el que debe discurrir y asir el enigma que lo motiva a crear como, a veces, revelarnos ciertas verdades del hombre.

A la vez, su poética se ha construido a partir de una necesaria lejanía respecto al pensamiento,  las formas y el estilo de la tradición lírica canónica de su país, por lo que renovó y dotó (junto con otros poetas de su país y generación) de un nuevo sentido a la poesía colombiana. Su influencia en la obra de los poetas colombianos e hispanohablantes contemporáneos es innegable, y muchos son deudores no solo de su manera de ver y concebir la poesía sino, también, de su forma de entender el mundo y de enaltecer o criticar aquellos aspectos que lo rodean. A través de su poesía Roca se confiesa, conversa con el lector y podríamos pensar que casi huye de la retórica y del lugar común para hablarnos de lo cotidiano, para hacer una poesía inteligible pero, no por ello, menos íntima o profunda.

La voz del poeta estalla como un trueno con cada verso. Se trata de un poeta distinto, de esos que tienen como dicha (y desdicha) el arte de la creación a través de la palabra, siendo siempre auténtico y transparente. En sus versos el humor, el juego y la ironía tienen su momento, cosa que solo logran hacer con éxito los grandes, y estos elementos se articulan en su poesía con la precisión del experto joyero que engasta una piedra preciosa en un aro.

La poesía de Roca nos seduce, nos invita a ingresar y a encontrarnos en su franqueza y en el paso del tiempo. La poesía de Juan Manuel es, sin duda, tan sólida como una roca.

 

 

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           Entrevista**

 

 

Mario Pera [MP]: Juan Manuel, naciste en Medellín pero siendo niño fuiste a residir en México, España y Francia. Si bien esto fue en tu infancia, esas experiencias de alguna manera nos marcan. En tu caso, has dicho que quien más ha influido en ti ha sido el niño Roca. En relación a ello, ¿de qué manera esas primeras vivencias lejos de tu país, los viajes, las idas y retornos a Colombia, se ven reflejadas en tu poesía?

Juan Manuel Roca [JMR]: La verdad, no fueron importantes esos viajes en familia a Europa, pues yo tenía 1 año cuando fui a Francia y 3 cuando viajé a España. Total, el olvido de algo no tiene mapa: bien pude haber vivido esos años en Tombuctú, en Santiago de Chuco o en Comala, la primera infancia no permea de manera evidente la memoria.

El niño de esas edades vive en la periferia del mundo, que siempre es adulto, y más aún vive en la periferia del lenguaje, así haya unas escasas y brumosas intuiciones del pasado. Regresé de 7 años a Medellín y allí sí empieza para mí el registro involuntario de los primeros años, de los primeros asombros.

Otra cosa fue México. Allí llegué de 9 años y estuve hasta los 12, en una edad en que somos esponjas, que absorbemos con todos los sentidos paisajes, atmósferas, ritmos, colores, aromas que se quedan para siempre almacenados en nosotros, como esa alacena donde Rimbaud aprendió el vértigo de la historia. Y claro, en esa materia sensorial, qué mejor reservorio que México: paisajes de cactus que parecen percheros del viento, atmósferas de un pasado vivo y nutricio, colores vívidos que vuelvo a revisitar en la arquitectura de Barragán, ritmos del habla y ritmos de la música y esos aromas por donde nos unimos, quizá más que a través de otros sentidos, a una niñez sin Proust de por medio.

Por todo esto, a cada tanto y recordando el aserto de Rilke de que la única patria del hombre es la infancia, pienso que por haber vivido esa época de manera tan movediza tengo varias patrias o ninguna.

 

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[MP]: Desde la publicación de Memoria del agua (1973) y Luna de ciegos (1976), tu poesía muestra una textura muy propia pues es cadenciosa, con un ritmo propio que atrapa al lector en una sucesión de imágenes transparentes así como, a la vez, encierra un contenido un tanto oscuro, misterioso, como trazos que dejas escondidos detrás del dibujo. ¿Hasta qué punto el ritmo o la cadencia en la poesía te sirven para atraer al lector y luego sumergirlo en las connotaciones de tu poesía?

[JMR]: Me parece, sin que sea un recetario para nadie, que a la poesía sin cadencia y sin misterio se le llama prosa. Y esa cadencia, esa música, no se aprenden. Es como tocar de oído, sin partituras. Es curioso que la poesía, estando fraguada con palabras, aspire al silencio. Es en ese no-decir diciendo, en el carácter elusivo de un poema, donde reside, creo, su secreta fortaleza.

El poeta es un traductor de sí mismo, el traductor de unos ritmos interiores que a veces desconoce él mismo. No creo en la música buscada para el poema sino encontrada en el poema. De ahí la sorpresa al escribir y pensar: «no sabía que sabía esto», la sorpresa de informarse a sí mismo.

Sin creer ni remotamente en la escritura automática, es en ese rapto poético, en esa intuición hecha de palabras y de fundamentales silencios, donde encuentro la poesía que más me gusta. Igual ocurre con la gran música, que está hecha de un rigor al momento de repartir o de esparcir silencios.

 

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[MP]:Uno de los elementos primordiales alrededor del cual gira tu obra es la noche, la oscuridad como entorno en el que suceden las cosas o en el que los personajes de tus poemas conviven. Incluso a veces tienes a la propia noche como protagonista. ¿Por qué la referencia constante a este elemento? ¿Quizá es la inminencia de la noche como destino final?

[JMR]: La noche es un amplio recinto de poesía. Es el tiempo de la duda, de los paisajes vendados, dubitativos, cuando se borran o desvanecen los contornos y el perro, la mesa de noche o el umbral se hacen un todo, y la casa y los objetos también. La noche libera a las cosas de la esclavitud de las formas. El agrimensor del tiempo que es el hombre, tiene como pequeña jurisdicción el día, cuando mide, y la noche cuando es medido.

La noche es el territorio de lo ambiguo, de lo difuso, algo que pertenece a una suerte de arte poética que transgrede la esfera de lo comprobable. En la noche la ciudad y la mayoría de los personajes que la habitan se desvanecen, se enfantasman. Nadie y Ninguno son quienes la recorren, aún durante un toque de queda, como sus grandes señores. Una ciudad vacía en la noche es proporcional en su silencio al ruido que se llevan entre sí quienes la abandonan: la ciudad que habitamos también nos habita. Allí se hacen pertinentes, como si hablara al poeta, las palabras de Djuna Barnes: «¿qué sabes de la noche, centinela?».

 

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[MP]: Asimismo, el tiempo es otro elemento trascendental en tu obra. Su paso inexorable, muchas veces destructor, como una metáfora perfecta de la fugacidad de la vida humana. Pero también aludes a un tiempo múltiple, que se manifiesta en distintas maneras. ¿Por qué la obsesión con el tiempo? ¿Es tal vez por las limitaciones que nos impone como seres humanos, seres caducos?

[JMR]: Escurridiza y evasiva como el tiempo es la palabra. En el solo hecho de que todas las palabras que acabamos de expresar hace un segundo, de inmediato se vuelvan pasado, media una ironía terrible, como saber que vamos cantando hacia el abismo. Que cada palabra que creemos necesaria, alguien o algo las succione como una cisterna. A todos nuestros actos los ronda la fugacidad, la feroz ironía de que las cosas sobrevivan a sus dueños. Aún subsisten en el tiempo los objetos de las altas civilizaciones, pero los hombres que los hicieron ya están devorados por la autofagia del tiempo que, devorándose a sí mismo, continúa sin parar.

La poesía, un arte en el tiempo como diría Machado, tiene su pugna con el transcurrir y en verdad no hay nada que transcurra más que el tiempo. De ahí la pregunta cruel pero risueña de Villón por las nieves de antaño, y de Quevedo en «conversación con los muertos», y de Edgar Lee Masters dialogando también con una coral de ausentes.

A riesgo del impudor de la autocita (mea culpa), en un poema, si lo fuera, de puro iluso me atreví a pleitear con el tiempo en un poema: «El tiempo permanece atrapado/ Entre los libros. / Por este prodigio de aprehensión,/ Heráclito sigue bañándose en el mismo río, / En la misma página./ Tú seguirás para siempre/ desnuda en mi poema». Pero repito, esa obsesión del arte por fijar nuestro tiempo quizá resulte más inútil que el amor del Papa a la humanidad.

 

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[MP]: Tu poesía está íntimamente vinculada a la pintura. En tus imágenes muestras escenarios o personajes que bien se pueden encontrar en la obra de varios de los pintores como Van Gogh, Chagall, Gauguin, etc. La poesía y la pintura son artes afines. Si Roca no hubiera sido poeta y periodista, ¿hubiera sido pintor? ¿Intentas unir en tu poesía ambas pasiones, la pasión por la palabra con la pasión por el trazo y el color?

[JMR]: Hay pintores del habla, como Georg Trakl o como Blaise Cendrars, que pintan con palabras, así como hay poetas del color que escriben y registran desde sus paletas altos mundos cromáticos, como Chagall o Magritte, pero también grabadores como Max Ernst.

Decía Leonardo da Vinci que la poesía es pintura para escuchar y la pintura poesía para ser vista, con lo cual declaraba a las dos artes como hermanas siamesas. Y no creo que sea porque se envuelvan en un ropaje figurativo ni unos ni otros para producir una poética. Allí lo mismo da que sean poetas ajenos a cualquier carácter episódico o no, y pintores abstractos lejanos de cualquier ambición anecdótica. Yo creo que Fernando de Szyszlo, que es el pintor que más admiro entre los artistas vivos de nuestro continente, es un poeta del color, de las abstracciones asentadas en una raigambre muy peruana, casi tanto como las telas de Lambayeque.

En mi menos memorable caso, como no tengo el don de la pintura y soy carente de cualquier virtud de dibujante me dediqué, seguramente con menos fortuna, a intentar pintar con palabras, a crear imágenes, aparatos verbales ligados a mi visión de la plástica. Intento, como me lo señalas en tu pregunta, Mario, darle curso a esas dos pasiones que, por otra parte, no es ninguna novedad si pensamos en casos muy altos y logrados de maridaje pictórico y poético como el de Prevert o como el de nuestro grandioso Gonzalo Rojas.

 

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[MP]: El terror, la frustración ante un país como Colombia, que se desangra hace más de 40 años, la represión del Estado y las atrocidades de la violencia son palpables en tu poesía; pero sin señalar las coordenadas de los acontecimientos o el nombre de los responsables. En ese sentido, ¿Cuán importante ha sido para ti poder expresar por medio de la poesía todo el dolor, las injusticias y muerte que has visto en tu país? ¿Ha servido la poesía como un canal por el que drenas ese «veneno»?

[JMR]: He sido cauto a la hora de señalarle un papel mesiánico a la poesía y a pedirle de manera privativa una utilidad inmediata. Pero, como soy de la creencia de que es algo más que un género literario, que es más bien una forma de andar por el mundo, de respirar al unísono con los demás, me resulta impensable que no atendamos aún sin un «deber ser» programático a nuestra historia, que en nuestro caso está atravesada por una suma interminable de violencias. Por un absurdo temor a la ambigüedad, a las verdades que no pertenecen al orden de lo inmediatamente comprobable, por la falta de rigor científico y otros aparatos del concepto lógico, algunos le enrostran a la poesía una falta de tratos con la realidad en otra forma de violencia cultural, de imposición.

Aimé Césaire, que se sentía torturado y humillado en cada hombre o mujer torturados o humillados, se asumía como víctima pensando en que somos parte los unos de los otros y que no vivimos en un mundo abstracto, enajenados de la realidad. Como la poesía es una forma del pensar, es poco probable que haya un pensamiento de orden filosófico que no se pregunte por lo que nos sucede en los demás, en sus alegrías y desvelos.

La poesía acude en favor de la vida en poemas que no tienen por qué depender únicamente del comercio ideológico. La sola imaginación es subversiva y casi sin premeditación se vuelve una suerte de resistencia espiritual.

En lo que escribo aparece la realidad violenta de mi país, un país donde con ironía puedo afirmar que la guerra siempre viene después de la posguerra, que no hemos tenido paz en muchísimos años, pero no de manera programática. Se adentran todo eso que llamas «el dolor, las injusticias y muerte» que vivimos como pan de cada día, porque me resulta impensable que este desgarramiento colectivo de un país que practica la autofagia como deporte, no se filtre en nuestra lengua. Pero te repito, que no lo creo un deber ser.

De cualquier manera me gusta invertir la pregunta del romántico alemán. A cada rato, cuando se habla de la utilidad de la poesía en un medio de naturaleza violenta como el nuestro, se acude a esa pregunta: «¿para qué la poesía en tiempos de penuria?». Creo que es mejor cambiar, invertir la pregunta y decir ¿para qué la poesía en tiempos que no sean de penuria? ¿Cómo simple adorno? ¿Cómo manierismo? ¿Cómo un mero esteticismo? De ser cierto que la poesía no tiene sentido en tiempos de penuria nunca se habría escrito pues, que yo sepa, todos los tiempos del hombre han sido de penuria.

Un aparente escollo para la poesía tiene que ver con la crisis de la palabra, en particular debido a su constante manoseo. La palabra es la primera baja en una crisis social: para qué el vocablo pan si no remplaza al pan, para que la palabra libertad si tantas veces está en los labios de los carceleros. Sin embargo esto, antes de crearle un desaliento, obliga al poeta a buscar la palabra justa en el inmenso pajar del lenguaje y a habitar de nuevo las palabras que el mal uso ha ido volviendo huecas, calcáreas. Es paradójico, hasta la libertad en el poema resulta tantas veces contradictoria por el hecho mismo de querer fijarla en palabras. Pero fíjate, hay una libertad grande, aún entre rejas.

Una vez fui a leer poemas en una cárcel de Chile y un preso me expresó el más alto elogio de la poesía que haya escuchado. Allí, en un lugar que parece negar de entrada la libertad, me contó que todas las noches se escapaba de su celda y saltaba los cuatro muros cardinales mientras leía los poemas místicos de San Juan de la Cruz.

A lo mejor podría haber sido otro poeta el que leyera, Nazim Hikmet o de pronto Baudelaire, por ejemplo, pero el efecto de transformación del ánimo y por tanto de la realidad, podrían haber sido los mismos.

El reo chileno me hizo dudar de algo que siempre he afirmado en contra de los mesianismos, aquello de que intentar cambiar la realidad con poesía es como intentar descarrilar un tren atravesándole una rosa en la carrilera. Una condena al fracaso. Pero el hombre enjaulado volaba encima de los muros sin que le aplicaran la ley de fuga, gracias a la voz de un remoto poeta.

 

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El poeta Juan Manuel Roca

 

[MP]: Desde tus primeros poemarios, se evidencia una intención por romper con el orden prestablecido, romper con el poder y sus detentadores, era patente una poesía con ribetes políticos. Sin embargo, ello fue mutando no a la antípoda sino a un descreimiento total, un nihilismo político ante el fracaso del sueño comunista y la violencia nefasta en tu país. ¿Por qué ese cambio de actitud reflejado en tu poesía? ¿Tu escepticismo actual deviene de un desengaño por la revolución no lograda?

[JMR]: He tenido desde siempre un carácter ácrata. El descreimiento va a la par. Tal vez lo que haya cambiado en mi manera de aproximarme a nuestra realidad social en lo que ojalá pueda llamarse poesía, es que cada vez creo que la mejor forma de señalar los autoritarismos de cualquier laya, de derecha o de izquierda, con bigote de mosca como el de Hitler o con bigote de golondrina como el de Stalin, se da a través de la ironía, del humor que subyace en toda tragedia.

Pero no te creas, sigo creyendo en que hay que ser, como decía Montale, arena y no aceite en la maquinaria del establecimiento. En poesía una verdad mal dicha fácilmente se vuelve mentira mientras que una ficción bien lograda puede volverse para siempre verdadera, como Hamlet o Moby Dick, y digna como ese coronel que no tenía quien le escribiera y que no usaba sombrero para no tener que quitárselo ante nadie, según la magnífica novela.

En poesía una verdad mal dicha, como sucede con tanto poema político, fácilmente se vuelve mentira.

 

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[MP]: He leído que tienes una particular predilección por el poeta peruano César Vallejo; que su obra ha sido para ti un talismán, una prótesis para caminar en el mundo. Él es tu santo patrón. ¿Qué encontraste en la poesía a Vallejo que no solo te deslumbró sino se hizo indispensable para tu vida?

[JMR]: En César Vallejo encontré lo que nunca antes había encontrado en la poesía hispanoamericana. Una manera de ser única en el poema, un ir a los huesos del lenguaje más que a la adiposidad retórica de otros, una honda humanidad.

Vallejo me tumbó del caballo en el camino a un precario Damasco de barrio, me hizo entender que la poesía es una forma del pensar más allá de los conceptos y todo gracias a un querido y avisado tío materno llamado Luis Vidales, debo decirlo, que puso en mis manos un libro del poeta peruano editado con una gamuza azul en la tapa por editorial Losada. Es un libro que aún conservo y que me ha acompañado en muchos altos y graves momentos, como si fuera mi poeta de la guarda.

 

[MP]: ¿Crees que ese descreimiento político del que hablo en una pregunta anterior puede “devenirte”, en algún sentido, del desánimo y la melancolía vallejiana?

[JMR]: No lo creo, porque si te fijas bien, con todo «el desánimo y la melancolía» que señalas en Vallejo, nos dejó el libro más estremecedor de poesía que se escribió sobre la guerra civil española, sobre una España que lamentable habría de caer en las peores garras, las del franquismo, así el poeta alertara a lo mejor de ese país, a los niños como una metáfora del alma limpia, esa que también tuvieron aquellos niños grandes que fueron los anarquistas.

 

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[MP]:   Sin embargo, una referencia interesante es que tu tratamiento del amor como tema en la poesía no es desde el desgarro, el sufrimiento o el dolor; por el contrario, te aproximas a él desde el gozo, el juego y la celebración del acto de amar. ¿El amor es siempre goce, deleite? ¿es preferible no nombrar al sufrimiento amoroso para no atraerlo?

[JMR]: La verdad, casi siempre los poemas de desamor son más intensos que los de amor, como en uno de los mejores de Neruda, el «Tango del viudo», que es proporcionalmente intenso en relación al amor que desaloja.

Pero la verdad, los poemas que más gozo cuando del tema amoroso se trata, no son los que privativamente acuden a la esfera sentimental, a la poesía auto-referencial del «yo amo», que tantos engendros ha producido, sino al amor loco que antes que Breton tejió el poeta del Cantar de los cantares, que en verdad se debiera llamar el cantor de los cantores.

El dolor de la ausencia del amor debemos dejárselo a los boleristas. Y que conste que me gusta el bolero, que muchas veces lo prefiero, como el tango, al sollozo de los vates nostálgicos.

 

[MP]: Más allá de tu vínculo personal con la obra de Vallejo, ¿crees que hay alguna relación entre la poesía colombiana y la peruana? ¿Cuáles serían esos lazos de unión o, si no los hay, por qué la lejanía estética o de contenido entre dos países tan cercanos física y culturalmente?

[JMR]: No sabría responderte con certezas. Fíjate que somos un continente balcanizado, que nos desconocemos o nos conocemos de manera episódica, de manera superficial. Te puedo responder de manera individual que yo, aparte del que se ponía los húmeros a la mala, he leído con pasión a poetas como Eielson, Moro, Westphalen, Eguren, Belli, Varela, Cisneros, Watanabe, Pimentel y otros que se me escapan y que encuentro una alta poesía en la narrativa de José María Arguedas.

Yo juzgo que difícilmente hay un país en nuestra área lingüística, con lo que me eximo de hablar del maravilloso acervo poético de Brasil, tan alto como el peruano.

En cuanto a cercanías o distancias estéticas, no sabría precisar muy bien el asunto.

 

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[MP]: Además de poesía, has publicado en otro registro literario, narrativa. ¿Qué diferencia has encontrado en cuanto a las posibilidades de expresión entre uno y otro género? ¿Con cuál te sientes más afín?

[JMR]: Me siento más a gusto con lo que intento hacer en poesía. He escrito cuentos, un género que me gusta mucho más que la novela, un género sin duda siamés de la poesía.

Escribí una novela, Esa maldita costumbre de morir, disfruté haciéndola, pero siempre me tocaba halar las riendas al caballo para que no desembocara en poemas. Así y todo, creo que sí es una novela.

Prefiero siempre intentar, me cuesta trabajo decir que escribir pues no quiero juzgarme, poesía. En una novela, por buena que sea, hay tiempos muertos que los poemas no pueden permitirse, aún si el novelista se llama James Joyce. Creo además, con Henry David Thoreau, que «la poesía es la salud del lenguaje».

 

[MP]:  Eres periodista cultural. La crítica literaria, poética especialmente, casi no encuentra un lugar en los medios periodísticos impresos, ante ello, ha migrado a los medios cibernéticos como blogs o revistas web en el internet. ¿Por qué crees que se da esta limitación a la literatura en los medios masivos de comunicación? ¿Es por una banalización del arte, la cultura cada vez vende menos?

[JMR]: La cultura se ha banalizado gracias a una raza de mutantes que estudiaron mercadeo y con los cuales es imposible comunicarse, pues hablan una lengua inentendible. Ellos son unos verdaderos zares en los medios de comunicación, pues privilegian la banalidad y el espectáculo. Los dueños de los medios los animan porque esto produce un alto grado de aturdimiento y entre más aturdida esté la gente, más dócil resulta.

Lo primero en abolirse en las esferas mediáticas es la crítica. En mi país la única crítica es la situación. Todo aparato crítico es visto con temor y desconfianza, y entonces surgen los panfletos baratos, los que acuden a las diatribas sin otro propósito que envilecer el ambiente y hacerse notorios desde su medianía. De otro lado hay una shakirización de la cultura, un culto a lo hueco, a lo transitorio.

 

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[MP]: Alguna vez comentaste que a los narradores colombianos que hicieron una obra garcíamarquesa, los trituró la máquina devoradora que es la obra de aquel gran escritor. No ha sido fácil escribir narrativa para los escritores latinoamericanos del postboom por la fama e influencia de estos escritores y que aún persiste como un eco de lo que, según las editoriales estadounidenses y europeas, es, o debe ser, la literatura de Latinoamérica: realismo mágico o literatura de la violencia. De cierta manera, ¿quizá es mejor que ese boom no haya tocado a la poesía para no parametrarla?

[JMR]: Sí, el garciamarquismo como mímesis, como búsqueda de éxito, produjo muchas tonterías ya superadas y García Márquez sigue incólume, también ante los ataques de algunos que querían notoriedad.

Sin embargo queda uno que otro rezagado que describe en sus novelones «caimanes que bostezan mariposas amarillas» y otras extravagancias. Pero creo que llegó la hora del anti-exotismo. No tenemos por qué tener una abuela autista que coma luciérnagas ni cosa parecida, para hablar de nuestra exuberancia.

 

[MP]:  Finalmente, ¿algo que quieras agregar Juan Manuel?

[JMR]: Te hablaré un poco del humor. No me queda más que señalar desde la infidencia la importancia que para mí tiene el humor. Ángel de la guarda, el humor me ha salvado frente a los embates de un país donde no podría vivirse si no se contara con su extraña y rara coraza.

El humor me ha salvado del miedo en un país cruento, campo de guerra. El humor me permite burlarme de mí mismo, espejo insumiso. El humor entra a saco contra los políticos llenos de vacío, anómalo guerrero. El humor me hace orar a un dios estrábico y casero para que su risa se ponga de mi parte. El humor me hace pedirle a no sé quién, tal vez al santo de los acosados por los dogmas, sin tregua pero también sin las mascaradas del drama, que a cada tanto aparezca en casa tendiéndome la mano como un sencillo talismán en forma de libro, o de algo parecido.

 

 

 

 

*(Medellín – Colombia, 1946). Escritor y periodista. Ha publicado en poesía: Memoria del agua (1973), Luna de ciegos (1975), Ladrones nocturnos (1977), Señal de cuervos (1979), Fabulario real (1980), Antología poética (1983), País secreto (1987), Ciudadano de la noche (1989), Pavana con el diablo (1990), Monólogos (1994), Museo de encuentros (1995), La farmacia del ángel (1995), La farmacia del ángel (1995), Tertulia de ausentes (1998), Lugar de apariciones (2000), Los cinco entierros de Pessoa (antología, 2001), Arenga del que sueña (2002), Teatro de sombras con César Vallejo (2002), Un violín para Chagall (2003), Las hipótesis de Nadie (2005), Cantar de lejanía (antología, 2005), El ángel sitiado y otros poemas (2006), Testamentos (2008), Biblia de Pobres (2009), Temporada de Estatuas (2010), Pasaporte del apátrida (2012) y Tres caras de la luna (2013); en narrativa: Prosa reunida (1993), Las plagas secretas y otros cuentos (2001), Esa maldita costumbre de morir (2003) y Genaro Manoblanca, fabricante de Marimbas (2013); y en ensayos: Museo de encuentros (1995), Cartógrafa memoria (2003) y La casa sin sosiego (La violencia y los poetas colombianos del siglo XX) (2007).


«Uno debe recordar que la poesía es un arte». Entrevista al poeta Cees Nooteboom

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Con motivo de la realización del III Festival Internacional de Poesía de Lima, que se llevará a cabo en la capital del Perú entre el 13 y 16 de abril próximo, conversamos con uno de los poetas más importantes en la actualidad, el holandés Cees Noteboom, quien estará presente en el evento y ofrecerá, sin duda, varias magníficas lecturas de su obra lírica.

 

 

Por: Mario Pera

Crédito de la foto: Diario El País /

Bernardo Pérez

 

 

«Uno debe recordar que la poesía es un arte».

Entrevista al poeta Cees Nooteboom

 

 

Mario Pera [MP]: Cees, tus primeros trabajos te vincularon a la labor administrativa, por ejemplo labores en bancos u otras entidades. ¿Cómo se da tu vínculo con la literatura y, en especial, con la poesía? ¿Consideras que es importante para un poeta, o para quien aspira a serlo, la lectura de textos de poesía o de otros géneros literarios de otros autores? Tal vez sea difícil encontrar un buen escritor sin lecturas.

Cees Nooteboom [CN]: Siempre fui un lector. Mi educación, después de la escuela primaria, fue en colegios religiosos franciscanos y, después de que ellos me epulsaron, agustinos. Allí fue en donde por primera vez me familiaricé con los clásicos Homero, Platón, Ovidio, Jenofonte, Livio, Herodoto, toda la educación literaria. Si mi padre fue lector, no lo sé. Yo era muy joven cuando él murió. Pero fue en los colegios internados en donde empecé a leer todo lo que me estaba disponible en la biblioteca escolar, autores holandeses de los que quizás has oído tales como Couperus, Slauerhoff, van Eeden. Desde que mis padres se separaron, yo me he educado a mí mismo en gran medida en la casa, en donde no había muchos libros.

 

 

[MP]:Tu narrativa y tu poesía contienen como elementos sino constantes, al menos muy presentes, temas relacionados a preocupaciones o dilemas existenciales, por ejemplo, la influencia del paso del tiempo en los seres humanos, cómo situaciones como la muerte de los seres queridos o la soledad afectan nuestra vida o cómo la memoria puede ser fuente esencial de la creatividad. En ese sentido, ¿es la poesía la gran respuesta a las mayores interrogantes humanas? Para el poeta Nooteboom, ¿existen algunos temas que todas las excelentes poemas tiene?

[CN]: La poesía es, sin duda, extremadamente importante. También mi preocupación, según tus ejemplos, por el tiempo y por la memoria deben haber estado allí todo el tiempo, sino que se hicieron más evidentes solo cuando comencé a leer en serio a Proust. Cuando uno es joven lee diferentes tipos de poesía y, a menudo, las personas confunden emoción con grandeza o importancia, pero la emotividad genera de manera frecuente mala poesía. Uno debe recordar que la poesía es un arte.

Soy bastante ecléptico en mis gustos, y he traducido a muy diferentes poetas. Mi primer poemario fue publicado en 1956, un año después de mi primera ―y muy poética― novella. Al inicio uno es inocente. Ahora ya no podría escribir ese tipo de poemas, pero uno tiene que aprender. Y la única manera de aprender es el leer. Para resumirlo: la poesía habla de una manera muy personal sobre cosas generales. En tal sentido, el poeta es un hombre común.

 

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[MP]:Comenzaste tu obra literaria como autor de ficción narrativa, de ensayos y de libros de viaje. Si bien pudiste escribir poesía en ese mismo tiempo, recién publicaste tu primer poemario después de tus primeros libros publicados en otros géneros. ¿Esa diferencia es sólo por casualidad o fue algo intencional? ¿Crees que existe una diferencia substancial entre empezar a publicar poesía muy joven o hacerlo ya con ciertas experiencias acumuladas en la vida?

[CN]: Me veo a mí mismo como una institución con tres, o incluso cuatro departamentos; ensayos en arte, piezas de viaje y libros: poesía y ficción. Todos están influenciados mutuamente. He escrito secciones de poemas que se ubican en Bogotá, Ítaca, Lanzartote, pero también poemas sobre Borges o Juarróz o, incluso, Píndaro. Acabo de publicar un libro de viaje sobre El Bosco para los diferentes museos donde están sus pinturas.

En una de mis novelas, dos chicas brasileñas viajan a Australia, no podría nunca haber escrito ese libro (El paraíso perdido) si no hubiera viajado a ambos países. Por otro lado, my libro El canto de ser y apariencia, sucede en parte en Bulgaria, un país que nunca he visitado. Así que, en realidad, no siempre existe ese requerimiento.

 

 

[MP]:Desde 1951 realizas viajes alrededor del mundo. A partir de ellos has escrito y publicado numerosos libros de viaje a Túnez, Bolivia, Bahía, Berlín, etc. Hay casos de poetas magníficos que nunca viajaron fuera de su ciudad natal, y también el caso de grandes poetas viajeros. En tu opinión, ¿Qué aportan los viajes, el conocer otras realidades al trabajo poético? ¿Es más importante el mundo interior del poeta o las experiencias a las que este pueda acceder conociendo el mundo?

[CN]: No siempre es intencional. Algunas veces las cosas suceden así. Y sí, hay una diferencia; salvo excepciones como Rimbaud, un poeta aprende viviendo, escribiendo y, sobre todo, leyendo la poesía de otros. Hay muchos tipos distintos de poesía, la diferencia entre Huidobro, Vallejo, Wallace Stevens y Machado es enorme. Un verdadero estilo debe desarrollarse lentamente. La respuesta es la autenticidad. No existen leyes. Puedes no haber salido de tu ciudad, como Kant, y ser un gran filósofo. Lo mismo ocurre en la poesía.

 

 

[MP]:En una entrevista comentaste que no tienes recuerdos de tu niñez, que la guerra los borró de alguna manera, quizá como un mecanismo de autoprotección. ¿De alguna manera intentas construir tu pasado, exorcizarlo o recordarlo, a través de tu literatura, y en concreto, de tu poesía? ¿Quizá es la escritura el único medio para sobreponerte al desarraigo en el que has vivido, la vida nómade constante?

[CN]: No soy mi propio psicólogo. La Guerra produce cosas extrañas en las personas. Yo simplemente tengo que enfrentar el hecho que no tengo recuerdos de mi niñez, la que podría haber sido, como en el caso de Proust y Nabokov, un tesoro. Pero tengo que vivir con ello.

 

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[MP]: Desde tus inicios en la literatura te mantuviste alejado de los grupos literarios de tu país, siguiendo un camino en solitario, lo que te llevó a estar por decir de una manera “al margen” de las tendencias de la literatura holandesa, a la cual sin embargo, perteneces. ¿Cómo ha influido esa independencia, esa soledad intencional, en la creación de tu obra literaria? ¿Es la soledad la mejor compañera y musa del escritor?

[CN]: Existe una hermosa expresión en francés: cavalier seul. Cuando estaba en esos colegios religiosos, los otros chicos venían de familias católicas tradicionales. Sin embargo, mis padres estaban divorciados y mi padre murió cuando yo tenía once años; entonces, estoy acostumbrado a arreglármelas por mí mismo. Cuando fui expulsado del último colegio, trabajé en un banco para ganarme la vida. Y tan pronto como pude comencé a viajar alrededor de Eruopa hacienda autostop. Así es como aprendí idiomas. No fui a la Universidad, mis ojos fueron mis profesores. No me arrepiento de ello.

 

 

[MP]: A la par de escribir, traduces poesía de importantes autores de la tradición poética española, catalana, francesa y alemana, por ejemplo, para la revista Avenue. ¿Es cierto que todo traductor es traidor? ¿Es necesario que el traductor de poesía sea poeta para intentar conseguir una mejor versión de algo tan complejo como la poesía en otro idioma?

[CN]: No, no suscribo la noción de que los traductores son traidores. Hay muchos poetas que he leído en traducción. Si has leído mi poesía, es solo porque alguien se ha tomado la molestia de traducirla. He intentado revisar las traducciones, las cuales por cierto me ayudan a entender mejor otros idiomas. Antes de ir a Perú debo ir a París, en donde un poemario mío acaba de publicarse. Algunas veces un poema pierde algo en su traducción. Yo, por ejemplo, prefiero leer a Rilke en su propio alemán pero, si no puedo leerlo en su propio idioma, tendría que hacerlo en francés, una melodía distinta. Y viceversa, si Rilke es traducido por Paul Valéry quizá la melodía varía, pero la esencia está ahí.

 

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Bernice Notenboom, Nasja Berg, Cees Nooteboom y Ank Szlapka,

 

[MP]: Cees, ¿estás familiarizado con la tradición poética peruana? ¿Quizá algún poeta peruano que hayas leído, o algún poemario, que te parezca notable?

[CN]: Sólo a partir de la lista del festival, he visto que el Perú tiene un ejército de poetas. Es imposible conocer a todos ellos, tanto como es imposible que ellos hayan leído a los poetas holandeses. Hay poetas en todas partes, es una función necesaria, aunque sólo lo sea para las personas quienes pasan su vida haciendo ello [escribiendo poesía].

No obstante, al final la verdadera grandeza llegará a través de. Vallejo vivió en la miseria en París, pero ahora todos conocemos su poesía. El diario El País del Uruguay tiene un suplemento semanas que recibo solo porque algunas veces he publicado un artículo allí. Y, de Nuevo, todas las semanas hay un nuevo poeta uruguayo.

 

 

[MP]: Tendremos su visita en Lima en el mes siguiente, para participar en el Tercer Festival Internacional de Poesía de nuestra ciudad capital. En ese sentido, ¿cuáles son sus expectativas con respecto a este festival? ¿Alguna vez has estado en Lima-Perú?

[CN]: Mi expectativa es el escuchar poesía que no he oído antes, experimentar la poeía en sus muchas manifestaciones. Ello es un estilo de vida. En cuanto a ir al Perú, hace muchos muchos años visité Lima. Hay una imagen en mi mente, e intentaré volver a encontrarla. Tiene que ver con la cathedral, un cadaver en el ataúd de un santo. Hace dos años viajé a través del desierto de Atacama. Y si no tuviera que ir a Colombia después del evento, pues Holanda es el país invitado en la Feria Internacional del Libro, hubiera regresado allí. Amo los desiertos, siempre me han inspirado de muchas maneras.

 

 

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(interview in English version)

 

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By: Mario Pera

 

 

«One has to remember that poetry is a craft».

An interview with Cees Nooteboom

 

 

Mario Pera [MP]: Cees, your early works were administrative works linked, for example, to banks or other entities, jobs usually far of the literary interests. How do you give your link with literature, and especially with poetry? Do you think it is important for a poet, or to who aspire to be, reading texts of poetry or other literary genres other authors? Maybe it’s difficult to find a good writer without readings.

Cees Nooteboom [CN]: I have always been a reader. My education after primary school was in monastery  schools, Franciscans and , after they had sent me away, Augustinians ―there I first became acquainted with  the classics, Homer, Plato, Ovid, Xenophon, Livius, Herodotus― all that is literary education. Whether my father was a reader I do not know, I was too young when he died. But at these boarding schools I started to read whatever was available in the school library, Dutch authors that you may never have heard of, Couperus, Slauerhoff, van Eeden. Since my parents had separated, I have largely educated myself, at home there were not many books.

 

 

[MP]: Your narrative and your poetry contains as constant elements, or at least very presents, which are related to preoccupations or existential dilemmas, for example, the influence of time in humans, how situations such as the death of loved ones or loneliness affect our life or how memory can be an essential source of creativity. In that sense, is poetry the answer or the way to answer the important human questions? To the poet Nooteboom, they are some topics that all the excellent poems have?

[CN]: Poetry is certainly extremely important. Also my preoccupation with for example time and memory must have been there all along, but only started in earnest when I read Proust. When one is young one reads a different kind of poetry ―very often people confuse emotion with greatness or importance, but emotionality very often makes bad poetry. One has to remember that poetry is a craft. In my tastes I am rather eclectic; I have translated very different poets. My first book of poetry was published in 1956, one year after my first ―and very poetic― novel. In the beginning one is innocent. Now I could not write these poems any longer, but one has to learn. And the only way to learn is to read. To sum it up: poetry speaks in a very personal way about general things. In that sense the poet is an Everyman.

 

 

[MP]: You began your literary work as author of narrative fiction, essays and travel books. Maybe you wrote your poetry at this same time, but you published your first book of poetry after your narrative and travel first books published. This difference is caused only by chance or was it intentional? Do you think that there is a substantial difference between begin to publish poetry in a very young age or do it when you already accumulated certain experiences in life?

[CN]: I see myself as an institution with three, or even four departments; essays on art, travel pieces and books, poetry, fiction. They all influence one another. I have written poems set in Bogota, Ithaca, Lanzarote, but also poems about Borges or Juarroz or even Pindaros ―I have just published a travel book on Hieronymus Bosch; to the different museums where his paintings are. In one of my novels two Brazilian girls travel to Australia: I could never have written that book (Lost Paradise – El paraíso perdido) if I had not travelled in both countries. On the other hand my book El Canto de Ser y Apariencia was set partly in Bulgaria, a country I never visited. So to have been actually there is not always required.

 

Inaugurazione

El poeta recibiendo una distinción

 

[MP]: Since 1951 you do a lot of trips around the world. From them you have written and published numerous travels books for example to Tunisia, Bolivia, Bahia, Berlin, etc. There are cases of great poets who never traveled outside their hometown, and also the case of great traveler poets. In your opinion, what provides the travels or to know other realities to the poetic work? To the poetry it’s more important the inner world of the poet or the experiences he can have traveling around the world?

[CN]: There is not always intention. Sometimes things just happen like that. And yes, there is a difference; apart from exceptions like Rimbaud a poet learns by living, writing, and above all reading the poetry of others. There are many different kinds of poetry, the difference between Huidobro, Vallejo, Wallace Stevens and Machado is enormous. A true style has to develop slowly. The answer is authenticity. There are no laws. You can never leave your town, like Kant, and be a great philosopher. The same goes for poetry.

 

 

[MP]: In an interview mentioned that you do not have memories of your childhood, that maybe the war and your fear have erased somehow your memories, perhaps as a mechanism of self-protection. Would somehow you try to build your past, remember or even get exorcize your fears through your literature, and specifically, of your poetry? Perhaps writing is the only way to get over the rootlessness in which you lived, the constant nomadic life?

[CN]: I am not my own psychologist. War does strange things to people. I simple have to confront the fact that I have no early childhood memories ―which could have been, as in the case of Proust and Nabokov, a treasure house. But I have to live with that.

 

 

[MP]: From your beginnings in literature you kept away from literary groups in your country, following a path alone, what led you to be maybe “outside” of trends of Dutch literature, to which no But you belong. How has this independence influenced, or this intentional loneliness, in creating your literary work? Is loneliness the best companion and muse of the writer?

[CN]: There is a beautiful expression in French: cavalier seul. When I was in these monastery schools, the other boys came from traditional catholic families. But my parents were divorced, and my father died when I was 11, so I have been used to fend for myself. When I was kicked out from the last school I worked in a bank to earn my living. And as soon as I could I started hitchhiking around Europe. That is how I learned my languages. I did not go to University, my eyes were my professors. I do not regret this.

 

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[MP]: Along with writing, you are translator of poetry of important authors of the poetic Spanish, Catalan, French or German tradition, for example, for the magazine Avenue. It’s true that everything translator is a traitor? Is it necessary that the poetry translator be also a poet to try to get a better version of something as complex as poetry in another language?

[CN]: No, I do not subscribe to the notion that translators are traitors. There are many poets that I have read in translation. If you have read my poetry it is only because somebody has taken the trouble of translating them- I try to check the translations, which by the way helps me to understand other languages better. Before coming to Peru I have to go to Paris, where a book of my poetry has just been published. Sometimes a poem will lose something in a translation, I for example prefer to read Rilke in his own German, but if I could not read him in his language I would have to do with French, a different melody. And vice-versa: Rilke translated Paul Valéry ―maybe the melody varies, but the essence is there.

 

 

[MP]: Cees, are you familiar with the Peruvian poetic tradition? Perhaps some Peruvian poet you’ve read, or some poetry book, that it seems you remarkable?

[CN]: Only from the list of the festival I have seen that Peru has an army of poets. It is impossible to know them all, just as impossible that they could read Dutch poets. There are poets everywhere; it is a necessary function, if only for the people who spend their life doing this. But in the end true greatness will come through. Vallejo lived in misery in Paris, but now we all know his poetry. El País Uruguay has a weekly supplement that I receive because sometimes I publish an article there. And again: every week a new Uruguayan poet.

 

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[MP]: We will have your visit in Lima in the next month, to participate in the Third International Poetry Festival of our capital city. In that sense, what are your expectations regarding to this festival? Have you ever been in Lima-Peru?

[CN]: My expectation is to hear poetry I have not heard before, to experience poetry in its many manifestations. It is a way of life. As to coming to Peru, I have many many years ago visited Lima. There is one image in my mind, and I will try to find it back. It has to do with the cathedral, a corpse of a saint in a coffin. Two years ago, I travelled through the Atacama Desert. And if I do not have to go to Colombia after this – where Holland is the guest-country of the international book fair, I would have gone back there now. I love Deserts; they have all ways inspired me.

 

 

 

 

 

*(La Haya-Holanda, 1933). Escritor, ensayista, traductor, periodista e hispanista. Miembro de la Academia de las Artes de Berlín y merecedor de diversos premios como el Premio Austriaco de Literatura Europea, la Gran Cruz de la Orden del Mérito de la República Federal de Alemania, el Premio Anne Frank (1957), la Medalla Carlomagno para los medios europeos (2001) o el Premio de las Letras Holandesas (2009), entre otros. Ha publicado en poesía De doden zoeken een huis (‘Los muertos están buscando una casa’, 1956), Koude gedichten (‘Poemas fríos’, 1959), Het zwarte gedicht (‘Poema negro’, 1960), Gesloten gedichten (‘Poemas cerrados’, 1964), Gemaakte gedichten (‘Poemas realizados’, 1970), Open als een schelp – dicht als een steen (‘Abrir como una concha – apretado como una piedra’, 1978), Aas (‘As’, 1982), Vuurtijd, ijstijd, Gedichten 1955 -1983 (‘Tiempo fuego, la edad de hielo, poemas 1955 -1983’, 1984), Het gezicht van het oog (‘La cara del ojo’, 1989), Zo kon het zijn (‘Así que podría ser’, 1999), Bitterzoet, honderd gedichten van vroeger en zeventien nieuwe (‘Agridulce, un centenar de poemas de antaño y diecisiete nueva’, 2000), De slapende goden / Sueños y otras mentiras (2005) y otros.

«El que lleva las riendas en el carro de la poesía, tiene los ojos vendados». Entrevista a Jorge Boccanera

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En el marco del III Festival Internacional de Poesía de Lima, que organiza la Nido de cuervos y que se llevará a cabo en la capital peruana entre el 13 y 16 de abril próximo, Vallejo & Co. presenta un conjunto de entrevistas con algunos de los poetas participantes con la intención de conocerlos más a estos y a su obra. ¡Bienvenido III FipLima! ¡Bienvenida la poesía!

 

 

Por: Agustín Mazzini*

Crédito de la foto: Wikipedia

 

 

«El que lleva las riendas en el carro de la poesía,

tiene los ojos vendados».

Entrevista al poeta Jorge Boccanera**

 

 
Agustín Mazini [AM]: Jorge, gracias por tu tiempo y para empezar: he visto que en algunas entrevistas se repite mucho el tema de la infancia. Bahía Blanca, Ingeniero White, el puerto, el abuelo y su peluquería… ¿Qué lugar ocupó la poesía en tu infancia, y qué lugar ocupa hoy la infancia en tu poesía?

Jorge Boccanera [JB]: La infancia es, entre otras muchas cosas, una manera de mirar y una respiración repleta de preguntas. En ese sentido el puerto me familiarizó con una babel fabulosa, marcada con el signo de la aventura; no te olvides que por allí pasó Calfucurá, Saint Exupèri, Francis Drake, Darwin y entre muchos el poeta Dino Campana y el anarquista Gustav Wilckens, vindicador de la matanza en La Patagonia. El puerto era para mí una larga calle repleta de marineros de distintos países. Y la peluquería de mi abuelo una especie de posta, de esas que en tiempos antiguos llegaban los viajeros para relevar a sus cabalgaduras. Dado que yo vivía allí, más que clientes sentía a esos forasteros como visitas a la casa y cuando todos se iban y se cerraba la persiana, jugaba en los sillones giratorios que se reflejaban en el inmenso espejo adornado con estrellas de talco que le ponía el barbero. No es difícil  inferir que el puerto fue en mi infancia una usina de imágenes, enigmas, alegrías y hondos misterios. Por otro lado te repito una frase que he dicho en otras entrevistas: el que nace en un puerto, lleva para siempre el viaje puesto. Y yendo a la segunda parte de tu pregunta, podría decirse que también lleva la infancia puesta.

 

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[AM]: Y llega 1973, y con él Los espantapájaros suicidas, tu primer libro ¿Qué significó como joven poeta ver tus escritos reunidos y en papel? ¿Quién o qué te animó a publicarlo? ¿Sentiste esa necesidad de publicar de la que suelen hablar los autores?

[JB]: Paradójicamente el 73 tuvo para mí varias caras, algunas amargas como la masacre de Ezeiza y la aparición de comandos parapoliciales, otra que fueron una especie de interregno, como la primavera democrática de Cámpora. Ese año me tocó el servicio militar. Pero a la vez ese año corría un viento grande que reunía en un mismo haz anhelos, deseos, empuje, hambre de proyectar y hacer, de cambiar un entorno autoritario, de dar rienda suelta a la imaginación. Alguien dijo que el 68 francés más que «ir a», fue «juntarse con»; y eso fue para nosotros el 73: juntarnos poetas, músicos, pintores, músicos; hacer grupos de arte, debatir, sacar publicaciones, fundar cooperativas editoriales. En ese torbellino sale mi primer libro, que es siempre una carta de presentación. Yo acababa de ganar la primera mención del concurso Pablo Neruda de la revista Encuentro, dirigida por un gran trabajador de la cultura, Alberto Luis Ponzo, entre 1966 a 1977. Con ese apoyo, lo editó el sello Mensaje. Yendo a la parte última de la pregunta, te diría que la necesidad es de escribir.

 

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El poeta Jorge Boccanera

 

[AM]: Tiempo después, llega el Casa de las Américas con Contraseña, casi al mismo tiempo en que vino el golpe de Estado del ’76, en Argentina. Tuviste que irte, a pie, de Buenos Aires hasta México ¿Cómo fue la decisión de dejar todo atrás y partir?

[JB]: Fue una decisión amasada entre la inconsciencia y la consciencia, la razón y la incertidumbre; el desconcierto y el temor, el pesar por los compañeros desaparecidos y alguna intuición de lo que se venía. Él poeta Roberto Santoro me dijo que si iba a Perú, donde él tenía pensado llegar, unos poetas conocidos suyos ―sobre todo Víctor Mazzi― podían darme una mano. Al tiempo “Toto” Santoro fue secuestrado.  Yo llegué a Lima en junio del 76 y me vinculé en Chosica con Mazzi, que me presentó a la gente del grupo Primero de Mayo, poetas autodidactas todos de la sierra peruana. Él vendía libros usados en un carrito fuera de la Universidad Campesina de La Cantuta. Fuimos buenos amigos y le quedaré siempre agradecido. Pero en ese tiempo el general que gobierna Perú, Morales-Bermúdez, decreta el estado de sitio y tras un mes de permanecer allí me fui en colectivo a Guayaquil, y para hacerla corta, así, un poco a dedo y otro poco en micros de segunda, atravesé países hasta México en un lapso de casi 6 meses; el haber ganado el Premio Casa me abrió puertas para ir denunciando los crímenes de la dictadura militar. Y en el viaje fui empapándome de la realidad social y cultural de los países que atravesaba. Fue como hacer un curso acelerado en historia latinoamericana.

 

[AM]: ¿Qué le dio el exilio al poeta de Contraseña y Espantapájaros Suicidas?

[JB]: El exilio es siempre un hecho desgraciado. La palabra viene del latín exsilire, que significa algo así como «saltar al vacío», así que como dar, lo que da el exilio es esa sensación de tratar de hacer pie en un terreno cenagoso, un empezar de menos cero en terreno desconocido. Algo así como un duelo prematuro de los afectos, los paisajes y las cosas de uno y de la historia de uno. El lado menos oscuro del destierro es que en México, donde viví de fines del 76 a inicios del 84, es un país muy hospitalario y que, además del pueblo mexicanos, confluyeron en esa tierra exiliados centroamericanos y chilenos, uruguayo, que más los republicanos llegados en el ’39 formamos una gran comunidad de «transterrados» (palabra que inventó el filósofo español José Gaos, exiliado español); lo que significa vínculos, universo de ideas, intercambio, reciprocidad y, en lo que a mí me tocó, un gran aprendizaje.

 

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[AM]: ¿Cómo te sentiste al ganar, en 1979, el Premio Nacional de Poesía Joven de México, siendo extranjero y, además, un exiliado?

[JB]: Un notable periodista peruano exiliado, carnero Checa, dijo que en México un refugiado encontraba las tres «t»: trabajo, techo y tribuna. Yo encontré afectos, hogar y espacios donde expresarme. Lo del Premio nacional a un extranjero habla de la pluralidad en la cultura mexicana, que convoca a su vez otros varios galardones, esta vez rubricados con nombres de escritores extranjeros que vivieron allí como el Malcom Lowry, el Bruno Traven, el Cardoza y Aragón, entre otros. El premio fue un estímulo para seguir trabajando.

 

[AM]: En tus libros de exilio el tema principal es, por supuesto, el desarraigo, la añoranza de tu tierra; hay referencias a calles y lugares de acá: San Telmo, Plaza San Martín, etc., pero me llama la atención, como todo esto se vincula/ entrelaza con una temática amorosa: tus poemas mencionan mujeres con nombre puntual, situaciones, momentos… ¿Cuál es o fue la relación entre el amor y el exilio?

[JB]: Las obsesiones del poeta corren por la sangre y a veces se entrelazan, se refunden. Un poema tiene infinitas lecturas. Hay un poema breve de John Donne que siempre tomo como ejemplo, dice: «La muerte es muerte/ porque nos separa»; bueno, aparentemente es un texto sobre la muerte, pero a la vez es un gran poema amoroso; y es un poema sobre el tiempo, y sobre la angustia existencial y sobre la soledad. En ese sentido en mis poemas, van entrecruzándose los núcleos temáticos, las percepciones, las ideas hasta formar una cuerda en la que vibra la voz de cada uno; eso sí hay que cuidarse de que esa soga no te apriete mucho la garganta…

 

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[AM]: En tanto, después de estos siete años, surgen Polvo para morder (1986) y Sordomuda (1991). La palabra como una derrota y la poesía como imposibilidad, respectivamente. En ambos aparece la impotencia del lenguaje para el decir y el oficio del poeta. Puedo equivocarme, pero noto un giro importante en tu obra, tanto rítmico como temático: hay una simbología fuerte, imágenes y personajes que, en consecuencia, dan lugar a interpretaciones amplias  ¿Qué te llevó a ese giro (si es que sentís que lo hubo) y cómo empezó a gestarse?

[JB]: Nunca me puse a pensar en ello, como si lo que escribo pudiera desgajarse en etapas diferentes; es una tarea crítica que quizá entre en el análisis de la crítica, lo ignoro. Sí, creo que con Polvo para morder entro en una fase distinta respecto al lenguaje, y como decís en una simbología diferente, o en esa ambigüedad manejada como un planeado azar que robustece a la poesía dando lugar a esas «interpretaciones amplias». Creo en la digresión guiada. El que lleva las riendas en el carro de la poesía, tiene los ojos vendados.

 

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[AM]: A la hora de la creación, ¿en qué momento se termina el talento y empieza el oficio?

[JB]: Es una verdad de Perogrullo que para desarmar al oficio hay primero que conocerlo. Un relojero me imagino que también trabaja así; porque también hay quienes empiezan manipulando su poema como un reloj desarmado y luego le sobran piezas, y las que coloca están desencajadas. El estallido del poema se da cuando está bien conectada la respiración de sus cables a su detonador fantasmal. Ahora, se termina el talento cuando ya no hay nada qué decir.

 

[AM]: El año pasado estuviste en la FIL presentando Monólogo del necio (editado por Patria Grande en Argentina). Después de Palma Real y de Bestias en un hotel de paso ¿con qué libro se va a encontrar el lector?

[JB]: A Monólogo del necio lo veo en la cuerda de Bestias en un hotel de paso; tono sombrío, la muerte, las pérdidas; pero también tiene algo de Sordomuda en vero a la poesía como residuos de una remota posibilidad de calcar a la imaginación, como pretendía Luis Cardoza y Aragón. Si allá era la lengua muda, aquí están un ganado (en realidad, “perdido”) de vacas flacas. De todos modos el libro anda circulando en varios países y ahí cada cual lo montará a su moro ―después de todo, cada volumen tiene lomo.

 

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[AM]: ¿Estás al tanto de la poesía joven? ¿Algún autor a destacar?

[JB]: Sobra decir que nadie está al tanto de todo lo que se escribe. Luego de esa salvedad, y subrayando que uno expresa apenas un criterio a partir de una experiencia de lecturas y, en mi caso, del trabajo como editor en publicaciones, antologías y colecciones de poesía que me tocó pilotear, te cuento que algunas voces de los últimos tiempos me resultan muy interesantes, cada cual en su línea personal, como las del colombiano Felipe García Quintero, los salvadoreños Vladimir Anaya y Pablo Benitez; Itzela Sosa y Jeremías Marquínez, de México; el costarricense Mauricio Molina, los cubanos Alberto Rodríguez Tosca (fallecido recientemente) y Damaris Calderón, y de Argentina, entre otros nombres a destacar, Laura García del Castaño, Ariel Williams, Rubén Valle, Alexis Comala, Paulina Aliaga, Guillermo Bianchi, Luis Comis, Leticia Ressia y Marcelo Dughetti.

 

[AM]: Por último, te agradezco tu tiempo y te hago una última pregunta: ¿qué consejo le darías a un joven poeta?

[JB]: Que no escuche consejos de otros poetas.

 

 

 

 

 

*(Argentina, 1993). Poeta y estudiante argentino. Redactor de la revista Por qué tiemblan. Formó parte en 2013 y 2015 de la Cátedra abierta de poesía latinoamericana de la Universidad de San Martín (Argentina). Año en que su libro Los pantanos de la incertidumbre (sobre el artista y su oficio) (inédito), recibió el premio del Concurso Nacional Homenaje a Jorge Luis Borges de la Fundación ProArte, Córdoba (Argentina).

**(Bahía Blanca-Argentina, 1952). Escritor y periodista. Ha merecido, por su obra literaria, el Premio Casa de las Américas de Cuba, el Premio Internacional de Poesía Camaiore (Italia) y el Premio a la trayectoria literaria Ramón López Velarde (México). Ha publicado en poesía Polvo para morder, Sordomuda, Bestias en un hotel de paso y Palma Real; y las antologías personales Marimba, Tambor de jadeo, Servicio de insomnio y Libro del errante.

 

«Cuando no tenía qué comer escribía un poema, cuando no tenía con quién hacer el amor escribía un poema». Entrevista a Jotamario Arbeláez

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Un terrorista verbal que hace el amor. Un anarquista que eleva sus versos iniciados, según propia confesión, gracias a la influencia de César Vallejo y César Moro. Jotamario Arbeláez, quien junto a Gonzalo Arango fueran piedras quintaescenciales del Nadaísmo colombiano allá por los sesentas, estuvo en Lima para participar en el Festival Internacional de Poesía 2016. Un bardo con pluma y navaja con el que hablamos de poesía, religión, política y por supuesto, de los excesos de la alquimia y el deseo.

 

 

Por: José Carlos Picón

Crédito de la foto: el autor

 

 

«Cuando no tenía qué comer escribía un poema,

cuando no tenía con quién hacer el amor escribía un poema».

Entrevista a Jotamario Arbeláez

 

 

José Carlos Picón [JCP]: A más de 50 años de “des-fundado” —como alguna vez usted sostuvo—el Nadaísmo ¿cuánto de ese espíritu aún queda en Jotamario Arbeláez?

Jotamario Arbeláez [JA]: Nunca he sostenido que el nadaísmo fuera “des-fundado” sino desenfundado, como un revólver. Nos propusimos cambiar el mundo sin disparar un solo tiro y el mundo cambió sin permitirnos cantar victoria. Ya no es el mismo, a ciencia cierta, así la transformación haya sido para peor. Cincuenta años después, los muchachos de entonces fundamos la Fundación del Nadaísmo, para darle personería jurídica al esperpento. El Ministerio de Cultura se sumó con sus dádivas a la prosecución de nuestras prédicas negativas atemperadas, así siguieran atentando contra la misma nacionalidad. Hasta que nos cansamos de decir no ahora que todo el mundo lo dice. Ya no hago las mismas piruetas anarquistas de mi juventud pero continúo con el terrorismo verbal, ahora mejor expresado, para contarlas. Saliendo con las negras comencé mi partida de ajedrez contra el mundo a los 17, ahora tengo 75 y veo que vamos quedando en tablas. Y en esta interminable partida no he perdido ni siquiera una muela. Mantengo intactos los recuerdos desde la infancia. Y la próstata como una uva.

 

[JCP]: Además de poeta usted se desempeña como publicista. ¿Cómo se articula este ‘presente’ con la militancia en el nadaísmo —que se consideraba a sí mismo como una “antesala del fin del mundo”—, tomando en cuenta que trabajó en el diseño de campañas de los presidentes Belisario Betancur, Álvaro Gómez y Andrés Pastrana? Algunos podrían decir que hay contradicción.

[JA]: Me desempeñé, y lo hice pero solamente hasta pensionarme, porque no podía vivir de la poesía, y menos de las amigas. Casi todos mis contemporáneos revolucionarios se empeñaron en tumbar presidentes. Yo me propuse llevar la contraria conduciendo a Palacio a quienes me señalaba la Agencia. Era una orden. Por más que posara de genio no era más que un asalariado. Mientras menos me gustaran los candidatosmayor era el desafío de hacerlos llegar. Nunca gané ni recibí canonjías. Es más, una vez se posesionaban entraba en la oposición periodística. Porque además de poeta, de prosista y de publicista soy periodista. Me persiguen las p.

 

[JCP]: ¿Cómo conoce a Gonzalo Arango? ¿Qué rasgos de su personalidad recuerda y cuál es su legado en la actualidad?

[JA]: Medía un metro sesenta pero era un King Kong literario. Su mirada rajaba los espejos y a las mujeres que le oían se les precipitaba la regla. Los burgueses asistían en masa a escuchar cómo los vapuleaba, y a la salida de las conferencia se lo llevaban con sus discípulos a tomar de su whisky con el hielo de sus mujeres. Vestía la misma capa de Zaratustra y prendía sus cigarrillos con la antorcha de Eróstrato. De Kafka había heredado el hongo del sombrero y el estuche del cucarrón. Las señoras salían de sus beautyparlor con los secadores en la cabeza a verlo pasar como el Anticristo resucitado. Nos reclutó a sus seguidores a medida que íbamos perdiendo el bachillerato.Tenía que decirle que me hablara más lento para memorizar sus palabras. Que constituyen el Nadangelio que ahora estoy escribiendo. A partir de los Adangelios que el profeta dejó empezados.

 

[JCP]: ¿Cómo vivían su radicalidad, cómo asumían su vitalidad anti dogmática los nadaístas?

[JA]: Teníamos que andar dopados para superar la realidad exterminadora. Si el mundo era un veneno nos propusimos ser el antídoto. Muchos jóvenes que tenían preparada una bala, por nosotros se metieron de cabeza en la poesía. Algunos de los que iban para la guerrilla y se quedaron una noche fumándose un cacho de marihuana con nosotros y con Ionesco al otro día no siguieron y son de los pocos que salvaron su vida.

 

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[JCP]: En 1980 o 81 usted fue Premio Nacional de Poesía – Colombia (Oveja Negra-Golpe de dados) con “Mi reino por este mundo”. En él, el humor, el absurdo, la imaginación ilimitada conviven con la cotidianeidad, la indignación política, la espiritualidad, las preguntas por Dios y  la muerte. ¿Cuáles son las constantes en la poesía de Arbeláez?

[JA]: Cuando no tenía qué comer escribía un poema. Cuando no tenía con quién hacer el amor escribía un poema. Cuando no tenía dónde dormir escribía un poema. Cuando sentía que me estaba muriendo escribía un poema. Todos estos poemas los mandé a ese concurso y me lo gané. Y como me quedó gustando, la constante de mi poesía se convirtió en concursar. Así gané luego el premio de Colcultura. Luego el del Instituto Distrital. Luego el Chino Valera Mora de la Fundación Rómulo Gallegos de Venezuela. Y acabo de recibir el López Velarde de la Universidad de Zacatecas por toda una obra producto de mis carencias. No hay deuda que no pague la poesía. Y me he sentido bien pagado, vale decir.

 

[JCP]: Si le dan a elegir: ¿beats o surrealistas?

[JA]: Ginsberg leyendo La Unión libre en la Place Blanche. Breton leyendo Aullido en City LightsBooks. Y aplaudiendo con guantes de box Ferlinghetti y Éluard, mientras Kerouac y Leiris vomitan en el orinal de Duchamp.

 

[JCP]: ¿Cree en Dios? ¿Asume algún tipo de espiritualidad?

[JA]: No creo en Dios, pero creo en Jesucristo su único hijo. Seguimos sin creer en el Credo, ahora que creemos en todo.

 

[JCP]: ¿Tiene alguna predilección por ideología política?

[JA]: La acracia. El anarquismo, el nihilismo, la iconoclastia, el comunismo salvaje, el capitalismo descapitalizado, la teología de la liberación, el comportamiento de los antiguos goliardos, todo ello moderado por las buenas maneras adquiridas en nuestros viajes y en honor del obsceno hombre doméstico en que algunos nos convertimos. En todo caso, no votamos.

 

[JCP]: ¿Qué significó para los poetas de su generación la figura de, por ejemplo, José Asunción Silva, Porfirio Barba Jacob? ¿Fueron usted y sus coetáneos parricidas?

[JA]: Silva nos endulzó el paladar poético con sus Gotas amargas, y nos ofreció la esperanza de tener un amable refugio con la Casa de Poesía Silva, que regentó por muchos años la poeta también suicida María Mercedes Carranza. Lamentablemente la sucedió un perfecto idiota, que ha generado el repudio de la gran mayoría de los poetas nacionales expreso en un manifiesto. A sabiendas de ello tanto el Ministerio de Cultura, como el Instituto Distrital, se empeñan en mantenerlo en el puesto, en memoria de su papá, un intelectual prestigioso que fue ministro. Hasta en eso se manifiesta la impudicia oficial. El funcionario devengando y los poetas “mamando”. Con Porfirio siempre tuvimos respeto por su itinerario de vicios, errancias y transgresiones, que le dieron a su obra un soporte monumental. El parricidio lo perpetramos con los poetas de Piedra y cielo, que no eran unos padres sino unas madres.

 

[JCP]: ¿Y la “convivencia” con poetas de distinto lenguaje y actitud como Giovanni Quessep, Álvaro Mutis o Juan Manuel Roca?

[JA]: A Giovanni lo respeto por su trayectoria y la calidad de su obra aunque no tiene nada que ver con la nuestra. A Álvaro Mutis, quien retrata de la materia lo deleznable y del mundo lo coco a través de la visión de un aventurero con aire rocambolesco, lo consideramos un antecedente supremo. Con Juan Manuel Roca, luego de un pugilato de largos años entramos en una entente que puede ser ejemplo para tantas rivalidades intelectuales que desembocan en el odio y la zancadilla.

 

[JCP]: ¿Fue la bohemia impenitente de sus años mozos, el consumo de drogas en plena época de liberación sexual y experimentación psicotrópica, determinante para la experimentación poética, para su trabajo con la palabra? ¿O qué papel cumplieron estas experiencias?

[JA]: Todo lo que uno hace castigando cuerpo y espíritu, desde emborracharse, drogarse, darse contra el mundo y enamorarse, se paga con la experiencia manifiesta sobre las teclas. Hay que ver más allá del mundo para poder hablarle al mundo del más allá. Qué sería de mí sin mis defectos, decía Gonzalo. Ya no frecuento las drogas. Fumé marihuana hasta que me supo a cacho. Pero mantengo el gusto por el alcohol, única bebida que no considero impotable.

 

[JCP]: ¿Qué poetas peruanos —de todos los tiempos— le parecen interesantes?

[JA]: Para empezar, los que me metieron en el problema: César Vallejo y César Moro. Los que viven en mi admiración y sin conocerlos han empujado mi barca, Manuel Scorza, Javier Heraud, Watanabe, Sologuren, Salazar Bondy, Romualdo, Eguren, Carlos Germán Belli, Eielson, Mirko Lauer. Y los que constituyen la tierra prometida de la amistad entrañable y a la vez el deslumbramiento por su persistente trabajo: Blanca Varela, Antonio Cisneros, Arturo Corcuera, Rodolfo Hinostroza, Ricardo Silva Santisteban, Marcos Martos, Eduardo Chirinos, Miguel Ángel Zapata, Alberto Benavides, Luis La Hoz, Enrique Sánchez-Hernani, Renato Bacigalupo. Mientras más larga es la lista de la memoria, más vergonzoso será el olvido de algún amigo, que espero sabrá disculparme.

 

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[JCP]: ¿Y conoce el trabajo de los jóvenes poetas peruanos?

[JA]: De los muy jóvenes, lamentablemente no. Joven para mí era la poeta nadaísta peruana nacida en Chile Raquel Jodorowsky, que murió de casi 85 hace 5, el día que los amigos le rendían un homenaje al que no pudo asistir por razones obvias. Nunca olvido la dirección a la que desde el 62 le enviaba mis cartas apasionadas: Almirante Guisse 23-67, Lince, Lima, Perú. Por aquí debajo de mi colchón, que es mi caja fuerte, mantengo sus obras inéditas, por si algún día un editor se les mide. Puede ser peruano o chileno. O de cualquier otra parte.

 

[JCP]: ¿Qué le diría a un joven poeta que inicia a escribir sus versos en el 2016?

[JA]: Piénsalo bien muchacho, piénsalo bien. (Cantado en ritmo de tango) Pensalo bien, antes de dar ese paso, que tal vez mañana acaso, no puedas retroceder.

 

[JCP]: ¿Qué lugar ocupa un hecho como el Bogotazo en la memoria de los colombianos? ¿Cuál considera que es el papel de la memoria en la ciudadanía y qué rol juegan la poesía y la escritura en ese sentido?

[JA]: Escribía Gonzalo Arango que, de no haber sido asesinado Gaitán, él no habría fundado el nadaísmo, que tal vez se hubiera ido tras sus banderas. Nadie supo nunca quién lo mando a matar, y si lo supo no lo dijo. Peor aún, del personaje que fue linchado por la multitud y arrastrado a Palacio, Juan Roa Sierra, ahora se duda que haya sido el verdadero asesino.Según argumenta y documenta el novelista y poeta y dramaturgo Miguel Torres en su libroEl incendio de Abril.Castiga así la falta de curiosidad de sus compatriotas, o la ineficacia de su inteligencia, pues tampoco se tiene claridad acerca de los autores de los seis magnicidios siguientes.

 

[JCP]: ¿Está al tanto de la coyuntura política peruana actual? ¿Qué opinión le merece Alberto Fujimori, y que su hija, primera dama durante su gobierno, esté postulando en estas elecciones?

[JA]: Por ahí leí una frase ampulosa, que “el pueblo es superior a sus dirigentes”. Si así fuera, no elegiría los dirigentes que elige. Por cada gobernante que trasciende–con beneficio de una revisión futura–, hay centenas que salen hacia el descrédito y el repudio, cuando no directamente a la cárcel. Pero “el pueblo es soberano” –otra frase pomposa– y por eso se equivoca constantemente. En Colombia, en 1957, se tumbó a Rojas Pinilla gritándole “tirano!” en las calles. Trece años después ganó las elecciones presidenciales. La democracia estremecida se apresuró a birlarle su legítima victoria. El presidente que lo hizo es considerado el paladín de la democracia en nuestra historia y hoy figura en el ostentoso billete de cien mil pesos. Ningún político es bueno, y todos tienden a empeorar. Colombia lo que necesita es un Fujimori, decía el empresariado colombiano en vista de la postración y la corrupción nacional. Ahora muchos de esos empresarios están postrados en la cárcel por corrupción. En Colombia todos los presidentes han sido malos, con las dudosas excepciones de Bolívar y Santander.

 

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[JCP]: ¿Cómo percibe usted el estado de cosas en su país frente a la futura firma de acuerdos de paz entre el gobierno colombiano y las FARC?

[JA]: Hay que hacer la paz después de esa matazón continuada de 60 años. La paz, como el amor, no se hace sola, todos tenemos que poner lo propio. Los nadaístas ya lo estamos poniendo, y es el negociador en La Habana, Humberto De la Calle Lombana. Quién iba a pensar que un día Colombia le iba a deber la paz a un nadaísta. Lo correspondiente sería que Colombia lo llevara a la presidencia. A ver si al fin aparece un buen presidente.

 

[JCP]: ¿Cómo es un día en la vida de Jotamario en la actualidad?

[JA]: Despierto, practico un poco de magia sexual, tomo mis grageas, leo el periódico mientras pedaleo en la estática, me baño, me visto, desayuno, contesto la correspondencia, salgo de librerías, tomo un whisky en un bar ojeando las adquisiciones, saludo telefónico a los amigos, almuerzo con alguna fan o vuelvo a la casa, leo un poco de Bukowsky o de Sade o de Miller, hago el amor o en su defecto la siesta, me levanto a revisar y corregir lo que escribí anoche, voy a un bar a tomar un whisky con Beckett, Cioran o Bernhard bajo la axila, asisto a una obra de teatro del absurdo, un concierto de jazz o una película cómica. Regreso a casa y me empeño en continuar escribiendo con un dedo de whisky mis memorias en verso Las días contados hasta que cantan los gallos, tomo mis grageas, lavo mis dientes, entro en cama, me deshago en amor  y duermo como un bendito.

César Vallejo en París y en Madrid, por Marco Antonio Campos

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El presente texto fue publicado originalmente por su autor en la página web Círculo de Poesía.

 

 

Por: Marco Antonio Campos

 

 

César Vallejo en París y en Madrid

A Efraín Bartolomé

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¿PERO QUÉ VINO A HACER AQUÍ?

Lo conocí en el café de La Rotonda el último día de agosto de 1924. Había llegado un año antes, en julio, tomado de una mano de la Señora Miseria y de la otra de la Santa Enfermedad. Esa noche tenía algo de fiebre. Me impresionó su figura magra, su rostro anguloso, su perfil fuerte y una voz como de metales rompiéndose.

Vallejo vivía aquí y allá en hoteles míseros. En las peores ocasiones dormía unas horas en el metro hasta que lo cerraban a la una de la mañana y tenía que deambular por las calles bajo las frías noches, y sentarse aterido aquí y allá, hasta la llegada de las primeras luces del alba. Iba a veces a buscar trabajo en las usinas. Con los escasísimos fondos que le llegaban del Perú por sus colaboraciones periódicas, con algo de la buena voluntad de amigos y de pequeños préstamos de Pablo Abril de Vivero, sobrevivía en una existencia perentoriamente humana. A través de Abril de Vivero comenzaba a tramitar en Madrid una beca para estudiantes peruanos. Pero era incapaz de tocar puertas donde sentía que podían rechazarlo. Jamás tuvo la menor habilidad ni el menor ánimo para la intriga o las posiciones acomodaticias. Empezaba a cumplirse su vaticinio limeño de que no le importaría “comer piedrecitas” con tal de ampliar su mundo.

Esa vez en el café estaban dos amigos del Perú, el músico Alfonso Silva y el joven Julio Gálvez, con quien Vallejo vino en el mismo barco a Europa. Como casi todos los latinoamericanos, se encerraban en un ghetto, donde nunca acababan de estar en la ciudad donde vivían idealizando países que iban entendiendo cada vez menos. Silva era su gran amigo, su hermano de raíz, “lo único grande” que había hallado en Europa, y de quien, a su muerte, escribiría uno de los más hondos y conmovedores poemas. Silva habitaba míseramente en el Hôtel des Écoles, en el Barrio Latino, con su compañera Alina y el matrimonio se ganaba la vida en las boîtes de nuit: ella cantando y él acompañándola. Por Silva, el poeta guatemalteco Cardoza y Aragón conoció a Vallejo. Vallejo acababa de salir de una enfermedad del estómago. Se veía triste, nervioso y fatigado. El verano de 1924 en París había sido frío, con lluvias incesantes y cambios drásticos de temperatura. “Los veranos que tanto me gustan, y vea”, decía con tristeza y mal humor, mientras alargaba la taza de café para alargar el tiempo y comía una medianoche.

Me prestó dos libros suyos, Los heraldos negros (1918) y Trilce (1922), los cuales leí esa semana con curiosidad, con ternura, con admiración. En ellos creí hallar una alianza íntima de audacia verbal y los sollozos y reclamos de un alma herida. Lejos, cerca, en sus juicios y opiniones, un Perú que desdibujaba ya el perfil,

Pero tiempo después Vallejo conoció a Juan Larrea en casa del poeta chileno Vicente Huidobro. No imaginó nunca lo importante que el poeta ultraísta español sería en su vida y más allá de su vida. En cuanto a Huidobro, éste no apreció jamás literariamente a Vallejo, y Vallejo mantuvo todo el tiempo reservas serias ante el la obra del antiguo creacionista.

Más tardó Vallejo en restablecerse que en enfermar de nueva cuenta. En octubre estaba tirado en el hospital de la Charité, sala Boyer, cama 22, a causa de una hemorragia intestinal. Todo se había unido contra él: el hambre, el mal vino, la falta de reposo, el clima horrible. A una hemorragia vino otra, y el 27 de octubre estuvo a punto de morir: quizá en su triste y sombrío paso por la Gran Ciudad de la Luz Falsa ése fue su tiempo más triste. Espiritualmente se sentía braceando en un fondo cenagoso. Llegaba a llorar a solas. “Todo en adelante será para peor. No es pesimismo, es un realismo crudo y objetivo”, nos decía mientras tomábamos un lentísimo café en el mostrador de La Coupole en una de nuestras habituales reuniones por los famosos cafés de Montparnasse. En ese lapso su cristianismo se hizo más hondo. Una tarde de otoño, años después cuando cruzábamos frente al hospital, señaló hacia el cuarto: “Allí sufrí mucho”. Para diciembre de 1924 se hallaba mejor pero seguía viviendo a “duras penas”.

A principios de 1925, en días maravillosos, alcanzaba a comer papas y arroz con morcilla en el taller de Vercingétorix 3 que le prestaba el escultor costarricense Max Jiménez. A veces se encontraba con Huidobro. Por fin en marzo de ese año le concedieron la beca española. Un problema: los meses pasaban y el anterior becario seguía cobrándola.

En junio consiguió un petit boulot, un empleíto, en Les Grands Journaux Iberoaméricains, en avenida de la Opera 11. Pero por lo regular estaba sin un franco, y peor, sin ropa. En junio y en julio volvieron “el médico, las inyecciones, las obleas, las pequeñas fiebres intermitentes, los insomnios”, mientras su organismo empezaba a deformarse con lentitud firme.

 

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2

 

¡Pero cómo volvían entonces los años infantiles! César Abraham Vallejo Mendoza, a quien de niño llamaban Abraham, tras las primeras capas del cuerpo y las primeras del alma, nunca dejó de ser el niño y el muchacho que creció en Santiago de Chuco, un pueblecito andino situado a 3 115 metros de altura.

Quizá le entristecía más no recibir correspondencia de sus hermanos (Víctor, Manuel, Néstor) que de los amigos de Trujillo y Lima. En la soledad parisiense, la imagen que le volvía más al principio era la de su madre, quien había soñado que su hijo alguna vez “sería papa, obispo o santo”. Vallejo recordaba la casa del número 96 de la calle Colón, en el barrio de Cajabamba, con su portón y su poyo, su patio empedrado y sus pilares de enredaderas. Desde ahí se veía el camposanto del pueblo, donde su padre había acompañado a tanta parentela y a tantos amigos antes de morir él mismo. Su madre, doña María de los Santos Mendoza y Gurrionero, hija del sacerdote español Joaquín de Mendoza y de la india chimú Natividad Gurrionero, a quien Vallejo representaba como la misma Dolorosa. ¡Y en París, en los días difíciles, cómo la recordaba! La miraba mirándolos jugar a él y su hermano Miguel y acercándose a acariciarlos (“pero hijos…”); la miraba a la hora de despertarlos simulando enojo y ellos riendo de su falso enojo; la miraba al escuchar a su padre a la mesa hablando de cosas del pueblo y de política; la miraba por el silencioso corral, donde él se escondía de mañana con Aguedita, con Nativa y con Miguel, mientras el cura, el ciego Santiago, tocaba puntuales las campanas de la iglesia; la miraba de reojo en el instante cuando él ponía un cirio en el altar de la iglesia de Santiago para que a ella no le pasara nada; la miraba cuando al alba y en domingo, María de los Santos Mendoza y Gurrionero dirigía sus rezos por caminantes, encarcelados, enfermos y pobres.

En los primeros años parisienses la imaginaba lejos, la imaginaba ingenua y niña, e imaginaba que de vivir no entendería que diablos hacía el undécimo y último de sus hijos en un lugar tan apartado y triste, cuando en Santiago podía tener el cuidado familiar. Y él trataba de decirle y explicarle más allá de la tierra y más allá de los años, como era ese sitio tan “grande y lejano y otra vez grande” donde ahora residía.

La de Vallejo fue una niñez libre y amorosa, en la que el padre, de una bondad sin fondo, parecía el carpintero José que tallaba durante la huida de la madera del alma de sus hijos. Allí estaban las bulliciosas hermanas, con una canasta llena de ilusiones esperando la fiesta del vecino o del pueblo. Una casa adonde llegaban caballos distantes y pájaros del sur. Al niño le gustaba correr en las calles del terruño y pasarse horas en el campanario oyendo las puntuales campanas, las historias del sacerdote ciego y los murmullos de aire que venían de las montañas. Y subía hasta el campanario el olor del maíz y entraba la dulzura del amanecer.

Pero esa infancia se borraba de la luz. Iban muriéndose todos: el cura Santiago y la joven Carlota, la tía Albina y el cuñado Lucas, el músico Méndez y la panadera Antonia, y lejos, lejos de ellos, él sentía que acababa de matar en sus propias vísceras a su madre, a su hermano Miguel y a su hermana.

 

 

3

 

Era septiembre de 1926. A diferencia del año anterior, el verano que acababa de irse había sido bochornoso. Apenas se podía respirar. Vallejo comentaba en el círculo de amigos que el calor le había quitado hasta el hambre. “Felizmente”, añadía con su característico humor negro.

Caminamos por la orilla del Sena bajo los tibios castaños en la tarde de oro deslucido. Se refería injustamente a Víctor Hugo como un “insigne retórico” y a Paul Valéry como un “epígono servil de Mallarmé”. Proust, Gide, Valéry, Giradoux, Darío y Whitman eran los autores que leía entonces.

Empezó a ponerse tiste al evocar a los antiguos limeños: las cartas eran palomas asustadas que volaban a otra parte. Recordaba a Espejo, a Quesada, a Lora, a Haya de la Torre, a Sánchez Urgesta, en el periodo parisiense, me decía, sólo había recibido unacarta en donde los amigos comentaban que lo tenían siempre presente. Aunque fueraeso sólo una cortesía o una exageración, lo conmovió mucho. De su familia apenas tenía noticias. “Cuando trato de pensar en algún amigo que arregle mis pagos en el Perú no encuentro a nadie confiable”. Y añadía con una expresión muy suya: “Son unos terribles”.

Vallejo vivía ahora con el magro salario que ganaba en Les Grands Journaux, con los esporádicos arribos de los pagos por sus crónicas en el semanario El Mundial y con la beca de 330 pesetas que le consiguió Pablo Abril de Vivero, la cual representaba simultáneamente una ayuda y una suerte de angustioso castigo: debía ir cada mes a cobrar a la capital española. Se había frustrado el proyecto de una revista (La Semaine Parisienne) que abrió una ancha puerta en la casa de la esperanza. Ahora habitaba en el número 20 de la rue Molière, primer distrito, en el cuarto piso del hotel Richelieu, dos calles atrás de la Comedia Francesa, a la vuelta de Les Grands Journaux y a pocas calles de la Ópera. Residiría allí unos dos años. Quizá fue la única época en que la pobreza dominó a la miseria.

Llegamos a los jardines del Palais Royal. ¡Qué belleza ver amarillándose o apagándose el color de los árboles en espera de la caída de de las hojas! ¡Qué belleza el leonado o el flavo de los follajes! ¡Y el zureo de las palomas!

Vallejo se encontraba muy inquieto, hablaba de un juicio que le seguían en el Perú y que pendía sobre su cuello como la espada de Damocles. Todo había sido un equívoco terrible y doloroso. El tribunal de Trujillo había ordenado reprehenderlo.

Durante el año, para colmo, había tenido lides y diferencias con su compañera habitual Henriette Maisse. Sin embargo, algo lo sostenía en vuelo como si habitara en un país hechizado. Frente a su hotel y a su habitación, en el cuarto piso del edificio del 19 de la rue Molière, moraba junto a su madre una ligera y esbelta muchacha. Desde el año anterior Vallejo se dedicaba a espiarle sus movimientos. Podía verla a menudo de ventana a ventana. A los amigos que iban a visitarlo buscaba hacerlos sus cómplices. “¡Esperen! ¡Ya está por salir! ¡Vean!”, decía con palabras salidas de su antena platónica.

Con su amigo Larrea; Vallejo editó ese año una revista de ocho páginas con el título vanguardista Favorables Paris Poema. Ya estaban por sacar el número 2.

—Ese juicio en el Perú me quita el sueño — me repetía.

Nos detuvimos en el café La Régence, en el primer distrito. El café era local predilecto.

—No sé por qué fui. Había perdido mi empleo y me moría de ganas por conocer Europa. Pero a último momento (vivía ya en Trujillo) decidí ir a las fiestas del apóstol en Santiago de Chuco. Quería despedirme de mis padres y de mis hermanos y visitar el sepulcro de mi madre. Era el verano de 1920. Las fiestas duraban del 13 julio al 2 de agosto.

El incidente ocurrió el primer domingo de agosto. En el pueblo pleiteaban dos facciones por el control político: la de Carlos Santamaría y la de Vicente Jiménez. Algunos policías ebrios se revelaron porque no les pagaba el nuevo subprefecto Ladislao Meza. En esos momentos pasaba Héctor Vásquez, Benjamín Ralero y Antonio Ciudad. Éste reclamó a los policías su comportamiento. Un policía lo mató de un tiro. Los acompañantes de Antonio Ciudad mataron a tres policías. Corrió el rumor de que el alférez de la gendarmería se ocultaba en casa de Carlos Santamaría. Éste lo negó. Amigos del muerto y una muchedumbre, acompañados por el subprefecto Meza, llegaron a casa de Santamaría. Encabezaban a la gente, entre otros, Héctor Vásquez y el mismo Vallejo.

Costó trabajo disuadir a la multitud. El subprefecto Meza se dirigió luego a la casa de Héctor Vásquez para detallar por escrito el episodio. El subprefecto, Vásquez y Vallejo salieron más tarde a hacer la ronda. Casi todo mundo, aun los mismos policías, se hallaban borrachos. Regresaron a casa de Vásquez y mientras el subprefecto y Vallejo terminaban de redactar la relación de los hechos, era incendiada la casa de Carlos Santamaría. Desde la ventana de la casa de los Vásquez el subprefecto Meza y Vallejo vieron cómo de la casa sólo quedaba la sombra.

Los Santamaría levantaron el acta ante el tribunal de de Trujillo contra Vicente Jiménez, Héctor Vásquez y tres hermanos Vallejo: Víctor, Manuel y César. El 31 de agosto un juez trujillense ordenó la detención de todos. Apresaron al guardaespaldas de Vásquez, quien habló de complot.

Los implicados huyeron, pero el 6 de noviembre Vallejo y Vásquez fueron aprehendidos en la casa de campo de Mansiche de su amigo Antenor Arrego. Ante la detención las protestas se generalizaron: de periodistas, de intelectuales, de estudiantes. Vallejo permaneció en prisión 117 días, saliendo el 26 febrero de 1921. Todo había sido absurdo, doloroso, cruel. Por eso ahora al saber que su caso luego de cinco años seguía abierto, le parecía una injusta humillación que lo hacía sentir impotente y desamparado. Él, que trato de pacificar los ánimos y sólo vio a distancia los hechos, continuaba siendo juzgado como un criminal. “¿Cómo quiere que aprecie las cosas de mi país cuando ocurren hechos como éste?” Él sabía que si en el Perú era visto como delincuente podría eso revertírsele en cualquier momento en París, en Madrid o en cualquier sitio. Era la navaja amenazando la aorta. Y yo recordaba poemas de Trilce llenos de tristeza, de dolor y desesperación.

Vallejo vio siempre su prisión en Trujillo como uno de los momentos graves en su vida. La celda era otra cárcel en la cárcel donde todo sumaba el mismo número. No hay sitio como una celda para criar los nervios y aherrojar el corazón, decía. El lecho estaba desvencijado. El guardián, un pobre viejo sin ningún alineo, chanceaba a los presos para hacer sentir su autoridad irrisoria. Cuatro veces al día preguntaba por el sueño ay la comida.

En esos días opacos las imágenes de infancia y de la madre lo perseguían dejándole caer todo el peso del infortunio.

 

 

 4

Todo 1927 soñó con Georgette. No sabía cómo aproximársele. La veía desde la ventana de su cuarto. Al fin, un día, al salir del hotel, coincidieron en la calle y la saludó: Bon jour, mademoiselle! Para su sorpresa Georgette, volviéndose a la ventana de su departamento, gritó a su madre que el sordomudo del hotel no era sordomudo. “Así que creía…”.

Empezaron a encontrarse en el café Le Carillon, de avenida de la Ópera. Vallejo traducía sus poemas al francés para ella. Levantaba castillos como sueños. Hacía proyectos. Y decía a la joven: “Como usted ha visto, tengo aún que organizar mi vida”.

Henriette Maisse se enteró y fue a reclamarle a Georgette. Se armó la trapisonda y para salir de la pelotera, de las “complicaciones mujeriles”, como decía, Vallejo se mudó un tiempo al hotel Garibaldi.

Georgette era una hija de familia, leve y hermosa, pero tiránica, nerviosa, irritable. Vallejo abandonó a Henriette, quien nunca dejó de acompañarlo en días difíciles.

Vallejo colaboraba ahora para La Razón de Buenos Aires. Las oficinas del diario argentino estaban muy cerca de su antiguo trabajo, en la misma avenida de la Ópera, en el número 26.

Subimos unos momentos a las oficinas del diario porteño, donde —decía — era “un poco secretario, portapliegos, traductor y portero”, en fin, nada más y nada menos que “un amanuense pobre”. Con el salario apenas alcanzaba a costear el cuarto del hotel. Había decidido dejar la beca española de las 330 pesetas: por el agobio de ir a Madrid cada dos o tres meses, por la existencia de los certificados de asistencia, por la indomable burocracia española capaz de enloquecer al más paciente y porque moralmente se sentía mal de quitarle la beca a un joven.

Salimos y nos encaminamos al café de La Régence. Nos sentamos en una mesa del fondo. Cuando iba solo solía sentarse allí, para reflexionar, leer los diarios, escribir, fumar…

De ningún modo quería volver a Lima. ¿Para qué? ¿Para hundirse en la bohemia y en los fumaderos de opio y ser otra vez un ínfimo maestrito de colegio? Prefería la miseria en Francia o en cualquier país europeo a estar entre la peruanidad (así la llamaba) “tan venenosa como nauseante”. Era ya una dicha en sí misma vivir fuera del Perú. “En Lima, lo digo con amplia experiencia, no pueden hallarse amigos verdaderos”. Para él Lima era sólo una provincia triste, o en el mejor de los casos una capital de tercera mano. Debía encomendarse a Dios y a la esperanza más verde para que llegaran las retribuciones del semanario El Mundial o el de la revista Variedades. Pero quizá las plegarias no las alcanzaba a oír Dios. Desde luego del gobierno peruano no podía esperarse nada. Apenas de la intelectualidad de su país apreciaba como ensayistas a José Carlos Mariátegui y a Luís Alberto Sánchez. Que lástima la precoz muerte de Abraham Valdelomar en Ayacucho, en 1919, a quien quería tanto (decía con la voz quebrada). “Hubiera sido el mejor escritor peruano. ¿Quién sino él nos abrió los caminos?”

Ya no se hacía ninguna ilusión. El optimismo dañino de esperar un día mejor que nunca llegaba había resultado más destructivo que el diario enfrentamiento con la realidad. Las puertas de la buena casa y de la buena salud se le cerraron desde su arribo. Era sólo un buen sueño tener “el pan a su hora y el agua a su hora”.

Le pregunté por la nueva poesía latinoamericana y me contestó que había leído cosas de tres jóvenes: del argentino Borges, del chileno Neruda y del mexicano Maples Arce. En su opinión todos escribían igual. Todos estaban en la moda vanguardista donde importaban la novedad de las palabras y no el llamado o los gritos del corazón. Había una ausencia de originalidad en la intención de lo nuevo. De Borges (a quien llamaba José Luis) le parecía insoportable su fervor bonaerense por “falso y epidérmico”. Hacía poco Neruda había estado en París de paso hacia el Extremo Oriente y se habían reunido en el café de La Rotonde, acompañados por el crítico Xavier Abril, hermano de Pablo, y de un amigo chileno de Neruda. Le pareció un joven delgado lento y silencioso. Larrea y él habían publicado en Favorables Paris Poema un fragmento de Tentativa del hombre infinito, por recomendación de Huidobro. Era lo que conocía de él. No, no había leído niCrepusculario ni los Veinte poemas. El poeta de América para él, el poeta que lo hacía llorar, se llamaba Rubén Darío. Salimos de nuevo hacia la avenida de la Ópera. Deambulamos un poco a orillas de Sena y entramos al Barrio Latino.

 

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5

 

Era ya 1928. Vallejo había solicitado, con base en la beca española, su pasaje de vuelta a Lima para convertirlo en francos y sobrevivir un tiempo en París. Pero el pago tardaba. Como en un treno elevaba su queja diciendo que en el Perú sólo valían intrigas y comadrerías. Para otros eran las prebendas, mientras a él le tocaba levantar “las migajas del banquete debajo de la mesa del burgués”. Para Vallejo, el gobierno y la diplomacia peruanos eran “la canalla de arriba”. Como era costumbre, los pagos de sus artículos y crónicas enviados a El Mundial y Variedades tardaban en llegar o no llegaban. El colmo: en septiembre su apoderado le mandó una cuenta donde le hacían una confiscación de 3 000 francos. “¿Hay derecho para robar a un hombre enfermo y pobre?”, preguntaba.

Vallejo había empezado a estudiar marxismo y pasó a integrarse a células obreras. Asistía a cursos y conferencias sobre la situación soviética del momento.

Al menos ese año al principio, tuvo una noticia consoladora. Gracias a los buenos oficios del abogado Carlos Godoy, el proceso contra él, por los hechos de Santiago de Chuco en 1920, prescribió y se había dictado sentencia absolutoria. “Casi ocho años de espera”, decía no creyéndolo.

Pero en mayo cayó de nuevo enfermo con problemas de estómago, de corazón y pulmones. Su cuerpo parecía más —así decía— una nómina de huesos. Apenas podía moverse.

Sufrió así tres meses, hasta que endeudándose al límite, pudo pasar una temporada de cura en Ris Orangis, en los campos del entorno de Fontainebleau. El secretario de la legación de Perú en Francia, Ortiz de Ceballos, los apoyó con nobleza. Con quieta devoción, Henriette Maisse, con quien había vuelto, afanó sus esmeros. Vallejo recobró cinco kilos y se llenó la sangre y los pulmones de viento campesino.

Pero Vallejo amaba Georgette. Cuando una vez en nuestras reuniones de La Rotonde, me permití preguntarle a Juan Larrea, su mejor amigo, por qué Vallejo prefería Georgette a Henriette cuando ésta era humana y moralmente muy superior, me contestó que Georgette era bella, de eso que se llama “buena familia”, con una correcta posición económica y sin mucha experiencia amorosa. “En suma, algo que suele apreciar el latinoamericano medio en las mujeres”. Hizo una pausa y añadió con exageración graciosa: “Pero qué mujer más terrible, señor. Es uno de los caracteres más difíciles, extenuantes y sulfúricos que ha producido la Bretaña a lo largo de su larga historia”.

Al fin le llegó a Vallejo el dinero del pasaje de vuelta que había solicitado por la beca fantasma. Para asombro de todos sus amigos el viaje no lo hizo a Perú… sino a Rusia. Nos sorprendió porque hasta entonces apenas lo habíamos oído hablar de política. Se fue a principios de octubre con un baúl abierto para meter ahí todas las ilusiones, pero a los pocos días decidió cerrar el baúl. Comprendió que en el precario Moscú de entonces, con escasez de recursos, con ausencia de vivienda, con el clima ferozmente frío, no había sitio para él.

Regresó a París y se hundió en un cuartucho de un hotelito de la rue Sainte-Anne. En noviembre pasó otra temporada con Henriette y sus amigos Córdoba y Bazán en Ris Orangis. El 12 de noviembre hubo una noticia grata para Vallejo: murió Marie Travers, la madre de Georgette, quien se aplicaba con diligencia a hacerle la vida imposible. “Qué diferencia con mi madre”, decía Vallejo.

Pero la transformación de Vallejo era sustancial. A partir de entonces fue común que en sus narraciones, en su teatro, en sus crónicas, artículos y conversaciones, hubiera un contenido o referencias marxistas. Lo social dio una apertura saludable a su vida pero nunca abandonó a Dios. “Un creador debe llevar de modo permanente su cruz al hombro”, solía decirnos en nuestras reuniones en torno al mostrador de La Rotonde, mientras empequeñecía un café y agotaba las medianoches.

Logró que en Moscú le aceptaran colaboraciones sobre América en periódicos con la promesa de un pago puntual. Lo que le parecía “formidable” de Rusia (lo decía con entusiasmo) era la organización de los soviets. “El milagroso país de Lenin”, adonde volvió, del cual escribió libros, en el que quiso creer y en el que creyó, pese a todo y contra todo, hasta el Viernes Santo de 1938.

 

 

6

 

El año 1929 fue menos terrible, pero siguió viviendo “al pie del muro”. Había aprendido si eso puede aprenderse, a cubrirse el cuerpo con la plata y el oro de no tener nada.

Estábamos en el café de La Régence. No sé por qué, al verlo fumar, asocié cuán importante había sido la avenida de la Ópera para Vallejo. Situada a media calle de rue Molière 20, donde residía en el hotel Richelieu, a lo largo de la vía estaban los edificios de dos de sus trabajos y dos de sus cafés habituales. ¡Cómo lo caminó! ¡Y cómo vivió las callejas oscuras y los hoteles pobres del primer distrito parisiense!

Veíamos caminar por la calle, a través de la vitrina, a jóvenes astrosos. Era una imagen que impresionaba a cualquiera.

—Son los parados de la crisis. Les han robado el estómago y los días de guardar— murmuró.

Salimos. Caminamos bajo la arcada de la rue de Rivoli. Veía al otro lado los árboles negros y sin hojas del jardín, de las Tullerías.

Nos despedimos.

A mediados del año cortó, ahora si en definitiva, con Henriette Maisse, y su relación con Georgette se estabilizó. Vallejo sólo debió mudarse enfrente y a la misma altura, al número 19 de la rue Molière, cuarto piso, derecha, y trasladar allí sus mínimas pertenencias. Pero a fines de junio de suscitó un conflicto y la relación estalló. Vallejo se sumergió en hondas y complejas aguas sentimentales. Por unas semanas se mudó a casa de su amigo Juan Domingo Córdoba, en el número 32 de la rue de Sainte-Anne. Pero no podía arrancársela: estaba en cada milímetro de su corazón y de su cuerpo. Estaba a la hora del pan y a la hora del sueño, a la hora de escribir y de recoger las cartas, a la hora de las reuniones en el café y como imagen en las aguas del río. Tenía que cambiar. Tenía que cambiar hasta los fundamentos. Tenía que salvarse con ella o salvarse sin ella.

En septiembre volvió con Georgette. Con dinero de la herencia de la madre de ésta, viajaron del 19 de septiembre a fines de octubre haciendo el siguiente itinerario: Berlín-Leningrado-Praga-Viena-Budapest-Trieste-Venecia-Florencia-Roma-Pisa-Génova-Niza: uno de esos viajes en que a veces se recuerda más las estaciones ferroviarias que las ciudades.

Desde entonces no hubo en la pareja una ruptura seria. Años después de muerto, conversando con Larrea, tocamos el tema de la poesía.

— ¿Se ha dado cuenta —me dijo— de que sólo hay un poema íntegro hecho para Georgette y en otros sólo menciona su nombre de paso?

 

 

7

 

Llegó al Perú su amigo Juan Larrea antes que el mismo Vallejo pensara en serio volver a su país natal. Larrea salió de Marsella el 15 de enero de 1930 para ir a Mollendo, en le sur del Perú. Vallejo, por carta, presentó a Larrea con los amigos como “el poeta más grande español joven”, pese a que el amigo no había publicado un solo libro y en ese momento ya brillaban con luz creciente Guillén, Salinas, Lorca, Cernuda, Aleixandre y Alberti. Pero como a América Latina todo llega tarde, los amigos peruanos tardarían en saber con exactitud las nuevas jerarquías españolas.

Larrea había recomendado Trilce a José Bergamín y a Gerardo Diego, quienes respaldaron en Madrid su publicación.

De repente, sin decir agua viene o agua va, Vallejo se presentó en Madrid en mayo de 1930 con Gerardo Diego, quien lo presentó a su vez con Bergamín, de quien se hizo pronto buen amigo. Con Georgette pasó un mes en Madrid y Salamanca.

En las Ediciones Plutarco se publicó Trilce con dos presentaciones: un texto de Bergamín y un poema de Diego. Fue uno de los contados momentos felices que Vallejo conoció en Europa. El libro llegó a Lima, donde pocos recordaban que era poeta.

En París, Vallejo se había abocado ese año de 1930 a la divulgación de la revista Bolívar,que su protector y amigo Pablo Abril de Vivero editaba en Madrid. Vallejo enviaba pequeñas crónicas sobre Rusia. Fueron 12 entregas: del 1º de febrero al 15 de junio. De la teoría Vallejo había pasado a la plena militancia marxista.

Desde mediados de 1929 hasta principios de 1930 Vallejo se sostuvo en la vaga idea y la vaga ilusión de irse unas semanas al Perú. Pero su situación seguía siendo menos que precaria. El tiempo había mitigado las tormentas de antaño y su recuerdo del país empezaba a tornarse dulce y melancólico. Era peruano —decía— y moriría peruano en París y en dondequiera.

¡Y cómo recordaba de la sierra los cerros retratados, los mineros trístidos y amarillos, los años estudiantiles en Trujillo, la bohemia limeña con su hueso duro! Pero ¿acaso no eran peruanos sus amigos en París: Juan Domingo Córdoba, Armando Bazán, Macedonio de la Torre y Ernesto y Carlos More? ¡Pero cómo se deprimía también al pensar que luego de siete años no había hecho nada en Europa! Ni siquiera un libro importante. Algo para la literatura, algo para el mundo, algo para la vida, algo para los otros. Llevarse diciembres, llevarse eneros.

Y otra vez los meses duros. En el verano y en el otoño estuvo enfermo. Lo vi a principios de octubre y en París hacía un frío espantoso. En el jardín de Luxemburgo, donde caminábamos por las veredas lodosas, los castaños parecían fantasmas negros. Oíamos zurear las palomas, que empezaban a escasear.

Por actividades políticas, públicas y secretas, Vallejo debió salir de Francia el 27 de diciembre de 1930. Por razones de idioma y de amistades eligió España, que vivía en el declive de la dictadura de Primo de Rivera. Era una posibilidad para viajar y una posibilidad para el cambio. Pronto se daría cuenta que en el exilio del exilio poco hay de verde y nada de luz en el jardín.

 

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8

 

Se instalaron Georgette y él en las calles de Antonio Acuña, no lejos del jardín de El Retiro. Otra vez comenzaba a vivir “al pie del muro”. Vallejo se lamentaba (se amargaba en privado) de que en España sólo servían las recomendaciones y de que las aptitudes y la honestidad eran objetos de parvo valor. “Esto ocurre en todas partes pero aquí se encumbra”, comentaba en la cervecería alemana, a unos pasos de la estatua de la Cibeles. Pero acaso su mayor enojo fue ver que Trilce no se exhibía en ningún aparador de ninguna librería. Hasta ese gozo, hasta ése, le habían quitado.

En el año y meses que Vallejo vivió en tierra española no intimó con nadie. De vez en cuando se encontraba con Rafael Alberti y con José Bergamín, que, como él, eran comunistas, y muy de vez en vez con Federico García Lorca, quien trataba de ayudarlo para que representaran sus obras teatrales. Pero Gerardo Diego residía en Santander y Juan Larrea se había trasladado del Perú a Francia.

El 14 de abril de 1931 triunfó la República Española. Su escasa credulidad en la vía pacífica para el cambio quedó demostrada no escribiendo sobre los hechos. Sólo a través de la vía violenta, argüía, como en la Rusia de octubre de 1917, podían triunfar las revoluciones. En marzo se había afiliado al Partido Comunista Español. Empezó a laborar en células, que a partir del triunfo republicano fueron menos clandestinas. A veces se le encontraba por el café de La Granja del Henar.

En mayo, en casa de Alberti, oyeron de labios de Miguel de Unamuno El hermano Juan, una pieza teatral de éste. En ese mayo recibió también la noticia del Perú de que sus colaboraciones en El Comercio ya no eran bienvenidas. No quiso darse cuenta o se dio cuenta tarde, que el contenido marxista de los artículos en un país bajo una dictadura era el camino lineal al suicidio literario. Pero en Madrid pudo sobrellevarla gracias a sus colaboraciones en periódicos como La VozLa Estampa y Ahora, y traduciendo libros de literatura francesa: Calle sin nombre y La yegua de Marcel Aymé, y Elevación de Henry Barbusse. Además la editorial Cenit publicó su novela socialEl tungsteno, y en agosto, en la Editorial Ulises, se reunió en libro un conjunto de sus crónicas Reflexiones al pie del Kremlin, que fue un éxito de venta pero del cual no pudo cobrar una peseta. Para no pagarle, los editores llegaron al límite de contratar los servicios del mejor abogado de Madrid. Otros libros suyos (crónicas, piezas teatrales) se le rechazaron en las editoriales por “violentos”.

En octubre viajó a Ucrania y por tercera vez a Rusia. En Moscú asistió al Congreso Internacional de Escritores. Todas las veces que pasó por Rusia nunca estuvo más allá de dos o tres semanas. Volvió a Madrid.

Pero Georgette apenas resistía la capital española y él no mucho. Georgette extrañaba París. Se moría por París. Vallejo comentaba que Madrid estaba bien para saludar a los amigos, divertirse, pasar un tiempo, “pero para hacer algo y vivir”, no, eso no era posible. Era una ciudad tediosa y vacía. Después de un año de vivir allí había descubierto que lo único que le gustaban eran el sol, el arroz a la valenciana, las angulas, los ascensores de las casas y la tranquilidad.

Para su fortuna se presentó en Francia una coyuntura política favorable que posibilitó el regreso. Primero viajó Georgette. Para esto se vio obligado a solicitar dos préstamos a Gerardo Diego. Georgette partió en enero de 1932.

Para pagar sus deudas en Francia tuvieron que vender el departamento de la rue Molière 19. Georgette se hallaba en París sumamente exasperada y Vallejo desde Madrid pedía a los amigos (a Larrea y a Córdoba) que la visitaran para que no cometiera una locura.

Creo que por ese entonces Armando Bazán, en una de nuestras reuniones en el café de La Rotonde me hizo notar una tarde lluviosa y helada de febrero que Vallejo tenía tres rasgos característicos: un sentido purísimo de la amistad, una incorruptible inocencia y una incapacidad absoluta para sortear las contingencias económicas. Como si tuviese necesidad del sufrimiento por considerarlo inherente a él y a su raza. La melancolía de Vallejo hacía mucho tiempo se había convertido en dolor trágico.

Vendrían años oscuros.

 

 

9

 

A fines de 1933 se mudó la pareja a un departamentucho del boulevard Garibaldi, donde Vallejo escribió una farsa, Colacho hermanos, y algunas agudas reflexiones: El arte y la revolución y Contra el secreto profesional. Vallejo creía que el teatro podría ayudarle a ganar un poco de dinero; pronto se dio cuenta de que no sólo no podía representar sus obras, sino ni siquiera publicarlas.

Se le veía cada vez menos. Escribía menos. Para qué, decía, si no hay editores. ¿Para quién escribe uno? Contra todo, y luego de 10 años, tenía ya armado un libro de poemas al que puso el título Nómina de huesos. Lo había ofrecido a España, pero por una equivocación del correo no se enteró de la respuesta positiva, lo que acabó de hundirlo anímicamente. Georgette y él querían tener un hijo, pero habiendo sufrido ella aborto tras aborto, terminarían sólo viendo con amarga tristumbre la fecundación de la primavera. El 11 de octubre de 1934 la difícil pareja se casó en la alcaldía del XV distrito. Fueron testigos el pintor español Ismael González de la Serna y Suzanne Putois su mujer.

Ya domiciliados en Maine Hôtel, en la avenida de Maine 64, a unos pasos de la estación Montparnasse estalló en julio de 1936 la Guerra Civil española. Todas las reprobaciones antiguas al país del que tenía la mitad del linaje estaban también teñidas de un amor sin fondo. No sólo eso: la derrota de la República, lo entendió, significaba también el aniquilamiento de las causas progresistas y el avance del fascismo alemán e italiano.

Pasó a ayudar a la conformación de los Comités de Defensa de la Revolución y empezó a redactar artículos en defensa de la República. Conmovió los cimientos de la casa de su alma la noticia del asesinato de Federico García Lorca. Pero la causa española lo hizo tomar un segundo, un tercer, un cuarto aire agresivo. Estaba hecho un fuego. Iba de un lado a otro y sólo tenía el mapa de España en la cabeza. Creía que ahí se estaba dando la última revolución pura. Ambos España y él, estaban siendo crucificados.

A fines de 1936 viajó a Barcelona y a Madrid. Quería luchar, ser uno más de los voluntarios internacionales, pero se daba cuenta que a sus 44 años, enfermo y frágil, las lides y batallas eran otras.

¡Porque en España matan, otros matan

al niño, a un juguete que se para,

a la madre Rosenda esplendorosa,

al viejo Adán que hablaba en voz alta con su caballo,

y al perro que dormía en la escalera.

Matan al libro, tiran a sus verbos auxiliares,

a su indefensa página primera!

 

Pocas cosas le conmovieron tanto como la llegada a la península de los voluntarios internacionales. Salvar a España era salvar al mundo. Salvar a España era salvar a una de las mitades de su yo que venía desde sus abuelos tristes. El hijo peruano tratando de salvar a la madre patria:

¡Voluntarios,

por la vida, por los buenos, matad

a la muerte, matad a los malos!

Hacedlo por la libertad de todos…

 

No descansaba un minuto. ¿Cuántas veces no lo vimos por horas en la estación Montparnasse esperando noticias del frente de guerra? España era acuchillada por sus hijos. “Varios días el mundo, camaradas, el mundo está español hasta la muerte”.

Igualmente que con España, Vallejo se había reconciliado en el alma y en el corazón con su patria. La imagen de deterioro y los recuerdos acerbos se habían serenado y dulcificado. Si étnicamente hubiera podido definirse Vallejo habría respondido que era un indoamericano. Yo diría mejor: un indoperuano. A América Latina sólo la conoció a través de los latinoamericanos en París. Abnegadamente, construyó un Perú diminuto en el perímetro del primer distrito y en el perímetro de Montparnasse, entre cafés antiguos, bares desleídos, cuartos de hotel como hoyos negros, boîtes de nuit para pasar las sombras…

A fines de 1936 se gestionaba su ida al Perú, pero topó con enormes murallas ideológicas. Los meses corrían y al fin, por junio de 1937, se le puso en un dilema extremo: se le daría todo lo que deseara siempre y cuando apoyara al gobierno o se quedaba con sus ideas. Fue doloroso para él. “No sirvo para andar como lobo entre los lobos”, dijo a Larrea. Jamás, ni siquiera como cadáver, volvería al Perú.

Poco después, en julio, en Valencia y Madrid, se realizó el Segundo Congreso Internacional de Escritores, pero el egoísmo y la irresponsabilidad de numerosos camaradas lo desencantaron y le bajaron los ánimos.

Volvió a encontrarse con Neruda y viajó con Huidobro. Según contarían su amigo Larrea, Vallejo debió encargarse de dirigir el boletín hispanoamericano Nuestra España por tres razones: vivía en París, pertenecía al Partido Comunista Español y, además, necesitaba el dinero, pero las intrigas de Neruda (opinión también de Georgette) lo impidieron.

Y Neruda lo dirigió. La relación entre Vallejo y Neruda se quebró desde entonces. Enfática, enconadamente Larrea subrayaba que Vallejo se congratulaba de no ver a Neruda ni a Delia, su mujer argentina. A su vez Neruda acusó siempre de divulgar falsedades sobre su relación con Vallejo a Georgette, quien le parecía una francesa tiránica y presumida, hija de concierge, al crítico Xabier Abril y, sobre todo, a Juan Larrea, a quien llamaba Tarrea, y a quien desdeñaba como un huidobrista español y un autor de “prologuillos”.

Y ocurrió un hecho inusitado: en ese momento, como una llamarada que incendiaba todo, Vallejo empezó a escribir poesía. Y los poemas salían a decenas. Pero la muerte, en otra guerra pero callada y sorda, le ponía un cerco. Las cosas marchaban peor para él y para la República. En marzo de 1938, luego de una rara comilona, cayó en estado comatoso.

 

 

10

 

Vallejo dobló bíblicamente las manos el Viernes Santo de 15 de abril de 1938 en la Clínica Arago, situada en el boulevard Arago número 95, en el XIV distrito, a unos 150 metros de la plaza Denfert Rocherau. Era primavera y los árboles empezaban a verdecer.

Vallejo fue trasladado a esta pequeña clínica de cuatro pisos desde su cuarto del Hôtel de Maine gracias al apoyo de la legación del Perú. Todo el tiempo Vallejo permaneció silencioso, a excepción, nos contó luego Larrea en nuestras reuniones del café de La Rotonde de unas palabras que dictó a su esposa el 29 de marzo: “Cualquiera que se la causa que tenga que defender ante Dios después de la muerte, tengo un defensor: Dios”.

Los médicos ignoraron siempre cuál fue la enfermedad. Uno de ellos el doctor Léjar, diagnosticó que, seguramente por los síntomas, se trataba de paludismo retardado. Gonzalo More, gran amigo de Vallejo, ironizaba diciendo que para “un europeo, decir Perú es decir trópico, selvas, mosquitos enfermedades desconocidas” sin imaginar que el poeta nació y creció “en plena sierra, donde la únicas enfermedades que existen son la pulmonía y el tifus”.

Pero en lo que los médicos franceses lograron un nivel de excelencia fue en acelerar la muerte de Vallejo. Después de las “limpias” que ordenó Georgette Phillipart para su marido y de sus extrañas consultas a astrólogos y brujos, los médicos, en un arranque de inspiración negativa, un día antes del deceso, hicieron a Vallejo una punción lumbar tratando de extraer líquido cefalorraquídeo. Los dolores hacían a Vallejo proferir alaridos desesperados. La punción resultó fallida.

Vallejo entró en agonía ese mismo jueves 14. En el delirio nombraba a España y recordaba su cuarto del hotel Richelieu de los años veinte. Hablaba de irse al Palais-Royal. Llamaba a su amigo Juan Larrea. El día 15 a las cinco de la mañana clamó por su madre. Y repetía cosas como: “Me voy a España” o “¡Allí… pronto… navajas…!”, o pronunciaba con dificultad otros sonidos y levantaba la mano izquierda.

Daban las 9:20 de una mañana luminosa. Los únicos testigos fueron Georgette Phillipart, Ángel Custodio Oyarzún y Juan Larrea. Gonzalo More llegó un poco más tarde.

Como era Viernes Santo debieron esperar hasta el martes 19 para enterrarlo. En ese lapso estuvo en otro cuarto de la clínica. Entre tanto, a iniciativa de More, le hicieron una máscara mortuoria y lo fotografiaron.

La legación de Perú corrió con todos los gastos del entierro y la Asociación de Escritores organizó la despedida en la Maison de la Culture. Sólo los diarios de izquierda anunciaron su muerte. Relacionándolo con el momento político español, Larrea nos contaba que su entierro en el cementerio de Montrouge se celebró con el aparato excepcional de un héroe de primer rango que hubiera perecido en el frente de batalla, es decir, en la muerte y por una mañana Vallejo vivió todo lo que le fue negado por 46 años. Yo pensé para mí que otros desdichados insignes no conocieron a menudo ni eso.

Al entierro asistieron, entre otros, poetas, escritores y artistas, como Tristán Tzara, Louis Aragon, Rosa Chacel, Nicolás Guillén, Bloch, Miró. En nombre de la Asociación de Escritores, Aragon pronunció el discurso fúnebre ante la tumba. Hablaron después el secretario de la embajada de España en Francia y Gonzalo More. En las reuniones Montparnassianas de La Rotonde, More nos explicó por qué tuvo que hablar: “Primero, por poner en su lugar la posición de César y hacer constar que había vivido y muerto como un revolucionario; segundo, porque el Partido Comunista Francés lo creyó necesario”.

La mañana de ese martes 19 de abril era terriblemente húmeda y fría y caía una llovizna pertinaz. “Cómo cala los huesos”, se oía decir al poeta cubano Nicolás Guillén. El colmo: a Vallejo se le enterró junto a su suegra, con quien se odiaba.

Vuelvo a pasar frente a la clínica e imagino, con el dolor y tristeza, lo que fue la punción, la agonía, la muerte, los días de espera y la apagada mañana del sepelio. Y mientras enfilo hacia la plaza Denfert Rocherau para tomar el metro oigo dentro de mí:

¡Jamás hombres humanos,

hubo tanto dolor en el pecho, en la solapa, en la cartera,

en el vaso, en la carnicería, en la aritmética!

Jamás tanto cariño doloroso,

jamás tan cerca arremetió lo lejos,

jamás el fuego nunca

jugó mejor su rol de frío muerto.

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11

Entro al cementerio de Montparnasse donde yace el poeta. Vuelvo como otras veces. Pese a la clara tarde el frío de noviembre casi paraliza. Los prados del panteón están cubiertos de rocío helado. Como otras veces, miro flores sobre la tumba. En la lápida hay una inscripción: CÉSAR VALLEJO, QUIEN QUISO REPOSAR EN ESTE CEMENTERIO. Y más abajo, un mensaje póstumo de la viuda: J’ AI TANT NEIGÉ POUR QUE TU DORMES, “He nevado tanto para que duermas”. Superpuesta en la lápida hay una placa con un verso que generaciones de hombres han repetido: YO NACÍ UN DÍA QUE DIOS ESTUVO ENFERMO. Vallejo yace ahora acompañado de su “muerte querida” y duerme “mano a mano con su sombra”.

Miro la tumba de Vallejo y me nace un grave sentimiento de tristeza al imaginar una vida de dolor y de orfandad. Vallejo era serio y puro, decía Neruda. Él representaba emblemáticamente el alma mestiza latinoamericana que prefiere la marginación dolorosa a la humillación de la servidumbre.

Un sol ominoso y pálido surge en el cielo. Largas hileras de apretadas nubes, que anuncian un invierno duro y agresivo se alinean en el escaso azul. Miro los ramajes deshojados de las abietáceas entre la muchedumbre de tumbas. La tarde se ha puesto su mejor traje de colores desvaídos.

En voz baja digo el poema “Ello es el lugar donde me pongo el pantalón”, que suele colocarse al final de Poemas humanos. Es una pieza singularmente dolorosa entre tantos poemas dolorosos:

… del mismo modo, sufro con gran cuidado,

a fin de no gritar o de llorar, ya que los ojos

poseen, independientemente de uno, sus pobrezas,

quiero decir, su oficio, algo

que resbala del alma y cae al alma.

 

Vuelvo a ver la lápida y a leer las inscripciones. Me parece que yo sólo dejaría una línea: “CÉSAR VALLEJO, POETA PERUANO, QUE SUFRIÓ AQUÍ”. O sea, que sufrió en París y en el mundo. O sea, un Cristo que sufrió en París y en el mundo. Y oírlo hablar mientras me alejo:

… que no hay nadie en mi tumba

y me han confundido con mi llanto.

¿Pero qué vino a hacer aquí?

 

5 poemas de “Desde estancias habitadas” (2014), de Danny Yesid León

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Por: Danny Yesid León Moncada*

Crédito de la foto: Izq. Ed. Praxis

Der. Autor

 

 

5 poemas de Desde estancias habitadas (2014),

de Danny Yesid León

 

 

Los mercaderes del silencio

Yo puedo oír la hierba crecer

Nick Cave

 

Yo oía el crepitar del árbol,

                  ese ruido de madera quebrada

cuando el agua irrumpía con su insistencia.

 

Era la lluvia inclemente del ocaso

y no quedaban hojas impávidas

                  por la fuerza del viento.

 

Los charcos rebosan de ramas desgajadas

                  y de sapos cantores del diluvio.

 

De tarde en tarde

venían los mercaderes del silencio

                  llevando a cuestas

las palabras ensordecidas en el invierno.

 

Yo los veía desfigurados por la niebla,

dando pasos inciertos

y dejando huellas profundas en el lodo

que solo desaparecían ya entrado el verano.

 

Subían en caravana

y el temporal no cesaba en sus hombros.

 

El árbol resonaba con mayor furia

                  y se henchía a punto de herir la ausencia.

 

Cuando  los mercaderes detenían su marcha

había cierto temor en los establos:

                  los perros ladraban erizados,

las moscas interrumpían su vuelo

y algo en el corazón punzaba hasta el ahogo.

 

Era el abandono de todo murmullo,

                  la calma angustiosa de la mudez.

 

Los mercaderes

emprendían el camino nuevamente

                  y la nada , como perfume,

envolvía en el aire a los recuerdos olvidados.

 

Entonces,  ponía más leña en la hoguera,

atizaba el rescoldo

                  y la llama regaba la estancia.

 

 

 

Suspendido así en la luz de la habitación

                  yo seguía oyendo el crepitar del árbol,

las palabras del agua,

la voz que un día, por tres monedas de plata,

                  vendí a los mercaderes del silencio.

 

 

 

Pasos del carcelero

 

Yo hollaré la lumbre que dejaste,

desgastaré mis dedos tratando de revivir el fuego,

                  porque esta casa es hielo

y es agua suelta entre la roca

y vacío adentro no hay manera de abrir los ojos.

 

Yo hincaré el diente en la despensa,

probaré la sal fermentada que nutre

                  los huesos que dejaste en desuso.

 

Saldré al patio, donde dormita la ausencia,

                  y llenaré de espanto cada rincón del aire.

 

Seré como el rayo que me hirió de costado

                  cuando te fuiste muy lejos de aquí.

 

Yo rayaré las paredes,

dibujaré  palabras insanas que irrumpen

                  y te golpean a oídos sordos

y dicen del ruido que fecundas en soledad.

 

Yo mudaré tus desgastados enseres,

                  los abandonaré bajo cerrojos imposibles

hasta que las polillas y el orín los hiera,

                  los pudra como a mi corazón sin tiempo.

 

Seré en esta morada

                  el carcelero de tu imagen,

de tus recuerdos que  buscan la memoria

y llegan a mí, sin esperanza alguna,

mientras ahora los someto, los encierro

y les doy su ración de pan y vino amargo.

 

Yo apostaré el fuego imposible de revivir,

azotaré las columnas y el techo,

pondré luz donde no hay sino sombras de ti

                  y hundiré la casa en pesadas cenizas.

 

No quedará  más que el camino

                  que se alza hasta aquí,

donde no permanecen puertas abiertas,

el camino que se pierda abajo en silencio

y mis pasos que regresan hacia la nada,

hacia ese cuerpo con el que un día

                  viene a encontrarte.

 

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Monólogo frente al mar

 

La lluvia talla su rumor en las paredes,

deja vestigios de polvo en la respiración

y la memoria se inflama,

                  cesa lentamente sus recuerdos.

 

Vivimos en la morada del olvido,

                  mecidos por el vaivén de olas distantes.

 

Hasta aquí  llega el eco de la espuma

al despuntar contra las rocas del acantilado

                  y ese ruido es el que inunda la voz.

 

Por eso bajan a media tarde

los alcatraces y las gaviotas

                  hasta el tejado maltrecho

y hunden sus nidos entre las grietas.

 

Estamos acompañados en la orfandad

                  por ese batir de alas,

por su mudanza de plumas en el vuelo,

por el aire que desprenden los picos

al graznar y cuajar su hambre en las sombras.

 

No tenemos más pensamientos que el fuego

que cruje en las nubes

y refleja el azul del mar en el firmamento

                  como si fuera un espejo quebrado.

 

No sabemos de arrecifes

ni caracoles que aguardan adentro

                  el zumbido de aguas etéreas.

 

Estamos en el recinto dispuesto,

                  en el sopor que raya la amargura,

bebiendo licor  fermentado en oscuridad

o masticando abrojos y castañuelas

                  que crecieron en la herida del tiempo.

 

Nos falta el aire salobre que pulula en la costa,

la arena que teje remolinos

                  y llena la cuenca de los ojos con visiones.

 

Faltan aquellos desembarcos sin marea,

                  los encuentros con cangrejos

o cachalotes que perecieron al albor

y entregaron sus últimos despojos al silencio.

 

 

Añoramos los atardeceres encallados,

las  algas que regresan  a la playa,

los corales desprendidos

y las medusas que  aun después de viejas

levantan sus tentáculos

                  contra la piel que las embiste.

 

Pero el deseo no es suficiente,

                  la sangre mengua y los nervios decaen.

 

No basta la furia que nos caldea los huesos

                  y arremete su centelleo contra las paredes.

 

Seguimos tendidos al abrigo del encierro,

buscando una palabra certera

que forje la llave para  las  cerraduras

                  y nos permita la  huida.

 

Necesitamos hacer de nuestra boca

la clave que desarme los muros

                  y disponga el cuerpo a la intemperie.

 

Solo así sabremos de lo que perdimos,

de lo que fue arrebatado por el abandono

cuando la oquedad  irrumpía en el pecho

                  y cegaba los latidos de la carne.

 

Mientras tanto,

seguiremos aquí zurciendo espejos,

                  rehaciendo ventanas clausuradas

que lleven la  mirada al ocaso,

hasta el mar donde navegan los barcos

en que zarpamos para llegar a esta tierra

                  y encontrarnos con la muerte.

 

 

 

Mudanza

 

Nos hemos mudado de piel y de nombre,

                  pero no de casa.

 

La casa es la misma de corredores inhóspitos,

techo arqueado, paredes de terracota

                  y patio consumido en la niebla.

 

Ya no jugamos, como antaño,

a los resplandores,

                  ni a los traficantes de alegría.

 

Nos queda  la voz labrada en abandono

                  y un rostro indiferente,
                  
nos quedan los labios heridos

                  y el corazón contraído por el tedio.

Por eso nuestros silencios son implacables

                  y agotan las habitaciones,

hunden el lecho donde soñamos futuras huidas

y arrastran nuestras bocas a la sed,

                  a la ausencia de toda luz.

 

Perdura, entonces, el deseo de la niñez perdida

                  entre calendarios y relojes varados.

Aun así, algo todavía fulge en las palabras:

una punzada,  un ardor,

el fuego imposible

                  que mantiene a plomo la esperanza.

 

De ahí que recreemos ventanas

                  y puertas sin cerrojos

por donde escapamos para siempre volver.

 

De ahí que intentemos migrar

                  aunque la realidad

nos retorne con fracaso del exilio.

 

Porque es cierto, regresamos a cada momento,

                  luego de surcar áridas estepas

y dormir a la intemperie,

con los párpados hacia el cielo hecho bruma

                  y la angustia de lo desconocido.

 

Regresamos porque tememos la mudanza,

los lugares disímiles

                  y la hostilidad del desamparo.

 

Por  tanto, seguiremos en esta morada,

                  anclados como sombras en los rincones,

alimentándonos con  pan de herrumbre

o agua suspendida en la acequia del tiempo.

 

Y así envejeceremos:

                  sin irrumpir en otra geografía,

trasegando  las coordenadas  del encierro,

hasta que la lluvia deshaga las paredes

y no quede estancia de tanto polvo acumulado,

                  ni cuerpo para los sueños,

y por fin,  sin miedo alguno,

                  mudemos nuestros enseres bajo tierra.

 

 

 

Tendido en el lecho

A Francisco Trejo, por la amistad

 

Que no venga el viento de antaño,

                  con su arista incansable,

a poblar las hendiduras,

a hacerse ruido con la respiración

que tienta a oscuras

                  las paredes de la estancia.

 

Que no traspase el hielo,

aterido en las ramas de los almendros,

ni trastoque la ráfaga herida,

                  entre  hojas y cortezas,

esta honda postura en que yazgo.

 

Que todos olviden la ruta sinuosa,

a través de la maleza y los despeñaderos,

y  no regrese el rumor de pasos

                  hasta mi puerta clausurada.

 

Que el turpial y el venado de montaña

perezca al beber del aljibe en el patio,

                  cuando la niebla se asiente

y sea de las horas un transitar desmedido.

Porque  reclamo para mí el silencio,

la tranquilidad impuesta en los párpados,

esa urdimbre de sosiego

                  necesaria  para los abandonados.

 

Quiero ya la justa ración de olvido,

que nadie repare en su memoria

los recuerdos o mi cuerpo  menguado

                  por la violencia de tantos inviernos.

 

Exijo la soledad en este momento,

justo ahora que mi lecho está tendido

                  y la sangre  mana sin premura.

 

Pero me permito una palabra más,

las sílabas desgranadas en mi pecho,

                  para decir que voy como agua:

brotando de la noche,

discurriendo sin orillas y marea,

                  para caer en el último sueño.

 

Ya no veré el vuelo de la grulla

ni el trasegar  sonámbulo del jabalí,

tampoco asistiré al pregonar de la aurora,

con su tonada desleída,

                  en los juncos de la cañada.

 

Así, entre el humo y la ceguera,

                  entre rescoldo y ceniza,

me quedaré inerte, casi murmullo,

mientras mi cuerpo ahonda el silencio

y la voz en el alma recomienza.

 

 

 

 

*(Bucaramanga-Colombia, 1990). Estudió Español y Literatura. Actualmente es consejero departamental de cultura y director del Encuentro Internacional de Poesía de Bucaramanga. Preparó las antologías La voz alucinada y La oscuridad tras el relámpago (Ediciones UIS). Por su obra literaria, ha obtenido la beca Artistas Jóvenes Talentos- ICETEX, Ministerio de Educación (2015). Ha publicado los poemarios Momento del decir, Cantar de bruma y Desde estancias habitadas (2014).

 

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