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Banderas transparentes, 11 poemas de Francisco Cenamor

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Por: Francisco Cenamor*

Selección de poemas: el autor

Crédito de la foto: Facebook del autor

 

 

11 poemas de Francisco Cenamor

 

El fin de la historia

 

Ya no tiene sentido la normalidad, ha llegado el momento de los disturbios espirituales, de cortar la calle con macetas, plantar magnolios en las autopistas, arruinar el futuro sembrando esperanzas, poner comas entre sujeto y predicado, correr de espaldas palpando el presente, subir de dos en dos las escaleras, abrir de par en par las ventanas de los viejos aposentos modernos, vaciar las estanterías metálicas

 

Acudir silbando a la biblioteca, enarbolar banderas transparentes que no nos amordacen los ojos, sorprendernos abrazados al paria, al que vino de lejos, a la prostituta, matar de risa al desamor, ir a la oficina de empleo cantando a Puccini, pagar la ópera con la cartilla del paro, recitar poesía desde el patíbulo, construir con firmeza en las nubes

 

Cada noche, soñarse escondido en el jardín, ignorando elecciones generales y tarjetas de crédito

 

 

De Amando nubes (1999)

 

 

 

Aventuras de barrio

 

Amores imposibles cuando descubres a la chica que en el tren te mira a los ojos cada mañana haciendo cola en el banco con su novio. Miradas furtivas en la misa de once que acaban en una cita en el discobar. Bares con olor a frito donde se niegan penaltis. Goles marcados al sábado como si en ello nos fuese la vida. Aceras por descubrir (ínsulas extrañas do luchar contra los coches, los nuevos gigantes Sancho). Valiente muerte juvenil sobre las ruedas del fin de semana, equipo de piernas para sillas de ruedas. Mujeres con depresión que se asfixian subiendo al cuarto piso. David ecologista intentando abatir a Goliath ministerio de obras públicas. Cola del paro, Ley de extranjería, olmos y plátanos por palmeras y lianas

 

Sin salir de mi ciudad, el mundo se ha convertido en una apasionante aventura

 

 

 

Solo en Barcelona

 

Uno no se siente más yo que cuando está solo en una ciudad que no conoce, y además hay calles desabridas con hileras de dos faros que no se detienen y oloroso silencio frente a la Sagrada Familia (ese esqueleto de fantasma cuyas puntas se pierden en la noche del cielo) y el viento sopla frío y las farolas están tristes y las palmeras quedan ridículas en aquel frío y por fin La Rambla donde paseamos todos los forasteros y miramos cómo recogen las flores y las putas tan jóvenes y negras y bajamos los ojos y alguien mira y hace señas y la ciudad es hostil de repente y coges el metro en Drassanes hasta el frío hostal donde te alojas y en la habitación piensas estás solo pero es que esta vez querías estar solo

 

Por eso es mejor que ella no haya venido y hubiese mar y olor silencioso, fantasma de Sagrada Familia y ciudad que no conoces, farolas tristes y La Rambla, forasteros y putas y metro y la habitación del hostal donde estás solo porque esta vez quieres estar solo

 

 

De Ángeles sin cielo (2003)

 

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Cansancio ajeno

 

Hay cada mañana una mujer María que se sienta al borde del abismo de su cama, mira hacia abajo antes de saltar, duda sin remedio de si irá al trabajo

 

Hay cada tarde un hombre Manuel que se sienta cansado en un banco del gimnasio, mira su contorno que no cede, piensa en sacar mañana todo su dinero e irse

 

Hay también cada mañana un joven Raúl que coge sus libros para ir al instituto, mira con ojos dormidos el desorden de su mesa, encuentra el cedé que le gustaría quedarse a escuchar

 

Hay cada atardecer una abuela Cipriana que abandona con paso cansado el cementerio, mira con envidia la tumba del marido, siente que pronto se liberará de su pesado cuerpo

 

 

 

Niños y niñas

 

Estás y ya no estás: dicen que hay muchos niños que mueren de hambre cada día (estás y ya no estás) y otros niños nacen cada mañana, como las nubes que no sabes donde qué tierras mojarán Hay nubes que están en el cielo mucho tiempo y un día ya no están (como los niños que a veces ya no están). Pero el agua que dejaron las nubes pueblan cada tierra de raíces

 

(como los niños muertos)

 

 

De Asamblea de palabras (2007)

 

 

 

8,47 a. m.

El niño tira la piedra,

muere el pájaro contra el tronco del árbol.

La piedra cae al suelo partida en su frialdad.

El niño mira el pájaro un segundo,

la sangre saliendo por el pico.

Se vuelve, se va sonriendo.

El barrendero recoge

pájaro y piedra

en su carro de basura.

 

 

De la serie ‘Ríos de gente’

De Casa de aire (2009)

 

 portada-casa-de-aireCENAMOR

 

Acto primero

Un actor sale al silencio del escenario.

En una esquina, en penumbra,

el reflejo de un cuerpo apenas perceptible.

-He de ir-, dice el actor a la sombra.

En la fila tres del teatro, en la oscuridad,

una mujer aprieta la mano de su hombre.

 

 

 

Acto segundo

La actriz espera desnuda la llegada del hombre.

La espectadora de la fila ocho

mira anhelante los pasos que se acercan.

La actriz sale al encuentro.

La mujer mira a su lado el asiento vacío.

 

 

 

Acto tercero

Oscuridad. Se buscan las manos sudorosas de los actores.

Se hace la luz. Todos aplauden.

El hombre de la fila tres se levanta.

-¡Bravo!-, grita. Ulises no ha regresado.

 

 

 

Acto cuarto

Sola en la inmensidad del pequeño teatro.

La luz ha roto ya la frontera que separaba a los actores.

El héroe, vestido de calle, sale sin ver a la mujer que aguarda.

Ella presiente la soledad de su cama deshecha.

 

 

 

Acto quinto

Se han marchado todos.

Un cuchillo falso reposa en un estante

recogiendo la tenue luz que entra en el camerino.

Dos maniquíes conversan en silencio sobre

el final del último acto.

Lo permanente se instala en lo vacío de la escena,

posibilidad de ser siempre la última función.

 

 

De la serie ‘Última función’

De Casa de aire (2009)

 

 

 

Espejo

Un espejo cae a gran velocidad. Apenas tenemos tiempo de apartarnos. Desde una ventana, alguien ha visto reflejado su rostro, no se reconoce. Los mirlos, deslumbrados por algún rayo de sol atrapado por el cristal, huyen de sus ramas. Ha caído junto a un perro, disimula su miedo con un pequeño salto, se lame la cola. Miles de pequeños espejos estallan en la calle,  nos persiguen, nos recuerdan nuestras caras asustadas, nuestro miedo, nuestro asombro. Terminan de asentarse en el suelo

 

Silencio. Shock. El llanto de un niño

 

Hay miradas que comprueban los daños. Otras comprueban que estamos bien. Alguien ve salir de su pierna una breve gota de sangre. Los coches reanudan la marcha, convierten en polvo de estrellas los mil hijos que ha sembrado el espejo. Una mujer se santigua toma   un trozo de cristal, lo envuelve en un pañuelo, lo echa al bolso. Otra se abraza a un hombre, llora. Desde las ventanas, los comentarios acechan una respuesta. Más allá, sobre las azoteas, los mirlos se reponen. Uno ha vuelto tímidamente a su nido

 

Echamos a andar. En ese momento la vimos caer a ella. Ya estaba rota antes de saltar. Alguien creyó verse reflejado en sus ojos mientras caía

 

 

De la serie ‘Yo’

De Nada somos (2011)

 

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El poeta Cenamor leyendo en La noche de Blanco (2008)

 

[yonkis]

 

 

He tenido un sueño. Me sentaba a contemplar el lugar donde viven los negros, con sus lavadoras, sus televisores, su libertad. Soy un orgulloso negro americano con la sangre agujereada. La saliva comenzó a salir de mi boca empapando la ropa nueva recién sacada del contenedor. El edificio empezó a empequeñecerse, ocupé todo el espacio. Al fondo del pasillo pude ver el espejo. Traté de tocarlo. Bubbles, dijo un cuerpo a mi lado, esta mierda es grande. Soy un negro orgulloso, me llamo Martin Luther King y soy un yonki. Ahora el policía es un negro, el camello es un negro, el que hace las tablas de la Ley es un negro, el que mueve las figuras sobre el tablero es un negro. He tenido un sueño

 

 

 

[policías]

 

 

Tienes miedo. La primera vez que empuñas un arma en la soledad del barrio, la oscuridad riéndose de ti, tienes miedo. Nunca habías pensado que tu sudor oliese tan fuerte. Retrocedes un paso y algo salta a tu derecha. Te tiemblan las manos pero debes continuar. ¡Hey tú, sal de ahí!, dices. Descubres algo varonil en tu voz y crees tontamente que eso te dará fuerzas, las manos donde pueda verlas. Click, escucha, ¡bang! Es tu respuesta, asombrada observas el humo, el cristal destrozado, el tipo descompuesto que se arrodilla, se tumba en el suelo, pies y manos abiertas, él ya sabe.

No dispare agente. Esta vez

has fallado. ACAB,

lees en el muro

de enfrente

 

 

 

[soldados negros]

 

 

Yo también soy un soldado en las calles de Baltimore. Me mueve el verde. Aunque tengo buenas ideas, no salgo de este maldito agujero. Inventé la delación sin palabras, el disparo que retrocede en el tiempo, las huellas dactilares de los ojos del testigo presencial, el miedo a mi propio bando, el tráfico de drogas dulces, la inmortalidad de los peones, las lágrimas de la cucaracha que da la mano al cadáver,

el desayuno de nuggets de pollo,

los colchones vacíos

 

 

De Baltimore (inédito)

 

 
 

 
 

*(Leganés-España, 1965). Ha publicado los poemarios Amando nubes (1999), Ángeles sin cielo (2003), Asamblea de palabras (2007), Casa de aire (2009) y  Nada somos (2011). En breve aparecerá un nuevo poemario titulado Baltimore. Ha sido incluido en antologías y revistas impresas y digitales, y ha organizado numerosas actividades poéticas; así mismo, ha coordinado el Club de lectura de la Universidad Carlos III. Actualmente edita el blog literario Asamblea de palabras. Profesionalmente, se dedica a impartir clases de interpretación en centros públicos y privados; desarrollando una carrera en películas, publicidad y conocidas series de televisión.

 


7 poemas de “You’re going to miss me when you’re bored” (2014), de Justin Marks

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Por: Justin Marks*

Selección de poemas: Berta García Faet

Crédito de la foto: der. el autor

der. www.taproompoetry.blogspot.com

 

 

7 poemas de You’re going to miss me when you’re bored

(‘Me vas a extrañar cuando estés aburrida’, 2014), de Justin Marks

 

 

Me encanta estar borracho   Y de repente no me encanta

Me encanta beber   Una convocatoria

Miro a las mujeres y las mujeres

parecen asustadas   Los días de Hollywood se acabaron

y estas cenizas son todo lo que nos queda

de la cena   Un banquete   Una tienda

de chucherías en mi cerebro   La significación

histórica y personal de la penetración

Creo en esperarme

hasta el matrimonio   Un número que marcar

en el teléfono

como un pecho donde amamantarme   Mi pasado

ensortijado en ignorancia y en visiones

Vena yugular que gotea

colores interesantísimos

 

 

 

Jack Spicer en mi iPod

Una playa   Sea cual sea el lenguaje

que hace el océano   Es Año Nuevo

y las olas pasan

Es Año Nuevo   Cantan

animales mudos   Una isla   Distancia

En algún lugar la primera palabra

de un niño es útero   El surf

es duro   Una audiencia agnóstica

La salmuera en mi barba

es una astilla de significado

El oso que baila   Un mosquito

que come   La hormiga que estoy a punto

de pisar

 

 

 

Una sonrisa forzada

podría revelar, o no,

dientes   Un destino   A mí pueden convencerme

básicamente de cualquier cosa

El público tiene su propio poder

Un truco para provocar desbarajustes

como lo simboliza mi pelo   El afecto

distrae de la soledad

Cuántas veces tuvimos sexo?

La playa   La cama   El refugio

de la fauna salvaje   Derrotado

por la tristeza   Bastante perfección

Una chica que lleva una diadema va recogiendo conchitas

Intento no implicarme mucho

 

 

 

Una mano abolla el universo en el interior

oscuro del bolsillo de mis pantalones

Un poco de teatro   La estética estalla

para acelerar la verdad y

la belleza auxiliadora   Los sueños se plegaron sin fin,

los resultados están dañados y son dañados

huesos   Un accidente bucal coló

por amor   Frialdad mitigada por el sol

Linda   Muy linda   La tarea

que nunca jamás se hará   La anatomía

de una página que es principalmente

redacción   Una personalidad genuina(mente

decepcionante)   Si acaso nos conocemos en un futuro lejano

en jardines acaso más felices…

 

 MarksCover

 

Oh mi mente literal   Aguanta y aguanta

pero tiene un límite   El cielo menstruante

Esto es un vientre vacío    Los hechos que no hacen

lo que yo quiero que hagan   Es importante

ir con cuidado con el dolor   Este estilo

de la invención   El más vergonzoso

tiempo pasado   Que ya no te importe

lloriquear   Esa silueta

que siempre está desdibujándose   Esto son orillas frígidas

La enfermedad es la melodía   Sin sujeto

Sin remitente   Un yo que aguarda

más y más destrucción   Miedo

excitante   Inserte usted aquí

gente muerta

 

 

 

Agito una libreta con páginas

en blanco y digo “Todo está aquí, todo

absolutamente”   Perros muertos y propiedades

robadas   Libertinaje

abrazado   Durante 35 años no tuve

ninguna historia que contar   Sólo palabras

necesitadas de formas   Cada respiración,

una bomba   Un espacio infinito

que llenar   Ahora sé bien que la muerte

no es más que una idea   Una idea

muy real   Comprende comportamientos tanto como

estéticas   Tristeza

texturizada   Lenguaje grabado

en fibra óptica   Es decir, en luz

 

 

 

Hace calor   Me duele la espalda   Mi alma

flota   Me duermo en un lugar

y me despierto en otro   La maquinaria interna

de alguna cosa notable   Una fina mentira

Es como que estoy en el cuarto de estar de todo el mundo,

dice un hombre a mi lado en el metro

Probablemente estoy mintiendo,

dice una camiseta en un escaparate

A todas mis ex-novias sólo quiero decirles “¿no te parece raro

el hecho de que tú y yo un día follamos?” Lo que quiero decir es

lo que dicen las palabras

Caricias inapropiadas, sentimentalismo

tonto   Nubes rosas

del apocalipsis   Recluida luz   Buenas noches Buenas noches

por la noche, noche

 

 

 

 

 

*Ha publicado en poesía You’re Going to Miss Me When You’re Bored (2014) y A Million in Prizes (2009), fue elegido por Carl Phillips como ganador de Premio New Issues Poetry 2009. Es cofundador de Birds, LLC. Actualmente vive en Queens, New York.

Cuando la poesía nos pone en dificultades, por Gonzalo Ramírez

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Por: Gonzalo Ramírez*

Crédito de la foto: Izq. www.letras.s5.com

der. Ed. Liliputienses

 

 

Maurizio Medo: Cuando el destino dejó de ser una víspera.

Cuando la poesía nos pone en dificultades

 

                                                   A la memoria luminosa de Enrique Bacci, poeta, hermano

 

I

 

Dijo René Char para ayer, para hoy y para siempre: Lo que viene al mundo para no perturbar nada no merece ni consideración, ni miramientos, ni paciencia. En un sentido muy genuino y, por eso mismo, en un sentido conflictivamente contemporáneo, la poesía de Maurizio Medo (1965) es inequívocamente perturbadora. En la relación de lectura que tengo con ella, me ha interpelado: me ha movido la piso y de qué manera. Es por eso que el devenir de la palabra poética de Medo, tal y como se nos aparece en Cuando el destino dejó de ser víspera (Poesía reunida 2005-2015), merece toda la consideración, todos los miramientos, toda la paciencia: no tengo la menor duda de que aquí nos encontramos con la poesía en una de sus realizaciones mayores dentro del actual contexto hispanoamericano.

 

Igualmente, no tengo la menor duda de que Cuando el destino dejó de ser víspera es un libro clave, un libro fundamental y decisivo para quienes leemos y escribimos poesía en este lado del mundo.

 

Antes de entrar en materia, y como inicio de este ejercicio de intervención quiero reconocer la deuda explícita que tengo con Jean Bollack en estas páginas: con su portentoso libro sobre Paul Celan Poesía contra poesía y también con todo lo dicho por este auténtico maestro en diversas entrevistas., Poesía contra poesía es un libro que subvierte radicalmente nuestros modos de leer poesía. Por eso mismo, he procurado darle máxima visibilidad a la honda huella que Bollack ha dejado en mí: lo hago a conciencia y sin atenerme a criterios de autoridad. Digámoslo así: uno tiene el derecho de elegir libremente a sus amautas y Bollack es uno de los que yo he elegido.

 

 

II

 

De entrada, quiero decir que no pretendo explicar este extraordinario libro que es Cuando el destino dejó de ser víspera ni dar cuenta de su intención. Eso queda descartado, o por lo menos no es algo sustantivo como disparador del deseo que me lleva a escribir estas páginas. En serio, espero no caer en las tentaciones explicativas, aunque nunca se sabe.

 

Lo que sí quiero o pretendo es intervenir con la mayor libertad posible, y ojalá también que con el mayor rigor, este libro porque me ha movido la admiración en este devenir de lectura a través de sus páginas. Un devenir que ha estado marcado por eso que René Char llamaba una inquietud preguntona.

 

En esta dinámica de intervención, el espacio a intervenir tiene voz y voto. Creo que hay que evitar rigurosamente un tentación tan arrogante como pretenciosa de una cierta y determinada manera de ejercer la crítica cuyas practicantes y cuyos practicantes son legión.  Tal tentación voy a enunciarla así basándome en Jean Bollack: a la poesía se le hace hablar o entonces no habla. Se le hace hablar, aclaro, desde el instrumental que yo manejo, haciéndole a entrar así sea a golpes dentro de él. A mí eso me parece una auténtica monstruosidad, y lo peor es que quienes la perpetran ignoran deliberadamente lo que hacen o, mejor dicho, lo que deshacen; ejercen una tremenda violencia sobre la materia de la que hablan sin que les importe. Dos versos del poeta sintetizan admirablemente esta cuestión:

 

Poesía se está callada, lejos, en una órbita

lejana al pago de alcabalas.

 

Y son muchas las alcabalas e innumerables las alcabaleras y los alcabaleros.

 

Vuelvo al asunto de cómo me planteo esta intervención ensayística. Sigo así: una dinámica de intervención requiere una constante puesta en abismo de la propia materia crítica. Tal puesta en abismo es condición de posibilidad de esta intervención ensayística. Por eso mismo, las digresiones y los rodeos van a ser constantes a lo largo de estas páginas.

 

Una puesta en abismo que parte de una premisa: en materia de poesía nada puede darse por sentado. Quiero evitar, o intento evitar, un error que se comete con demasiada frecuencia: la pretensión de creer que sabemos qué es leer poesía. Quiero o pretendo desmarcarme de tal pretensión. Como quien aprende a leer de otra manera, lejos de quienes creen que lo saben todo y se las saben todas. Es un leer exponiéndose porque la poesía de Maurizio Medo me interpela y me conmueve.

 

Se trata de abrir otro espacio de diálogo desde la certeza lezamiana de que leyendo, somos leídos. Por allí va la inflexión, las inflexiones, de la opción de lectura que pretendo materializar en estas páginas. Una opción de lectura que, seguramente, no va a estar libre de contradicciones y errores, cosa que pasa cuando uno entra a explorar un territorio nuevo. Y territorio nuevo es la poesía de Medo.

 

 

III

 

Entrar a explorar un territorio nuevo qué implica cuando hablamos de poesía: implica muchas cosas, ciertamente, y primero que nada nos pone ante la tremenda exigencia de aprender a leer nuevamente y de otra manera. Estar dispuesto o a dispuesta a aprender a leer es un elemento de aproximación que cuenta mucho. Diría más: es un elemento de aproximación ineludible. De ello se deriva otro valioso elemento de aproximación: la gran poesía crea sus propias condiciones de lectura; creer que es uno quien puede imponérselas es una falla en la que suele caer la mentalidad académica: se trata, por supuesto, de un ejercicio bastante estéril.

 

Un territorio nuevo en poesía no se conforma de la noche a la mañana. Este libro abarca una década de trabajo poético sostenido, consistente, riguroso. No creo exagerar al decir lo siguiente: la voz de Medo se ha convertido en una referencia sólida e indiscutible dentro de Nuestra América. Por eso mismo, la aparición de Cuando el destino dejó de ser víspera es, en mi criterio, un acontecimiento que debe ser celebrado por todo lo alto.

 

No aparecen libros de tan importantes como éste todos los días: libros que nos plantean y replantean preguntas tan fundantes y decisivas sobre este oficio y vicio absurdo que es la poesía; libros que van a seguir acompañándonos en el tiempo por la potencia que llevan dentro de sí; libros que nos señalan de manera inequívoca que la poesía de este lado del mundo sigue pidiendo ser leída con la misma pasión con la que ha sido escrita.

 

Claro: hay que leer por fuera, al margen de las aduanas del conocimiento que tanto la academia como la institución literaria establecen. En tales aduanas la pasión brilla por su ausencia. Y quienes ejercen dentro de ellas tienen la vana pretensión de domesticar a la poesía. En este preciso sentido, no tengo la menor vocación de aduanero.

 

Tengo la plena certeza de que la viva y espléndida praxis poética que está llevando a cabo Maurizio Medo se desmarca radicalmente de estas aduanas del conocimiento: habla desde una intemperie que estas desconocen y en la que nunca podrán entrar. Las aduanas del conocimiento le huyen a la intemperie y, por eso mismo, pretenden que lo tienen todo claro y en orden.

 

Desde allí, desde la intemperie, Medo, como nuestras poetas y nuestros poetas más valiosos, viene dando una pelea vital y textual en función de un replanteamiento del sentido y el quehacer de la poesía de este lado del mundo en la presente hora. Un replanteamiento, aclaro, del todo tentativo; un replanteamiento movedizo y mudadizo porque, en fin de cuentas, la poesía nunca se queda quieta; es una dinámica de inestabilidad. En diversos sentidos, la poesía nos pone en un estado de transición permanente:

 

Este estado de transición permanente es una radical experiencia del no saber. Y con toda su sensibilidad, su conciencia y su memoria a cuestas, un poeta como Maurizio Medo oficia desde tal experiencia.

 

Escribe Medo:

 

Nunca sabremos si desaparece la belleza.

 

Imaginemos sólo por un instante que la belleza –no como categoría estática sino como presencia viva- desapareciera. Nunca sabremos -y esto está más allá y más acá de cualquier dimensión racionalmente discursiva- pero la posibilidad de su desaparición existe y queda insinuada en este verso. Pero, por igual y de manera tentativa, queda insinuado que puede no desaparecer. Por todo ello, este nunca sabremos se vuelve, no hallo otra forma de decirlo, muy potente en su verdad tan frágil, tan vulnerable, tan indefensa.

 

En esa zona del no saber –pienso especialmente en San Juan de la Cruz en este momento- la poesía tiene otras medidas. Es una zona donde se sondea y se bucea, con una lucidez otra, descartando pretendidas seguridades. En muchos sentidos, quienes vivieron y padecieron la experiencia mística nos siguen interpelando. Medo no es un místico pero lleva en sí ésta interpelación: en su poesía está la honda huella de las maestras y los maestros del no saber[1].

 

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Crédito: Ed. Liliputienses

 

IV

 

Desde Proemio: imagos a Dime novel, desde el punto de partida hasta el provisional punto de llegada, estamos ante un singular proceso poético: la lectura de este libro se convierte a ratos en un devenir Medo y a ratos en un devenir con y en Medo, un devenir dentro de una visión del mundo nómada, transterrada. Tal devenir se nutre tanto de una dinámica de afinidad como de una dinámica de diferencia. Espero explicar mejor esto más adelante.

 

Lo importante es que ambas dinámicas impulsan un devenir de lectura que está bajo el signo de la más franca admiración; un devenir de lectura que me ha empujado a intentar sacudirme de hábitos y rutinas adquiridas.

 

En realidad y en verdad, este libro nos pone ante una poesía sobrecogedoramente lúcida, plena de memoria histórica y cultural y, al mismo tiempo, plena de coraje en la medida de que es también una inmersión en lo oscuro; estamos ante una poesía que se despliega desde una subjetividad que ha conocido y padecido la experiencia de los límites; una poesía capaz de llevar en sí su propio pathos y que, por eso mismo, toma distancia contra los sucedáneos exhibicionistas.

 

Una cosa es que una experiencia creadora tenga una fuerte impregnación patética y otra muy diferente dejarse llevarse por el patetismo como forma de autocomplacencia. De tal forma de autocomplacencia está a salvo la poesía de Medo porque la lucidez y la pasión se convierten en los extremos constituyentes de una alianza del todo necesaria: una alianza que le confiere a esta voz su específica hondura y su impresionante poder de ahondamiento.

 

Una fuerte impregnación patética he dicho. Al mismo tiempo hay en esta poesía una no menos fuerte impregnación ética. Una ética sin condiciones, enteramente libre que no depende de premio y castigo, de sanción y recompensa.

 

Reitero: una fuerte impregnación ética y de ella se deriva un ejercicio de impugnación del sentido facilón y banal de la poesía. Se trata de una lucha sin tregua contra las diversas variantes de su trivialización. Una lucha que de pronto Medo enuncia así:

 

Ya no habrá un solo pájaro en el poema

 

No habrá candor

 

Ausencia de candor porque este es éticamente inadmisible. Es cierto que nos sigue llamando la búsqueda de un país inocente como quería Ungaretti, pero tal búsqueda descarta de entrada candideces extemporáneas y candores del todo bobos.

 

Claro: esta lucha sin tregua busca la constitución del sentido de la poesía apostando por la intensificación máxima y por la radicalidad.

 

Valga la interrupción en este momento, a propósito de esta asunto fundamental de la constitución del sentido: es posible, como dice Bonnefoy, que la poesía no sea sino un llamado. Y aquí me hago la misma pregunta del Maestro francés: ¿se trata de un llamado sin privilegio, sin porvenir? En el caso de que sea así, en el caso de que carezca de privilegio y porvenir, seguirá siendo un llamado necesario. De allí que el proceso de constitución del sentido, esa lucha sin tregua, busca prolongar y, en la medida de lo posible, multiplicar ese llamado necesario.

 

Ahora bien, lo importante es que este proceso de constitución del sentido se realiza en el poema y no se distingue de él. Aquí es necesario subrayar que Medo trabaja en función de densificar las condiciones verbales de constitución del sentido: sentido no como algo que se conoce de antemano; sentido que se intuye y se siente. Entonces, densificar las condiciones verbales de constitución del sentido implica un trabajar tanteando en lo oscuro, sin falsas seguridades.

 

Finalizando este fragmento, no puedo dejar de consignar aquí una apreciación personal: de entre mis amigas y mis amigos que practican el oficio mayor, Maurizio Medo es uno de los que me ha permitido visualizar con mayor nitidez cuánto de gracia, cuánto de condena y cuánto de fatalidad tiene la poesía

 

 

V

Cerca de Baudelaire desde mi propia perspectiva: invoco aquello de confiar en un lector, o en una lectora, a quien la poesía ponga en dificultades. Y vaya que Cuando el destino dejó de ser víspera nos pone en dificultades.

 

Uno no puede sino elogiar calurosamente este ser puesto en dificultades. En muchos sentidos, funciona como un oportunísimo y necesario antídoto: no se olvide que la atmósfera que respiramos consagra tanto el facilismo como la insignificancia. Allí, en tal atmósfera, la poesía no respira: se asfixia irremediablemente.

 

Si un libro de poesía como éste logra ponernos en dificultades, se trata entonces de una experiencia de lectura que vale la pena, que deja huella. Por eso mismo, exige un acto de recepción tan apasionado como respetuoso con su espíritu y su letra, un atender con esmero a las condiciones verbales de constitución del sentido, un oír la poderosa interpelación que aquí se proyecta.

 

Es oportuno matizar: dije poderosa interpelación pero en la misma medida en que pide ser atendida. Tengamos presente que el sujeto que la porta se expone y, por tanto, es vulnerable. Si confía en un lector o una lectora al que la poesía pone en dificultades es porque él habla desde ellas: el camino que nos pide recorrer es el mismo que el poeta ya ha recorrido. No hay engaño entonces. Por el contrario, el engaño es propio de la poesía premasticada, la que busca halagar al lector, y no hace otra cosa que irrespetarlo.

 

Ciertamente, la poesía, cuando nos pone en dificultades como en este caso, se convierte en un camino hacia sí misma; un camino que por momentos pareciera borrarse; un camino por el que hay que ir paso a paso; un camino que vale la pena hacer.

 

Este estar dispuesto a que la poesía de Maurizio Medo me ponga en dificultades ha sido mi apertura de base para ir elaborando esta intervención ensayística. Cuando digo estar dispuesto digo capacidad para exponerse.

 

Que la poesía nos ponga en dificultades: he aquí un punto de partida que considero óptimo. Porque, la verdad –y aquí, como en tantas cosas, sigo a Jean Bollack- nunca estamos preparados realmente para leer a un gran poeta como Medo. Y esto es, en mi criterio, un factor que aviva la pasión lectora.

 

Lo que me pone en dificultades como lector de Maurizio Medo se me aparece como una fuerza y una energía indomesticables e inclasificables que actúan para vivificar el oficio mayor. Si no me pusiera en dificultades, no estaría escribiendo este ensayo. È vero Lezama: sólo lo difícil es real y verdaderamente estimulante; sólo lo que nos pone en dificultades modifica favorablemente nuestra propia experiencia de la lengua, esto es, nuestra propia experiencia del mundo.

 

En muchos sentidos, la poesía, cuando es digna del nombre de tal, implica un proceso de lectura con otra lógica de sentido: uno aprende a leer de otra manera. Se trata de un arte de leer despacio. Un libro como Cuando el destino dejo de ser víspera no puede sino leerse detenidamente, y se queda aguardando la relectura. Yo estoy seguro que volveré, una y otra vez, a estas páginas que me conmueven y me estremecen.

 

A propósito de este ponernos en dificultades, y como para ampliar su onda de irradiación quiero retomar algo que dice con lucidez Basilia Papatamastíu a propósito de la poesía del inmenso poeta cubano Ángel Escobar: hay poesía que parece intransmisible e inabordable en su diferencia, y qué bueno que sea así. La verdad es que nunca estamos preparados del todo para recibir lo que es diferente: hace falta tiempo, un tiempo que es inmedible.

 

No olvidemos que quien dice diferencia dice conflicto, la diferencia es absolutamente antagónica con todo lo que pacifica, y también dice herida. La herida Medo habla, me habla desde su singularidad irreductible, desde su compleja diferencia peruana y latinoamericana. Se trata de una diferencia ejemplarmente inestable y, por eso mismo, capaz de hacerse cargo de todos los riesgos y capaz de ponerse siempre más allá de la buena conciencia.

 

Y es también una diferencia que se ha nutrido de otras diferencias, que dialoga fecundamente con ellas. Un buen ejemplo está en el poema Escena 16: Disrafia de Dime novel en el que Medo construye una lúcida relación intertextual con el gran poeta estadounidense Amiri Baraka. (De la presencia de la intertextualidad en esta poesía hablaré más adelante.) Veamos cómo la diferencia Medo se apoya en la diferencia Baraka para extremarse:

 

No somos ciudadanos, amigo, parecemos un coro

fantasma de nigger minstrels Aún más silencioso

que la nocturna confesión de las hayas ¿Qué otra

cosa resta por hacer, sino quedarnos?

 

Y eso no podemos, salvo como una

eternidad que no marca el horario

por despreciar el tiempo

 

Somos el blues, hondo y pasajero

o, como recitaba el gran Baraka,

las actuales Guineas

 

No tenemos nada que perder,

salvo los dientes,

 

cuando enfrentamos a la muerte

para arrancarle el corazón

 

de su viejo disfraz de calavera

 

Una diferencia que se afirma desde otra diferencia en medio de la fiera y desigual batalla contra la muerte. Baraka, el afrodescendiente, se convierte en un aliado sustancial para Medo que lleva en sí una aglomeración de identidades: en Maurizio Medo conviven un italiano, un croata, un yugoeslavo, un judío, un peruano.

 

En especial, hay que subrayar el peso que tiene el mito del judío errante, como se ha encargado de recordarlo el propio Medo,  en Dime novel: un mito que el poeta lleva en sí con toda su carga existencial, con toda su densidad imaginaria. Vale la pena evocar aquellas palabras de Marina Tsvetaeva que Paul Celan hizo enteramente suyas: Todos los poetas son judíos.

 

Pero, insisto, junto al rol protagónico de este judío errante, y no sólo en Dime novel, conviven otros en una fecunda aglomeración de identidades. Entre las riquezas indiscutibles de la poesía de Medo está la presencia de una multiplicidad psíquica que, en mi criterio, le es constitutiva.

 

Tal multiplicidad psíquica dispara, como bien lo decía Cortázar en Rayuela, una búsqueda de puntos de mira que excentraran al mirador o a lo mirado. Yo reconozco la voz de Medo en esta búsqueda y son incontables los momentos en que alcanza esta excentración tanto del mirador como de lo mirado.

 

Vemos, entonces, que su diferencia parte de solicitaciones diversas y de conflictos no menos diversos. No es extraño entonces que pueda reconocerse en la otredad radical que encarna Baraka.

 

Diferente es, entonces, la voz de Medo. Cabe acotar que se trata además de una diferencia en proceso: una diferencia en gestación que libro a libro se reinventa a sí misma; una diferencia que hace suya, enteramente suya, desde otro tiempo y otro lugar, aquella lúcida premisa de Charles Olson: la voluntad de cambio es lo inmutable. Una diferencia que a través de sus poemas nos reconoce y en la que nos reconocemos. Intenso y complejo reconocimiento es éste porque a través de él, devenimos otros.

 

No sé si voy a contradecirme, y si me contradigo ni modo, al pensar esta cuestión decisiva de la diferencia: uno puede tener una relación de afinidad grande con un poeta. Pero hay un matiz que quiero subrayar: mucho más que la separación, aquí disiento levemente con el Maestro Bollack, hay que preservar celosamente la diferencia. Simplificando al máximo: la diferencia Medo, la herida Medo, interpela e ilumina la diferencia específica que cada una y cada uno somos como lectoras y lectoras, pero no habla en nombre de, nos deja enteramente libres.

 

Necesito señalar algo más al cerrar este fragmento: preservar celosamente la diferencia no es fácil. Ello implica para mí no caer en una tentación que es demasiado usual para el ejercicio crítico: me refiero a la tentación de determinar pretenciosamente los contenidos de la experiencia poética de la que Medo es responsable. Si se cae en esta tentación sucede algo que Bollack precisa muy bien: un bloqueo de la lectura; un bloqueo además que se ignora a sí mismo en tanto que tal al creer que está abriendo un horizonte de comprensión.

 

Es muy posible que a lo largo de estas páginas, yo caiga en tal tentación, pero soy consciente de ella, y trataré por todos los medios de evitarla. Ojalá lo logre.

 

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En la foto los poetas (de izq. a der.) Ernesto Lumbreras (México), Raúl Zurita (Chile) y Maurizio Medo (Perú)

 

VI

 

Quiero valerme de una certera observación de Jean Bollack para darle continuidad a este discurrir: gracias a la tremenda energía que la habita, la poesía de Medo nos pone ciertamente en dificultades pero también obra para transmitirnos sus condiciones de comprensión. En su problemática y fecunda tensión, esta poesía no sigue una línea monológica sino dialógica, esto es, cuenta con el lector.

 

Una línea dialógica reitero. Pienso en Celan: los poemas están en camino hacia algo, hacia alguien. Hacia un tú audible, un tú cordial, un tú que puede llegar a ser fraterno. Hacia algo o alguien abierto al que no se trata tanto de ocupar sino de habitar. Un tú que tiene una relación viva y, por eso mismo, conflictiva con nuestra lengua. Un tú del que hablo tentativamente porque no se deja definir, se resiste a ser definido. Definir es cenizar como decía Lezama Lima. Un tú, entonces, cuya realidad abierta trasciende cualquier definición.

 

Claro: Medo nos propone un diálogo que es exigente, demandante. Por fuera de la cháchara en sus distintas variantes, del bla bla bla que usa muchas máscaras y que pretende pasar por poesía, el diálogo genuino –que no sólo es necesario sino insustituible- nos convoca desde voces poéticas como la de Maurizio Medo; voces poéticas que no se resignan a ese sometimiento por el que se nos fuerza a vivir de simplificaciones: frente a tal sometimiento, la poesía, cuando es digna del nombre de tal, se levanta como un gran No; vuelve y volverá a ser la insurrección solitaria como quería Carlos Martínez Rivas.

 

Valga la reiteración: la poesía de Medo nos pone en dificultades y en mi criterio eso demuestra su calidad, su lucidez.

 

Lucidez que no busca el nombre exacto de las cosas, sino que busca el nombre vivo, el nombre humano, demasiado humano. Y ello ocurre dentro de una poesía que está indeleblemente marcada por una específica situación o, si se prefiere, situacionalidad histórica. Es claro que tal nombre vivo, humano, demasiado humano de las cosas, para que se nos sea dado, hay que merecerlo: quien se pone por encima de la contienda, no lo merece.

 

Y Maurizio Medo lo ha merecido sobradamente en mi criterio. Entre otras cosas, porque aquí hay un sujeto que, uniendo coraje y pericia, le está dando continuidad a una labor que el devenir de nuestra poesía nos ha enseñado que es irrenunciable: avivar, diversificar, salpimentar nuestro idioma en función de ampliar al máximo lo poéticamente decible. Es una labor que es a la vez una real y verdadera lucha a brazo partido. De tal lucha sale esta poesía de tan acusada singularidad.

 

Se trata de una lucha que se nos presenta a lo largo de este libro de muy diversas maneras. Quiero ejemplificar con un poema que me toca y que se halla en Proemio: Imagos:

 

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Quimera el amor bajo las sábanas

se confunden con sabanas

           y las palabras cada vez

              más homónimas en

un espacio donde el lenguaje

           es la soledad

cuando amanece

            y aún de mediodía

 

Y solo a veces

un sol de claridad

 

 

Qué intensa y qué conmovedora esta puesta en palabras en la que se conjugan la experiencia amorosa y la experiencia poética: el desarrollo del poema parece decirnos que tal conjugación, casi siempre, no nos da certeza, no nos sostiene, no nos ampara. Cuán dura es la siguiente constatación y cuán verdadera: un espacio donde el lenguaje/ es la soledad.  En tal espacio no se diferencian la soledad esencial y la soledad a nivel del mundo, ambas se entremezclan. Sé que Maurice Blanchot las diferenciaba, con argumentos muy sólidos, pero este poema demuestra que existen excepciones, grandes excepciones.

 

Pero por ese sol de claridad que aparece en el último verso vale la pena darlo todo. Más allá de que sólo a veces nos ilumina, ese sol de claridad justifica la vida.

 

 

VII

 

La crítica al uso, la buena y la otra, persiste recurrentemente en un error confundir con ligereza la poesía con la lírica. Es una generalización completamente abusiva y por demás anacrónica, amén de insatisfactoria. Se habla, por ejemplo, de la lírica actual, como si no hubiera pasado nada, y aún estuviéramos en el siglo XIX.

 

Aclaro que no reniego de la lírica, no minimizo el peso histórico la tradición lírica: hay un poso de lirismo que siempre está allí, e incluso hay poetas que escriben desde este sentimiento del mundo. Pero ello no supone que la lírica sea omnipotente.

 

Valga el ejemplo que encarna la voz de Medo. Más allá de que en su mundo y su modo esta poesía acarrea sedimentos de lirismo, ella habla desde el afuera y allí la lírica –en tanto que monopolizadora de la experiencia poética- no la tiene fácil y, por eso mismo, no puede ejercer hegemonía. Hablamos de una voz que se inscribe dentro de una concreta situacionalidad, dentro de un contexto histórico y poético específico, donde la lírica ya no manda.

 

Quiero subrayar esto: la poesía de Maurizio Medo se nos presenta como una experiencia que es innegablemente histórica e inalienablemente contingente. A lo Machado, es palabra en el tiempo. Y también puede decirse que en esta dimensión la poesía de Medo afinca en la riquísima herencia de Vallejo y la renueva.

 

Desde el afuera, y por fuera de las dominaciones y las creencias impuestas por el lírica, la poesía sigue creando lugares de encuentro con otras experiencias humanas. El lugar de encuentro que propicia la poesía de Maurizio Medo tiene como principio constituyente una viva e intensa praxis del contra-decir. Se trata de algo que tiene una estrecha semejanza con eso que Jean Bollack define, en el caso de Paul Celan, como proceso de refección: darle la vuelta al lenguaje poético constituido, contra-decirlo, y en la medida de lo posible, reestructurarlo. Por cierto, este mismo proceso de refección lo llevó a cabo Vallejo en el ámbito de nuestra lengua.

 

Valga la acotación: tan nefasta como la sobredeterminación ideológica es la sobredeterminación lírica en materia de poesía.

 

Aquí conviene tener presente una cuestión decisiva: la poesía de Maurizio tiene un sentido contingente, histórico; se trata de un sentido que se desmarca de simplificaciones, de reduccionismos. No olvidemos también que las simplificaciones y los reduccionismos están siempre al acecho: el lirismo suele ser presa fácil para simplificaciones y reduccionismos.

 

Un poema como Nocturno me parece un notable ejemplo de cómo ir más allá de la lírica, de cómo contradecir al lenguaje poético secularmente constituido. Acotemos que Medo parte de una modalidad, el Nocturno, que tiene una tradición muy ilustre dentro de la poesía lírica en nuestro idioma:

 

Las sombras se alborotan al mirar la atrofia de la urbe

donde no existimos en realidad

 

Gira la esfera azul (oh tercero de los mundos)

Alrededor del fin en lo que no acaba de culminar

 

De ahí los lenguajes con rictus de terror

 

De ahí las manchas de sed en plena garganta ecuatorial

 

Lo gris en lo gris

De ahí que amor nos deja solos para rendir cuentas de sí

 

Y de ahí también el hierro al rojo en el que ardes en fiebres

prendida desde los vientos de tu sueño

 

Y en mitad de la noche te tiendes hacia arriba volátil e intocable

 

Y en mitad de la noche te tiendes hacia abajo calibrando

el logos en luchas intestinas

 

Yo callé al oír tu voz en mi canción

 

Siempre vi en ti el mar —no al tiempo —sonriente como el amor

 

No me preguntes cómo dorar el corazón de rojo alquímico

 

Cómo percibir su música operática dando una o varias veces la vuelta

 

Vamos, el cielo tiene playas dónde quebrar esta falsa verdad.

 

¿Dónde sino el loco Yeats adulteró la alegoría platónica?

 

¿Y Prufrock?

 

Es la misma costa donde saltan las aguas sopladas por Lezama

y los rumores se desconocen del origen

 

Vamos, Lu: no sabrás de otra eternidad

 

Es clara, por supuesto, la presencia de sedimentos líricos en este poema. Pero su centro de gravedad, el cañamazo de esta escritura, busca trascender el lirismo, y lo trasciende, subrayo esto, dentro de un poema de amor.

 

Un poema de amor que no quiere confirmar lo que ya sabemos sobre la experiencia amorosa sino que se plantea como una indagación sobre el lugar del amor en la experiencia subjetiva, en la constitución de una subjetividad, teniendo en cuenta que en tanto que experiencia de lenguaje el amor apunta hacia una dimensión que finalmente es supraindividual y también mediadora.

 

En este poema, aquí tomó un enriquecedor préstamo del gran pensador español Manuel Ballestero, la experiencia amorosa se proyecta como pluralidad pero retenida en el flujo del tiempo. Y ello es así por la espléndida pauta rítmica con la que Medo le dio vida a estas palabras.

 

Se trata, entonces, en Medo de un más allá del lirismo: no lo niega, no lo desconoce, pero está más allá y también más acá.

 

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El poeta peruano Maurizio Medo.
Crédito: Facebook del autor

 

VIII

 

Ciertamente, lo digo con Jean Bollack, estas páginas que estoy escribiendo tienen su historia, y llevan consigo las huellas de esa historia, su peso existencial y afectivo.

 

A través del tiempo, Maurizio Medo y yo hemos construido una amistad real y verdaderamente fraterna, forjada en las coincidencias no menos que en las diferencias. Nos une la pasión por el oficio mayor y la certeza de que pertenecemos en medio de los azares infinitos.  Pienso, en este momento, en nuestro hermano del Uruguay Enrique Bacci. En el proceso de escritura de este ensayo, la mala nueva de su temprana y dolorosa desaparición física ha sido un manotazo duro, un golpe helado, un carajazo que no esperábamos. Es el primero de nuestra cofradía que se ha ido pero, ciertamente, permanece y permanecerá en medio de nosotras y nosotros como un aliado sustancial, como un compañero del alma, como una presencia acompañante que nos marca el camino de la fidelidad hacia la poesía. Enrique es y será para siempre luminosa memoria, tan luminosa como su sonrisa que no, nunca termina.

 

 

IX

 

Quiero darle la vuelta a un planteamiento del gran pintor venezolano Jacobo Borges para situarlo en el aquí y en el ahora y pensando en la poesía de Medo.

 

 

Lo digo así: nosotros tenemos los mismos problemas de todas las poetas y todos los poetas de nuestro tiempo, pero además seguimos cargando inevitablemente con este problema decisivo: ¿quiénes somos nosotros? No se trata, aclaro, de una pregunta que remita a un esencialismo que poco o nada significa, que poco o nada nos dice. La pregunta planteada en el presente nos llama más bien a inquirir por los sentidos del estar y por las razones del pertenecer.

 

¿Quiénes somos nosotros?; ¿dónde estamos?; ¿cómo nos pertenecemos? Ciertamente, son preguntas tan abarcadoras como abiertas; preguntas que se replantean permanentemente; preguntas en las que suena y resuena un redoble de conciencia; preguntas que nos incluyen y, al mismo tiempo, nos trascienden; preguntas en devenir y que recogen muchas de nuestras demandas y expectativas; preguntas que sólo tienen respuestas del todo tentativas o, mejor dicho, cuyas respuestas son otras preguntas formuladas desde la entraña misma de cada subjetividad.

 

No dudo que cierta frivolidad contemporánea, que ha usado y usa diversas máscaras, podrá considerar que son preguntas anacrónicas. Es evidente que existen formas de la contemporaneidad que son irremediablemente espurias e inanes y que pertenecen al dominio de la insignificancia. Por el contrario, afincar real y verdaderamente en la contemporaneidad, es el caso de Maurizio Medo, significa tener memoria, hacer memoria: una memoria móvil,  plena de concreción sensible; una memoria lúcidamente selectiva, esto es, que sabe desechar lo que ha de ser desechado; una memoria creadora y no reproductora; una memoria que es muchas memorias y, en primer lugar, memoria de nuestra lengua; una memoria en estado de alerta contra las sobredeterminaciones sean éstas cuáles sean.

 

Vuelvo a las preguntas, a las grandes preguntas: ¿quiénes somos nosotros?; ¿dónde estamos?; ¿cómo nos pertenecemos? Son preguntas que plantean que la poesía es una práctica responsable en tanto que palabra en el tiempo, en tanto que la poesía es el territorio de la lengua que debe ser más celosamente preservado y defendido.

 

Un territorio diverso claro está. Ahora bien, si una de las propiedades constitutivas de la poesía es la variabilidad, ello no la exime de responsabilidad, antes por el contrario acentúa su condición de práctica responsable, más aún: la extrema.

 

Hay un poema a mi modo de ver impresionante en Homeless que habla desde el espacio de estas preguntas y lo hace conflictivamente. Voy a citarlo in extenso con epígrafe incluido:

 

Si ya desde entonces Lima nos parecía tan horrible a algunos de nosotros (…) era porque en ella veíamos el rostro de un organismo enfermo y postrado que se llamaba el Perú. Y esto por más que los viejos y graciosos afeites de una ciudad cortesana, quisieran ocultárnoslo. Para los demás limeños de entonces, Lima era, en cambio una ciudad civilizada, limpia y ordenada y hasta, para alguno, aristocrática. Pero aristocracia como es hoy la minoría blanca, anglosajona en Johannesburgo, en Sudáfrica, aún -hay que reconocerlo- sin la violencia racista de los afrikaners.

JORGE EDUARDO EIELSON

 

No busco analizar qué tipo de sangre tiene

Todas las sangres o qué color la identidad

de un país ¿tiene identidad un país? Reíste al oír

 

—En realidad los peruanos somos como los huéspedes de aquí:

un skinhead, dos nórdicos los turistas coreanos y otros,

no identificados, llamados a secas provincianos

 

                       La bulla en forma de algo revienta contra

                                   toda posibilidad de análisis

 

— Sí, es una antara Pero lo sonoro proviene del escozor

de una gata en celo (y puesta a punto

para robar el neumático)

 

Y con la bulla salpica la propolis bacteriana

de un eterno constipado ya libre de Españas

—¿Lima barroca por horror, dijiste?

 

Su aura respira mestiza entre telares paracas

y un vitró veneciano Como pasada,

alucina de vueltas con su albor

y besa la herida de un dios judío

¿Horror por su raíz?

 

Ese tajo no tatúa: hay hueso

 

Dijo bien Hinostroza: No es lo mismo

un cholo calato que un desnudo griego

 

 

Ya desde el mismo epígrafe del gran Eielson el poema entra en materia por fuera de los reduccionismos de las esquemáticas y las sistemáticas.

 

La filosa interpelación de Maurizio Medo se dirige hacia Lima. Es Lima la Horrible –la misma de Moro, Salazar Bondy y Eielson- que ha extremado aún más su horror en el siglo XXI. En el caso del poeta, es la ciudad oriunda que no genera pertenencia y, por eso mismo, se convierte en malestar y en desesperanza que se extienden desde Lima hacia el Perú.

 

A través de la trama expresiva de este poema, el sentido en sí de esta interpelación se convierte en una exploración tremendamente audaz y, por ello, de una singular pertinencia crítica como corresponde a un poeta que camina su propia circunstancia por un sendero divergente.

 

Tal interpelación no es hecha desde afuera en esta poesía, esto es, no se formula programática y literatosamente, sino que brota desde adentro, desde más adentro, o, mejor dicho, el afuera se encuentra en la más cruda intimidad, en la más vulnerable subjetividad. No en vano a lo largo del poema se involucran intensamente lo discernible y lo confuso.

 

Ciertamente, se trata de un poema de una dureza mineral en el que pensar y poetizar se conjugan de manera idónea. Al leerlo y releerlo, me ha rondado persistentemente una certera observación de Jean Bollack sobre Paul Celan: la poesía como lugar de memoria y como lugar de combate. Lugar de memoria y lugar de combate que llevan la impronta de la historicidad, haciendo visibles diversos índices epocales.

 

Y sigo con Bollack, desde Bollack: la voz de Medo lleva consigo huellas que son manchas tal y como es inmediatamente perceptible en este poema.

 

Huellas que son manchas en el poeta Medo y también en el narrador Medo: un narrador que anda entre apariciones y desapariciones a lo largo de estas páginas. Huellas que son manchas dentro de una poesía que es poderosamente referencial. Y huellas que son manchas en un sujeto que trabaja con extrema lucidez por fuera de la transparencia del sentido: no tanto porque la parezca inasequible, a ratos el sentido puede transparentarse, sino porque falsea nuestro estar en lo real. Huellas que son manchas entonces, y a partir de ellas, lo digo con Bollack, un mundo se constituye y va tomando forma. Huellas que son manchas: una experiencia complejamente peruana y nuestroamericana habla y calla a través de ellas.

 

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De reciente publicación, próxima a presentarse “Dime novel” de Maurizio Medo.
Crédito: Facebook del autor

 

X

 

Mi historia como lector de la poesía de Medo comenzó con Manicomio que llegó a mí a través de unas manos amigas. Antes había leído poemas sueltos en la web y ya sentía haber encontrado una voz distinta, una voz que me tocaba. La lectura de Manicomio confirmó rotundamente esa impresión inicial.

 

¿Qué me atrajo tanto en Manicomio, que me conmovió y que me dio a pensar este libro impar? En sus páginas yo encontraba una excentración y extrapolación de lo poético, de lo que convencionalmente tomamos por tal, y no era una tentativa fallida como pasaba con tantos libros que partían de una ambición similar. Había un peso de experiencia vivida y padecida en Manicomio que encontraba en cada poema su encarnación formal. Tal encarnación formal respondía, en primerísimo término, a un no estar en paz con el lenguaje. La locura devenía hiperconciencia en el trance y en la traza del libro y ello era del todo necesario para expresar el orden manicomial en todo su horror.

 

Dicho de otra forma: se trataba de ese insomnio de la conciencia, como decía Bataille, sin el cual no se puede aspirar a la lucidez.

 

En Manicomio yo oía y sigo oyendo una voz que habla con el acento de la verdad. Tal acento toca al lector, lo interpela, pero no lo alecciona. Hay demasiada exposición en este libro, demasiada vulnerabilidad, y ello conlleva un poner distancia radicalmente con cualquier forma de aleccionamiento.

 

El acento de la verdad dije un poquito más arriba. Cierto que, como señalaba Ludovico Silva, la verdad de la poesía es de otro orden. Hablamos, entonces, en el caso de este libro de una verdad tan compleja como jodida y, a la vez, tan abierta como compartible. Ahora bien, se necesita un paladar fuerte para atravesar estas páginas escritas con sumo dolor.

 

Un poema como El mandril, la locura y la muerte ejemplifica la fuerza de Manicomio, una fuerza que tiene mucho de imprecación:

 

Mandril, ¿puede una madre ser cobijo

si ve a sus hijos endurecer como el sílice?

 

Mira, a la Quispe.

¿Es locura llamar Tulio al peluche

que acuna vidriando los ojos?

¿Es el amor anomalía, perversión

o amor, solamente?´

 

El del 28 levanta su dedo grande en el aire,

llora su mano, ¿baba o espuma?, sobre

un papel más duro que la roca.´

 

Si te dijera: mono estás muerto

¿Me arrastrarías hacia el cuarto del Relámpago?

 

Dame agua, el psicotrópico mis labios reseca.

¿Los mojarás con hiel hasta que los verbos mueran?

 

¿No soy una lombriz para tus ojos?

¿Lombrices que reptan sin razón, no somos?

 

Sí, la Brivio se ha exaltado.

 

Esas tabletas son el maná del báratro, mas,

así y todo, puedo tomar el té del Sombrerero,

quien dio a Hölderlin su chistera de alabastro.

 

Shhhh, tiene ahí a tu dios acuchillado

—ni que te vea — el pecado es fruto amargo

de la más dulce razón.

 

Ey, Méndez, ven aquí por Adonai.

¿Por qué sangra Francesca,

por qué yace gimiente sobre el catre

gritando: no, no, no?

 

Perro maldito.

 

Creo que es inmediatamente perceptible la dureza mineral de este poema. Tal dureza mineral logra una conexión viva entre lo íntimo y lo común. El tumor de la conciencia y la irritada lepra sensitiva que nos transmiten estos versos son una forma de estar en lo real, una forma ciertamente extrema, extremada.

 

Releyendo este poema, e igualmente durante el proceso de relectura de Manicomio, no he dejado de pensar en estas palabras de Artaud que me marcaron desde siempre: Tengo para curarme del juicio de los otros, toda la distancia que me separa de mí.  Precisamente, la voz de Medo habla desde esa distancia artaudiana, desde esa separación que precisara y verificara en sí el gran desollado: separación no con el yo, sino con sus trampas, sus imposturas y sus mentiras. Por eso mismo, también no he dejado de pensar en algo que dice mi amigo el poeta venezolano Armando Rojas Guardia: la locura es todo lo contrario a un refugio, y sólo es creadora cuando deviene intemperie.

 

Tal devenir intemperie nos plantea inmediatamente una pregunta: cómo devenir intemperie de verdad. Para ello no hay caminos, a lo más trochas, picas, sendas que no van a ninguna parte. En buena medida el poeta se convierte en un zapador y su avance es lento, difícil y angustioso. No es cualquier zapador: es uno que no sabe si alguna vez saldrá a la llanura.

 

 

XI

 

Más arriba hablé de poesía perturbadora. Por eso mismo, poesía viva. Poesía que se deslinda radicalmente de la autocomplacencia y logra encarnar todos los riesgos. Por eso mismo, este ejercicio de admiración, no otra cosa son estas páginas, se me ha impuesto por sí mismo.

 

A propósito: no perturba quien quiere sino quien puede. Y ese poder de perturbar está en relación directa, lo digo a la manera de Manuel Ballesteros, con una irrevocable capacidad de incursión peligrosa, y más aún, de colapso: se trata de una cosa extremadamente jodida porque implica estar a la intemperie y desde allí trabajar para que hablen tanto el sentido como el sinsentido. Trabajar reitero: yo diría que Maurizio Medo pertenece al linaje de los horribles trabajadores y las horribles trabajadoras que avizorara Rimbaud y en quienes el muchachito de Charleville ponía toda su fe.

Ciertamente, para ejercer el poder de perturbar, el sujeto poético tiene que haber sido perturbado hasta el fondo, y eso tiene que sentirse en la palabra poética.

 

Palabra perturbada la de Maurizio Medo y que, por eso mismo, perturba, nos perturba a fondo. Unas veces nos conmueve, otras nos conmociona, nunca nos deja indiferentes. En realidad y en verdad, perturbación implica intensidad. Una intensidad que pone en juego, y vaya a qué costo, una fuerza de creación, recordemos a Lezama Lima, que se contrapone a la fuerza de destrucción que crece y avanza por todas partes.

 

Y perturbación también implica que en poesía nadie hace lo que quiere, sino lo que puede, luchando a brazo partido con el lenguaje.

 

No perturba quien quiere sino quien puede. Y para ello hace falta el estremecimiento interno que encarna la poesía de Medo. Leyendo Cuando el destino dejó de ser víspera, como lo ha dicho Basilia Papatamastíu de Ángel Escobar, uno puede advertir una dinámica de desarticulación de la habitual correspondencia entre el sujeto y sus acciones, los tiempos y los espacios, el adentro y el afuera, el sí y el no. Y creo necesario enfatizar algo: la poesía de Medo es fiel, enteramente fiel, a esta dinámica de desarticulación.

 

Si esta poesía lleva en sí una manifiesta intención experimental, mejor dicho, exploratoria, y me sigo valiendo aquí de la lucidez de Basilia Papatamastíu, ello obedece a una imperiosa necesidad, a una pulsión subjetiva que busca maximizar la intensidad de la palabra: es el intento de llevarla hacia el enigmático punto cero, más allá de si se puede alcanzar o no, en el que tanto insistió el inmenso José Ángel Valente.

 

Por cierto, de Valente aprendimos aquello de seguir el vuelo de los grandes y de las grandes, o morir. En mi criterio, Maurizio Medo es un seguidor, un genuino seguidor.

 

Recapitulando sobre lo dicho en el párrafo anterior, quiero señalar lo siguiente: es inmensa la labor de resemantización que Medo lleva a cabo. En este punto, creo que es ineludible llamar la atención sobre la profunda huella Medusario en Maurizio. Del peso que ha tenido este libro quiero ahondar más adelante, en cuanto a la exigente y apasionada labor de resemantización, de transformación de nuestra lengua.

 

Quienes estamos situadas y situados a conciencia en la posteridad de Medusario, y Maurizio Medo es una de las voces más singulares dentro de tal posteridad, hemos sentido el desafío de no quedarnos a medias, de allí que la labor de resemantización se nos impone como una necesidad, más allá de que fracasemos o no en el intento. Y a fe mía que un poeta como Medo demuestra la plena validez de este enorme desafío.

 

Tal labor de resemantización, en nuestro tiempo, rechaza cualquier forma de pose. Es una labor tan ardua como paciente. La poesía no ha renunciado al arte innovar aquí y ahora, pero no hay retorno posible al culto vanguardista por la originalidad.

 

Bastante lejos estamos ya del pequeño dios huidobriano, más allá de los sedicentes esfuerzos por resucitarlo con otras máscaras y sin la fuerza expresiva del gran Vicente. Incluso la misma noción de autoría ha quedado rebasada. La lealtad al oficio mayor reside hoy, para quien lo ejerce sin pose, más bien en la conciencia de ser un performador o una performadora. Tal performatividad tiene en Medo a un practicante de excepción, capaz de renovar la apuesta sin condiciones por la poesía. Desde siempre hemos sabido, con Pascal, que el verdadero caballero apuesta a perder.

 

 

XII

 

Hay unas palabras del ensayista español Jorge Rodríguez Padrón que suscribo enteramente porque precisan muy bien lo que acontece a la hora de leer poesía, a la hora de recorrer un territorio poético, a la hora de ser leídos por la palabra de un gran poeta: Vamos (vagamos) hacia donde nos oímos de otra manera.

 

Ciertamente, yo me oigo de otra manera en y a través de la voz de Maurizio Medo. En el ir y en el vagar por los caminos, por las sendas y por las trochas de este extraordinario libro que es Cuando el destino dejó de ser víspera tal audición en que me reconozco otro ha sido, en muchos sentidos, un reto y un desafío: no se puede entrar a estas páginas impunemente porque aquí encontramos a un sujeto que se la ha jugado sin trampas, de verdad verdad, a todo riesgo, sin la menor complacencia, sin la menor autosatisfacción.

 

En el ir y en el vagar por este territorio Medo donde me oigo de otra manera, me han pasado cosas. Cosas pasan, sí, por ejemplo: un replanteamiento del sentido de la poesía que se está escribiendo en la Patria Grande.

 

Un replanteamiento que no se queda, como suele suceder, en una mera ambición declarativa, en una pretenciosa declaración de intenciones: un replanteamiento que Medo ha venido realizando palabra a palabra y que no es un proceso concluso. Se trata, entonces, de un replanteamiento en devenir, pero que ya es una dimensión alcanzada. En muchos sentidos, Maurizio Medo es uno de los poetas que en nuestra lengua y desde esta orilla, encarna el proceso de imaginar lo nuevo. Un proceso que nunca concluye, al que necesariamente hay que darle continuidad. Tal continuidad cuaja en la poesía de Medo de una manera personalísima, única.

 

Y esta continuidad, implica un enorme grado de obstinación en medio de la incertidumbre.

 

Tal y como lo dice el mismo Medo:

 

Pero algo nos obliga eternamente a recomenzar

 

Algo imprecisable pero que obliga. Como si ese algo nos impusiera una tarea, como si ese algo convirtiera a la vida en tarea.

 

Reitero: vamos (vagamos) en la voz de Medo hacia donde nos oímos de otra manera.

 

Vamos (vagamos) a través de un decir que suele ser expansivo, sin perder tensión, aunque Medo también ensaya admirablemente la cortedad del decir. Expansión del decir, cortedad del decir: un decir más con más y un decir más con menos.

 

En el tremendo combate verbal que acontece y nos lee en estas páginas, en la puesta en palabras inequívocamente conflictiva de cada poema y de cada libro en Cuando el destino dejó de ser víspera, nos interpela el presente, la actualidad en desplazamiento, pero también nos interpela la futuridad. La voz de Medo pertenece al salto, como quería Char, y no al festín, su epílogo.

 

 

XIII

 

Haciéndome eco de un añejo y precioso ensayo del Maestro José Lezama Lima quiero decir lo siguiente: nadie atraviesa impunemente la calle Rimbaud. Hay que conservar el terreno ganado tal y como lo hace un poeta como Maurizio Medo. No hay retroceso posible.

 

Pretender que se avanza a través de invariantes es una mentira del todo burda y del todo idiota. Y como bien dice el poeta argentino Jorge Alejandro Boccanera: No es que la poesía mienta, es que los mentirosos quieren hacer poesía.

 

Cuando los mentirosos quieren hacer poesía suelen adscribirse a una suerte de adocenamiento comunicativo para justificar su chatura expresiva, su incurable banalidad. El diálogo genuino es otra cosa y se genera en otras condiciones.

 

Ciertamente, la comunicación es una cuestión que siempre hay que problematizar en materia poética. Insisto, por eso, en la premisa del diálogo genuino que, de entrada, descarta el diálogo fácil. Aquí vale la pena traer a cuento y tener en cuenta aquel contundente aserto de Carlos Barral: poesía no es comunicación. Ciertamente, como bien decía Barral, la comunicación en poesía, si se la toma una suerte de obligante a priori: no pasa de ser un fantasma teórico. Todas y todos sabemos, además, que el término comunicación está de suyo políticamente entrampado desde hace demasiados años, y en sus dominios siempre está al acecho la razón instrumental.

 

De paso, cada vez que se ha esgrimido el término comunicación como una especie de bandera poética, se ha caído en un impasse, se ha entrado de lleno en una dinámica regresiva. El planteamiento de Barral, que es de la década del cincuenta del pasado siglo, mantiene plena vigencia: la poesía no es comunicación, es conocimiento. Otra cosa es que la poesía sea conocimiento emocional de la realidad y, por tanto, conocimiento transmisible, compartible.

 

Quiero reiterarlo una vez más: no hay forma de avanzar a través de invariantes. Y ello no va en desmedro del hecho de que la poesía es la memoria de la lengua. Memoria viva y activa, generadora de aperturas, propiciadora de innovación.

 

Vale decir: Medo afinca en el presente pero se desmarca de la novelería, de la moda. En este punto decisivo su poesía es un gesto radical: una radicalidad que nos reta como lectoras y lectores. Capta plenamente eso que el Maestro Noé Jitrik llama la vibración del presente, haciendo un uso creativo de la memoria: memoria de la lengua, esto es, memoria histórica o, mejor dicho, memoria plena de historicidad. Y todo ello desde un flujo subjetivo que ha ido ganando la más sólida consistencia.

 

Cómo ha elaborado Medo tal flujo subjetivo. Pienso ahora en unas palabras de Lezama Lima que siento muy próximas al hacer de nuestro poeta: Es un trabajo también sobre la materia que no fija su último deseo. Y no fija, no puede fijar su último deseo, porque ello equivaldría a cancelar o desconocer todo aquello que la poesía tiene de riesgo, de aventura, de jugársela en condiciones de indeterminación.

 

En el caso de Maurizio Medo, la manera o, mejor dicho, las maneras de concebir y realizar el poema tienen como punta de partida una experiencia específica e intransferible de lo indeterminado. Se trata del tipo de cosas que generan una diferencia abismal entre la poesía y la literatura. Por eso mismo, también difieren abismalmente los modos de aprehensión y apropiación de la poesía y la literatura.

 

Valga esta nueva y necesaria digresión. Como bien lo señalaba mi Maestro Saúl Yurkiévich, la exégesis poética es otro cantar. Se trata de oír y captar el acento de una voz, de la voz de Medo en mi caso: el acento que la aproxima y, a la vez, la diferencia de otras voces. Pasa con demasiada frecuencia, y aquí vuelvo a Bollack, que la crítica al uso no escoge los modos de aproximación adecuados. Y pasa, por supuesto, que la poesía no entra por el aro y mucho menos cuando quieren meterla a la fuerza. La poesía no soporta que le hagan violencia.

 

Retomo la cuestión del flujo subjetivo en Maurizio Medo. A partir de mi posicionamiento como lector y desde mi propia experiencia, puedo identificarme o no con este flujo subjetivo. Y aquí quiero subrayar que lo importante no es tanto la identificación o la desidentificación que suscita sino la potencia con la que se proyecta en su devenir libro a libro. Tal potencia nunca me ha dejado indiferente a lo largo de la lectura de Cuando el destino dejó de ser víspera. No es poca cosa.

 

Pienso que la potencia de este flujo subjetivo diferencia notablemente la voz de Maurizio Medo dentro del contexto actual de la poesía del Perú y, más aún, de la poesía de la Patria Grande.

 

 

XIV

 

Estamos ante una poesía construida sobre la base de la intertextualidad. Pero no de cualquier intertextualidad sino de una de amplio espectro y que demuestra una notable asimilación de lo leído y una no menos notable capacidad de incorporarlo como impulso a la propia voz. En este sentido, quiero reiterar algo que dije un poco más arriba para ampliarlo un poco más: Maurizio Medo es un magnífico performador, un artífice de la performatividad.

 

Ciertamente, aquello que Mijail Bajtin definió como dialogismo y luego Julia Kristeva redefinió, a partir del mismo Bajtin, como intertextualidad, en no pocas ocasiones obedece a una especie de prurito exhibicionista, y no pasa de allí. Es claro que hay mucha intertextualidad de segunda mano, comprobadamente facilona, sin gracia, sin hondura; hay mucha práctica de la intertextualidad que se deduce de una memoria reproductora. Por el contrario, en la poesía Medo es constatable la presencia de una memoria creadora, plena de eso que los antiguos llamaban dynamis; una memoria muy potente.

 

Cuando se practica la intertextualidad como lo hace Maurizio Medo, ésta, la intertextualidad, deja de ser un problema –como lo es aún para cierta anquilosada visión académica. Todo lo contrario: la intertextualidad, lo digo con Julieta Campos, se convierte en un factor fundamental para darle mayor riqueza a la palabra poética y la abre a un horizonte dialógico mucho más abierto y más amplio. La práctica intertextual ya no es problema a resolver: se convierte en posibilidad, en infinita posibilidad.

Este es uno de esos casos en que la intertextualidad demuestra ser fecunda porque no obedece a servilismos imitativos. En Medo la intertextualidad responde a la más genuina necesidad expresiva.

 

Claro: tal ejercicio tan lúcido y fecundo de la intertextualidad, permite afirmar que la palabra poética de Medo que tiene un enorme grado de autoconciencia. Enorme grado, reitero, porque, en mi criterio, no hay autoconciencia absoluta en materia poética.

 

La práctica creadora e imaginativa de la intertextualidad en Maurizio Medo inserta a su poesía en un campo poético, cultural y político muy amplio, de muy vasto alcance, de una, cómo decirlo, fascinante pluralidad. Un mundo poético, es el caso de Maurizio, se va configurando también a través de sus referencias: referencias que le dan impulso y empuje a una voz.

 

Por cierto, aquí quiero permitirme disentir con mi admirada Alicia Genovese: no estoy tan seguro de que a medida que la propia subjetividad se abre paso, las influencias se invisibilizan, pasan a un segundo plano, y ya no importan. Tengo para mí que la huella de lo que leemos con pasión, y nos influencia de muchos modos, sigue allí, y precisamente la práctica intertextual es una forma para que la propia subjetividad se abra paso.

 

Valga el siguiente ejemplo puede que digresivo: Gonzalo Rojas ya era un poeta con una trayectoria señera cuando se encontró con la obra de Paul Celan, y nunca dejó de señalar cuánto lo influenció Celan cuando ya el poeta chileno había arribado a eso que llaman madurez. En el caso de Rojas, la influencia de Celan no pasó un segundo plano, y vaya que importa, por señalar un hito, a partir de un libro como El alumbrado.

 

Pero volvamos nuevamente a la fecunda práctica intertextual que se visibiliza en la poesía de Maurizio Medo.

 

Un buen ejemplo de cómo funciona la intertextualidad en Medo está en el texto Escena 36: Ciertos árboles de Dime novel. Aclaro que es un ejemplo entre muchos, y lo selecciono por su admirable decantación verbal:

 

Esa vez los árboles trataron de contármelo

 

Recordé a Ashbery

“Somos su simple estar ahí”

 

Contentos por no tener

que reinventarnos

 

No quiero dejar de apuntar también que la modalidad poética de Medo se abre también a una dimensión hipertextual. En esto somos hijas e hijos de nuestro tiempo y el ciberespacio ha dejado una huella indeleble en nosotras y nosotros.

 

 

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Poeta caminando.
Crédito: Facebook del autor

 

XV

 

Quiero poner sobre el tapete un tema que ha sido motivo de conversación entre Maurizio Medo y este servidor. Y lo hago de esta manera, formulando una pregunta: ¿qué ha pasado con nuestra generación en la Patria Grande, esto es, con quienes nacimos entre 1960 y 1970? Según Maurizio, y creo recordar bien su argumentación, nuestra generación no ha producido obras de una solidez indiscutible, y eso debería obligarnos a generar una discusión tan abierta como rigurosa.

 

Muchas cosas se pueden aducir con respecto a este tema que abre un horizonte polémico. En mi criterio, nos marcó la infame década del 80 del siglo pasado: década infame que estuvo marcada por el auge de la devastadora lógica neoliberal que trajo como consecuencia una lamentable balcanización cultural de la Patria Grande.

 

En los ochenta ocurrió un apagón del que apenas hemos comenzamos a salir, del que apenas hemos comenzado a recuperarnos. Todavía esa realidad histórica que llamé balcanización cultural tiene un espesor histórico-concreto enorme, difícil de superar, más allá de que a través la web, y específicamente las redes sociales, hemos ido abriendo brechas. Valga el ejemplo puntual extraído de mi relación afectiva con el poeta: mi primer contacto personal con Maurizio fue a través de Facebook.

 

Nuestro balance generacional deja mucho que desear y ponerse a buscar justificaciones sería mentirnos. Puede ser también que  no nos hemos tomado la poesía con la pasión y, más aún, con la devoción que ella pide; con el rigor y la humildad que deberían serle consustanciales.

 

Ahora bien, yo me hallo bastante de acuerdo con el punto de vista de Maurizio, pero creo que convendría matizar. Existen cierto número de excepciones y una de ellas es la poesía de Maurizio Medo, una excepción de veras notable, de veras admirable. Sé que seguramente Medo refunfuñaría y me refutaría, pero de verdad que pienso que Cuando el destino dejo de ser víspera pasa sobradamente la prueba de la lectura más exigente y más rigurosa. Esto requiere de una explicación más detenida: para allá voy.

 

Puede que esté pecando de exagerado y nuevamente voy a matizar. Pongámosle, valga el mexicanismo, que todavía este libro no señale ya hacia esa dimensión plenamente alcanzada que es una obra, pero estoy seguro, absolutamente seguro, que es un camino cierto hacia ella. Dicho de otra forma: Cuando el destino dejó de ser víspera reafirma la importancia decisiva del trabajo poético de Maurizio Medo. En el fondo, creo que es una cuestión secundaria si ya podemos hablar o no de obra en este caso. En cambio, es una cuestión principalísima destacar todo lo que aportan estas páginas.

 

Dentro de nuestra generación, y me valgo aquí de unas certeras palabras del Maestro Eduardo Milán, Maurizio Medo ha alcanzado una altura de difícil emulación. Y tal altura se conjuga, vallejianamente hablando, con una intensidad que no es nada frecuente. Es por eso que a lo largo de la lectura de Cuando el destino dejó de ser víspera fue reafirmándose en mí la certeza de estar oyendo la voz de un gran poeta. Y la voz de Maurizio me ha permitido oírme de otra manera. Pasa que cuando uno lee un libro de tan desusada calidad como éste, leyendo somos en realidad y en verdad leídos.

Yo no sé si este sea un libro representativo, en realidad no me importa si lo es o no lo es, y recuerdo en este momento la filosa ironía de Guillermo Sucre con este término. Ciertamente, toda representatividad es, por decir lo menos, sospechosa, más allá de esa inclinación, igualmente sospechosa, que sentimos hacia todo lo que lleva el sello de lo representativo. Creo que hay libros como éste que, desde su propia intensidad, nos confrontan abiertamente: replantean y problematizan nuestra relación con la poesía y, por tanto, se desmarcan radicalmente de la tentación de la representatividad. Por eso mismo, estamos ante una poesía que, en mi criterio, va a resistir cualquier tentativa de canonización.

 

Todas y todos sabemos que la institución literaria y la academia, salvo contadísimas excepciones, operan bajo las mismas premisas canonizadoras. La institución literaria y la academia tienen una tendencia funesta hacia los dominios de la representatividad por razones de pereza mental y comodidad intelectual. Hoy por hoy, creo que lo más valioso de nuestra expresión está en aquellas voces que no entran por el aro de esta lógica domesticadora.

 

Son voces que encarnan, y aquí retomo algo a lo que ya me referí, su propia diferencia, y que no ceden ante el vetusto chantaje de la universalidad. Sabido es que la institución literaria y la academia apuntalan tal chantaje. Hago la salvedad de que dentro de la academia hay quienes toman distancia frente a esta imposición bastante autoritaria de lo universal. No abundan ciertamente, pero, de una u otra manera, dan la pelea a favor de otros modos de leer.

 

Sí, ya lo sé: la institución literaria y la academia –entendiendo por academia eso que Lezama Lima llamaba el bachillerismo internacional- son capaces de instrumentalizar cualquier cosa, pero confío en que la voz de Medo, una voz contundentemente refractaria, no va a dejarse atrapar; que va a continuar desmarcándose de las dinámicas de canonización al uso que, en realidad y en verdad, no acompañan a las voces que están revitalizando a nuestra poesía sino que pretenden instrumentalizarlas de acuerdo con sus inconfesados fines. Hablo de una deleznable voluntad de saber, vacía o ayuna de toda promesa, que no responde sino a una no menos deleznable acumulación de capital curricular, carente del espíritu crítico y creativo necesario para acompañar el devenir de nuestra poesía y sus instancias más genuinas y fecundas.

 

Una deleznable voluntad de saber que es marcadamente autoritaria y, por eso mismo, suele partir de una premisa aterradora que ya apuntaba páginas atrás: a la poesía se le hace hablar o entonces no habla. Afortunadamente, así lo creo, la poesía no se deja, y se lleva muy mal que los regímenes discursivos que pretenden imponerle sus lecturas.

Ciertamente, para quienes quieren pensar y acompañar a la poesía de otra manera, la batalla parece estar perdida de antemano, pero uno no se da por vencido frente a tantos intereses deleznables y tantas costumbres que son francamente inanes; uno no se da por vencido porque la presencia de voces como la de Medo nos permiten resistir.

 

 

XVI

 

En esta hora de nuestra poesía, la variable Medo nos plantea una sacudida de veras necesaria. Es, lo digo y lo afirmo, uno de los códigos más radicales con los que contamos para seguir reafirmando la validez del oficio mayor. Una voz como la de Maurizio ilumina eso que Jorge Rodríguez Padrón llama un principio radicalmente poético y nuestro. Nuestro repito: de quienes hoy leemos y escribimos desde este lado del mundo, desde Nuestra América.

 

Para decirlo con el verbo evangélico desde Lezama: seguimos llevando un tesoro en un vaso de barro. Y nos toca ejercer la tremenda responsabilidad de ser sus custodios y sus custodias.

 

Principio radicalmente poético y nuestroamericano reitero nuevamente: no es en vano, entonces, como quería el entrañable Walter Benjamin, que hemos sido esperados aquí.  Y pienso ahora en una cuestión planteada por Blanchot para darle un giro: cuando aparece una voz distintiva, como la de Medo, ella expresa un sujeto que es el último pero también el primero en hablar.

 

El último y el primero en hablar. Ciertamente, todas y todas somos poetas de transición pero ello no significa que todas las voces pertenecen al dominio de lo indistinto: hay voces que se elevan por encima de este dominio; hay voces que encarnan cima y sima. Y hay sujetas poéticas y sujetos poéticos que proyectan su voz a través de este gesto magnífico, audaz y, por qué no decirlo, insensato de ser la última y la primera en hablar, el último y el primero en hablar: ellas y ellos han pagado el precio, que es muy alto, de llevar en sí esta condición. Una condición que rechaza de plano todo forma de poder, que precisa de humildad y de modestia.

 

Si hablamos de resultados, en el caso del último y el primero en hablar, no queda otra que seguir a nuestro Eduardo Milán: el resultado es procesual, contradictorio, discontinuo. Y ello es así porque el devenir poético de Maurizio Medo continúa abriéndose paso: continúa avanzando en procura de generar las condiciones verbales de constitución del sentido, sabiendo que nada nos asegura de antemano la transparencia del sentido. Y claro estamos ante un devenir poético tan abierto como desobediente.

 

Qué maravilla es, valga la confesión, poder admirar a seres así, a seres como Maurizio Medo. En ellas y en ellos brilla, a la par de la humildad y la modestia, una rara honestidad y un espléndido no conformismo. Y también una tremenda obstinación para persistir en la labor de darnos signos del estar, de nuestro estar.

 

Cuando oímos al último y el primero en hablar vivimos una experiencia tanto de revelación como de estremecimiento. Tal ha sido mi experiencia de lectura de Cuando el destino dejó de ser víspera.

 

 

XVII

 

En muchos sentidos, la poesía de Medo nos permite recuperar el espíritu díscolo, desobediente, refractario, rebelde, de la vanguardia poética latinoamericana. Recuperarlo, entiéndaseme bien, para el aquí y el ahora, fuera de nostalgias pasatistas que no conducen a ningún lado; recuperarlo como potencia creadora y transgresora. Tal recuperación no va en desmedro de la diferencia que la voz de Medo encarna, al contrario la cualifica y, por decirlo así, la afila.

 

Ahora bien, me parece necesario destacar es que estamos ante un libro que es un ámbito: no estamos ante una quincalla o un cajón de sastre. Un ámbito, atención, pero no un orden cerrado en busca de no se sabe qué fantomática perfección.

La imperfección es la cima como bien señala Yves Bonnefoy.  Eso lo sabe un poeta como Maurizio quien tiene plena conciencia de tener detrás de sí toda una historia poética, esto es, una memoria poética que funciona como un gran archivo dinámico. Medo puede imprimirle una orientación diferencial a la palabra no tanto porque recuerde sino porque memora, porque su hacer memoria es tan vivo como activo amén de libérrimo.

 

Memorar, hacer memoria, entraña convocar diversas presencias. Un poeta necesita, como decía René Char, aliados y aliadas sustanciales que lo acompañen. Las necesita y los necesita, entre otras cosas, para no desandar el camino, esto es, para exigirse al máximo.

 

Pensemos, por ejemplo, en la tradición poética del Perú: Maurizio sabe lo que significa escribir después de Eguren, Martín Adán, Vallejo, Moro, Wetsphalen, Eielson, Blanca Varela, Juan Ramírez Ruiz, por sólo nombrar algunas grandes referencias peruanas, y saberlo implica un enorme desafío, un tremendo nivel de exigencia, una decisión de no quedarse a medio camino. La voz de Medo tiene una fuerza rupturista y renovadora dentro de esta gran tradición poética, y, por eso mismo, ha sido capaz de darle continuidad, de prolongarla aportándole un tono nuevo, un acento diferente.

 

Igualmente, la poesía de Medo actúa dentro del horizonte dialógico de la poesía de Nuestra América. Aquí vale la pena indicar, y aquí retomo algo que insinué más arriba, la importancia de la poderosa dinámica de apertura y exploración que desató una propuesta de lectura tan polémica, tan necesariamente polémica, como Medusario. Medusario comenzaba por desmarcarse frontalmente de las tentaciones y pretensiones antológicas: no era un libro concebido para impartir justicia; era un libro, sí, para leer de otra manera, y de allí su carácter de muestra y no de antología.

 

Medusario se nos apareció afortunadamente en 1996 bajo el signo de la radicalidad: iba contra la corriente con un espléndido coraje y vaya que derribó unas cuantas barreras, moviéndonos el piso. Que sea una propuesta de lectura discutible, cuál no lo es, ese es otro cantar; pero Medusario marcó y creo que sigue marcando el devenir de nuestra expresión poética en sus líneas de fuerza más interesantes e innovadoras. No creo exagerar que su huella ha sido honda, fecunda.

 

Una poesía como la de Maurizio Medo puede ubicarse en la futuridad, tan radical como diversa y fecunda, que abrió Medusario. No se trata del manido asunto de las influencias, no, es otra cosa que quiero decir así: este libro modificó las condiciones existentes de comprensión de nuestra poesía. En muchos sentidos, nos orientaba certeramente pero sin aleccionarnos.

 

 

XVIII

 

Voy a aprovechar una certera observación de Enrique Foffani en su magnífico prólogo a La novela de la poesía de Tamara Kamenszain: en Cuando el destino dejó de ser víspera la poesía de Maurizio va escribiendo y reescribiendo su propia novela familiar. Y las mismas zonas oscuras que constituyen a toda novela familiar plantean la necesidad, tal y como lo expresaba Felisberto Hernández, no sólo de escribir lo que se conoce sino también, y más importante aún, lo otro.  Lo otro, esto es, lo que se resiste tenazmente a ser conocido y nombrado; lo otro es lo que no se deja definir y, al mismo tiempo, nos sostiene; lo otro es lo que cuaja en la lejanía y en la soledad. Dice Medo:

 

 Y callado, siempre callado, cerca, pero muy lejos de toda la familia, ya pensaba cómo sería eso de tener que valérselas solo, solo contigo, soledad.

 

Como bien dice Didier Anzieu, la invención de una novela familiar acompaña el curso entero de la existencia. Y es una trama que en el proceso de su invención se va convirtiendo en un acumulado de presencias y fantasmas. Una trama, y valga la reiteración, que nos impide estar en paz con el lenguaje, y no es entonces extraño que una novela familiar pueda elaborarse poéticamente.

 

En Medo, al igual que en Kamenszain, la poesía va inventando procesualmente la novela familiar. Aquí pienso yo se establecen un diálogo vivo y abierto entre estas dos grandes voces de nuestra poesía: un diálogo que se alimenta tanto de las semejanzas como de las diferencias que existen entre estos dos mundos poéticas, entre estas dos novelas familiares.

 

Evidentemente, no se inventa una novela familiar desde la nada: se inventa desde una realidad que es tan personal como transpersonal, que tiene un irrenunciable sello biográfico pero problematizado por la experiencia del afuera; que nos remite al niño o a la niña que fuimos y a una determinada coloración afectiva que se gestó en la infancia.

 

Medo carga con su propia novela familiar a cuestas: una novela compleja porque se trata de un sujeto biográfico y poético que tiene que habérselas con unos orígenes de una enorme diversidad, unos orígenes que, en muchos sentidos, lo descentran. Bien puede decirse que en Medo se proyecta procesualmente una variante del todo específica de ese nomadismo de la identidad del que nos ha hablado con tanta lucidez Juan Carlos Lértora en el caso de Diamela Eltitt.

 

Aquí vale la reiteración: Maurizio Medo lleva en sí una aglomeración de identidades. En Maurizio conviven un italiano, un croata, un yugoeslavo, un judío, un peruano. Se trata, entonces, de darle voz a la novela familiar de un sujeto transterrado. Alguien que tiene que lidiar, y de qué manera, con la extrañeza y con la confusión. Por eso mismo, esta poesía libera, lo digo con Nelly Richard, un imaginario tránsfuga y ello le da tanto movilidad como itinerancia al margen que, libro a libro, ha ido forjando Medo.

 

Aquí es necesario acudir a Marthe Robert cuando precisa que la novela familiar es un texto no escrito, que aunque compuesto sin palabras y privado de todo público, no por ello tiene menos intensidad y auténtico sentido de creación. Se trata, entonces, de un tremendo reto a encarar en poesía, pero un reto que vale la pena.

 

Los enlaces compositivos de esta novela familiar, y sigo con Foffani, de esta partitura que es Cuando el destino dejó de ser víspera tienen una coherencia y una consistencia potentes. Tales enlaces compositivos son umbrales que validan el espesor temporal y espacial del proceso poético de Maurizio: un proceso inconcluso y, por eso mismo, un proceso del que hay mucho, muchísimo que esperar.

 

 

XIX

 

Decía más arriba que este libro es un ámbito. Un ámbito que articula musicalmente diez años del trabajo poético de Maurizio Medo: cada libro se nos va apareciendo a la manera de un movimiento musical. Y todos y cada uno de estos movimientos en su devenir tiene como principio compositivo la disonancia.

 

Cómo no pensar en Lezama Lima cuando hablaba de la confusa flora de mi desarmonía. Pero por eso mismo hablaba de disonancia: Medo lidia con obstinado rigor con su desarmonía, sabiéndola del todo irreductible, pero logrando expresarla con intensidad, con acusada singularidad. Y es demasiado evidente que a ello se llega tras una larga etapa de aprendizaje vital y verbal. Medo, de hecho, reivindica plenamente el oficio de la poesía desde la condición del eterno aprendiz.

 

Quiero decirlo a la manera del Maestro Ludovico Silva: desde un punto de vista generacional este es un libro de la mayor importancia para nosotras y nosotros. Es importante y nos importa por su calidad específica y porque encarna un reto y un desafío para quienes pertenecemos a la misma generación de Maurizio Medo. Medo ejemplifica cabalmente aquella apuesta lezamiana que tiene plena vigencia: intentar siempre lo más difícil. En ese intento ha perseverado y persevera y ante ello no cabe sino la más franca admiración.

 

 

 

 

 

 

*(Venezuela, 1965). Ha publicado en ensayo: epílogo a la Antología poética de Juan Sánchez Peláez (1995); prólogo a la Obra poética de María Calcaño (1996). Poemas suyos aparecen en la Antología de la poesía latinoamericana del siglo XXI, el turno y la transición compilada por Julio Ortega (1997). También puede mencionarse la sección sobre Literatura Venezolana de la Enciclopedia de Venezuela  (2000). En el año 2002 apareció una Antología Poética de Víctor Valera Mora, selección y prólogo de Gonzalo Ramírez. HA Publicado en poesía: Ciudad Sitiada (2006) y Por Solimar (2012). Es director de la revista de crítica cultural Día-Crítica del Fondo Editorial El Perro y La Rana.

 

 


[1] Valga el siguiente comentario que va a darle cuerpo a  este cuarto fragmento: son legión quienes editan poesía de cualquier manera en el ámbito de nuestra lengua. Editan sin una pizca de cuido, de amor. Pero afortunadamente hay grandes y admirables excepciones como Ediciones Liliputenses. En este preciso sentido, quiero resaltar la impresionante calidad de esta edición. Todo el reconocimiento le es debido a José María Cumbreño por la magnífica factura de Cuando el destino dejó de ser víspera: así es como se edita poesía.

 

 

Radiografía a Lima: “Los funerales de Doña Arcadia”

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Por Eliana Fry García-Pacheco

Crédito de la foto: Espacio Libre

 

 

Radiografía a Lima

Los funerales de Doña Arcadia es la nueva puesta en escena de Espacio Libre y la figura de Sebastián Salazar Bondy es su factótum. El punto de partida es Lima, la horrible. Desde ahí cuatro actores interpretamos numerosos y heterogéneos personajes donde usted, querido lector, es uno de ellos. Una obra que se plantea también como un ensayo, como un juego, donde la lógica en sí misma no existe mientras usted como espectador no la genere. Esta no es una crónica sobre un proceso teatral de infatigables horas de ensayo. No. Esta es una hoja de ruta para que llegue a nuestro teatro. Invitado está.

 

¿De qué hablamos cuando hablamos de modernidad en una ciudad capital?, ¿de grandes ingresos de dinero?, ¿de un éxodo de turistas?, ¿del vertical crecimiento arquitectónico?, ¿de más colegios particulares?, ¿del elevado índice de consumo per cápita?, ¿de la nueva puesta en valor de nuestro pasado? En efecto, para el ciudadano promedio, esta palabra está fuertemente vinculada a cambios de orden económicos tangibles. ¿Es culpable por ello? No. Los mass media han hecho correctamente su labor, logrando introducir en el imaginario primario estos conceptos gracias a un sinnúmero de cifras correctamente expuestas en digeribles ―y coloridas― infografías. Ya Jürgen Habermas describía el modernismo como una tendencia “dominante pero muerta” puesto que ahora representa a la cultura oficial, la tendencia a seguir. Válido (aunque cuestionable) hasta este punto porque ¿cuál es entonces el lugar que ocupamos como individuos protagonistas de esta vorágine?, ¿o es que preferimos la ficción como estilo de vida? Ante esta interrogante, Lima, la horrible, el célebre pero no menos olvidado texto de Sebastián Salazar Bondy (SSB) regresa a nuestras manos con una vigencia que amedrenta a ¡50! años de su publicación. Y es desde la teatralidad, desde el juego, desde un caminar conjunto con el otro donde nos permitimos increpar al público para obligarlo a pensarse concretamente sobre esta Lima panza de burro y cuánto nos dejamos atravesar por ella, ¿o es que la ciudad ya nos tiene dominados?

 

Funerales

Crédito de la foto: Alicia Vargas

 

Todo punto de quiebre necesita un deicidio

En nuestro grupo siempre nos ponemos como punto de partida un disparador no dramático (es decir, un texto que no esté concebido como obra de teatro) sobre el cual empezar a desarrollar un discurso. En el 2012 trabajamos con La casa de cartón de Martín Adán que es un larguísimo poema o una novela corta pues sobre ello ni los teóricos literarios se ponen de acuerdo. Como ven, trabajamos con textos peruanos poco difundidos pero sobre los que se hace urgente una nueva revisión. Es aquí donde la mano de Diego La Hoz, nuestro director, empieza su labor.

Conversando en los ensayos me dice que “cuando pienso en darle otra mirada a un material escénico siempre surge una contradicción épica: o tomar como punto de partida el mapa original o deconstruir el recorrido para darle un nuevo universo a la obra. Sea cual sea la decisión siempre hay un flujo rítmico que permanece incorruptible que es la voz puesta en común. Los Funerales de Doña Arcadia fue revisada para darle más potencia a esa voz puesto que la de SSB es clara y no se oculta. Apela a la memoria y más allá de la memoria. Apela a una vieja figura de la que parece no querer despedirnos”. Y es aquí cuando comprendo que nuestra intención no es adaptar el texto original a la escena sino brindarle ―brindarnos― una relectura.

En este sentido la presencia de la actriz Aurora Colina fue fundamental. No solo porque se enamoró de nuestro texto mucho antes de pensar siquiera en volver a montarla, reorganizando su agenda de actividades para venir desde Londres con el fin único de llevar acabo nuestro proyecto; sino también porque fue amiga cercana del flaco.

“Fue en el año 1956 que tuve la suerte de leer la primera critica a mi debut teatral en el Teatro de la Universidad de San Marcos. Salió publicada en La Prensa y la firmaba “Juan Eye”, seudónimo de SSB. A este joven escritor lo había conocido en el Patio de Letras de la UNMSM al igual que a Manuel Scorza, Washington Delgado y otros escritores, y de quien luego supe que había sido cofundador del Club de Teatro de Lima junto con Reynaldo D´Amore. Desde entonces nos hicimos muy cercanos”, recuerda Aurora con intimidante precisión. Pero es gracias a su evocación que hemos podido respetar la ruta ideológica que SSB dejó en su ensayo.

 

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Crédito de la foto: Alicia Vargas

 

Cuerpo condimentado

Un funeral es lo que se celebra en nuestro teatro. Un velorio multitudinario en donde todos tenemos algo por lo que llorar, ¿o festejar? ¡La arcadia colonial ha muerto! ¿Pero cómo es esto posible? Si la arcadia colonial no tiene cuerpo, está dentro de todos nosotros. Ah, entonces, ¿a quién velaremos en cada función?

Nuestras tertulias entre ensayos fueron tan intensas como el mismo trabajo físico. Incluso ahora, en plena temporada, es imposible no juntarnos para seguir revisando las lecturas que subyacen de la obra ante cada confrontación con  el público. “Era necesario no dejar impune un pensamiento que se pasea por puentes y alamedas con olor a piel podrida. Disfraces. Estereotipos. Castas. Sueño edénico para aliviar la culpa y bailar con el pasado. Lima, la horrible nos eligió a nosotros. Y nosotros nos pusimos el reto de trasladar aquel histórico ensayo literario a una acción escénica que reflejara ―en alguna medida― nuestra Lima de hoy y mantuviera además su carácter original crítico/reflexivo”, explica Diego al culminar una de las funciones.

Y es que si algo viene caracterizándonos respecto al resto de grupos independientes es que tras cada función nos parece importante cerrar el hecho teatral desde un diálogo con el público. Pues ellos ya escucharon nuestra voz desde el escenario imaginado. Ahora queremos escucharlos. Y las impresiones que sobre ellos calan me sorprenden día a día porque reafirman una interiorización de lo sucedido en la obra, reafirman que nuestro trabajado está siendo escuchado y que, sobre todo, cuestionan nuestro discurso.

Es hermoso ver al público reconocerse en nuestros personajes, saber que sobrepasaron el juego onírico propuesto como actores, que entraron con nosotros al juego surreal, al disparate y que desde esa confusión reconocen a su ciudad: un espacio en construcción, de capas mixtas, un llamado de atención sobre nuestro comportamiento como ciudadanos, un enfrentamiento de caretas e hipocresías, la comunión diaria de nueve millones de personas en un mismo espacio físico, un ritual alegórico que, afortunadamente, deja esperanzas.

Estos son solo algunos de los comentarios dejados por una inmensa variedad de espectadores que en estas cuatro semanas visitaron nuestra sala. Desde adolecentes hasta adultos mayores, desde extranjeros hasta conocidos de SSB, desde teatreros hasta estudiantes de literatura.

“Quienes lo admiramos y seguimos haciendo teatro en la hoy “globalizada” Lima, sabemos que cualitativamente nuestra ciudad no ha cambiado mucho, por eso todo intento para revalorizar su obra es válido, su voz crítica resuena en toda su vigencia”, cuenta al público Aurora en uno de nuestro diálogos con el público.

Pero como dice uno de los personajes: “Lima es bonita. Medio rara, sí. Pero tiene muchas calles, muchas casas, muchas tiendas, muchos cines, mucha fruta, mucho mar, muchos juguetes, muchas comidas y mucho ‘mucho’. ¡Ya! Tanto hablan de Lima, ¿qué es Lima para ustedes?”. Es deber de cada quien responderse. Bienvenidos.

 

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Crédito de la foto: Alicia Vargas

 

 

Ficha técnica

  • Dirige: Diego La Hoz
  • Actúan: Aurora Colina, Natalio Díaz, Eliana Fry, Karlos López.
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“El fin de algo. Antología del nuevo cuento peruano 2001-2015″, por Elton Honores

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Esta nota fue publicada originalmente por su autor en su blog personal sobre literatura: www.eltonhonores.blogspot.pe

 

 

Por: Elton Honores

Crédito de la foto: Facebook Santuario Ed.

 

 

El fin de algo. Antología del nuevo cuento peruano 2001-2015

(1015, Víctor Ruiz Velazco, ant.)

 

 

Toda antología responde a la sensibilidad del antologador que escoge de entre una serie de libros o autores, los cuentos más significativos o modélicos, no solo desde el punto de vista estético-ideológico sino que reafirmen su hipótesis de trabajo. Las principales antologías editadas en Lima en los últimos años son temáticas (cfr. los trabajos de José Donayre como Horrendos y fascinantes, Ultraviolentos, Se vende marcianos) o generacionales (cfr. las antologías Disidentes de Gabriel Ruiz Ortega o Selección peruana 2000-2015 de Ricardo Sumalavia). La antología de Víctor Ruiz Velazco (Lima, 1982) se sitúa dentro de las generacionales. Se elige 2001 por eventos dramáticos como la Marcha de los 4 Suyos (y la posterior recuperación de la “democracia”) y el Atentado contra las Torres Gemelas, pero podríamos añadir que 2001 es también el año emblemático que plantea la Kubrick-Clarke para pensar en el futuro de la humanidad.

 

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Antologador, Víctor Ruiz
Crédito de la foto: Sandra Enciso

 

Los criterios de selección de esta antología son: a) tener un libro publicado (es decir, se deja de lado a autores inéditos); y b) haber publicado entre 2001 y 2015. El tercer factor que no se indica y que es generacional es que se trata de autores nacidos entre 1969 y 1986,  intervalo que obvia a otra serie de autores que publican en ese mismo intervalo (2001-2015) que relativamente serían menos cercanos como grupo generacional (Ricardo Sumalavia, 1968; Daniel Salvo, 1967; Gonzalo Málaga, 1967; José Donayre, 1966;[…]). Si se observa que son 3 los autores incluidos nacidos en 1969: Ulises González (Huancavelica), Karina Pacheco (Cuzco) y Yeniva Fernandez (Lima) y que solo uno corresponde a 1986 (Cristhian Briceño), son quince los autores que nacen entre 1970 y 1979, y que los son dominantes en el libro.

El título puede resultar engañoso si pensamos esta producción en términos de ruptura con la anterior (“El fin de algo”), pues se observa más bien una continuidad con la tradición urbano-limeña, sobre todo en la línea de Ribeyro (cfr. “Tantas veces la reunión” de Juan Manuel Chávez) y menos con la línea de Arguedas. Esto plantea un problema: ¿es esto en estricto lo dominante en la narrativa peruana contemporánea o responde a lo que mencionábamos al inicio, a la sensibilidad del antologador? Ya David Miklos en Estática doméstica. Tres generaciones de cuentistas peruanos (1951-1981) (México, 2005) sostenía que los dos grandes paradigmas en la narrativa breve peruana eran: Ribeyro o Vargas Llosa, con lo cual el proyecto arguediano había sido ya borrado. La orientación de Miklos está implícita en este libro.

 

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En el cuento peruano es difícil ver la ruptura con la tradición. A nivel formal, el cuento tiene una estructura, una construcción propia del género, que es menos experimental que en la novela. Lo nuevo del cuento peruano podría ―es una hipótesis― encontrarse en el contenido, en específico en los géneros representados. El realismo se supone dominante en nuestra tradición, pero el uso de la ciencia ficción termina no solo por extrañar la realidad del mundo representado en la ficción sino que dentro del panorama tradicional, se constituye en una anomalía, en lo raro en sí. Por ello, si tuviera que ejemplificar el fin de ese “algo”, los casos emblemáticos serían Alexis Iparraguirre con “Proximidad del Huracán” (cfr. Narrativas del caos, 2012) y Pedro Novoa con “Los funerales de Mr. Green”. A diferencia de la ciencia ficción, lo fantástico está siendo aceptado y forma parte ya de la tradición local y tiene en Yeniva Fernández con “Rutka” (cfr. http://eltonhonores.blogspot.pe/2015/03/yeniva-fernandez-siete-paseos-por-la.HTML [y]http://eltonhonores.blogspot.pe/2015/06/yeniva-fernandez-siete-paseos-por-la.html)y “Maldita sea” de Julie de Trazegnies, con esa atmósfera enrarecida propia del cuento extraño y desde el tópico de la “casa maldita”, a sus representantes en este libro.

Otros autores importantes de la antología son Pedro Llosa Velez con “La niña de Onetti”, cuento de orientación policial cercana a los universos onettianos del autor de La vida breve, “The cure en Huancayo” de Ulises González y “El valle de los mutilados” de Sandro Bossio, cuentos de gran poder metafórico ligados al ciclo de la violencia política. Asimismo destacan los textos de Karina Pacheco, Carlos Yushimito, Daniel Alarcón y Dante Trujillo. Si algo hay que destacar de los 19 antologados es la madurez de sus narraciones. En este punto, Ruiz Velazco ha cumplido con seleccionar textos sólidos.

 

 

YF

 

Un factor que aglutina a gran parte de los autores es la temática ligada a la familia, al espacio de lo íntimo y en algunos casos la autorreferencialidad. La reiteración a la exploración de los lazos familiares, los afectos, o la disfuncionalidad de las relaciones humanas más que un nuevo interés (un tema “nuevo”) suponen la refracción de su crisis en la sociedad moderna. Es decir, si en el siglo XIX la imposibilidad de la unión matrimonial entre los jóvenes amantes aludía a la dificultad de las recientes naciones para configurarse como tal (como sostiene Doris Sommer en Ficciones fundacionales), en el siglo XXI asistimos a su crisis: la nación ha sido “demócrata”, pero es una institución que no funciona, por ello los ideales colectivos (la justicia social) han decaído para dar paso a los deseos individuales y al hedonismo. La familia es metonimia de la nación y su crisis “afectiva” solo devela la crisis por la que atraviesa el Estado-nación.

Es un lugar común afirmar que no hay pues antología perfecta, pero coincidimos con Jorge Valenzuela, cuando sostiene que en esta hay un trabajo serio de lectura (en ese sentido, el prólogo “Breve paso por la distancia corta en el Perú” da cuenta de los criterios de selección y el contexto en el que sitúa el cuento peruano contemporáneo). El fin de algo ofrece un panorama del cuento contemporáneo y recoge los cambios de sensibilidad al que asistimos en el siglo XXI. Es un trabajo de lectura recomendable para entender lo que el maestro Jorge Basadre denominó “literatura penúltima”.

3 poemas de “Espesa marea” (2015), de Samuel González

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Por: Samuel González*

Crédito de la foto: www.lectordepaso.wordpress.com

 

 

3 poemas de Espesa marea (2015),

de Samuel González

 

 

 

Mi carta de navegación abre con puntos suspensivos.

 

La he venido llenando al azar

he escrito y borrado tantas veces sobre ella

con desdén, con estruendo, con ingenuidad.

 

Abundan en su piel los subrayados, los escritos al margen

las tachaduras.

 

Lo que debía ser correcto itinerario

no son sino círculos concéntricos

o laberintos redondos que me regresan

al comienzo, a la partida repetida, al bostezo.

 

 

 

Viajar guiado por el dibujo que trazan las estrellas.

 

No hay instrumentos de orientación

durante estas noches azules

interminables

cuando pasan los espejos sobre el agua.

 

La mirada jamás descansa si no asoman

por algún lado los puertos.

 

La costa de espaldas y los tanteos para llegar.

 

Las estrellas que nos muestran la ruta

de vez en cuando se apagan

e implica un esfuerzo enorme

tener que subir uno mismo a encenderlas.

 

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CARTA A PAPÁ EN SU ISLA

Nothing of him that doth fade

But doth suffer a sea-change

Into something rich and strange…

Shakespeare, The tempest.

 

Llevo algunos días recorridos, que siento sueltos,

como si nada se hubiese roto, como si no se hubiese

traspasado una línea, la última. El cielo, desde que salí,

viene repitiendo las mismas formas que el mar hace correr

bajo nosotros. El barco no se detiene. Sigue un camino

con energía no esperada, toda la estructura se mueve

como un solo pez, que se hace interminable.

 

Desperté esta mañana con ganas de contar lo que me deja

la partida; algún detalle de esta nueva temperatura que,

curiosamente, no me desarregla y que siento caer sobre mí

como un plumaje protector.

 

Quiero decir cómo viniste a despedirme.

 

Estabas allí, papá, en la playa, con tus sorderas viejas,

con tu memoria muda, asaltado por esos silencios

que siempre fueron tuyos. Para decir adiós, comenzaste

a hablar y al mismo tiempo sacabas cosas de tu saco:

una linterna, una navaja, una brújula que venía aún

con marcas de lodos anteriores, sumergimientos, roces

de esfuerzos por trazar algún camino y muchos regresos.

 

Detrás de las palabras, detrás de la boca, se te veía la pata

de palo. Hacías lo imposible por ocultarla, siempre

lo hiciste. Para que no se te viera, hablabas torciendo

un tanto los labios, o tal vez era, me parece,

el rictus de lo vivido que ya no podías relajar

ni siquiera frente a tu hijo. Y yo entiendo. No es sencillo

tener que disimular las marcas, los rasguños, el nivel

al que llegaron las fiebres de la furia, como esas manchas

que dejan las aguas cuando abandonan un dique, los óxidos

del corazón. Una sola piel para tanta prisa, para tanto viaje,

para una larga y sostenida desesperación.

 

Por eso entiendo, papá, que hayas remolcado

durante demasiado tiempo tus propios naufragios;

que los halaras como esos caleteros de puerto y de mercado,

hasta una isla cruzada por silencios y torbellinos de sol,

para estar solo con ellos, sin que nadie se interpusiera

y fueses feliz, al fin, en la libertad definitiva de circular

entre tus ruinas. Nadie puede demostrar más amor

a sí mismo que el que guarda sus palos rotos, sus maderas

gastadas, sus trapos, y construye su morada con ellos,

y se mete a vivir en ellos, y respira y sueña.

 

Ahora estás en esa isla, solo, mudo sobre las arenas,

vestido con los harapos que te deja la luz, sentado o de pie,

mirando los esqueletos de las naves que te quedan,

dibujándolas, como querías, una y otra vez,

dejándolas secar a la sal, a la lluvia, dejándolas dormir

con sus junturas al aire de la noche.

Estarás allí para siempre, detrás de ese muro enorme

que puede llegar a ser el océano, el agua desconocida.

Incluso tras esa masa, tras ese cuerpo de humedad,

corres libre y desnudo. Allí donde te encuentras

cualquiera puede esconderse, pero sólo tú te muestras.

 

Seguro nos encontraremos otra vez, cuando me corresponda

arrastrar a mi también los hundimientos que me esperan,

o las súbitas idas hasta las crestas de la espuma,

porque de eso se trata tener que trasegar el mar: bajar y subir

las veces que al dios le plazca; alejarnos o perdernos,

ser aventados de pronto hasta las playas, resucitados

o muertos. Sólo él dispone cuánta resistencia tiene la

madera para el viaje; el cuerpo que nos dan

y el que al final del remolino nos entregan.

 

Viniste a despedirte y sé que es para siempre, para

un siempre con dos orillas, con dos costas para la llegada.

Pero sabe que algún día hasta tu isla iré a dar con mi bote,

y mis libros, y mis cartas enchumbadas;

iré a dar con las fotos de familia, para que sonrías al saber

quién nació mientras no estabas,

y mires los rostros de quienes están alcanzado

cada uno a su ritmo, sus propias lejanías,

sus horizontes que se vuelven amarillos y luego blancos.

 

Te di un abrazo ¿recuerdas?, y luego te dejé y subí al barco.

Las gracias te di por venir. Ahora que voy o quedo

en dirección contraria, me guardo lo que hablaremos,

y dejaré que le crezcan peces al recuerdo para que allá,

al reunirnos, estemos largo rato a solas

pescando, sin tropiezos, lo regalos de la tranquilidad.

 

 

 

 

 

*(Caracas, 1971). Con estudios en la escuela de Letras de la UCV, se ha desempeñado como corrector y editor de periódicos (Reporte de la Economía, Meridiano, Así es la noticia); también acompaña proyectos y sellos editoriales como Biblioteca Ayacucho, Mondadori, Alfa, Fundación Polar y Los Libros de El Nacional. Parte de su trabajo ha sido publicado en suplementos literarios (Verbigracia, Papel literario). Mantiene el blog Lector de paso, sobre libros y escritores, en El Nacional.com, y en WordPress.com. Los poemas que siguen forman parte de Espesa marea, editado por Laguna de Campoma (2015).

Posible encuentro de Louise Michel y Jean Arthur Rimbaud en la comuna, por Juan Manuel Roca

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Por: Juan Manuel Roca

Crédito de la foto: Izq. www.artsology.com

der. www.beatkusagi.com

 

 

Posible encuentro de Louise Michel

y Jean Arthur Rimbaud en la comuna

 

 

 

Es posible que el encuentro entre Louise Michel y Jean Arthur Rimbaud se haya dado en un umbral de la Comuna. Si la historia no lo permitió, merece ser escrita de nuevo. Digamos que ocurrió de la siguiente manera: Lousie Michel, la impaciente anarquista, tropezó con un hombre que huía del futuro, de una comarca salvaje que acostumbraba a visitar tras vadear las fronteras movedizas de su infancia.

 

Ella venía del exilio

Desplegando una bandera

En un palo de escoba,

Una bandera negra

En recuerdo de sus muertos.

 

Dicen que la escoba la heredó de una vieja hechicera y que la usó en los estrados para barrer vestigios de la oscura noche medieval.

 

El poeta conservaba su sombra intacta, aún tenía sus dos piernas tragaleguas y un paladar que seguía econtrando amarga la belleza. Venía cargado de frutos robados al viejo guardián del Paraíso. Los dos intercambiaron recetas contra el hambre y los exilios, la impaciencia y el presidio. Sus palabras obedecían a sus gestos, arropados bajo el sol rojo y negro de las barricadas.

 

Ella venía del exilio

Desplegando una bandera

En un palo de escoba,

Una bandera negra

En recuerdo de sus muertos.

 

Lousie Michel defendió a las prostitutas en la cárcel, mujeres de lengua suelta y corpiños apretados que para Rimbaud eran la higiene de la raza. Un posadero llamado Fourier les sirvió una sopa espesa, humeante como las calles de París: “Buen apetito”, susurró el posadero”, “el futuro está servido”.

Una poética del paisaje recorrido, 10 poemas de Enrique Bacci (in memoriam)

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Por: Enrique Bacci

Nota y selección: Paola Gallo

Crédito de las fotos: Facebook del autor

 

 

Una poética del paisaje recorrido,

10 poemas de Enrique Bacci

(in memoriam)

 

Este poeta que nace en Paso de los Toros, una localidad del interior del Uruguay recorrida por trenes, proveniente además de una familia ferroviaria, ha forjado una poética nutrida y original en donde el tránsito —el paisaje en movimiento— es uno de los elementos claves. En una entrevista que le hace Franklin Fernández, Bacci confiesa justamente esta búsqueda: “[H]ay muchos pueblos que están perdidos hoy día en medio del campo donde no pasan trenes y desde esos lugares que he ido sin querer, me he resquebrajado, mirándome y tratando de crear desde allí un lenguaje que pueda ser lo más fidedigno a esa movilidad que el ferroviario tuvo siempre”. Si los poetas a lo largo de su obra se dedican a una sola obsesión, en palabras del italiano Ungaretti: “Cada poeta tiene un constante problema del lenguaje por resolver”, podríamos localizar aquí el problema que detona el estímulo de su escritura. Poética de la mirada, “horizonte” y “lejanía” son palabras recurrentes, Enrique Bacci ha creado un conjunto poético bajo el signo de un lenguaje en estado de continuo desplazamiento; es la palabra la que se mueve, va y viene buscando por donde salir a flote, decir el paisaje móvil.

 

*

 

Caminando

iba leyendo de las casas blancas su interior

piso de cupí lustrado.

Una mesa de patas de paraíso

canteado a cuchilla.

 

Leyó también que aquella casa respiraba

en la humedad y en un primus la palabra

desierto.

 

*

 

A esa hora la lejanía calla

en el basalto el horizonte hace del olvido

otra huella

afuera                                  van las lejanías

bar y almacén en esa calle

adentro                               el silencio es dentellada

y la distancia ultraje.

 

En esa calle un jazmín vivo es un jazmín

usado para morir miradas. Del bar

y almacén la calle escapa

y sigue                                 ventanas torcidas

de mirar                                  lejanías. Usanzas

de caminar                              en la calle afuera

la ración humana viene y va

en gesto labrantío

 

Un latón de juntar agua de lluvia

un pedazo de pan                   calma

un verbo en la garganta sueña y se miente

otras casas, el alma, otros trenes.

Cercanía de otra vida.

 

Las calles afuera nacen

en la lejanía.

De Midland (2002)

 

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*

 

Sedentario. De lo que fue y será,

de lo que entró a salir al paso de la hiedra

enamorada. Disecado, ese grito de lenguas sin

hablar en la grava cenicienta.

Ah…esta boca en balde, pendenciera,

alerta en la sombra, vertical,

con la encía corroída por el gusto del silencio.

Con el hábito del padre de alejarse a masticar

la mañana —sabandija— de un dirá.

Que será lo que se hunde, lo finado,

las volutas de la cosa, conversando, en espiral.

 

___

 

Y no sin dolor se abrió. Una frase de la otra,

una noche y su destino. Lo contiguo y lo

[conmigo.

El tener que precisar el asiento de las voces,

de la idea. Enamorada, la hiedra. Quién no.

Disecada, la espera de la huella. Donde fui.

Sedentario, di sediento o serenado, sitio a

cuestas. De pesado ve a la silla un

[pensamiento.

Al paso, en bocanada, viene el viento,

ocupado en descansarte la palabra si es, entra

por fuera de esa puerta.

 

De Valdirio, maquinista (2006)

 

*

 

alas
a tiempo
abiertas

la fémina palabra de la parra del desorden

intriga que en tu vuelo desvariado
lo que aventa está sin luz.

De Isabelas (2008)

*

 

el maorí  no      rasguña

insta

de perfil         parece río

su habla

haka

y tierra           y temblor

 

*

 

en este plato de semillas de macadamia

en ese plato pájaro nui

en el lugar el verde en su lugar ( la inflexión de la voz demarca

el borde de la montaña,

cuento un cuento, monólogo de un monólogo)

 

¿Podrá ser que discutan toda la vida la dicción original?  ( en

una silla Valverde, en otra salas Subirat, más aquí, el Pancho

García Tortosoa…)

 

Siempre hay una tensión entre la variante desprestigiada

por desconocida   y lo que domina   por sonoridad

el hábito del monje vuelve al hombre                            monje

 

en el bocado semillas de macadamia

en ese pájaro un plato de comida nui

en la montaña, sin nombre, la mente

 

la tercera altura del lenguaje

 

De aguas de Te Aroha (2011)

*

 

Meditar sobre lo ausente va a desuso, medir ya no se mide
ni se come de sí. Merendamos un sentir de ahora
estofado de inyecta frugalidad, pasamos a placticar el té del arte de
rumiar. Vos pasas,
yo paso, él pace. Pero la paz
dónde,
pero esa paz, cuala?
Medimos si estamos
una ausencia tan solo por cuestiones de monta, convenires
que le dicen
¿Sabe, padre, que sé dibujar caballos domados?

 

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Crédito: https://contramancha.files.wordpress.com/

*

 

Para esta edad medio locuaz

es esto a medias, versión

expresa, fundida locución

del

viento. Uno pero cuál, ese mas adónde. Alrededor del niño

el resto de las conversaciones escindidas vuelven al mundo preso

nadería. de juirse en un ñandú o tierrar los cerebelos

me sigue? Para correr están las plumas la rareza que aquí cesa

de callar así / hablar a las claras de estos animales en que a ratos

somos dilata el sonido. Toma el cuello de la letra torcida por

letrada suerte degollada. Deja el niño solo a solas por la tierra

irrespirable

tu tierra, padre, tendrá parte de abajo involucrada?

 

*

 

Creíble: todo está en mirar al ojo, lechuza. De allí cejar temor de ave nocturna.

Jadear de ella, muchear de luz el monte al descreer:   creer del otro

un rictus a la manera de ritual. Que no oscuro, ceniciento

increíble:

toda la dureza tiene para persistir, de sí,

al mundo que no fuimos.

 

Quisiera ver, padre,  el frío de tu mano

llave de tu casa

 

De Ramos de vigilia (inédito, fragmento publicado en revista

Alkeme http://revistalkmene.com/ramos%20de%20vigilia.html)

 

 

 

 

 

*(Paso de los Toros – Uruguay, 1960 – 2015). Publicó los poemarios: La flor difícil (1999), La luz ese río (2000), Midland (2002), temprana bocanada (2004), Valdirio, maquinista (2006), Isabelas (2008), Lejanías (2009), Cimental, la culpa (2009), abra (2011) y aguas de Te Aroha (2011). Además, publicó en narrativa La sed de los toros, cuentos (1998) y la novela Actores de segunda (2012), proyectada como una trilogía. 


“La destrucción es blanca” (2015) de Myra Jara, por Enrique Winter

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Este texto fue leído por el escritor Enrique Winter como presentación del poemario La destrucción es blanca (2015) de Myra Jara, en la casa-museo La Chascona de la fundación Pablo Neruda en Santiago de Chile, el pasado setiembre. El mismo se presentará en Lima la próxima semana.

 

Por: Enrique Winter

Crédito de la foto: izq. Ed. Lustra

der. Facebook de la autora

 

 

La destrucción es blanca (2015),

de Myra Jara

 

 

Cada tanto los vaivenes de las modas y corrientes poéticas vuelven a propagar la muerte de la lírica desconociendo, quizás, que la lírica siempre ha estado a medio morir saltando. Recordemos que nace con Orfeo y su lira, con las cuerdas que le agrega para convertirla en cítara, apedreado por las ménades, debido a que él no les correspondía su deseo. Orfeo, enamorado para siempre de Eurídice y sin haberla podido rescatar del inframundo, se había retirado al ascetismo de los montes. El lirismo ha andado siempre así, entre la imposibilidad y el retiro propios o víctima de la laceración por quienes sienten que él los rechaza, y sigue levantándose entre las piedras de las nuevas realidades culturales y lingüísticas. Recuerdo esto, porque es evidente que La destrucción es blanca es un poemario lírico y el nombre de su autora, Myra, aparte de que mira, lo que no es poco en poesía, suena como lira y el significante no perdona. Por lirismo pienso en la tendencia al canto, a la subjetividad y a la búsqueda de la belleza, por lira en la última moneda italiana, y tampoco me parece que el entorno perdone, pues la peruana Myra Jara reside en Roma.

 

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Panel de presentación del poemario.
La Chascona, Santiago, 2015.
Crédito: Facebook de la autora

 

La propuesta tiene capas ya desde el primero de los versos, donde la primera persona “piensa en una mujer que besa un hombre”, no lo besa y si lo hiciera, sería como se besa la tierra y no “a” una persona, sino que lo describe ante nosotros y luego deposita “mariposas puras” en su barba. Es el pensamiento el que las deposita, aunque haya aparecido ya dos veces un nombre masculino al que se dedica el libro y el poema. La experiencia más íntima y anclada en lo real está mediada así por un lenguaje que aparenta ser más transparente de lo que es, que puede ser también las mismas mariposas con “pies de agua, piel de agua”, con “mentes idénticas a mi mente”. Las imágenes son sutiles, volátiles, se escapan como la mariposa que vi en mi jardín luego de meses de invierno, café y naranja, ayer, mientras escribía esto. Los poemas suscriben literalmente a lo “delgado”, lo “ligero” y lo “tenue” para caracterizar las piernas o el océano y Jara no volverá a dedicarle un poema a alguien hasta el que cierra el libro.

Contraria a una era que pone en entredicho las éticas que derivamos de lo estético, lo bueno de lo bello, por las consecuencias discriminatorias que la policía de la belleza conlleva, Jara las persigue en el mismo lugar: “la perla negra de la bondad” abre el segundo poema, breve, que opera como bisagra ante el tercero, consciente de un montaje que deja todo a la vista entre respiraciones lentas y rápidas. Esta diástole y sístole (del corazón y de la licencia poética) da cuerda al libro entero y da cuenta de a lo menos dos registros de la autora: reflexivo y melancólico, experiencial en los poemas largos, más surreal y preciso en los cortos. La síntesis de ética y estética a la que me refiero se da en las metáforas vegetales y animales con las que discurre aquí el deseo, por ejemplo: “Yo soy tuya como una de las dos flores del algodón (…) y cada flor piensa y se inclina hacia el cielo”. Lo que le va sucediendo a la voz “es bello, es bueno” como canta Manuel García. Ser la planta o encontrarse, veintidós páginas más adelante, con las posibilidades sublimes de un gesto cotidiano y la maravilla erótica que está en cualquier rutina si se la mira bien y lentamente. “No hay nada más bello que una mujer que lava una copa/ Vierte en ella agua fría y la endulza con miel” es el comienzo, narrado con una distancia que el poema quiebra en la segunda estrofa volviendo activa a quien habla y también al lector.

 

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De Izq. a der. Enrique Winter, Myra Jara y Ernesto González Barnert.
La Chascona, 2015.
Crédito: Facebook de la autora

 

Una de las maneras por las cuales Jara hace que los versos fluyan es presentando una sintaxis normal, al uso. La densidad viene dada porque allí donde se espera un sustantivo o un adjetivo, nos los entrega, pero eligiendo unos inesperados que provocan de este modo las imágenes poéticas. “No había quebrado las aves, estaba desordenada y negra” es un ejemplo en un poema que a tal punto parece llanamente comunicativo que sus largos versos pueden leerse como prosa. Al permitir que de a poco el conjunto comience a mostrar las anécdotas que provocaron los poemas, La destrucción es blanca se va tornando más confesional. Primero por vía de esta faz narrativa, luego por el uso reiterado de la primera persona hasta eclosionarla en la segunda, que interpela al examante como se haría en una carta de despecho, por teléfono, medios electrónicos o en la calle. Esto no implica una omisión de los atentados que venía perpetrando la autora en la sucesión lógica de cada poema, por el contrario, la mayoría pareciera ofrecer hipótesis y conclusiones dándonos, en realidad, un puro discurrir. Las conclusiones no se siguen de lo expuesto. Y si en determinados momentos pareciera explicar su poética, “Me interesan las imágenes que a mí llegan y de mí parten”, lo hace para igualar su vida a su literatura. Nos pone ante la poética del yo más extremo, ante esa subjetividad con la que caracterizaba el lirismo, donde todo pasa por quien lo escribe. El mundo pasa por ella, “tiene impregnada la luz de mí” y lo demás es fondo transparente o la suma de los colores, que no es ninguno: “El movimiento es blanco/ la destrucción es blanca”.

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El ritmo opera por contraste, se siente cuando el foco está en los demás. En el viaje en tren del poema más largo del conjunto pueden verse las cabezas que va repitiendo a modo de vaivén, con el poema desplegado como un diario sobre las caras de los lectores, que pasamos a sentirnos de pie en un suelo inestable. En ese peregrinaje al que nos invita, La destrucción es blanca roza el turismo sexual de clase alta follando con trabajadores que narra la cultura en canciones como “Common People” de Pulp. “Los limpiadores estaban llenos de instinto” dice entre escenas de sexo, que ya venían adivinándose en la admiración, corporal y deseosa, del servicio doméstico, presente hasta la empatía extrema, triste y trágica de la nana Alsira. El otro, reivindicado en su carnalidad a la manera pesadillesca del Obsceno pájaro de la noche de José Donoso, quizás la cumbre de nuestra narrativa, y aún así, placentera. Porque Jara ha velado el erotismo de sus primeros poemas, no incluidos aquí, complejizándolo en el horror del vacío, “Estar seca fuera (…) transformar las escenas en hermosos huevos”. La cita a una novela no es arbitraria, porque La destrucción es blanca puede leerse también en la tradición de las Bildungsroman o novelas de formación, en las que la protagonista pasa por diversas peripecias que la van cambiando. Sin embargo, cada anécdota que parece irse en esa dirección, “La han penetrado. Estaba aburrida y la han penetrado/ Estaba sola, no había comido/ Está bebiendo en el local” es el comienzo de un poema que, imperceptible, pero rápidamente, se transforma en otra cosa, en paisajes de sueños raros. “El agua es ligera y destructiva/ pero la destrucción del agua es hermosa/ fui a ver la desaparición de los peces y las ondas” dice en la página siguiente. La destrucción también viene de esa belleza transparente, y es blanca.

Sueños de urbe, y realidad: Sobre la propuesta de Jeremy Mann

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Por: Juan Pablo Torres

Crédito de la foto: www.redrabbit7.com

 

Sueños de urbe, y realidad: Sobre la propuesta de Jeremy Mann

 

 

Relación de lugares, viajes, libros… Notas:

Del tiempo y el río, de Thomas Wolfe termina con una escena que claramente se relaciona con la primera de otra gran novela, Llámalo sueño, de Henry Roth. La vuelta en un caso, el primer arribo, en el otro. Tierra firme y atrás la bastedad del océano; otra vida… Pero, de pronto -cosa de luz y rumores- nos encontramos también en una escena -¿toma?- que, digamos, pudo ser “capturada” desde el periscopio de John Dos Passos…

“La tierra de las oportunidades”, su complejidad; más allá, luchando, sus criaturas. Un primer asomo…

Una nueva tierra prometida, o lo que es lo mismo: un nuevo camino por soñar… La bastedad es factor importante.

 The+Harbor

 

The+Bay

 

En fin, acaso el escenario no corresponda del todo. Ni siquiera el momento. Pero es que la ciudad, su voz, más allá de la época, ilumina lo mismo. Puede dar otra hora el reloj… En todo caso, llegamos.

Las calles ante nosotros, sin el encanto de La vista del Delft…, pues atrás Europa y aquí, el nuevo camino, ya fue dicho.

Un internamiento. Tampoco queda lejos Pasos, de Jerzy Kozinski…

(Hay múltiples maneras; podríamos también seguir a Saul Bellow, a John Cheever… Al cabo, es nada más una invitación.)

 

Construction+#3

 

Jeremy Mann, con sus pinturas, logra el aura o, mejor dicho, un aura con aires de universalidad que equipara los escenarios de concreto, fierro, plástico… y hombres, tras el tul del humo que empaña las nubes, y el brillo de la lluvia.

Y claro que nos damos cuenta, al cabo hemos visto tantas veces en tantas películas, estos escenarios… Las postales se hacen solas así… E invitan. Es una tierra en particular, unas iniciales (U.S.A.), y no. Ahora menos que nunca.

Llueve sobre todos. Las luces al cabo son luces y soñamos en cine, por ejemplo, ahora, todos casi por igual, sin importar las coordenadas de nuestra localización.

 

Evening+by+the+Cathedral

 

Mito.

American dream…, pero una vez más, no solo eso. Es Europa también… Su cine… Y el aura que cruzó el Atlántico. Porque conviene recordar, siempre, raíces.

Desde el Petersburgo de Biely a -mil veces- Las calles de Joyce…, lo orgánico, que se remonta, por supuesto, muchísimo más atrás, a la propia gesta… Siempre fundación y aventura, y decadencia, también. Vida.

 

crossing+market

Lights+in+Midnight+Rain

Y el tiempo…

Queda por ver, entonces, más que la hora: la época…

Cabe preguntarse cuánto han cambiado en realidad las cosas. Y si el cambio, en efecto, desborda la imagen, cuánto aceptamos de ella, y cuánto preferiríamos, quede, por ejemplo, como en la visión de Jeremy…

La distancia, la bruma, el brillo, y la vibración de la propia vida de la urbe impresionan, y como en el caso de Monet…

 

7th+Avenue+Night

 

Manhattan+Nights

 

…, uno se pregunta por los rostros de la gente…

Qué, detrás de las luces…

Y, ya en cuanto a pintura, por ponerlo así, si funcionará al caso la misma técnica, ¿cómo, esta visión, de cerca, en los ojos?

¿En qué modo vive el brillo, detrás de las luces, o bajo ellas, ya no en las calles…, en lo particular…?

 

post+st+downpour

 

Mann entonces nos lleva, no a la experiencia de la ciudad en sus comunes recovecos para lucir el interior de su visión, no a los hogares, si no, para definir del todo su propuesta, al taller.

Bien, si no estaba del todo claro, antes se trataba de paisajes, y por tanto, más que retratos, almas de ciudad; y ahora…

 

Menagerie

 

… de figuras. Seres humanos.

Con una elección de por medio, la de un alma de la urbe. Lo que cargue con la misma bruma en la intención, la misma incierta invitación para el destino, el brillo de las posibilidades sensuales: vida bajo la lluvia. Fertilidad.

Deseo.

 

Requiem

 

La sinfonía del aparente caos en las calles, la que, digamos, revela su clave cuando uno levanta la vista y se deja guiar por las luces, la pauta de caminos y, una vez más, el rumor de los destinos de los habitantes de la ciudad, cede paso aquí a melodías preñadas de intensidad por el modo en que las paredes hacen eco del solo… No es solo individualidad…

 

 The+Room,+Night+Before+Last

.., es la provocación del individuo, mas como parte de aquella sinfonía. Un espíritu común en el color. Y la pose y la expresión de los ojos. Caracteres particulares que, sin embargo, alimentan por conjunto, un aura mayor.

Afuera sigue lloviendo. Aquí tampoco hay época…

 

Black+Sugar

 

Drama. Una vez más, deseo. De siempre. Y, por tanto, la luz nos sirve para evocar, nuevamente desde el Cine, o la Literatura…, y ni hablar de la propia Pintura. Noches fértiles de Historia. Potencia…

Tierra de oportunidades, la Tierra entera…

 

Phosphorescent

The+Muse

 

Tradición como entrega. Y resulta curioso: en una época de saltos tremendos, la intensión de eternidad, todavía, con seres humanos protagonizando este conjunto de cuadros.

Y hay atuendos que no solo no pasan de moda. Son casi rituales, sí, tradición… Si bien la pasión es irreductible a esta categoría.

Sin ánimos de ofender por torpe redundancia: es que es más que retrato, y más que un par de ciudades de un solo país. Es una marcha general… Anhelo.

(Forms+of+Beauty+in+Low+Light+4)+Stature

 

Pero ver, ver

Al cabo de la noche, o de vuelta al principio de esta, lejos nuevamente, conviene recordar: esas luces encendidas a menudo privan, no siempre otorgan una nueva visión; suele ser necesario hurgar en la sombra, e intuir. Es una pauta.

Un taller es un lugar de previsiones, y no. Como muchos hogares. Las probabilidades son tantas; por ello la importancia de atreverse.

Uno mismo difícilmente alcanza a contener, cuando teme, el primer impulso, asomarse…

 

the+alley

El tránsito no se detiene porque uno haya alzado la vista momentáneamente. El eco de un reflejo en la retina no implica necesariamente quietud. Cosa de tiempo.

La vibración impresiona, siempre. Pero es, ojo, una elección.

 

 Beneath+the+Bayshore+Freeway

 

Es por haber optado por tal modo de tomar el momento que el paisaje, más lejos aún, de vuelta al mar, por ejemplo, no está cargado de los significados de la ya mencionada vista hecha por el Maestro Vermeer… Lo que está más allá no está en lo íntimo, más bien se eleva, y se esfuma. Pretende proyectarse más que profundizar…

Otra forma de rezo.

 

Over+the+Sunset

 

Lo importante en todo caso, es que al volver la vista abajo, no nos encontremos simplemente con retratos…

 

The+Last+Light+of+San+Francisco

 

Siempre hay más luz. Y deseo.

 

 

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(versión en inglés)

 

Traducción: Marion Tejada

 

 

City dreams, and reality: About Jeremy Mann’s proposal

 

 

Relation of places, trips, books… Notes:

Thomas Wolfe’s Of time and the river, ends with a scene that is clearly related to the first one of another great novel, Call it sleep, of Henry Roth. Return in one case, the first arrival, in the other one. Firm land and behind the coarseness of the ocean; another life… But, suddenly -Thing of light and murmurs- we found ourselves also in a scene -take?- that, let’s say could be “captured” from John Dos Passos’s periscope… “The land of opportunity”, its complexity; beyond, fighting, its creatures. The first look… A new promised land, or, which is the same, a new path to dream about… The coarseness is an important factor.

The+Harbor

The+Bay

Well, perhaps the scenario won’t correspond at all. Not even the moment. But it is that the city, its voice, beyond the era, iluminates the same, the clock can give the time… In any case, we arrived. The streets before us, without the enchantments of the view of Delft…, so behind Europe and here, the new path, it was said. An involuntary commitment. Steps, by Jerzy Kosinski isn’t far either… (There are multiple ways; we could also follow Saul Bellow, John Cheever… In the end, it’s nothing more than an invitation.)

Construction+#3

Jeremy Mann, with his pantings, achieves the aura or, rather, an aura with alleged universality that equates the concrete scenarios, iron, plastic… and men, behind the tulle of smoke that mists up the clouds, and the brilliance of rain.

And of course what we don’t realise, in the end we’ve seen so many movies, this scenarios… The postcards are made on its own… and invite us. It’s a particular land, initials (U.S.A), and not. Now less than ever.

It rains on all of us. The lights in the end are ligths and we dream in movie mode, for example, now, almost everyone, no matter the coordinates of our location.

Evening+by+the+Cathedral

 

Myth.

American dream…, but once again, it’s not only that. It’s Europe too… its films… and the aura that crossed the Atlantic. Because it should be remembered, always, roots.

From Biely’s Petersburg to -a thousand times- Joyce’s streets…, the organic, what rises up, of course, far behind, to the songs of heroic deeds itself… Always foundation and adventure, and decandence, too. Life.

crossing+market

Lights+in+Midnight+Rain

And time…

It remains to be seen, then, more than time: the era…

One wonders how much have things really changed. And if change, in fact, overflows the picture, how much do we accept of it, and how much would we prefer, to stay, for example, like in Jeremy’s vision…

The distance, the haze, the glow, and the vibration of the city’s own life impresses, and like in the case of Monet…

7th+Avenue+Night

Manhattan+Nights

…, and one wonders aout the faces of people…

What, behind the lights… And, as far as painting, so to speak, will the same technique work, how, this vision, close, in the eyes?

In which way does the glow live, behind the lights, or underneath them, not longer in the streets…, on the particular…?

post+st+downpour

Mann then takes us, not to the experience of the city in its common nooks to show the interior of his vision, not to the homes, if not, to define entirely his proposal, to the workshop.

Well, if it wasn’t very clear, before it was about landscapes, and therefore, more than portraits, souls of the city; and now…

Menagerie

…of figures. Human beings.

With an election in between, a city’s soul. Whatever it takes with the same haze in the intention, the same uncertain invitation to destiny, the glow of sensual possibilities: life under the rain. Fertility. Desire.

Requiem

The symphony of the apparent chaos in the streets, which, let’s say, reveals its key when one looks up and is guided by the lights, the pattern of roads and, once more, the murmur of the fate of the inhabitants of the city, gives way to melodies pregnant with intensity because of the way in which the walls make an echo of the solo… It’s not only individuality…

The+Room,+Night+Before+Last

.., it’s the individual’s provocation, more like a part of that symphony. A common spirit in colour. And the pose and the expression in the eyes. Particular characters that, however, are fed by a bigger aura.

Outside is still raining. Here there’s no era either…

Black+Sugar

Drama. Once more, desire. Always. And, therefore, the lights works for us to evoke, again from the movies, or Literature…, and not to mention the very own Panting. Fertile nights of History. Potence…

Land of opportunity, the Earth, all of it…

Phosphorescent

The+Muse

Tradition as dedication. And results curious; in an era of huge jumps, the intention of eternity, still, with humans starring this set of pictures.

And there are outfits that not only are not outdated. They are almost rituals, yes, tradition… Althought passion is irreducible to this category.

No offense by clumsy redundancy: It’s more than a portrait, and more than a pair of cities of just one country. It’s a general course… Yearning.

(Forms+of+Beauty+in+Low+Light+4)+Stature

But to see, see…

At the end of the night, or back to the beginning of it, far again, it should be remembered: those lights on often deprive, not always give a new vision; it’s usually required to rummage in the shadow, and intuit. It’s a standard.

A workshop is a place of precaution, and not. Like many homes. The odds are so many; that’s why the importance of daring.

One self hardly reaches to contain , when fears, the first impulse, leaning out…

the+alley

Traffic doesn’t stop because one has looked up momentarily. The echo of a reflection in the retina doesn’t imply necessarily stillness. A matter of time.

The vibration impresses, always. But it is, watch out, a choice.

Beneath+the+Bayshore+Freeway

It’s for having chosen the way of taking the moment in which the landscape, even further, back to the sea, for example, not being filled of the meanings of the already mentioned view made by the Master Vermeer… What’s beyond is not in the intimate, rather it rises, and vanishes. It aims to project more than to deepen… Another form of prayer.

Over+the+Sunset

In any case, the important is that when we look back down, we don’t find ourselves with simply portraits…

The+Last+Light+of+San+Francisco

There’s always more light, And desire.

 

 

Esos árboles que siguen creciendo dentro, 21 poemas de Laura Giordani

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Por: Laura Giordani

Selección: la autora

Crédito de la foto: Alquenencia

 

 

Esos árboles que siguen creciendo dentro,

21 poemas de Laura Giordani

 

 

 

Dame esa palabra que haga brotar calostro de las piedras

mientras tanto no decir nada

seguir en penumbra

hasta que alguien me llore dentro y tenga que escribir

para darle consuelo

 

 

 

I

 

A tu alfabeto le andan faltando letras

hasta que no hay manera de deletrearte.

Ver cómo se disgrega el torso,

cómo los continentes

se hunden en el vientre.

Tu vientre socavón,

desmoronamiento de la mirada.

 

II

 

Las abejas se llevan cada vez

más lejos el polen.

La cuchara se desmaya en el trayecto

hasta tu boca.

 

III

 

“Danos hoy nuestro hambre de cada día”

tu Padre Nuestro.

No las espigas ni los costales: para ti

las costillas esdrújulas, el fuego

negro que sube por los talones

y va consumiéndote sin llama.

Cráneo crecido

y cuerpo en cuarto menguante,

todo cuenca y pómulo,

todo descuento de tu carne

y suma pellejo

y sigue sin llover

sobre tus surcos.

 

IV

 

La luz desfallece

de tanto ver el hambre

como testigo maldito pasando

de la madre al hijo,

del hijo a la tierra

de la tierra al fruto exánime.

La luz famélica de cubrir la desnudez

en cal viva de tus huesos:

una casa de la que sólo quedan vigas

donde el último habitante

―con ojos desmesurados―

pregunta quién se llevó toda la mezcla.

 

[Hambre, Materia oscura]

 

Materia oscura portada

 

Tenían como una lepra la infancia devorándoles el pecho

Clarice Lispector

 

Tormentas de tierra

sulquis

escuerzos

las tazas que habían venido de Europa

descascaradas

las fotos de niños ya muertos

las paspaduras

el primer vello en el pubis

fruto que se volvía extraño

la infancia un carozo de durazno

trepanado por hormigas negras

papá silbando en el patio

mientras quema sus libros

todas las memorias amarilleando

bajo el cráneo

 

nostalgia: esta dulce podredumbre en la espalda esta pútrida dulcedumbre de las palabras que no mueren del todo como esas hojas que antes de desaparecer agonizan juntas en parvas exudando el fervor del verano y la savia

 

 

 

Sus noventa y siete kilos y toda

su lujuria cayeron sobre tu pubis

de nieve aún blanda.

 

Si hay dios, que esta noche

caiga de rodillas y llore

todo lo creado.

 

[Primera vez, Materia oscura]

 

 

 

I

 

para ver algo más que caracoles vacíos

el declinar perpetuo de la savia y la sangre

la caída de todos los cabellos

y frutos

 

habrá que hundir las manos

en tu corazón primero

subvertir los átomos

abrir las aguas

ver con tus ojos

prados más allá de la frente

en pértigas de compasión

traspasar la espesura de lo visible

la ilusión

de lo separado

 

II

 

ser al fin sin cauce

sólo desmemoriada agua de la piedra

que la engendró en la cumbre

compasión de la arena en la que

la piedra disuelve su recuerdo de la altura

sólo contigo

fondo solo

 

III

 

girar de otra forma,

estremecer las omisiones:

esas piedras orbitando el corazón

estrellas muertas

capturadas por la tibieza en declive

de los cuerpos

 

resquebrajar las compuertas

 

dejarse anegar

 

ahora las cortezas mojadas

pueden arder bajo el corazón de los muertos

el fruto dejarse caer de su gravidez de azúcar

al suelo

prematuro

 

el árbol llorar su altura

junto al pájaro derribado

 

 

[Karuna**, Materia oscura]

 

**Karuna es un vocablo sánscrito que se traduce como acción compasiva o acción emprendida para disminuir el sufrimiento ajeno

 

 

 

En cada pecho hay un sol sepultado,

con su pulsación clandestina,

su madriguera de temblores

y una confesión de sobrevida

en los labios.

 

En cada pecho, una rotura,

hueco para alojar la verdad

que no soportarían los ojos:

el aleteo de un pájaro lacerado

sostiene el mundo.

 

[El corazón, Noche sin clausura]

 

 lau3

 

Viaje adentro, al fondo, a ese barro primero

solícito para las manos, los algodones

tendidos en coincidencia con la herida.

 

Lo blando: refugio de las aristas

que nos duelen.

 

Viaje por los corredores

de la sangre, el andamiaje de calcio

que nos alza en rebeldía incesante

ante la gravedad.

 

Para ser polvo encendido en la frente

de algún dios, reconciliación

de puntos cardinales, fervor

que nos eleva a esa colina

desde donde podemos ver

la infancia que nos aguarda.

 

[Viaje adentro, Noche sin clausura]

 

 

Bajo la piel hay alforjas

para guardar las noches

lentas, ojeras ocaso

donde se ponen

fulgores y encallan los soles

hasta hacerse crónica

nocturna, pliegue

del desvelo.

 

Marsupiales

cargan sus penas párvulas:

ese modo

tan humano de llorar

por dentro, de penar

por dentro hasta convertir

en piedra lunar

el llanto.

 

Dos criaturas de lomo púrpura

abrevan la luz

convaleciente

en nuestros ojos.

 

[Ojeras, Noche sin clausura]

 

 

 

A dónde van a morir

los pájaros, sus pulmones

calcinados de vuelo por qué

sumidero celeste o anti-nido

se fugan, desde dónde

esa caída de estrella discreta como la muerte.

 

Cielo y tierra se tocan

porque existen ellos

trazando esas líneas

invisibles que unen la sangre

al relámpago, la garganta

a la lluvia, las plegarias

de la madre al desastre

inminente.

 

Qué ciudad de hormigas

reclama su sombra, qué

viento se lleva sus huesitos

blancos, naufragados en la altura

hasta hacerlos transparentes.

 

En qué momento de nuestra ceguera

se desploman.

 

[Pájaros, Noche sin clausura]

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Porque el agua se me fuga

y yo – pura sed- soy un zahorí

que remata sus varas.

Porque las palabras regresan de un viejo abuso

y ya no tienen fuerzas para escalar los labios.

 

Tendré que invocar una caída

en el umbral mismo del verbo

con la fe de todas las manzanas.

 

Saltar muy dentro, libre

al fondo de las cosas, deshabitar

la memoria, su ciudadela

adoquinada, su lacre, los arquetipos

rotos en las esquinas

ofreciéndome su cuerpo.

 

Dejar de buscar advientos

en el pan de ayer, las migas con que solía

despilfarrar el hambre, sacudir las cortezas

que ya no pueden recordar su savia.

 

No bastará con la poesía:

habrá que tener además

los huesos livianos de los pájaros.

 

[El salto, Noche sin clausura]

 

 

 

El rastro de los caracoles

subiendo por los pies

después de la lluvia

 

no pueden apagar

 

la cruz del sur

yerra celeste quemando

aún la frente

el paso austral

de la noche

el clamor de las chicharras

reverberando en el cráneo

como voces de niños

en una ciudad

abandonada

 

aunque los caracoles

hoy avancen sobre cristales rotos

 

no pueden

apagarlo.

 

 

 

El viaje que importa

el jamás contado

sucede en las cunetas:

 

lo más hermoso

atropellado

 

latiendo todavía

en esos márgenes que ignoramos

cegados por el vértigo

 

 

 

“Al juntar los objetos perdidos de una vida podía sentir

el espíritu de los difuntos pasar, fugazmente, de una boquilla

o una vieja cuchilla de afeitar a mi carne aún viva”.

John Burnside

 

No aceptar la limosna de la luz

 

Con tela de aquel vestidito azul vendar los párpados como quien cierra una casa para migrar a otra patria. Con ojos otros -de cachorro ciego todavía- encontrar la ubre por su tibieza.

 

A ciegas, dar vueltas hasta caer borracha de la propia sangre, hasta no ser imantada por un norte desmentido tantas veces.

 

Sólo el agua subterránea.

 

 

Sólo tienes manos para avanzar

 

 

Presintiendo en la corteza recién arrancada la tormenta; a tientas como la gallinita ciega-por una orilla que la violencia del agua desdibuja.

 

Donde los ojos sólo ofrecen ceguera, las varas de sauce como única guía: el temblor del agua en las manos.

 

 

Algo parecido al temblor

 

Con una brasa convocada por nuestras lágrimas resucitaste al cachorro olvidado en el patio la noche de la helada. Que tus palabras vuelvan a caer ―orina todavía tibia― desentumeciendo nuestras manos azuladas de miedo.

 

 

 

Dar la espalda a la luz para recobrar otra que no mienta: algo parecido a la agitación del péndulo sobre ese lugar donde el desaparecido estaba.

 

[No sé qué palabra sobrevive, qué palabra no se disuelve como un fantasma en la elocuencia del tacto:

tus manos sobre los vientres de las embarazadas

tus manos sobre los helechos moribundos.

 

 

 

Desconfiar del anverso.

 

Ella se dirigía siempre al revés de las cosas: hojas, piedras, párpados.

 

No teman su dolor, su verdad más blanda.

 

Dendromantes, aprendimos a pedir una hoja al álamo plateado para leer su mano.

 

Tu palma contra su palma

su nervadura contra tus venas

hasta que la confesión comience:

 

 

[un tiempo de savia subiendo con miedo

los alaridos de la tala

unos hombres que arrancan el monte

como la cabellera de una anciana.

lau2

La poeta Laura Giordani

Intercambiamos sangre con los eucaliptos, nos amamantamos de la perra más mansa.

 

[Qué te hicieron caballito, que las manos de tu amo

se hundan en tu carne abierta

hasta que llore polvo de ladrillo,

hasta que la fusta con que te azotaba

caiga con él de rodillas.

 

 

        Con manos imantadas

 

Hundir los dedos en la tierra negrísima de la infancia. Cuando las yemas ardan, escarbar con manos imantadas por una ternura abandonada junto a los restos: el desguace nuestro.

 

Botones sueltos, fotografías de familia: los esposos en un muelle con cuatro hijos y dos baúles, un viejo de ojos claros junto a su silla de enea, escarpines de lana amarilleando sin término, el ajuar con las mismas iniciales de aquel ataúd chiquito y blanco.

 

Un mechoncito rubio en la mano, único consuelo. Mujeres pariendo en camas de hierro, niños amamantados por cabras.

[veni, sonnu, di la muntanedda

lulupu si mangiau la picuredda

oininì

ninnavò fa

 

 

A la infancia a través de las manos, palpar el fondo de los cajones para conocer el revés nuestro, las costuras de un relato siempre en hilachas.

 

Ella se fue y algo se rompió dentro

[algo sordo, como llorando.

 

Escondimos las rodillas lastimadas por el pavimento.

 

Llegaron como una peste las palabras y las llevamos a la boca creyendo en su alimento.

 

Los contornos adquirieron relieve, los pétalos del corazón fueron cayendo -uno a uno- como en aquel juego.

 

Sobrevino la sintaxis, la separación, el desastre.

 

[La guardiana del tacto, Antes de desaparecer]

 

 

 

Ver con la luz de los idiotas,

esos a quienes todavía duele

la nervadura de la hoja:

crucifixión de la savia

en redes que soportan

y callan.

 

Una hoja puede soportar

todo el peso del verano.

 

En esa luz,

ver que las hojas tiemblan

de miedo ante el humo

en todos los montes.

 

En esa luz, ver el mundo,

su andamiada frágil de pestañas

y meridianos.

 

 

 

El sobretodo azul que pusiste

sobre los hombros de la muchacha aquella

volvía empapada del interrogatorio

temblando

la mojaban la picaneaban

cada noche

la dejaban junto a tu colchón

con un llanto parecido al de un cachorro

ese gesto a pesar del miedo

a pesar del miedo te sacaste el sobretodo azul

para abrigarla

no poder dejar de darle ese casi todo

en medio del sobretodo espanto

la dignidad puede resistir

azul

en apenas dos metros de tela

y en esos centímetros que tu mano

sorteó en la oscuridad hasta sus hombros

 

sobre todo

 

 

[El sobretodo azul, Antes de desaparecer]

 Cubierta-Papel-Laura

 

Guárdalo en la vigilia de tu pecho igual que a un centinela.

Olga Orozco

 

Un diente de leche de cada hijo

dos plumas de gorrión

resucitado

después de la helada

tres mudas de chicharra

el delantal a cuadros de la abuela

La palabra inocente de Alejandra

 

la cruz del sur

 

pero sobre todo

aquel corazón primero

potrillo desollado

trotando sobre cenizas

todavía tibias

todavía crédulo

de llanuras intactas

 

para ser invencible.

 

[Talismán, Antes de desaparecer]

 

 

 

Toda demolición requiere su música, toda fila que avanza mientras el pianista toca Cantos del alba de Schumann, también las reses avanzan con la promesa de pasturas lejanas, hechizadas por la lírica; si, todo derrumbe requiere su música.

 

Y sus poetas.

 

Ahora, habla de la inclinación de la hierba, del temblor de la hoja antes de precipitarse. Ahora canta Laura, si puedes.

 

 

 

salgo a ver en el humo

de la casa arrasada

contigo

Antonio Méndez Rubio

 

Como esas trazas sobre el vapor en un cristal, huellas evanescentes, precarias, sujetas a una pronta desaparición. Un discurso desasido, allí radica precisamente su fuerza: no sólo en el alejamiento de cualquier espíritu sentencioso o efectista (esa pirotecnia del vocablo tan frecuente), sino de una elección similar a la blanca elección de Emily Dickinson: la grandeza está en las restricciones que el creador se impone, no como disciplina famélica de la palabra sino más bien como apuesta por la intemperie más absoluta.

 

Toda la intemperie que el lenguaje sea capaz de soportar, toda la intemperie que como lectores podamos acoger.

 

Justo antes de su extinción, las cosas revelan una fulguración única, ya sea la nieve cayendo en la noche o el humo remanente de una casa arrasada.

 

En esas líneas prontas a extinguirse, vale la pena dejarse quemar los párpados.

 

 

 

Nunca escribimos solos, así lo creemos para sostener esa superstición del “artista singular”. Si miramos a los costados y sobre todo abajo, vemos que a medida que nos acercamos a esa palabra oscura nos acompañan todos los insectos que aplastamos, el perro moribundo en la cuneta, las madres insomnes que aún esperan.

 

La infancia llorando los pájaros derribados en la siesta, nuestros desaparecidos, esos árboles que siguen creciendo dentro.

 

 

 

Que las manos sean sismógrafos: las agujas no escriben si no se tiembla.

 

Mientras, dejar el verbo tendido, esqueleto de potrillo blanqueándose al sol después de la agitación del agua y la hierba.

 

 

 

 

 

*(Córdoba, Argentina – 1974). Vive en España desde su adolescencia. Ha publicado Cartografía de lo blando (2005), Materia Oscura (2010), Noche sin Clausura (2012), Antes de desaparecer (2014), Una lengua impropia (2014) y las plaquettes Celebración del brote (2009) y Las varas del zahorí: poemas de la sed (2013).

Sus poemas han sido incluidos en diversas antologías Los centros de la calle (2008), Por donde pasa la poesía (2011),  En legítima defensa. Poetas en tiempos de crisis (2014) y Disidentes (2015). Asimismo, ha colaborado con algunas publicaciones como La hamaca de Lona, Youkali, Viento Sur, Ginebra Magnolia, Eclipse, Nayagua, The children’s book of american bird, Confines (Argentina), Grumo (Brasil-Alemania) y Galerna (USA).

Unas frases ideales a mi oboe: Tres libros singulares de Luis Hernández

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Vallejo & Co. presenta este texto a manera de homenaje por el 38 aniversario del fallecimiento del poeta Luis Hernández Camarero, ocurrida el 03 de octubre de 1977 en Buenos Aires, Argentina. Una muerte tan repentina como extraña, tras encontrarse su cuerpo atropellado por el tren de la ciudad.

Debemos mencionar que este texto fue presentado por su autor en una versión editada y menos extensa como prólogo al libro Las islas aladas (2015), volumen que reune los únicos tres poemarios que el poeta Luis Hernández Camarero (1941-1977) publicó en vida: Orilla (1961), Charlie Melnick (1962) y Las constelaciones (1965).

 

Por: Roger Santiváñez

Crédito de la foto: www.esosdelacolina.blogspot.de

 

 

Unas frases ideales a mi oboe: Tres libros singulares

 

 

 Solitarios son los actos del poeta

 Como aquellos del amor y de la muerte

LH

 

Al releer Vox Horrísona [Lima 1984] Obra Poética Completa de Luis Hernández editada por el narrador Ernesto Mora y su efímero pero significativo sello Punto y Trama (prácticamente fundado para la ocasión de dicho libro) nos quedamos perplejos ante la potencia y eternidad de estos poemas. En efecto, uno se pregunta qué es lo que permanece fresco con tanta vitalidad en esta poesía. ¿Cuál es el particular matiz que todavía nos congrega ante la genialidad de una creación inalcanzable de perfilar ―difícil bajo la noche [como lo escribió el propio poeta] pero cuyas aristas prismáticas ―plenas de color― reverberan como el mar azul prusia de La Herradura y el sol lila entre los flotantes y acoderados cromáticos yates. Un extraño desafío se nos impone, pero lo aceptamos [igual que sus Canciones acepta] sostenidos por nuestro grande y antiguo amor por la poesía de Luis Guillermo Hernández Camarero (Nacido en Lima, el 18 de diciembre de 1941 y fallecido ―en circunstancias aún no esclarecidas del todo― en la vía ferrea de un tren en Santos Lugares, Buenos Aires, Argentina el 3 de octubre de 1977); Lucho, Luchito Hernández, el más simpático y brillante chico del barrio de ‘6 de agosto’ en el distrito de Jesús María.

 

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Situémonos entonces circa 1960 ―días dorados de la primera juventud de Luis―. Lo encontramos con sus pares generacionales, jóvenes poetas y estudiantes de la Universidad Católica como él: Javier Heraud y Antonio Cisneros. A la distancia de 55 años podemos reconocer que con esta pequeña célula nace la poesía contemporánea del Perú tal como la entedemos actualmente. El lanzamiento de sus tres primeros cuadernos ―respectivamente― El río (1960) de Heraud, Destierro de Cisneros y Orilla de Hernández (ambos de 1961) en la famosísima Minerva de las Ediciones de La Rama Florida ―imprenta tarjetera con la que el poeta Javier Sologuren publicó más de cien títulos en largos años de profícua actividad― parece no dejar ninguna duda sobre la fundación de la nueva poesía peruana en torno al inicio de la década de los 1960s y por ende a la generación ―que en ese instante― sentaba las bases de un twist y una modernización cuyas proyecciones llegan a hasta nuestos días.

Entremos a Orilla. El jovencísimo poeta contempla el mar desde sus bordes. Medita bajo el cielo y empieza su canto: “―Pon arriba, / donde nunca puedan / verla, / tu señal”. Declaración de principios, esencial observación sobre el propósito de su poesía: marca sideral que ―aunque lejos y secreta- está allí presente. Ante la crecida marea, infinita soledad lo rodea y escribe: “de mí / ya sólo queda / el mar claro y naciente, / de mí / ya sólo queda / el mar, triste, apagado.” A la hora del sunset todo gira en torno a dicho ocaso: “Poniente sol, / perdida tu belleza, / oculto ya, no hallado / tu destino.” Última alocución ésta que tranquilamente podría ser un símil de la propia experiencia del poeta: su identificación con la desaparición del astro rey, argucia para expresar su conciencia de la muerte y de la incertidumbre de la existencia humana. Lo que se cifra en un remate que intensifica el color, la condición submarina y celeste así como la delicadeza de la marchita flor: “Estarán en ti tan sólo / las rosas muertas,/ canciones sumergidas, tinto el mar, / inmóvil en tu vida, / ignorado tu cielo.”

 

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“Orilla”, de Luis Hernández. Lima: Cuadernos del Hontanar de La Rama Florida. (Edición auspiciada por el Centro Federado de la Facultad de Letras de la Universidad Católica). 1961.
Viñeta de portada: Fernando de Szyszlo.

 

A nivel estríctamente de la construcción lírica Hernández demuestra su precoz maestría con este par de hallazgos rítmicos que cierran la siguiente estrofa: “Aunque nada hubiera / llevado al mar con mi alegría, / no sentí nunca / el sonido de las ondas, / la espuma en la ribera.” Traigo a colación dicha órfica plasmación sintáctica porque ―en el amplio espectro de la poesía hernandiana― va a constituir una de sus características más acendradas y originales: el dominio del ritmo para la perfección elástica de sus tunes mejor tocados. La música de esta poesía brilla por sí sola: “cerrada hacia poniente la sonrisa.” o con rara sabiduría juvenil ―sobre el misterioso e incompleto destino humano― nos deja escuchar esta plástica cadencia inapelable: “Legiones de senderos inconstantes / que el mar y lo ignorado / cierran juntos”. Aquel sonido de las ondas que citamos líneas arriba tomará una nueva forma exacta en este logro prosódico ―sin precedentes en la poesía peruana anterior― “Yo pensaba en el mar / como cuando leía / y el mar sonaba igual: / No es posible sentarse, / los bancos están mojados, / los bancos están mojados, / y podridas las maderas.” Inobjetable precisión de un ritmo que sólo Luis Hernández poseía. Y la culminación nos permite observar la inclusión ―por vez primera― de un signo urbano (decisivo elemento posterior) en su obra: “No es posible sentarse. / Viven aún como arena / las luces de la calle.”

Es interesante comprobar que el mar ―tan presente a lo largo de toda la poética de nuestro autor- aparece en Orilla no sólo como tema central sino prefigurando un constructo que alude a una presunta ―diríamos― ideología marina subyacente en Vox Horrísona y que aquí se presenta de esta manera: “La última onda, / limpia y azul, / ha caído tan cerca / de mí / que puedo sentir / su pensamiento.” Es como si el océano le transmitiera su lenguaje ―aquel inexplicable pero indiscutible que está cifrado en estos versos de Naturaleza viva cuaderno incluído en la obra completa; dirigiéndose al mar el poeta le dice: “Hemos escogido de ti la / más bella estancia: el final / de la tarde, cuando hablas / con el viento una jerga incomputable.” Hernández trata de traducir lo que escucha de ese raro argot. Esta sería la base central de su ars poética. De manera similar a lo que Ezra Pound sostenía ―siguiendo al provenzal Arnaut Daniel― que la misión del poeta es reproducir el canto de los pájaros. No es casual que cerrando Orilla aparezca el sonido humano al contemplar el océano: “Una voz que no es / nuestra / también puede / llamarnos.” La voz del mar que viene siendo simultáneamente la voz del poeta. Y por si fuera poco tenemos estos versos: “Coge de tu corazón / tan sólo / lo que ames / desecha lo demás.” que constituyen un homenaje intertextual al gran poeta de The Cantos cuya composición LXXXI reza: “What thout lovest well remains, / the rest is dross” [“Lo que bien amas permanece / el resto es escoria”].

 

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Luis Hernández y Daniel, hijo de Betty Adler, quien fuera enamorada del poeta.
Crédito de la foto: Betty Adler

 

Para finalizar nuestra breve incursión en Orilla leamos el texto 3 de la tercera parte del poemario cuya importancia sería fundamental en la poesía hernandiana. Según el testimonio de Mirko Lauer estas líenas: “Junto al muro / crece la hierba: / su sombra, / la sombra de la luna; / mágica, ancestral, / la sombra de mi cuerpo.” eran “su poema favorito, hasta el final. Y lo era porque traía lo que para él fue lo mejor de las estructuras de sonido y medida que jamás había escrito, y una de sus preocupaciones fue que siempre me dijo que sentía que nunca había podido volver a escribir algo tan perfecto y tan bueno como ese poema que había publicado en 1961.” Una memoria personal a propósito de estos versos: En 1975 ―lleno de fervor por la poesía hernandiana― busqué en la Biblioteca Nacional ya que era una edición inhallable, el ejemplar de Orilla y al leerlo escribí dichos versos en mi cuaderno de apuntes, fascinado por su cadencia y hondura metafísica. Efectívamente nos dan una idea perfecta de la gimnasia métrica que Lauer relata en su memoria de Hernández: “Recitaba, volvía a recitar, seguía recitando y le daba vueltas a la cosa”. E inmediatamente: “Tiempo después descubrí lo que hacía: estaba midiendo. Le preocupaba mucho la medida de las cosas. Cómo se organizaba la sílaba, dónde caía el acento, cómo jugaban las vocales, y para eso necesitaba repetir todo el tiempo.”

Charlie Melnick (1962) iría a significar un paso adelante ―dentro de su poesía― en aquel camino de la búsqueda por la óptima configuración rítmica. El breve poemario está compuesto por dos secciones: la primera es la elegía por el personaje y la segunda denominada La canción de Charlie asume su voz. De arranque el poeta clama ante la ausencia de su compañero: “Como cuando vivías / Cantarás / Aunque no vuelvas.” Estamos notificados del dolor que produce dicha ausencia y del férreo convencimiento del sujeto poético sobre la supervivencia del canto, es decir de la poesía, más allá de la muerte. Eso es lo que nos queda claro con estas líneas: “Quién, qué lluvia / Hará surgir el día. / Ahora que no regresas / Desde tu noche perfecta.” Como es usual en Hernández, el mar es su primer referente. Observándolo el poeta se expresa con maravilloso ritmo: “Qué poco encuentro ahora / De tus cantos / En la fuente cegada del océano;” Y la entera realidad esta empapada de lo que nos dejó el amigo que partió: “El camino del mar / Hacia la casa / Lleva sólo la huella / De la imagen sin fin / De tus canciones.” Una canción que el deudo es capaz de transformar ―con musical melancolía― en alta poesía basada en la elaboración prosósdica de la lengua: “Qué pena recoge, entonces, / La muda floración / De mi amargura.” Este último verso un perfecto endecasílabo por lo demás. Lo mismo que “la seca paz / Tendida / de tu cuerpo”, cuando se refiere a la muerte del amigo.

 

Charlie Melnik. Lima El Timonel de La Rama Florida, 1962. Viñeta de portada Fernando de Szyszlo

Charlie Melnik. Lima, El Timonel de La Rama Florida, 1962. Viñeta de portada Fernando de Szyszlo

En en este punto convendría tratar el discutido tema de la identidad de este personaje Charlie Melnick. Edgar O’Hara señala el anacronismo inserto en la propuesta de Mirko Lauer y Julio Ortega quienes en su fundamental ensayo sobre Contra Natura de Rodolfo Hinostroza sostienen que Charlie Melnik “refiere la muerte de Javier Heraud a un contexto que viene de Martín Adán […], es la primera de las transfiguraciones que que vivirá Heraud en la nueva poesía peruana” entendiendo que si el autor de Estación Reunida murió recien en mayo de 1963, sería imposible que Hernández estuviera hablando de él en un poema que salió en diciembre de 1962. Sin embargo ―en mi criterio― existiría la salvedad de que nuestro poeta hubiera estado mencionando una muerte simbólica de Heraud; es decir dando vueltas alrededor de la sentida ausencia de quien era su grande e íntimo amigo en poesía, como lo veremos más adelante. Como es historia Javier Heraud ya estaba en Cuba desde abril de 1962, recibiendo entrenamiento guerrillo en las filas del Ejército de Liberación Nacional del Perú [ELN] en una de cuyas columnas fallece tratando de abrir un foco subversivo en Madre de Dios, el 15 de mayo de 1963. La amistad entrambos está fechacientemente comprobada no sólo en el poema que Heraud le dedicó a Hernandez, así como en la cita de unos hermosos versos de su amigo que Heraud inscribe como epígrefe en su libro Viajes imaginarios ―fechado en junio de 1961― sino sobre todo en el único ejemplar de la revista manuscrita Ágape (abierto homenaje a César vallejo) que los dos jóvenes poetas compusieron juntos en abril de 1959 y que Edgar O’Hara exhumó en edición fascímil de 2008. Volviendo al tema de la identidad de Charlie Melnick, dicho crítico sugiere ―tras indagar en la obra, y citando un par de títulos del controversial escritor hebreo Sholem Asch de cuya nevelística ―se afirma― Hernández habría tomado el nombre: “Charlie Melnick podría ser una simbiosis del borracho de East River (1946) y el Moisés Melnick de Uncle Moses (1917).” Pero esto nunca se sabrá a ciencia cierta.

Retornemos a La canción de Charlie. Aquí toma la palabra el personaje: “Puedo llegar al mar / Con la sola alegría / De mis cantos.” Defensa y presencia inmediata de la poesía. El dominio del ritmo tiene ya su marca personal intransferible: “La fronda de las cañas / Derribando / La yerta soledad de las ciudades.” La oposición campo vs. ciudad, sobre todo ésta última que le hará decir a Gonzalez Vigil acerca del desarrollo posterior de su obra: “La visión de la ciudad y del capitalismo, de la opresión y la estulticia tornarán horrísona para siempre su canción.” (Citado por O’Hara). No creemos ―en absoluto― que la haya tornado horrísona; todo lo contrario: evolucionará una música verbal que ya está aquí codificada en la maestría del endecasílabo castellano: “!Sólo el hondo sentido / del estío!” y un verso despues, tras “Mis manos que rebalsan” otra vez la perfección fónica del endecasílabo: “El reflejo incesante / De las olas”. En relación a este tema es válida la afirmación de Lauer “Sus primeros libros, habían sido libros sumamente hispánicos” e incide ―dándonos una primicia― en la pasión de Hernández por Juan Ramón Jiménez: su “máxima economía de medios” y “ la frescura de manejarse de manera minimalista en el campo de la filosofía profunda” aunque también recuerda “la fase alegre de Hernández: Dylan Thomas, Pound y ese tipo de búsquedas” nombres más familiares para un lector de nuestro poeta. Otro dato importante de Lauer: “Se sabía de memoria sus primeros dos poemarios” pero no por vanidad de ninguna especie sino “como estructuras de medida métrica/…/y, entonces él los repetía, sin interesarle mucho el significado, sino cómo se organizaba su sonido en términos puramente técnicos.” Queda clara la intensa preocupación por la música en poesía de ese gran artífice que fue Luis Hernández.

 

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“Las constelaciones”, de Luis Hernández. Trujillo: Cuadernos Trimestrales de Poesía, núm. 36, diciembre de 1965.
Crédito: Archivo Mario Pera

 

Las constelaciones ―tercer libro de este volúmen recopilatorio― fue publicado en diciembre de 1965 por el sello Cuadernos trimestrales de poesía la legendaria revista que desde Trujillo dirigía el poeta Marco Antonio Corcuera y que organizaba ―cada cinco años― el consagratorio Premio El Poeta Joven del Perú, cuya primera versión en 1960 habían ganado ―compartido― Javier Heraud y Césa Calvo. El libro de Hernández obtuvo el segundo premio en el certamen de 1965, lo cual constituyó un escándalo en aquel momento ya que tirios y troyanos consideraron que Las constelaciones debió ser el libro ganador. Mucho se ha especulado en torno a la participación de nuestro poeta en dicho concurso. Pero yo tengo el testimonio del poeta Luis La Hoz ―íntimo amigo de Hernández― quien me refirió ―en los días de nuestra revista Auki (1975-76) ―editada por un colectivo en el que también estaban Armando Arteaga y Oscar Aragón― que fue César Calvo quien sin la autorización de su autor, envió al concurso trujillano el texto de Las Constelaciones que él mismo mecanografió. Sea como haya sido, lo concreto es que esto hizo posible la aparición de un libro que ―por varias razones que pasaremos a tratar brevemente― fue y es una piedra de toque fundamental en el desarrollo de la poesía peruana contemporánea.

Empecemos por el principio: el primer texto del libro Geminis que abre la sección inicial ‘Los signos del zodíaco’. Un hermoso poema en prosa sobre el tema del hermano. O de los gemelos para sintonizar con la propuesta del conjunto. Como en otras ocasiones el arranque de Hernández revindica ―antes que nada― la poesía: “Es extraña nuestra canción. Es demasiado triste y antiguo lo que cantamos.” Prosigue considerando la relación fraterna y también una especie de secreto poético que mora en cierta escritura contenida en la voz (la boca) del alterno: “Hemos dejado en casa al hermano, al mismo hermano que guarda ―quizá sea que volvamos― el gastado cuaderno de sus labios.” Musicalísimo remate, hallazgo rítmico y fonético. Lo mismo que la culminación del poema: “hemos sobrevivido al hermano. Lo hemos dejado, ciego y amargo, en sus viajes no emprendidos: sólo trazos de los dedos silenciosos sobre el mapa.” O’Hara insinúa que dicho hermano sería Javier Heraud (aunque sugiere también que podría ser sencillamente un hermano suyo). El asunto es que aquella oración final fue puesta por Heraud como epígrafe de su colección Viajes imaginarios en 1961 ―estampada en la forma de un terceto― cuando nadie los conocía. Nadie, salvo Heraud. El crítico se pregunta: “qué decir entonces de la relación tan fina que se crea entre los tres versos de Hernández, inéditos para más señas, y las seis prosas poéticas” del libro heraudiano. Y luego se responde: “Es como si las prosas de Heraud emergieran de la cita de Hernández, la justificaran y se justificaran a partir de la reverberación de tales versos.” En el criterio de O’Hara el autor de Géminis se estaría autocitando “para hablar, sin mencionarlo, de su amigo Javier” en una manera “muy personal de cumplir el duelo, dialogando con la persona poética y no con la persona pública.”, ―recordemos la muerte de Heraud en 1963― y que usa “el signo de los gemelos para ahondar la identidad lírica con el poeta de Viajes imaginarios.” En la otra orilla, el epígrafe hernandiano colocado por Heraud configura ―según el crítico― “un auténtico reconocimiento de la autoridad poética de Luis Hernández.” Sobre este punto es pertinente citar el libro Ciudad de Lima (1968) de Mirko Lauer, uno de cuyos poemas reza esta dedicatoria: A Luis Hernández, quien por encima de nosotros.

 

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El poeta Luis Hernández.
Foto: Betty Adler

Toda la primera parte de Las constelaciones gira ―como queda sugerido― alrededor de los signos zodiacales. El eje central de los poemas podría situarse en la contemplación de los astros en nuestro hemisferio: “Es el sur quien nos lleva y nos olvida / Hacia el alba postrera. Sus presagios, / Aprendidos sin miedo en las estrellas,” como leemos en Piscis, obviamente realizando una exploración sobre el destino ―clásico tema por lo demás― que se define en estos términos en Libra: “Es noche. Y han llegado, / Venciendo las nubes, / La estrella sutil, /El pérfido planeta / Y la magia / De las regiones áureas.” Magia que finalmente nos entrega la plenitud de su misterio: “son sombras las que arrastras en tu ascenso, y no es fácil llegar a sus designios.” Esto es de Sagitario donde igualmente se nos dice: “sé que existes, extraño y nunca fuerte, frente a aquello que venga de los astros.” Lo que ya se nos anuncia desde unas líneas antes: “hasta el último día en que agobiado revelaste a tu pena que morías.” La finitud entonces ―nuestro único destino― impreso en el vaho sideral, y sin embargo la belleza de las constelaciones permite al poeta la elevación de su canto más allá del dolor y la extrañza de vivir.

Otra nota destacable en este poemario es la construcción original de una poesía predominantemente urbana. Desde los inciales atisbos de Javier Heraud y Antonio Cisneros en libros como Estación Reunida y Comentarios Reales ―ambos de 1964― Luis Hernández nos ofrecerá en Las constelaciones las primeras contundentes imágenes de la ciudad en nuestra poesía ―modernamente hablando― en tanto discurso sostenido de una integral visión cosmopolita. Si bien es cierto que ya tenemos la incursión urbana en la vanguardia de los 20s/30s así como la transformación simbólica que de lla hace verbigracia Eielson en los 40s/50s; será nuestro poeta quien nos la presente con un nítido realismo de notable plasmación lírica: “Hacia furia este camino: Esta calle bajo la luna, bajo áspera luna, /Sin esquinas.” O esta captación del alumbrado público: “Nunca un lugar en tu juego / Entre luces crecidas en alambres.” Y más adelante: “Agosto es el mes más simple./ Yo soy ahora quien sueña, / Quien dobla lentamente / En las esquinas.” Brillante pintura del taciturno habitante de las ciudades y ―de paso― un homenaje al maestro TS Eliot, al parafrasear ―algo similar a lo que hizo Heraud en su momento― el famosísomo arranque de The Wast Land: ‘April is the cruelest month’. Finalmente: la ciudad de Lima se filtra entre sus versos a través de la pasión del cinéfilo: “Y después de la guerra en mis mentiras. / Sus mentiras. Los letreros del cine de mi barrio.” Y en ese mismo ámbito, tocando el habitat de ciertas colleras juveniles: “Nunca solos ni perdidos en cinemas.”

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“Vox horrísona”, libro póstumo de Luis Hernández, publicado con prólogo, recopilación y notas de Nicolás Yerovi

Mención aparte ―y en relación al realismo del que hablamos líneas arriba― merece la contribución de Luis Hernández a lo que podíamos llamar la revolución conversacional ocurrida en nuestra poesía durante los 60s/70s del siglo pasado. Fenómeno continental que se habría iniciado con la Antipoesía de Nicanor Parra y el Exteriorismo de Ernesto Cardenal ―aún en los 1950s― y el desarrollo coloquialista de Enrique Lihn a comienzos de los 60s. Pues bien, Hernández aportó significatívamente al mejor logro de dicha tendencia en Las constelaciones (1965). En el poema Tauro leemos: “De qué ocultos guariques, como humo / Surgió tu alma: crótalo negro, Toro entre banderas.” Sorprendente (en instante tan temprano) y preciso uso de una voz coloquial de la jerga limeña ―guarique― lo cual llega a la apoteósis en la composición dedicada al ―quizá― más grande poeta de Occidente en el siglo XX el norteamericano Ezra Pound. “Ezra: / Sé que si llegaras a mi barrio / Los muchachos dirían en la esquina: / Qué tal viejo,ch’su madre,” insertando en el discurso poético la que es considerada la peor grosería del habla cotidiana en el Perú. Al reproducir dicho giro -y además en el escenario urbano de la juventud callejera- Hernández dio un paso adelante y fundacional para el tratamiento del lenguaje coloquial en el imaginario de la poesía conversacional hispanoamericana. La naturalidad de su inserción es directamente proporcional a la lograda elevación del vocablo a la calidad de poesía; espléndido corolario a la sinceridad creadora de su talento innovador.

Quedarían varios temas en el tintero: el arte musical [“un hombre marcado por el estigma crudelísimo de la música”], la crítica social e histórica [“Mi país no es Grecia”], la dimensión cultista ―signo generacional de los 60s― [“la música girante de las esfera” aludiendo a Pitágoras o para no ir más lejos Pound & Eliot] o el toque lúdico [“Cantos de Pisac” que vendrían en sesgo de los Pisan Cantos del ‘Tío Ez’] pero lo que no queremos obviar es la tensión exisente entre el cielo y la tierra (la realidad material y la experiencia espiritual del alma) como dos instancias en las que se debate la vida humana, las cuales darían sentido y contradicción a todo el poemario. La humanidad habita “la casa de los Trópicos girantes,” en permanente contemplación de la bóveda celeste ―espacio de las constelaciones― con ciertas esperanzas que terminan por ser signos “Que en su ascenso a la dicha se han perdido.” Sin embargo, aquel extraordinario poeta que fue Luis Hernández reconforta nuestra impecable soledad con estos versos del tercero de los ‘Cantos de Pisac’: “En la última esquina del tiempo, / Mendigando el retorno, condenado, / Hallarás las mil fases de lo eterno.” Eternidad en y desde la que tú siempre estarás entre nosotros, querido Lucho.

 

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Sello profesional del poeta Luis Hernández como Médico Cirujano
Carnet Médico Peruano N°8977
Foto: www.lasallelima.edu.pe

 

[Collingswood, sur de New Jersey, Spring and all, 2015]

 

 

 

 

Obra citada

 

Hernández, Luis. Obra poética completa. Lima: Punto y trama, 1983.

Lauer, Mirko. “Yo conocí a Lucho”. En El Túnel. Artes & Letras # 1 (Lima,invierno 2002): 54-61.

―――――. Ciudad de Lima. Lima: Milla Batres, 1968.

――――― y Ortega, Julio. “Partitura para una obertura de la lectura de Contra natura”. En Creación & Crítica [Lima, # 13, marzo 1972, s/n].

O’Hara, Edgar. “Una lírica hecha de Amistad”. Prólogo a Javier Heraud. Viajes imaginarios. Lima: Mesa Redonda, 2008.

―――――. “Territorios de una palabra móvil” . Prólogo a Luis Hernández. Trazos de los dedos silenciosos. (Antología poética). Lima: Petróleos del Perú y Jaime Campodónico Editor, 1995.

Pound, Ezra. Cantares completos. Tomo III. Traducción de José Vázquez Amaral. Madrid: Cátedra, 2000.

“Los peligros de fumar en la cama” (2015), de Mariana Enríquez

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Esta nota fue publicada originalmente por su autor en su blog personal sobre literatura: www.eltonhonores.blogspot.pe

 

 

Por: Elton Honores

Crédito de la foto: Izq. Santuario Ed.

Der. www.indiehoy.com

 

 

Los peligros de fumar en la cama (2015),

de Mariana Enríquez

 

El libro de Mariana Enríquez es un conjunto de cuentos de terror de estilo clásico, que se nutre tanto de la tradición argentina como de la cultura e imaginario popular, pero que expresa, además, una herencia del cine de David Cronenberg o Atom Egoyan. El principal eje de libro es su aproximación a lo real que muchas veces lleva a los personajes a situaciones en las que lo siniestro y el horror cobran vida en espacios vacíos o en  presencias fantasmales que retornan porque –como afirma Slavoj Žižek– “no están adecuadamente enterrados” (como ocurre en “El desentierro de la Angelita”, “El mirador”, “Chicos que faltan” y “Cuando hablábamos con los muertos”). Esa cosa real que se siente próxima es la generadora del efecto del miedo. En varios cuentos el terror se hace presente en espacios periféricos de la urbe, lejos del caos cotidiano, y más próximos a la naturaleza. Los miedos de la infancia cobran vida, así como la esfera de lo sexual y los ritos de iniciación relacionados a este construyen un universo en el que son reales las brujas, los maleficios, pero también lo anormal y las parafilias. La mujer monstruo adquiere potencia en los relatos como ser marginal y transgresivo: como un ser otro.

 

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El libro es un conjunto perfecto de relatos de terror físico, que bajo las formas de lo natural encubre una dimensión sobrenatural, es decir, a pesar del carácter realista de muchos cuentos la ambigüedad  y la vacilación potencian aún más el terror. Enríquez muestra un gran dominio de las técnicas, estructuras y códigos del género. A la vez, esto le permite trastocar relatos clásicos como “El corazón delator” de E. A. Poe en “Dónde estás corazón”; “Los niños del maíz” de S. King en “Chicos que faltan”; o ecos lovecraftnianos en “Carne”, en todos con gran originalidad. Si bien hay una causa-efecto en todos los cuentos  que explican la irrupción posible de lo fantástico (por ejemplo, el maleficio, o el milagro siniestro), solo en “Chicos que faltan” no se llega a tener una explicación que se ajuste a la experiencia de la realidad como algo compartido. El libro de Enríquez es un libro recoge lo mejor de la tradición y lleva al lector a finales insospechados y perfectos.

Suzanne Foster, la musa perdida en “Dime Novel” de Maurizio Medo, por Stanley Hampton

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Por: Stanley Hampton*

Traducción: Braulio Paz

 

 

Suzanne Foster, la musa perdida en Dime Novel de Maurizio Medo:

una nueva forma de relacionar la poesía con el mundo.

 

 

Me gusta creerme un compositor, no uno clásico, Maquieira hablaba de Stravinski, yo te diría Reed o Waits, aunque mi obra esté más cercana al cine. Me ilusiono al CREER que, en lugar de simplemente escribir, construyo algo con los desechos que nos legó la humanidad (materiales fílmicos, sonoros, fotográficos…), y que esto es un testimonio. La escritura como composición es para mí el único espacio de legitimidad, sin ambages ni concesiones de ninguna clase. Solo allí puedo hacer expresar mi identidad, una que construyo conforme escribo y que, quién sabe por qué, debió desarrollarse, y se desarrolla, «entre» mundos, culturas y tradiciones paralelas, las mismas que coexisten normalmente enfrentadas.
Maurizio Medo

 

 
En una entrevista posterior a la publicación de su libro El hábito elemental Maurizio Medo declaró al poeta Mario Pera: creo que escribir un poema de amor es algo muy, muy difícil. El Cantar de los Cantares nos puso la valla muy en alto, y lo está más cuando el lector de a pie asocia «poema de amor» justamente con lo que lo pervierte, la cursilería. Lo cursi es mal gusto, y esto nos viene como un legado cultural de la sociedad española del siglo XIX. La mayoría de poemas ―y canciones de amor― surgen tratando de responder a los estereotipos de este fenómeno. Esto es algo que a mí me aterra…

Al leer los diversos espacios (reseñas, artículos y entrevistas)  dedicados a Dime novel, último libro de Maurizio Medo,  el lector podría suponer que el “compositor” dejó de lado el pudor frente a lo que significa la escritura de los poemas de amor pues Dime novel se desarrolla alrededor de un triángulo amoroso y el mismo título del libro podría constituir en sí un “homenaje a la cursilería” de las viejas óperas de diez centavos impresas a raudales para el consumo masivo.

Nos equivocamos. Medo es radical en su postura: rechaza el uso ordinario de la lengua pero en esta ocasión apuesta por apropiarse de su función comunicadora, aunque, en apariencia, esta se revele a través de escenas en las que Medo, al igual que el Hölderlin que aparece en el poema Tübingen, Enero de Celan, se limite a balbucear y balbucear, / si- si- siempre, / si-siempre. / (“Pallaksch, Pallaksch.”) como también a dejar muy en claro la condición paradójica de un presente en el cual “escribir es entregarse a la fascinación de la ausencia de tiempo[1].”  ¿Cómo lograrlo? Desde la estética de Maurizio Medo, presentando la escritura con una condición cinematográfica: un arte de acción[2].

Dime Novel está “realizado” mediante una puesta en escena en la cual las acciones parecen yuxtaponerse entre sí y, si es que logran avanzar, atraídas por la esperanzadora luz de un futuro posible, será solo para volver a su punto de origen, en este caso el mito del judío errante, que Medo rescata con un verso borgeano: el pasado por delante, verso que pervierte hasta convertirlo en un eslogan: ahead last.

¿Cómo convertir la escritura en un arte de acción si es que, tal como se plantea,  esta se realiza entregándose a la ausencia del tiempo? Ahead last, reiría Medo. Pero, creo que utilizando un sistema comunicativo construido en base a la interpolación de dos lenguajes, uno mímico reconocido por el autor como un conjunto de hiatos―- y otro semántico, que esta vez se (re)presenta liberado de la tarea que le había sido impuesta por el autor: la de constituirse una lengua extranjera dentro de su propio idioma, un efecto que consigue a través de la reiteración fragmentaria de ciertas reflexiones que se establecen y diluyen siempre al filo de la sospecha.  Y esta sospecha no es otra que la de la relatividad del tiempo, el cual parece desvanecerse a través de este arte de acción, y que parece posible de realizarse en lo que Medo (y las máscaras de Medo) parecen querer decir con un tono que podría evocar la figura del instructor del pequeño Alejandro en la película O megalexandros (1970) del cineasta griego Theo Angelopoulos:

«Si te hablo con parábolas es para que lo entiendas mejor. No se puede definir el horror y sin embargo existe, porque avanza en silencio.»

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O  dicho en palabras de Eisenstein:   «porque al alejarse por un momento del drama, en el sentido propio, la intuición interna del autor nos ofrece la «imagen del contenido», opuesta a la «representación del contenido» materializada en el tema.

Cabría preguntarse si Dime novel es o no capaz de materializarse a través de una trama innovadora. Y no. Resulta tan tradicional como el Romance del enamorado y la muerte de Juan de Encina, divulgado en el siglo XVI, relación posible a través de la acción de un lenguaje donde “todo muerto necesita un traductor”, escribe Medo, lo cual termina de evidenciarse con los efectos especiales utilizados por el autor en dos escenas,  las mismas que transcribo:

 

ESCENA 18: LA MUERTE NOS RECORDÓ A CELAN

Y yo me había creído la versión esa
del Maestro alemán que
nos asignaba
unas cuantas parcelas para transcurrir
en plena música y realizar cierto número
de deseos Los mismos que, sin sospecharlo,
estarían con nosotros hasta la edad de
nuestros padres, ya sordos, en los bornes
de esa música, para solo negarla

 

O que se aparecería en un extremo, como un
otro yo, versionado en párvulo, con el fin de
conducirnos al punto de partida por un atajo
que habíamos tenido que cargar a lomo
y después cruzarlo

 

Celan prefirió mantenerse lejos de las rimas
alemanas del Maestro y, en vez  de desplazarse
como un opaco escaque por los espacios vacíos,
eligió el suicidio como un acto de defensa, tal
vez susurrando “pallaksch ” (y solo “pallaksch “)
zafio ante las reglas

Algunos juran haber oído el mantra del
Más rumano en lugar de las rimas (mientras
escuchan cómo caen una por una

las piececitas del parkase)

 

ESCENA 23: JACK

 

La radio que anunció la muerte de Jack Spicer
no advirtió que su fantasma cruzaría en
bicicleta lo que sucede entre nosotros para
delimitar una frontera entre lo que dijimos
y su pasado evitando los malos entendidos
con un estricto sentido antihorario Sin advertir
que jamás cruzó en bicicleta Fue en una barca
A través del río porque allí cualquier reflejo
existe cuando algo cae en el fondo de sus aguas
y mantiene viva la ligazón del río con el viaje
(y que juntos saben ocultar) La pintura que
me anunció la muerte de Spicer no pudo
reconocerlo entre los miles que observaban
el juego de los Mets agregando una línea
pintada con un color primario sobre la jarra
(había una jarra)  que pudo ser Percival
herido por una noticia con ráfagas de balas

El profesor que me explicó su muerte dijo que
esta no había sido del todo consumada


—Es el lenguaje—concluyó

 

Celan y Spicer, dos suicidas, tal vez por haberse enamorado del lenguaje, una materia inasible “que pertenece a todos/y a nadie corresponde”, cito al autor, son los soportes con los cuales Medo construye a su probable alter ego: Rafael Vant.

 

Suzanne Foster: Rastros y señales

En la diversas ocasiones en las que Maurizio Medo se ha referido al origen de  Dime novel el autor ha insistido en recordar el escándalo que representó para cierto sector de la academia estadounidense el suicidio de Suzanne Foster,  hecho que explica la performance de Gabriel Don (que Medo denomina “el tráiler del libro”)

Ver: https://www.youtube.com/watch?v=Cqan_U2bF80

 

El tributo de Don a Foster surge por la complicidad que tuvieron ambas en la organización del evento poético Against the academy, el cual gozó de la simpatía y participación de algunos poetas latinoamericanos quienes en diversas ocasiones participaron en este evento, por citar algunos:  Luis Alberto Arellano, Enrique Winter y del propio Medo.

Nellie Wilson, activista de Against the academy, movimiento denominado por Ted Mulligan, como “un cacareo juvenil útil para recordar que en otro lado existe la poesía”, recuerda la participación de Medo. Especialmente el momento en que este increpara a Foster por su matrimonio con Mulligan : how can you love a man looking for a single window?,  frase que aparece en el libro pero atribuida a Vant. La propia Wilson recuerda claramente la contundente respuesta de Foster: the same way you love a language that does not exist. Esto ―explica Nellie Wilson― causó la ruptura de una amistad literaria, la misma que se evidencia en el hecho que Foster haya entregado a Medo un manuscrito del volumen inédito “To vespers”. Por ello, la declaración de Maurizio Medo (“me enteré de la existencia de Foster solo después de su muerte”) es ficcional. Y si el autor, como señala en otra entrevista, tuvo acceso a la obra de Vant no fue por la mediación de amigos comunes sino a través de la propia Suzanne Foster. Vant y Medo nunca se conocieron.

Otra versión sobre el fin de la relación entre Foster y el autor de Dime novel podría encontrarse en la lúcida explicación que da Luis Alberto Arellano y que podemos encontrar en:

https://www.youtube.com/watch?v=6jYpdWhdvCk.

En suma, hablamos de probables diferencias ideológicas surgidas por la adherencia de Foster al Movimiento ALT Lit.

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El poeta Maurizio Medo

¿Homenaje o venganza?

Suzanne Foster aparece en Dime novel como una víctima de “distrés ansioso”. Su estado anímico, fluctuante y contradictorio,  parece estar determinado por la necesidad, no del todo consciente, de abolir la figura del padre ―encarnada en Ted Mulligan―, deseo que nunca lleva a cabo. Otro rasgo resaltante en la imagen que se construye de Foster es su aspiración por establecerse en un lugar privilegiado (“Gramercy es un buen lugar”, parodia Medo) el cual aparece como un sustituto de la realización personal (vetado por el “decálogo de una buena esposa”).

Foster es alguien que parece rebelarse contra su propio conformismo, hecho que la conduce a la catarsis sexual valiéndose para ello del romántico Rafael Vant.

En Dime novel el discurso elaborado por, y para, Foster oscila entre la búsqueda de la liberación y un sentimiento de pesar originado por esta imposibilidad. Hay en ella una doble conciencia, una doble moral, es decir un dualismo pulsional[3] que origina se sienta capaz de recorrer solo el trayecto dentro de la cuerda “que empezó a dibujar desde muy niña” y cuyo extremo opuesto representa también a la muerte. No hay un más allá. Cito:

 

Ató el otro extremo de la cuerda (que empezó
a dibujar desde muy niña) y se subió decidida
a cruzar sobre el pantano (que en el Té de Caridad
se solía llamar vida)  hasta llegar al otro lado de
un mismo presente Recordó el circo: la alambrista
la cruzaba limitada por la extensión de la cuerda

 

Por consiguiente, para Foster “el prójimo no le representa únicamente un posible colaborador y objeto sexual, sino también un motivo de tentación (…) para explotar su capacidad de trabajo sin retribuirla.” (Sigmund Freud. El malestar en la cultura) Pero en tanto no haya concluido todo su trayecto biográfico (el “de la cuerda que empezó a dibujar desde muy niña”, lo que nos conduce a pensar en la posibilidad de un suicidio planeado) ella debe conducirse adecuándose a las precarias situaciones ante las cuales se ve “obligada” y que se materializan en el significante de la cuerda floja: la inestabilidad.

 

Como el cielo, ella tampoco
era capaz de mantener  el control en ese estado de
alerta permanente, originada por el choque con
la carga eléctrica de sus intuiciones contra las
ondas hertzianas emitidas desde un espacio que no
existía, y que ella llamaba sin cesar “mi marido”

 

Nellie Wilson aclara que, si bien, existió una tentativa de aproximación entre Foster y  la Alt Lit esta fracasó debido a los comportamientos sexistas que acompañaron históricamente las escenas culturales.  “Become the choir of a group that obeys the rules imposed by the patriarchal sexism?”, se habría cuestionado Foster, poco después de declarar:   “Muses (for poets ) represent real impossibility of respecting women”[4]. Además ―continúa Wilson― todas las aproximaciones que se han realizado alrededor de la figura de Suzanne Foster quedan en la extratextualidad con el propósito de encontrar una justificación para su trágico deceso y exculpar así a Mulligan. Basta leer To the verpers para descubrir que los móviles estéticos de la poesía de Foster carecen de vasos comunicantes que puedan vincularla con la normativa de la Alt Lit. Cito:

 

SCENE 31: YOUNG COUPLE. BY EMILE NOLDE (1913)

 

Drinking a coke with you is better than the tension
of having to wait for epiphanies like a flea
on an old bull terrier’s back, distracted
by the noises Ted makes as if one of them might help
him solve the mathematical equation for happiness
on a mid-afternoon astral journey
and without a cent


I like it because we never heard cornets announcing
anything other than a Coca-Cola to refresh
adultery with Or because through the color of your
shirt I imagine the onset of spring
in Alaska And the sun, although invisible, seems kind
at 4 o’clock sharp and we wander through the launch
of a portrait exhibit which doesn’t seem
to include a single face
Also because every sip thrums in a Goldberg
variation and inspires me to stay alert in case
the bubbles orchestrate their own rendition


But, my love, I should head home, even if it’s only
the north wind awaiting me there with no other choice
than to stay by the door

 

Tal como puede notarse el texto de Foster está más próximo a la “frecuencia modulada” de los Language Poets que a la “amplitud modulada” de la Alt Lit. Y si bien en Dime novel aparece como una traducción de Robin Myers, otra poeta muy cercana a Foster, si deja algo en claro es la sintonía existente entre Suzanne Foster con la de los poetas latinoamericanos participantes del “Against the acamedy”, hecho que puede hacernos suponer que la intención de Medo es rescatar la escritura de Foster alejándola del sensacionalismo que suscitó su deceso. Hipótesis que podría reafirmarse si consideramos que, en la edición de Dime novel, el autor peruano decide sustituir la fotografía real de Foster (que aquí publicamos) por la de una actriz, en este caso la de Lisa Shonapunya.
Dime novel entonces aparece como un homenaje a la escritura de Suzanne Foster.

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Suzanne Foster

Nuevas densidades

En una entrevista con el poeta Andrés Villalba Becdach[5] , Maurizio Medo comparó la situación de la poesía contemporánea valiéndose de una analogía con cierta idea planteada por Slavoj Zizek respecto a la que padece la izquierda. Lo cito: “¿En qué sentido? A la poesía, tal como se comprendía hace medio siglo, se le había certificado su defunción, no lo sabía, pero estaba muerta. Y como explica Zizek  a través de una imagen sacada de las películas de Tom y Jerry: es como el gato que corre, se acaba la tierra y sigue corriendo en el aire. “Hasta que mira abajo y ve que lo hace en el vacío. Y se cae precisamente por mirar”.

Para “salir” de esta situación el “ensayo” articulador de Dime novel (utilizando un término del cual se vale constantemente el autor) surge de un discurso dialógico en el cual los actuantes fungen simultáneamente como hablantes y oyentes, siempre a destiempo. A punto tal que conceptos como texto y contexto, género y registro[6] son yuxtapuestos mediante la ausencia de un único agente transmisor del discurso, el cual, por momentos,  es sustituido por la mímica de la imagen. Otro elemento que se acentúa en la escritura de Medo es la reafirmación de lo poético como una situación particular del lenguaje que es capaz de manifestarse independientemente del “poema”, unidad que extiende y se contrae a través de la repetición de ciertas imágenes lingüísticas de las que se vale para generar determinados cambios de ritmo como si fueran saltos constantes que han sido planificados para intentar la dinámica del fenómeno fi (phi), en la medida del movimiento que obra con las diversas imágenes del libro, las mismas que permanecen en la “memoria visual” o por su carga dramática o por su originalidad: las primaveras en Alaska, dodos en busca de Groenlandia, el matrimonio de un hipopótamo y un ibis, Putin y las morsas (en suma, la presencia animal) y pasar desde aquí a planos en los que aparecen seres reales de carne y hueso con sus particularidades biográficas (aparte de Suzanne Foster, Enrique Winter, Charles Bernstein, Ezequiel Zaidenwerg, Raúl Zurita) o diversos constructos culturales (Rotkho, Jack Spicer, Lou Reed, Ammy Winehouse) presentados desde una función apelativa pero con una fuerte carga significante.

¿Guión poético o película impresa? Dime novel va más allá. ¿Poesía investigativa ―término utilizado por Maurizio Medo luego de su “ensayo” Homeless? ¿Apropiación de recursos de la investigación periodística? ¿Perversión de la novela gráfica? ¿Reinterpretación de los aforismos antinovelísticos planteados por Shields? También va más allá. Simplemente es un libro de poesía, pero escrito a través de una nueva forma de relacionarla con el mundo.

 

 

 

 

 

*(New York, 1972) Estudió literatura hispanoamericana en City College (CUNY) y Escritura Creativa en el programa The New Schools. Colaboró con la organización en las distintas versiones del “Against the academy”. Es columnista habitual  tanto en la revista The sun como en el suplemento de creación y pensamiento “Naked lunch” desde el año 2012.


[1] Blanchot, Maurice. L’espace littéraire

[2] Eco, Umberto

[3] En la teoría de las pulsiones, expresada en la obra de Freud “El Malestar en la Cultura” adjudica al hombre una inherente “…pulsión de odiar y aniquilar…” en la complejidad de su constitución instintiva, y afirma que “la tendencia agresiva es una disposición instintiva innata y autónoma del ser humano [....] que constituye el mayor obstáculo con que tropieza la cultura.”

[4] Declaraciones que podemos encontrar en las páginas centrales del segundo número del fanzine Silent dialogue, 2012.

[6] Desde el punto de vista lingüístico, género y registro han sido y son objeto de una considerable polémica sobre si deben entenderse como dos conceptos diferentes o como dos denominaciones del mismo fenómeno, que Downing (1996: 11) señala como “socially motivated variation across discourse types”.

 

 

———————————————————————————————————————————————————–

(versión original en inglés)

 

 

Suzanne Foster, the forgotten muse of Maurizio Medo’s Dime novel: new

ways in the bridge between poetry and reality

 

 

 

I like to think about myself as a composer, not a classic one, close to what Maquieira meant while talking about Stravinski, I would say Reed or Waits, even though my work is nearly a film. I feel deluded when I start wondering if it’s not only writing, but a construction made out of the junk that humanity left behind (film material, sounds, photografies…), a testimony. The writing as a composite is, to me, the only form for legitimacy, without concessions. It’s the only way to express my identity, the very one that my writing builds for me, who knows why it had to be (and will be) born “between” worlds, cultures, and parallel traditions, which daily cohabit and confront.
Maurizio Medo

 

In an interview, appeared just after the publishing of The elemental habit, Maurizio Medo told the poet Mario Pera: I truly believe that the writing of a “love” poem is something extremely difficult. The song of Solomon left the stakes too high, and It’s even more tricky when the common lector associates “love poem” with the entity which corrupts it: the tacky lyrics. The tacky, the bad taste, that which comes in sort of cultural legacy, inherited from the spanish society of the XIX century. There’s a great amount of poems – and love songs – trying to satisfy the stereotypes of this entity. It’s terrifying…

After reviewing the articles, interviews and similar items dedicated to Dime Novel, the last Medo’s book, the reader should conclude that the “composer” finally got rid of the skepticism, after all, DM is built out of a love triangle, the very title could be considered as an “Obeisance to the flamboyance” of the old dime (ten cents) operettas.

Well, not exactly. Medo is still defending his posture: to avoid the secularization of the word; but, in this occasion, he is aiming to grab it’s communicating function. This, apparently, happens through scenes in which the peruvian author, just as the Hölderlin in the Tübingen Jänner (Celan), is condemned to Only babble and babble,/ Ever- ever-/Moremore./”Pallaksh. Pallaksh.” (translation from the german by John Felstiner, Selected Poems and Prose of Paul Celan, (New York – London, W.W. Norton & Company, 2001) p. 159.). And yet, to claim the paradox of a time in which write is to surrender yourself to the reverie of no-time [1]. Now, How is it possible? Through the peculiar aesthetic proposal of MM, highlighting the filming condition of the deed: making it an acción art.[2]

DM is “manufactured”, having as prime material a couple of staging actions, juxtaposing each other and, if they somehow pull it off blinded by the light of hope in a spurious future, It will be to sadly return to the start line: The wandering jew myth, in this case rescued from a Borges’ frase (the past ahead) that Medo perverted, to the point of becoming it a slogan: Ahead Last.

Is there a way of converting the deed in an art of action if this task is “manufactured”, as it appear, surrendering ourselves to the reverie of no-time? Ahead last, as Medo would say. By harnessing a communicative system, made-up of the interpolation of both, a mimic language (the author recognises this as a set of hiatuses) and  a semantic one, (re)presented free of the imposed assignment that was committed to it in previous works of MM: to constitute a foreign language inside it’s own idiom. That is to say the fragmentary reiteration of a certain type of reflexion, establish and diluted in the doubt. Could it be that this doubt is kindred to the time relativization which begin to disappear through the art of action? And that is, maybe, possible only by the amount that MM (and his masks) let us understand, plagued with a tone, similar to the one of the little Alexander in the movie O megalexandros (1970) of the greek Theo Angelopoulus? (If I spoke with you through fables, is to make sure you understand what I’m trying to say. You can’t define horror, and then, it exist, ’cause it walks silently…). In Einsestein words: “Because when you get away, for a moment, from drama, in the proper sense , the inner intuition of the author offers us the “image content” opposed to “the representation of content ” materialized in the subject.”

Now, should we consider DM as capable of materializing this subject thanks to it’s innovating plot? Again, not exactly, the story is not such new, but as traditional as the Romance of the lover and death (Juan de Encina), a poem divulged in spain at some point of the XVI century. A relation based on the action inside a language where, as MM wrote, “Every dead body needs a translator”; better shown in the two scenes MM built upon special effects:

 

SCENE 18: DEATH REMINDED US OF CELAN

 

And I had put my trust in that rendering

of the German Master which assigns

some plots for us in order to pass along

with full music and get a certain number of

wishes come true, The same that without any hint

would remain with us until our parents´ age,

we already deaf, on the terminals of that music,

with the only purpose of denying it

 

Or that would pop up on a furthest end, as an

alter ego, rendered in parvulesque, with the aim

to lead us to the starting point by a shortcut

that we had to carry on our own shoulders

so that afterwards it could be crossed over

 

Celan chose to stay away from the German rhymes

of the Master and, instead of displacing as a dull

chess-square through the empty spaces, he

chose suicide as an act of defense, probably

whispering “pallaksch” (and only “pallaksch”)

nasty rule-breaker

 

Some people swear they’ve heard the mantra of

the Most Romanian instead of the rhymes (while

listening how falls, one by one,

each little piece of the pachisi)

 

 

SCENE 23: JACK

 

The station that announced Jack Spicer’s death

didn´t warn us that his ghost would cross on

bicycle that which happens among us in order to

draw a border between what we have said and

his past avoiding in this way misunderstandings

strictly counter-clockwise Without noticing that

he had never crossed on a bike It was on a boat

Along the river because all reflections there do

exist when something falls into its deep waters

and keeps alive the link of the river with the journey

(which they know well how to hide) The picture that

announced to me Spicer’s death couldn’t recognize him

amongst the thousands of people who were watching

the Mets’ game adding meanwhile a line painted

in a primary color over the water-pitcher

(there was a pitcher) which could have been Percival

wounded by a piece of news with burst of bullets

 

The professor who explained his death to me said that

it hadn’t been entirely accomplished

 

—It’s the language—he concluded

 

Celan and Spicer, suicides (maybe ’cause they both fall in love with language, an unstable material that “everybody owns/ and to no one correspond”, MM words) and the ingredients Medo used (or not) to set up an alter ego: Rafael Vant

 

Suzanne Foster: remains and signals

On several occasions, in which Maurizio Medo has been asked about the origin of Dime novel, the author designated the Suzanne Foster’s suicide, a scandal into certain sectors of the American Academy. That is to explain the performance of Gabriel Don (called for Medo as “the trailer of the book”)

View: https://www.youtube.com/watch?v=Cqan_U2bF80

The tribute Don made to Foster, arises from the complicity they shared while organizing the poetic event “Against the academy,” which enjoyed the sympathy and participation of some Latin American poets (Luis Alberto Arellano, Enrique Winter and even Medo) on several occasions.

Nellie Wilson, activist from “Against the academy¨ (named by Ted Mulligan as “a young cackling, helpful to remember that, elsewhere, there´s something called poetry”) recalls the involving of Medo. Especially that time in which he objurgated Foster because of his marriage with Mulligan: how can you love a man looking for a single window? phrase in the book, attributed to Vant. Wilson remembers very clearly Foster strong response: the same way you love a language that does not exist.

This -explains Nellie Wilson- caused the rupture of a literary friendship. A friendship evidenced by the fact that Foster delivered to MM a volume of the unpublished manuscript “To vespers“. Therefore, the declarations of Medo (“I learned of the existence of Foster just after his death“) is fictional. And if the author, as stated in another interview, had access to the work of Vant, it was not through the mediation of mutual friends, but through Suzanne Foster. Vant and Medo never met.

Another version of the end of the relationship between Foster and the author of DM could be in the lucid explanation given by Luis Alberto Arellano: https://www.youtube.com/watch?v=6jYpdWhdvCk.

In short terms, we’re talking about ideological differences arising from Foster´s adherence to the ALT LIT Movement

 

¿Tribute or Vendetta?

Suzanne Foster appears in Dime novel as a victim of “anxious distress”. His mood, fluctuating and contradictory, seems to be determined by the need (not fully aware) to abolish the father figure -embodied in Ted Mulligan. Wish that she never satisfied, because of the advantages and benefits he offered. Another interesting feature in the image of Foster is his aspiration to be established in a privileged place (“Gramercy is a good place,” as Medo wrote sardonically) which appears as a substitute for personal fulfillment (vetoed by the “Guide of a good wife”[3]).

Foster is someone who repels his own conformism, a fact that leads to sexual catharsis, that is the purpose of the romanticized figure of Rafael Vant.

DN ´s speech (made by and for Foster) ranges between the quest for liberation and a sense of grief, caused by its impossibility. She has double consciousness and a split moral, in other words she has one drive dualism[4], that is the origin of the feeling she called: to follow the path inside the rope (“that she began to draw from very young“) and that in the opposite side awaits death. There´s nothing further. I quote:

 

Such was her life, she recognized

And running the risk was better

than answering to what would have happened if

instead of sleeping with that guy

she’d have dared to go beyond

lust’s promptings

 

Therefore, “the neighbour is not only the collaborator and a sexual object, but a temptation (…) for exploding its capability of work without retribution” (Sigmund Freud, Civilization and Its Discontents). Although, because her biography is tied to the rope that she began to draw from a very young age (which made us think about a plan that concluded with her suicide), she lived in the limits set by the precari situations she was forced to, the ones materialized in the tight rope: the instability.

 

One bird could steal the limelight from her because

of the merit of an olive tree little branch Like heaven,

she too wasn´t able to keep control in that state of

permanent alert, originated by the clash with her intuitions’

electric charge against the hertz waves sent out from one

who didn’t exist and whom she ceaselessly

insisted on calling “my husband”

 

Nellie Wilson clarified that, although there was an attempt of rapprochement between Foster and the Alt Lit, this failed due to the sexist behavior that, historically, has accompany the American cultural scenes: “Become the choir of a group that obeys the rules imposed by the patriarchal sexism?” as Foster said, shortly after declaring: “Muses (for poets ) represent real impossibility of respecting women”[5]. Besides -Wilson continues- all the approaches to the figure of Suzanne Foster are extratextual, because they are made in order to find a justification (exonerating Mulligan) for her tragic death. While reading “To the vespers” it’s easy to realize that the aesthetic in Foster´s poetry lack of communicating vessels that could link it to the Alt Lit :

 

 

SCENE 31: YOUNG COUPLE. BY EMILE NOLDE (1913)

 

Drinking a coke with you is better than the tension
of having to wait for epiphanies like a flea
on an old bull terrier’s back, distracted
by the noises Ted makes as if one of them might help
him solve the mathematical equation for happiness
on a mid-afternoon astral journey
and without a cent
I like it because we never heard cornets announcing
anything other than a Coca-Cola to refresh
adultery with Or because through the color of your
shirt I imagine the onset of spring
in Alaska And the sun, although invisible, seems kind
at 4 o’clock sharp and we wander through the launch
of a portrait exhibit which doesn’t seem
to include a single face
Also because every sip thrums in a Goldberg
variation and inspires me to stay alert in case
the bubbles orchestrate their own rendition
But, my love, I should head home, even if it’s only
the north wind awaiting me there with no other choice
than to stay by the door

 

As can be seen, Foster text is closer to the “frequency modulation” of Language Poets, than the “amplitude modulation” of the Alt Lit. And while in Dime novel appears as a translation of Robin Myers, another close poet to her, if there is one thing clear is the harmony between Suzanne Foster and Latin American poets that participated of the “Against the Academy”, they reinterpret the speech of Language, a fact that can make us assume that the intention of Medo is to rescue Foster writing from the sensationalism that provoked his death. Hypothesis that could be asserted, considering that in the edition of DN, the peruvian author replace the photography of Foster (published here) by the one of an actress. Dime novel appears as a tribute to Suzanne Foster writing.

 

New densities

In an interview with the poet Andrés Villalba Becdach[6], Medo talked about the situation of contemporary poetry, using an analogy taken from slovenian philosopher Slavoj Zizek  (which originally was pondering about the left): “In what sense? Poetry has his death certificate, at least the one understood as it was half a century ago, but poetry does not know it. As Zizek explains through a Tom and Jerry cartoon: it’s like the cat, who runs to a cliff and keeps running into the air. Then he looks down and sees that he is walking over the void. And it falls just by looking.”

To “come out” of this situation the “thesis” that articulates DN (using a term which is constantly harness by the author) arises from a dialogic speech in which the performers do simultaneously the part of speakers and listeners, but always late. To the point that concepts such as text and context, genre and registration are juxtaposed by the absence of a transmitter of discourse, which, at times, is replaced by mimicry image.

Another element that is accentuated in Medo´s writing is the reaffirmation of poetry as a particular language situation that is able to manifest regardless of “the poem unit ” and that stretches and squeezes itself, through the repetition of certain linguistic pictures, used to generate certain changes in rhythm as if they were constant jumps that have been planned to imitate the dynamics of the phenomenon fi (phi), as the movement works with the images of the book, the same ones that remain in the “visual memory” by its dramatic force or by its originality: Springs in Alaska, dodos looking Greenland, the marriage of an hippopotamus and an ibis, Putin and the walruses (to make a long story short, by the animal presence) and to go from it to planes full with people of flesh and blood, and their biographical particulars (Suzanne Foster, Enrique Winter, Charles Bernstein, Ezequiel Zaidenwerg, Raúl Zurita and so on) or even cultural constructs (Rotkho, Jack Spicer, Lou Reed, Amy Winehouse, etc.) presented from an appellate function but with a strong significant burden.

Poetic script or printed film? Dime novel goes further. Investigative Poetry -a term used by Maurizio Medo after the Homeless “attempt”? Maybe an intent to grab the resources of investigative journalism? Maybe a reinterpretation of the antinovelistic aphorisms of Shields? Perversion of the graphic novel? It also goes further. It is simply a book of poetry, but written by a new way in the bridge between poetry and reality.

 

 

 


[1] Blanchot, Maurice. L’espace littéraire

[2] Eco, Umberto

[3] A text that was written to please men, by a Spanish woman named Pilar Primo de Rivera, sister of the founder of the political party of the extreme right, the “Spanish Falange”, and daughter of Miguel Primo de Rivera, a politician and the Spanish dictator ’20s.

[4]In the theory of the instincts, expressed in the work of Freud “Civilization and Its Discontents” adjudged the man an inherent “… instinct for hate and kill …” in the complexity of their instinctual constitution, and states that “the aggressive tendency is innate and autonomous in human behavior [....] that constitutes the greatest obstacle faced by the culture.”

[5] We will find this declaration in the central pages of the  fanzine Silent dialogue, 2012.

13 poemas de “Apuntes para una leyenda” (2008), por Mario Meléndez

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Mario Meléndez representa en su poesía un decir vivo del siglo XXI, un decir compuesto de misterio y claridad en proporciones exactas. Su poesía es una aproximación certera a la verdad, es una revelación por el camino de la belleza.

Rafael Courtoisie

 

 

Por: Mario Meléndez*

Selección de poemas: Mario Meléndez

Crédito de la foto: el autor

 

 

13 poemas de Apuntes para una leyenda (2008)

 

 

Mi soledad lleva camisa de fuerza

y yo ¿qué me pondré?

(M.M.)

 

Arte poética

Una vaca pasta en nuestra memoria
la sangre escapa de las ubres
el paisaje es muerto de un disparo

La vaca insiste con su rutina
su cola espanta el aburrimiento
el paisaje resucita en cámara lenta

La vaca abandona el paisaje
continuamos escuchando los mugidos
nuestra memoria pasta ahora
en esa inmensa soledad

El paisaje deja nuestra memoria
las palabras cambian de nombre
nos quedamos llorando
sobre la página en blanco

La vaca pasta ahora en el vacío
las palabras están montadas sobre ella
el lenguaje se burla de nosotros

 

 

 

Vincent 1993

a Vicente Huidobro

El gran poeta de las vanidades
se mira al espejo y dice
no hay otro mejor que yo
no hay otro más hermoso y delicado
más burlón, paradojal e irresistible
Y cuando voy por las calles
me persiguen y me piden autógrafos
se aglutinan en torno mío o se desmayan
porque soy más inmortal que las agujas
y en mi boca suspiran las estrellas
Así, cada montaña es un pelo en mi oreja
y cada nube una escalera de emergencia
donde subo y bajo como un mago
persiguiendo su conejo sin darle jamás alcance
No obstante los helicópteros me adoran
me adoran también las escolares que diviso de reojo
me adora el trapecista de un circo desahuciado
me adora la azafata de un vuelo imaginario
me adoran los enanos, los duendes, los fantasmas
y todos gritan “Ahí va Vicente, ahí va
con su cara encerrada en un sombrero
ahí va, el que se orina en los astros
el que respira copihues
y cambia de color hasta volverse inaguantable”
Y yo me río como un Buda chocho
cuando arrojan flores a mis pies
y me lleno de números telefónicos
y de mujeres que darían sus propios pechos
por rozar mi frente de amante multitudinario
o por mirar mis cabellos salidos de un arcoiris de fruta
Tengo unos cuantos lunares en francés
y un gato que me habla en un idioma póstumo
y un perro que me muerde y me lame las antenas
y un cilantro preguntando quién soy
y yo le digo “No me busques
no hagas caso de la rosa deshojada
tú tienes tu propia sabiduría
tu propio olor
tu apellido en la cazuela del domingo
y no necesitas ser tan hermoso
para que ellos te respeten
cuando con sólo probarte
tienes ganado el cielo
y un espacio en mi garganta”
Ahora me marcho en mi paracaídas
me marcho en mi aeronave de plumas anónimas
me marcho a pellizcarle las nalgas a un piano
a dormir una siesta en un ataúd de huevo

 

 

 

La playa de los pobres

1

Los pobres veranean en un mar
que sólo ellos conocen
Allí instalan sus carpas
hechas de mimbre y celofán
y luego bajan a la orilla
para ver la llegada de los botes
curtidos de adioses
En la playa
la miseria se broncea boca abajo
el hambre toma sol en una roca
los niños hacen mediaguas en la arena
y las muchachas se pasean
con sus bikinis pasados de moda
Ellas tienden sus toallas de papel
y se recuestan a mirar el reventar de las olas
que les recuerda la forma de un pan
o una cebolla
Mar adentro nadan los sueños
Y ellas ven al vendedor de helados
acariciando sus pechos
o a ellas mismas en un viaje hacia la espuma
del que regresan con vestidos nuevos
y una sonrisa en el alma

2

Los pobres veranean en un mar
que sólo ellos conocen
Y cuando cae la tarde
y el horizonte se desviste frente a ellos
y las gaviotas se desclavan del aire
para volver a casa
y el crepúsculo es una olla común
llena de peces y colores
ellos encienden sus fogatas en la arena
y comienzan a cantar y a reír
y a respirar la breve historia de sus nombres
y beben vino y cerveza
y se emborrachan
abrazados a sus mejores recuerdos
Mar adentro nadan los sueños
Y ellos ven a sus hijos camino de la escuela
cargando libros y zapatos y juguetes
o a ellos mismos regresando del trabajo
con los bolsillos hinchados
y con un beso pintado en el alma
Y mientras ellos sueñan
el hambre apaga sus fogatas
y se echa a correr desnuda por la playa
con los huesos llenos de lágrimas

 

 

 

la invitación

Mis funerales serán mañana no te los pierdas

trae a los niños si quieres

habrá números para todos los gustos

habrá mimos y magos y payasos

y una cantante como nunca has escuchado

Vendrá gente de todas partes a celebrar este día

Los estudiantes llegarán con sus globos azules

los pobladores alzarán sus banderas a un lado

de mi tumba

las hojas bailarán al compás del viento

que también estará presente en este sencillo homenaje

y una mujer desnuda como nunca has visto antes

entrará en mi ataúd y lo sellará por dentro

Qué más te puedo contar

Los vendedores gritarán sus ofertas apostados

en las cruces

y ofrecerán retratos míos que no me favorecen

y también mis originales que no son originales

sino copias que algún vivo imitó con cuidado

para enriquecerse

Te pido no compres nada

más bien disfruta el momento

porque a las quince en punto un coro de grillos

dará inicio a la fiesta

Entonces se apagará el cielo de golpe

cuando las nubes lo cubran en señal de respeto

y las palomas dibujen mi nombre en pleno vuelo

y las abejas llenen de miel los recuerdos

y las lágrimas

Y hacia el final del día

cuando todos estén cansados y borrachos

un niño que no sabe leer pedirá la palabra

y dirá el más bello discurso que jamás has escuchado

Ya sabes no faltes a esta cita

no hagas que me levante de mi tumba para tirarte

las orejas

o que esconda para siempre las llaves del cementerio

y no tengas a quien llevarle flores

 

 

 

El clan sinatra

Todos los gatos de mi barrio
son fanáticos de Sinatra
comienzan a tararear sus temas
apenas pongo el CD
y la voz se escurre
entre los techos y las panderetas
A veces me piden
que repita algún single
entonces el sonido de My way
New York o Let me try again
les para los bigotes
y los lanza de cabeza contra los vidrios
Esto no pasa cuando leo mis versos
se estiran, bostezan
miran para otro lado
o conversan entre ellos
en un acto lamentable
de ignorancia y sabotaje
“Ustedes no me comprenden”
les digo
Y vuelvo a encender el CD
para que cante Sinatra
y esos gatos se llenen de poesía

 

 

 

Cámara lenta

 

El señor del chaleco triste

ya no da de comer a las palomas

los domingos por la tarde

 

Ahora ha encontrado una viuda joven

con la que espera pasar sus últimos días

tendidos en el lecho y comiendo manzanas

 

Los domingos por la tarde

vuelve a aquella plaza

del brazo de su amada

 

y se sienta en el mismo banco

a contar la misma historia

que antes repitiera a las palomas

 

La mujer escucha embelesada

cada palabra que asoma por la boca de su héroe

 

El paisaje se cruza de brazos

el viento cabecea y bosteza entre los árboles

la tarde sale a estirar las piernas

 

las palomas lo miran con nostalgia

 

 portada apuntes para una leyenda

 

Cicatrices de guerra

A veces
cuando me emborracho
las palabras me traen a casa
en un viejo triciclo de madera
Y lejos de quitarme los zapatos
y acostarme
como ocurre en estos casos
me dejan tirado en el jardín
lleno de hormigas
y con la cara pegada
al foco del alumbrado
“Eso te pasa por escribir malos poemas”
me dicen
y se marchan cantando y riendo
abrazadas
a mi última cerveza

 

 

 

Señales de ruta

 

Si te pierdes en el bosque del lenguaje

piensa el poema que más te guste

y dilo en voz alta

 

Las palabras nos llevan de la mano

me grita Dios

desde una estrella a pedales

 

Cuando llegues al último verso

encontrarás la salida

 

 

 

La muerte en el calvario

 

Evangelios apócrifos**

 

Acuérdate de mí cuando estés en tu reino

le dijo la muerte a Jesús

y al instante quitaré la lanza de tu costado

y esos clavos que desangran tus manos desaparecerán

y esa corona de espinas se hará polvo

y esas viejas que sollozan a contraluz

esos curiosos que nunca faltan

esos turistas japoneses con sus cámaras infernales

esos tipos que te daban de latigazos

el centurión con cara de gay que no deja de mirarte

la toalla de Pilatos, el fantasma de Barrabás

todos se irán al más allá sin boleto de vuelta

Si me llevas contigo, si te animas

te prometo otra noche con María Magdalena

que el beso de Judas lo recibirá tu padre

que Pedro te negará mil veces en el purgatorio

que haré un pastel con 34 velas

pedirás un deseo y soplarás con tanta fuerza

que arrasarás los jardines de Roma

te doy mi palabra que eso ocurrirá si te decides

Y Cristo vio a la muerte colgada junto a él

con el rostro perdido en la noche infinita

entonces pidió a su madre que le cerrara los ojos

 

 

**Escritos surgidos en los primeros siglos del cristianismo en torno a la figura de Jesús de Nazaret y que no fueron aceptados por la ortodoxia católica por no anunciar la buena nueva. Llamados también evangelios falsos o extra canónicos.

 

 

 

La muerte robó los zapatos de Dios

 

La muerte robó los zapatos de Dios

Le quedaban grandes y los usaba de todas formas

los lustraba ceremoniosamente antes de salir

y había dejado escrito en su diario de vida

Quiero morir con los zapatos puestos

Ni siquiera se los quitaba cuando dormía

Cuando se daba un baño de tina

esos zapatos burbujeaban como si hablaran

como si Dios enviara recados del otro mundo

entonces la muerte los acercaba a su oído

y las cosas que escuchaba la hacían llorar

 

 

 

El último aquelarre***

 

De todas las brujas que vinieron a casa

el día de muertos

eras la única que no traía escoba

Tal vez esa manía de imitar a jovencitas

que lucen extraños tatuajes

o aquellas que salen en burdos comerciales

hace que pierdas el norte de tu vuelo
y encuentres horizontes más aptos

para evadir la realidad

Cuál pócima será la indicada

para que entres en razón

cuántos pelos de gato serán suficientes

cuántos huesos de murciélago

cuántos huevos de araña bastarán

para sacarte de aquel sueño en el que habitas

con los muslos apretados

Será mejor que por tu bien recapacites

y vuelvas con los tuyos

hazlo por esa escoba que gime en las noches

mientras barre el polvo de la soledad

 

 

***Reunión de brujas en torno a la figura del Diablo, representado por un macho cabrío.

 

 

 

La lengua habla a través de sus recuerdos

 

No tiene pelos en la lengua porque no tiene lengua

se la arrancaron

como a esos bueyes que surten los mataderos

y llevan polvo en las axilas

 

Pero la lengua habla a través de sus recuerdos

se comunica en el idioma de los muertos

a quienes tanto debemos

se hace entender a cucharadas

como esos árboles que mueven las ramas

para decir presente

 

La lengua habla aunque se llene de hormigas

aunque se pudra y ya no sea la misma

sigue cantando o ladrando o haciéndose a un lado

para que se oigan más fuertes los gritos del silencio

 

 

 

El cadáver de nadie

 

Usted verá pasar el cadáver de nadie

por una sinagoga en llamas

Estará parado en la esquina

donde el cortejo se divide en dos

Unos irán a pie

llevando el ataúd por un atajo

Otros en línea recta

escoltando la carroza de rodillas

Llegado al cementerio

la madre y la viuda del cadáver

se quitarán el luto

y las piernas ortopédicas

Podrá ingresar al recinto

sólo si es familiar

De lo contrario

deberá contemplar resignado

al igual que esos curiosos

apostados en los techos

o colgados de los plátanos orientales

Terminada la ceremonia de cremación

las cenizas serán arrojadas

sobre la concurrencia

y usted volverá a la misma esquina

a esperar el siguiente funeral

 

 

 

 

 

*(Linares-Chile, 1971). Estudió Periodismo y Comunicación Social. Entre sus libros figuran: Apuntes para una leyenda, Vuelo subterráneo, El circo de papel, La muerte tiene los días contados y Esperando a Perec. En 1993 obtiene el Premio Municipal de Literatura en el Bicentenario de Linares. Sus poemas aparecen en diversas revistas de literatura hispanoamericana y en antologías nacionales y extranjeras. A comienzos del 2005 obtiene el premio “Harvest International” al mejor poema en español otorgado por la University of California Polytechnic, en Estados Unidos. Parte de su obra se encuentra traducida al italiano, inglés, francés, portugués, holandés, alemán, rumano, búlgaro, persa, catalán, macedonio, griego y árabe. Durante cuatro años vivió en Ciudad de México, donde dirigió la serie Poetas Latinoamericanos en Laberinto ediciones y realizó diversas antologías sobre la poesía chilena y latinoamericana. Actualmente radica en Italia. A comienzos del 2013 recibe la medalla del Presidente de la República Italiana, concedida por la Fundación Internacional don Luigi di Liegro. Una selección de su obra acaba de aparecer en la prestigiosa revista Poesia de Nicola Crocetti. Es considerado una de las voces más importantes de la nueva poesía latinoamericana.

 


Fragmentos de “El fiord”, de Osvaldo Lamborghini

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Con motivo de la reedición de El fiord del escritor argentino Osvaldo Lamborghini el año 2014 por la barcelonesa Ediciones Sin Fin, Vallejo & Co. publica algunos fragmentos de la que es, sin duda, una de las más importantes obras de la literatura argentina de las últimas décadas.

 

 

Por: Osvaldo Lamborghini

Selección: Jorge Locane*

Crédito de la foto: Ed. Sin Fin

  

Fragmentos de El fiord,

de Osvaldo Lamborghini

 

 

Sebastián gesticuló, muequeó, supuró, parió. Rápidamente yo tenía que definir la situación. La cantidad se transforma en calidad. O los fabulosos latigazos del Loco terminarían gustándome, era de cajón. Uno más y a la mierda la rebelión. Entonces, el lúcido, insurrecto Sebastián, volvería a pasarlas muy mal acusado de ideólogo: nuevamente para él, ayunos, lecturas censuradas, pizcas de picana, castidad, prohibidas incluso la homosexualidad a solas y la solidaria masturbación. Y tuvimos suerte, sin embargo: El Loco volvió a desviar su atención hacia Sebas, que pretendía refregarle por el rostro un panfleto recién redactado. El Patrón Rodríguez lo pateó un poco al livianito Bastian, hizo jueguito con él para obligarlo a planear por el aire; cuando Sebastián planeó, ensartole El Loco el mango del látigo en el raquítico culo; Sebas describió su parábola profiriendo un “ah2 melodioso, y postrose en un rincón luego del inevitable estrellamiento de su cráneo contra el muro: evidentemente, nuestra anterior militancia en el MRP no nos estaba sirviendo de mucho.

Patria o Muerte: reaccioné con todo. Me le prendí con los dientes del carnudo hombro al restallante Loco. Parando los ojos como un santito vi el agrandamiento de los poros de su cara, el extrañamiento de cada fibra de su piel. Como dándole un vuelco al mundo, contemplé toda su gama de fisuras. Descubrí que tenía dientes postizos, nariz de cartón, una oreja ortopédica (de sarga). Sebastián comprendió lo que estaba ocurriendo y carcajeó por mí, allá en su rincón. Atilio Tancredo Vacán fue amorosamente depositado sobre el intacto pavo y las mujeres iniciaron un baile esgrimiendo cuchillos y tenedores: ellas estaban desnudas.

La sangre del Mordido en olas se me colaba entre los dientes y me inundaba la boca. La Carla Greta Terón convertida ya en una S, en una Z, en una K o en una M rabiosa señalaba desesperada los huevos de nuestro ex amo y señor. Les pegué un rodillazo y se hicieron añicos: construidos estaban de frágil cristal. El Sebas se las ingenió como pudo para traerme la morsa. Apreté con ella la pierna derecha del Capado y comprobé con placer que la misma se encogía y enflaquecía tremendamente, hasta parecer la piernezuela despreciable de un bebé de pocos meses, algo que daba asco. El abrileño Bastián sometió su cuerpo quebrantado por el exilio a otro esfuerzo encomiable: arrastró hasta mí el descomunal revólver del Lejano Oeste que el Apretado guardaba celosamente en un cajón de ciruelas. Al entregármelo él reía como un bendito, y de puro gaucho corajudo y montonero nomás se encaprichó en montar el gatillo. Desde diez centímetros de distancia, apunté: la mira del revólver enfocaba la rodilla izquierda de Rodríguez. Oprimí el gatillo. ¡Qué infantil alegría cuando sonó el disparo! La bala se incrustó entre los quebradizos huesos sin orificio de salida. Hubo un derrame interno y – advertí– la pierna se puso negra.

 

(Barcelona: Ediciones Sin Fin, 2014: pp. 28-30)

 El fiord 2014

**

 

Por los meses en que se publicó El fiord […] el escritor argentino al que Lamborghini parece sentirse más afín es Manuel Puig. En una de sus primerísimas comparecencias públicas como escritor, consultado por la revista Los Libros en una encuesta (núm. 7, enero de 1970), Lamborghini escogió Boquitas pintadas como el mejor libro de ficción publicado en Argentina en 1969. Justificaba así su elección: “Con la obra de Manuel Puig, la supuesta función ‘expresiva’ del lenguaje literario y la variada gama de ilusiones al respecto, sufre un golpe verdaderamente ‘crítico’. Boquitas define un campo, señala un punto de ruptura: estamos ante un modelo de sintaxis mayor donde nada nos es ‘comunicado’, salvo nuestra propia presencia como soportes vacíos de todas las determinaciones que nos hablan”.

Dada la fecha en que fueron publicadas, estas palabras resultan orientativas de los presupuestos que guiaron la escritura de El fiord. Lo cierto es que también este libro, de modo mucho más contundente y radical que Boquitas pintadas, “señala un punto de ruptura” respecto a la pretensión de que el lenguaje literario tenga por objeto comunicar ninguna cosa. Y nada describe mejor el papel destinado al lector en un texto de su naturaleza que esa atónita presencia en la que actúa como soporte vacío “de todas las determinaciones que nos hablan”.

 

Fragmento de “Una esfera de mierda”, epílogo a El fiord (2014)

por Ignacio Echevarría (pp. 54-55)

 

 

*(Buenos Aires). Licenciado en Letras por la Universidad de Buenos Aires. Desde el 2008 reside en Berlín donde obtuvo un Máster en Estudios Latinoamericanos. Es cooeditor de la revista bilingüe de literatura alba. lateinamerika lesen, dedicada a la mediación cultural entre Alemania y América Latina. Trabaja como docente, investigador y asistente editorial en el Instituto de Estudios Latinoamericanos de la FU Berlín. Ha publicado el poemario Poesía indestructible (2014).

“Ríos de Ceniza” (2015). Una entrevista a Félix Terrones

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Conversamos con el narrador Félix Terrones*, quien vive desde hace algunos años en Francia, país en el que escribió su última novela, Ríos de cenizas (2015), publicada en Lima y presentada en la Feria del Libro de Lima, una novela interesante, con la que Terrones vuelve al ruedo narrativo peruano.

 

 

Por: Mario Pera

Crédito de la foto: Félix Terrones

 

 

Ríos de Ceniza (2015).

Una entrevista a Félix Terrones

 

 

1. Ríos de cenizas (2015) es una novela autobiográfica que, no obstante, presumo debe tener elementos de ficción. ¿Por qué decidirte por la autoficción y no por la ficción pura? ¿Tiene que ver con una necesidad por narrar con la mayor verosimilitud  posible ficcionalizando sólo lo indispensable?

Antes que nada te felicito, Mario, por la nueva edición de tu poemario Ruido Blanco. Lo leí hace unos meses. Me parecen versos con mucho nervio y un cuidado particular en la palabra. Regresando a tu pregunta, tal vez debamos preguntarnos qué entendemos por novela autobiográfica y en quién estamos pensando cuando hablamos de ella. Autobiografía, y con creces, hay en las ficciones de escritores como Marcel Proust, Honoré de Balzac y Thomas Bernhard. Incluso en autores insospechados hay un fuerte componente biográfico. Pienso en las novelas de Conrad. ¿Esto quiere decir que sus novelas son, a priori, más verosímiles? No lo creo. Yo rechazo esa categoría, Mario, pues cuando escribo ficción (o “ficción pura” como lo llamas) no estoy pensando en mi vida sino en darle forma a una propuesta persuasiva, que se sostenga en las palabras y en su capacidad fabuladora.

Al final, el lector se enfrenta con el texto literario, lo que se cuenta en él. El correlato con la realidad ―o lo que por convención llamamos “realidad”― es algo antes que nada anecdótico, ¿no lo crees? Por ejemplo, no me veo leyendo La tía Julia y el escribidor buscando cuánto hay de Mario Vargas Llosa en esa novela. Al contrario, la voy a leer  fascinado por el humor, la alternancia de los episodios y la figura del joven escritor frente al escriba boliviano, anverso y reverso del oficio.

 

2. ¿Eres un escritor de estructuras? Es decir, ¿escribes como un efluvio sin crear un orden o necesitas un mapa sobre el cual vas creando el cuento o la novela?

No soy un escritor de nada. En mi caso he pasado por todos los estados. Me ha ocurrido escribir sin freno algo que termina siendo una ficción. También tomar mi tiempo, sentirme agobiado por no encontrar la palabra necesaria ni saber cómo continuaré la historia. Ríos de ceniza es una novela que pensé mucho, pues no quería caer en lugares comunes ni tópicos. El riesgo estaba ahí; es decir, en abordar historias amorosas o un relato de viajes, por darte dos ejemplos, desde una perspectiva fácilmente reconocible por el lector. Quería algo novedoso que interpelara la experiencia lectora de quien tuviera mi libro entre las manos. Me di cuenta de que un trabajo en la forma, la estructura de la novela podía acentuar los dobleces, incluso contradicciones de mi narrador. Al final no sé si lo logré, lo que si sé es que fui muy sensible a estos aspectos.

 

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El escritor Félix Terrones
Crédito: el autor

3.      En la novela el protagonista menciona a varios escritores como referencias. Sin embargo, uno llama en especial la atención, el poeta judeo-francés Paul Celan, quien vivió como tú en Tours. Celan fue el poeta de la tragedia, de la desventura. ¿Qué significó para ti y tu narrativa la lectura y la presencia de Celan en Tours?

Una feliz coincidencia, Mario. Poco después de haber llegado a Tours mi amigo, el poeta brasileño Paulo de Andrade, gran lector de Paul Celan, me contó que él también había vivido en esta ciudad. Además su paso por Tours con todo y su brevedad fue, en cierta medida, determinante para su trayectoria como poeta.

Después de haber leído su poesía, empecé, varios años después, con su correspondencia. En las cartas que había intercambiado con Gisèle Celan-Lestrange, Nelly Sachs, Ilana Shmueli y, en particular, Ingeborg Bachmann descubrí a un individuo múltiple, con muchas heridas y con una actitud cambiante hacia la poesía. Esa intimidad, llamémoslo así, que llegué a tener con la poesía y el personaje me llevaron, casi de manera natural, a darle un espacio en mi narrativa, quiero decir mi novela. En Ríos de ceniza Paul Celan es a la vez el modelo y el contrapunto del joven narrador. Claro, junto con esa otra figura del escritor que es el inefable Paulo Santa Apolonia Puga…

 

4.      Desde el Boom latinoamericano, y antes, son muchos los narradores latinos y peruanos que partieron a Francia a un autoexilio sea huyendo de las dictaduras o buscando la “Francia propicia para los escritores”.  En Ríos de cenizas el autoexilio está muy presente, lo que es tu historia también. ¿Qué le ha dado el autoexilio a tu narrativa? Y, en particular, que te ha dado Francia, un país tan dado a las artes y a su difusión, a ti como escritor?

El “autoexilio” como lo llamas es el último estado del narrador quien pasa de ser un exiliado a ser un expatriado, luego un paria para finalmente reconocer que la verdadera tierra es la de las letras, la de la escritura. Esa es la piedra angular sobre la cual busqué tejer mi relato. En otras palabras, la manera en que se va desplazando la conciencia de pertenecer a alguna parte conforme uno se va adentrando en la “madurez” literaria.

Es difícil disociar lo personal de lo artístico. Considero que en Francia he crecido bastante como individuo, pues es aquí que he vivido las experiencias más intensas de mi adultez. Esto, de un modo o de otro, aunque no sé cuánto, repercute en mi literatura. Asimismo, y ya como lector, aquí fue que me abrí a la experiencia latinoamericana y europea. Creo que el haberme venido me abrió un poco la perspectiva al sacarme del simple ámbito peruano que, ya sabes, puede llegar a ser bastante estrecho. Ahora bien, el vivir en Francia también me ha dado un nuevo interés por lo que ocurre en Perú. No quiero decir que antes no siguiera el acontecer social o político, es más ambos siempre me han interesado, sino que desde Francia estos adquieren una intensidad novedosa. A veces tengo la impresión de que, por más paradójico que esto pueda sonar, la distancia refuerza el vínculo con mi país.

 

 Cubierta Terrones Rios Ceniza-1

 

5.      En una sección de la novela, el narrador expresa que todas las ciudades son Lima, son grises París, Tours, etc. ¿Es en el lugar, en el espacio en donde se desenvuelve que el escritor aprender a escribir?

El espacio es una inquietud esencial en mis ficciones. Los espacios como las ciudades interactúan constantemente con mis personajes, motivándolos a actuar por acción o negación. Al mismo tiempo siempre hay una memoria de los espacios, las casas, los apartamentos, los establecimientos por donde circulan los personajes. Esa memoria es valiosa porque posee una cualidad paradójica: por un lado nada más tangible que el espacio, aquello que nos rodea; pero, por otro lado, éste nunca es el mismo en el que fuimos felices. De ahí ese vínculo intenso de mis personajes con los espacios; en ocasiones algo parecido al paraíso perdido; en otras, algo cercano a la tierra prometida.

Cuando se trata de la escritura, intento concebir el espacio como una hoja en blanco que, conforme se vive en la ciudad, uno va llenando. Mi narrador y sus pasos por distintas ciudades es esa necesidad de comenzar siempre de nuevo. También el descubrimiento de que cada nueva ciudad es una promesa y nada más que eso. Lo vivido, la experiencia se han ido escribiendo por sí mismos. Hasta que llega el momento en que se debe empezar a escribir, ¿no?

 

6.      El humor están muy presente en el libro. El protagonista y otros personajes como Cécile o Gustave toman con ironía muchas de las situaciones que viven, pese a las adversidades. ¿Cuán importante o necesaria son la ironía y el humor en la narrativa?, pese a la gran dificultad de desplegar este recurso con agrado para el lector y corriendo el riesgo de incomodarlo y perderlo.

El humor es vital cuando no se convierte en mueca, pirueta, cuando no se justifica en sí mismo o cuando no esconde la falta de recursos del autor. El humor bien utilizado puede abrir la válvula de escape al lector así como permitir una perspectiva distinta.

Mira, por ejemplo, en mi novela me apoyo en el humor para entregarle a lo contado cierta forma de ligereza así como para distanciar a mi lector. Por contraste, lo que cuento no cae en lo puramente sentimental, el riesgo que asumía cuando se trataba de contar las relaciones afectivas. Ahora bien, intento abrir el abanico en cuanto a humor: desde el cinismo, pienso en los diccionarios, hasta la ironía o el retrato caricaturesco. No olvides que la novela lleva en su código genético la risa.

 

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Crédito: el autor

7.      El amor trasunta prácticamente toda la novela. Los personajes actúan en base a la creatividad del escritor, pero es innegable que el propio autor aprende de sus personajes. ¿Cuánto aprendiste de tus personajes en sus relaciones amorosas?

No lo sé. La verdad, no aprendo de mis personajes. Al menos no en esos términos. Los dejo hacer. Que ellos vivan en sus contactos, anhelos y obsesiones. Yo intento darle coherencia a todo eso, buscar las resonancias en los gestos y actos y también, desde luego, darle una forma. Pero de ahí a esperar que ellos me enseñen algo es como esperar una lección de la creación o la escritura cuando ambas son gratuitas por excelencia. Lo cual no quiere decir, desde luego, que no exista un componente moral en la literatura, sólo que este se manifiesta mediante el tamiz de la ficción.

Tal y como lo veo el amor en mi literatura tiene una doble cualidad. Por un lado es la promesa del encuentro; pero, por otro lado, es la consumación de malentendidos, confusiones que toman forma en el silencio. Una vez que los amantes llegan al silencio entonces ocurren cosas, eventos, circunstancias que me interrogan de manera particular.

 

 

8.      ¿Qué viene en adelante Félix? ¿Estás escribiendo algo o estás en un periodo sabático?

Te puedo decir que después de la publicación de Ríos de ceniza, con todo lo que esto supuso cuando se trata de acompañar la aparición de un nuevo libro, también después de haber, por fin, cumplido con algunas obligaciones de corte académico ahora podré retomar la escritura de mi novela. Es una novela ya no tanto sobre el hacerse escritor como lo que el ser escritor implica. Hay encuentros y malentendidos, otra vez, pero sobre todo buscaré interrogar la figura del escritor exiliado, su vínculo complejo con el idioma y el país dejado detrás, esa realidad determinante para su formación pero que, por culpa de la distancia, se convierte en una obsesión, acaso un temor.

Creo que será una novela oscura, densa, con algo de cinismo y de humor negro. Con esta novela cerraré el ciclo de la escritura comenzado con Ríos de ceniza. De hecho, ambas ficciones interactuarán como si fuera un dístico. La primera, la del joven que viaja para convertirse en escritor; la segunda, la del hombre que renunció a la escritura, que escogió el silencio como única salida posible.

 

 

 

 

*(Lima, 1980), es autor del libro de novelas cortas A media luz (2003), de la novela El silencio de la memoria (2008) y del libro de microrrelatos El viento en tu cara (2014). Este año aparecerá su novela Ríos de ceniza, publicada por la editorial Textual. Diversos relatos suyos han aparecido en antologías y publicaciones peruana e internacionales. Doctor en estudios hispanoamericanos por la Université Michel de Montaigne – Bordeaux III (Francia) donde se graduó con una tesis dedicada a los prostíbulos en la novela latinoamericana. Editor y antologador de la obra de Sebastián Salazar Bondy para la Biblioteca Ayacucho de Venezuela. Colabora con diversos medios europeos y americanos con críticas y artículos.  Ha traducido la novela Conquistadors del francés Eric Vuillard, de próxima publicación. Vive y trabaja en la ciudad de Tours (Francia).

Homenaje a Carlos Germán Belli, por José Kozer

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Hace algunos años, los poetas Maurizio Medo y José Kozer tuvieron la idea de realizar un evento en homenaje al poeta Carlos Germán Belli (Lima, 1927), por su amplia e innovadora trayectoria literaria. Lamentablemente, dicho evento no se pudo concretar y, por tanto, el presente texto que ahora mostramos en Vallejo & Co., en exclusiva, no fue publicado ni difundido por su autor, José Kozer, para rendir el merecido tributo al poeta Belli.

El 16 de este mes, el Ministerio de Relaciones Exteriores del Perú, comunicó a la opinión pública la muy justa nominación de Carlos Germán Belli al Premio Cervantes de Literatura 2015, uno de los premios literarios más importantes en lengua hispana, galardón que concede el Ministerio de Cultura de España.

 Le agradecemos la cortesía del enviarnos y permitirnos la difusión del texto a Maurizio Medo.

 

 

Por: José Kozer

Crédito de la foto: Izq. www.laprensa.peru.com

(USI)

 

 

Homenaje a Belli

 

 

En el momento en que Carlos Germán Belli lee sus poemas ante un público, surge una potente onda expansiva ante nuestros atónitos oídos; acto seguido, en cuanto acaba la lectura, Belli se contrae.

A Belli, en la intimidad compartida, le cuesta mucho trabajo hablar. Desde hace más de treinta años conozco a Carlos Germán, primero de la época en que paraba en nuestra casa de Forest Hills, Nueva York, y luego, más recientemente, coincidiendo en encuentros y festivales de poesía a los que hemos sido invitados. Verlo es de inmediato sentir su presencia callada, la presencia de un habla que asiente y titubea, dice y se entrecorta, de repente ríe, y de repente un mecanismo comedido, lo obliga a cortar la risa. Ese modo de ser, ese comportamiento externo está, así lo veo, matizado por dos fuerzas quietamente volcánicas: la del amor a su familia, mujer, hijas, el hermano enfermo toda una vida, así como el amor a Javier Sologuren, su gran amigo, la natural cara mitad de su propia necesidad de armonía; y una segunda fuerza, la de su propio trabajo creador, incesante, sistemático, respetuoso de la modernidad y de la tradición.

 

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Carlos Germá Belli
Crédito de la foto: www.eldiario.es

Belli ha rehecho el Barroco español. Centrándose en poetas del siglo XVII considerados de segunda fila, enalteciéndolos con una justeza que los convierte en Primus Inter Pares con los Góngora y Quevedo, Belli renueva, en parte aligera, en gran medida adapta al momento histórico que le ha tocado vivir, aquella escritura abierta del Barroco, que aunque abierta se veía obligada a ceñirse a parámetros reducidos, tendientes a la fijeza, parámetros que en líneas generales no podían salirse ni superar, ora por el camino gongorino, ora por el conceptista, la recuperación del mundo clásico grecolatino. A Belli, unos de los padres constructores del Neo Barroco (padre que ya es hora aparezca al lado de Haroldo de Campos y de José Lezama Lima) le ha correspondido incrustar la risa más descarnada, la seriedad no sombría, sí acendrada, en el texto denso, proliferante y de más ardua lectura, que se identifica con el movimiento Neo Barroco.

 

Carlos Germán Belli, 1970.

El poeta Carlos Germán Belli en foto de 1970.
Cortesía: Casa de la Literatura Peruana

 

Hijo de su tiempo, y padre de muchos poetas vivos o recién fallecidos de sus propios tiempos, Carlos Germán Belli nos ha traído a la poesía la visión múltiple, tantas veces desencajada, siempre desplazada, del momento histórico de las últimas décadas, momento cada vez más acelerado y difícil de captar, y por ende de trasladar, en cuanto creación, a la página escrita. La disimilitud, el horror, la aparente cuan falaz abundancia y variabilidad de todo lo que aparece a la vista del ciudadano de hoy, precisan de un Belli comedido y capaz de plantar un pie en la gran tradición de la lengua castellana, mientras mantiene plantado el otro pie, pie abierto, inconmensurable, en la más vanguardista y caótica, desparramada realidad. Fuerzas que Belli, como pocos, acata, redistribuye, y equilibra.

El hombre cauto que es Belli, a quien percibo como a alguien tocado por el ala de la inocencia, como a un ser rozado por algo delicadamente angelical, esta persona más bien tímida y cortada, que tiene una raíz nerviosa que ha sabido controlar para convivir con su propio organismo nervioso, y así vivir en la salud dentro de una época más bien enferma, a su vez ha escrito, tajante y definitivo, versos que exploran lo más descarnado y visceral de ese cuerpo agitado y febril, ese cuerpo que pugna día a día entre enfermedad y salud, y que procura sobrevivir un día más, ¿para qué? Para cantar lo escatológico, y recuérdese que la escatología (del griego skata, excremento) alude a la vez a la vida venidera, y a las deyecciones que el cuerpo humano expulsa de continuo. Expulsión sin la cual, evidente, no hay salud; expulsión no paradisíaca sino infernal: de lo cotidiano infernal. Expulsión que un lenguaje irónico e intrépido, ceñido y de apariencia ortodoxa (aunque su verdad sea corrosiva y heterodoxa, correosa y transgresora) reinventa la visión visceral del cuerpo sin descartar flatos, movimientos peristálticos, bolos alimenticios, mejunjes compuestos de hedentina, sobaquina, hipos y abolladuras.

 

Mesa redonda sobre la obra de Westphalen en el INC, Perú Ricardo Silva Santisteban, Javier Sologuren, E.A. Westphalen, Francisco Bendezú y Carlos Germán Belli, Lima 1974

Mesa redonda sobre la obra de Westphalen en el INC, Perú: (Izq. a der.) Ricardo Silva Santisteban, Javier Sologuren, E.A. Westphalen, Francisco Bendezú y Carlos Germán Belli, Lima 1974

Súmese el modo característico que tiene Belli de hacer la revolución. No mediante panfletario y barato llamado a las armas, a la guerra guerrillera que tanto ha prometido y tan poco ha conseguido, sino contando, casi sotto voce, una historia familiar, familiar y peruana, peruana y universal, en la que los personajes son sus compañeros de oficina, sus hijas, y en las que se cantan en poemas liberatorios y de calidad incomparable, “los oficios hórridos humanos”, al “filicida yo también, cual parricida soy, cual fratricida,”, de modo que la culpabilidad no exime al propio yo, y el oficio ganapán, tedioso y desgastador, no es experiencia de carne ajena sino propia: estamos ante el poeta ciudadano moderno, de cuello y corbata, por qué no, que a oscuras y segura hace su obra, simulacro de pequeñez, invención de realidad mayor, transfiguración sintáctica arriesgada. Invención, reinvención, de realidad mayoritaria, en el sentido de que en la poesía belliriana cabemos todos y todo cabe.

Poesía del plexiglás, de la cibernética, del “¡oh señora!”, de las vitaminas, bah (pero mejor consumirlas) de los pobres y descuajaringados amanuenses, de los bofes y los coitos mentales, de las transformaciones clásicas a lo Proteo vía Ovidio, en que se muda en olmo, se convierte el yo poético en asno, y eso día a día y todos los días en cualquier día o instante, de modo que todo, tras la noche que nos esquiva, acaba “por ser día y olmo y asno.”

 

oh hada 1

Primera edición del poemario “¡Oh hada cibernética! (1961)
Colección El Timonel de la Ed. La Rama Florida.
Foto: Archivo Mario Pera

Curioso este Carlos Germán Belli: persona recatada, casi esquiva, sumida en penumbras, que apenas desea aparecer, y que a la vez, desde su construida escritura, desde el natural artificio de su escritura, nos regala, agasajo y festín verbal, cuneiforme y asirio, castellano interior y universal, una poesía de pobres mientes, gusaneras, aparatos pesaletras, pequeños gritos aclaratorios y exclamatorios (ea, no mas sí, e hi, hi de perra, ingas que resultan más eróticos que incas) pequeños oficios entreverados de vientos notos y aquilones, ondosos claustros, turbios celofanes. Bárbaro y bacán este Carlos Germán Belli que, enfrentado a la “destrucción temida”, y a la “muerte inoportuna”, ha sabido conjurar en los talleres del tiempo, la punta (glande) de la pluma para forjar (eyaculación) la letra: letra oriunda, letra original y de larga traza, en la que el poeta, solo, y medio a oscuras, modesto y desapercibido, ha sabido hacer el papel del novio y de la Amada en el Amado transformada, transformación que constituye auténtica boda de la pluma y de la letra en esta época de hierro.

3 poemas de “Los dientes del reloj” (2015), de Raúl Campoy Guillén

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Vallejo & Co. presenta a continuación tres poemas del poemario Los dientes del reloj (2008) de Raúl Campoy, el mismo que ha sido reeditado en versión digital este 2015 por la ed. Tigres de papel. Quienes quieran continuar leyendo la versión digital, sólo deben acceder al siguiente link: www.tigresdepapel.es/producto/los-dientes-del-reloj/

 

Por: Raúl Campoy Guillén*

Crédito de la foto: Ed. Tigres de papel

 

 

3 poemas de Los dientes del reloj (2015),

de Raúl Campoy Guillén

 

 

tornillo

 

                           Sin timbres

 

 

            Vamos a pensarnos padre.

            Vamos a reírnos de los ojos que todo lo quieren reunir.

            Has visto el almendro?

            Mira su pueblo de corolas.

            Allí está mi nervio primero.

            Hemos llorado:

                                            no debemos.

            Las nubes nos hacen sombra y el aire muerde nuestras mañanas.

            No estés triste padre.

            Yo te miro en el brote que reverdece que nos rememora.

             

            A veces salgo y te llamo. Sales de las raí_

            ces  donde siempre me enredo. Paseamos hasta

            que somos sólo palabras y nuestros corazo_

            nes bañan las peñas, riegan la huerta, y la amargura,

            según crecemos, se va escurriendo de nuestras len_

            guas. Entonces te miro y veo a ese padre tan va_

            lioso, y me pregunto de dónde vienes lleno de

            brillos de laguna, lleno de años que ya cumplis_

            te y que ahora llegan, quebrando amaneceres co_

            mo escarchas, clavando tus espinas de miel;  y esta_

            llas en azúcar y nos haces ver una rosa

            dos veces rosa y ríes como dos planetas fro_

            tándose y lloras cientos de olores y suspiras

            como el viento entre una grieta, y allí estoy yo:

            asqueado de carnes, de llaves, de coches

            de ciudades,

            queriendo alcanzar la yerba

            que tú multiplicas,

            intentando ser inoloro, incoloro, invisible,

            indetodo,

            para no partir el tallo de tu brisa por el campo,

            para poder seguir tus pasos de ropa vieja.

             

            No estés triste padre.

            No rompas esa sonrisa en agujas.

            No te embarres de queratina,

            que el dolor ha cambiado su billete.

            La presencia de nuestra ausencia no dolerá.

            Deja que los cuchillos reboten

            que cambie el sonido:

            abre una ventana en el sur

            y cierra la del norte,

            o como tú quieras,

            tienes veinte articulaciones en el cráneo

            y eres triste de médula como una red a la deriva

            (como diría Neruda).

            Llora tus soledades en las mías, padre.

            Suda entero como el rocío.

            No hagas fragoso lo permeable.

             

            Ha llegado la hora de penetrar nuestro cuerpo de roca,

            de almacenar con tósigo nuestra ira de colmena,

            de visitarnos en la distancia

            donde las horas no dictan

            ni separan a un hijo de un padre,

            donde las palabras no rebotan

            ni hay paredes que raspen

            ni puertas que podamos cerrar.

 
Los-dientes-del-reloj-300x451
 

 

       Presteza roja

 

 

            Vencidos por el tiempo,

                                                     jamás.

            Hay melancolía en nuestros segundos.

            Sí.

            Ayer ensuciamos nuestros espejos

            y los limpiamos con la misma suciedad,

            y ahora esos segundos

            me golpean como plomos

            fanáticos de gravedad.

            Esos segundos que inventaron horas,

            ahora caen

            como el látigo marino en mi conciencia.

             

            Yo no me adapto a las horas.

            Desconfío de su generosidad.

            Yo me expongo demasiado a las horas.

            No, miento.

            Las horas se exponen demasiado a mí.

            Entran en mí como una confusión de ramas.

            (Siempre hay sarmientos inesperados.)
            
            Yo hago leña de las horas.

            Me revelo de su estado

            de ejecutivo amamantado.

            Lo intento,       pero caigo…

            Soy inesperado

            porque tengo demasiados cronómetros.

            Oscilo entre bradicardias y taquicardias.

            Vivo entre escaleras.

            No queriendo llanuras rutinarias,

            ni mecedoras melodiosas

            ni ciclos cerrados

            ni tantas olas

            ni tanta piedra impreguntable

            ni tantas cordilleras como heridas sin significado.

             

            Sería bonito estar cansado.

            Ser borrado.

            Caer en nuestros daños

            y no recuperarme.

            Acostumbrarme a caer.

            No salir para no tener que entrar.

             

            Pero la belleza se refleja en mis nervios…

             

                                                                   Digamos

            que me rodeo en estos versos,

            por la incapacidad de aceptar

            que mi sensibilidad

            no tiene orillas

                                    ni precipicios,

            llega rotunda y extensiva,

            creativa en saltos,

            en suspendidos humos excitados

            y pezuñas topetadas.

             

                                              Digamos

            que mi pestilencia

            se debe a la sobredosis del tiempo:

            que me hace valorar mis arrugas

            como si las excavara yo mismo,

            que me hace arañar las emociones hasta lo ridículo

            y predecir,

            ese jifero que profetiza en la frente,

            ese ritmo de migrañas:

                                                estampidas de mi existencia.

             

            Sí.

            Llevo una jaula para retener tus inercias

            y copies las mías:

            “Venga, Irene,

            salta hacia mis ojos.

            Tiembla barroca ante la trompeta

            que sobresalta en la nostalgia.

            Sea tu vida una acrobacia.

            Una discusión de pétalos caídos

            como aspersores impúdicos.

            Camina interrumpida en los aromas,

            desinfla el tomillo en tus manos.
            
            Aquí estoy yo

            y quiero que me dividas en ti.”

             

            No es manipulación,

                                                es que mi corazón

            es un salto de flores;

            y las flores

                                  conducen al tallo

            y el tallo

            conduce a las espinas.

             

            ¿Y por qué espulgar las espinas,

            si yo no quiero ser lento

            porque tú no quieres ser rápida?

            ¿Acaso, aunque yo te ame

            como una colección de estímulos,

            aunque tú me entregues todas las culturas en tus labios,

            somos obvios en la unidad?

            Alguien es obvio en la unidad?

            Dime,

                        alguien?

            Entonces ven,

            atravesemos el tiempo

            con un juego de látigos si hace falta.

            Ven,

            con recogedores en las lágrimas.

            Ven,

            ya hemos pasado muchos sabores,

            duros, secos, agrios, acabados.

            Ven a esta última cornisa,

            la que yo quiero coronar,

            donde yo quiero morir ausente del frío artificial;

            túmbate,

            hagamos el amor como extintos animales.

            Ven,

            quememos nuestros sueños con presteza roja y asesina.

            Aquí estoy yo,

            y tú,

            cegados que no envejecidos.

            Aquí está mi lápida,

            mi sello,

            mi destino.

            Si tú quieres… tu lápida

            tu sello

            tu destino.

            Aquí tú y yo,

            puros de dudas,

            puros de consecuencias,

            inmortales apagados.

             

 

 

 

 

*(Madrid, 1978). Ha publicado los poemarios Los dientes del reloj, (2008), Donde casi amanece (1era ed. 2010 y 2da ed. 2012) y Etanol Mortis (2013). Seleccionado como uno de los ganadores en el III Certamen del Día Internacional de la Poesía en Segovia 2012 y como ganador del Premio de Poesía Internacional “Sacra Leal Domínguez” 2012. Ha participado en el XV Festival Internacional de Poesía de La Habana (Cuba); en el Festival Internacional de Poesía de Copenhague (Dinamarca) 2011; en el V Encuentro Internacional de Literatura Tres Orillas en Canarias; en el VI Festival Internacional de Poesía, Palabra del Mundo y en el Festival Internacional de Lima, FIPLIMA (Perú) 2013.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Regocijarse en el hastío. Sobre “Ella &Él” de Frank Pérez-Garland

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Protagonizada por Vanessa Saba y Giovanni Ciccia, Ella & Él nos convierte en voyeristas de una historia de dos amantes que nació arruinada y cuyos personajes se empecinan en continuar. Aquí una crítica al filme y un análisis a la trayectoria de su director Frank Pérez-Garland.

 

Por Mimí Bregante*

Crédito de las fotos Frank Pérez-Garland

 

 

REGOCIJARSE EN EL HASTÍO

 

 

Ella & Él, el reciente largometraje de Frank Pérez-Garland (pero grabado hace dos años) se estrenó en un mes colmado de nuevos títulos nacionales como MagallanesHija de la lagunaAvenida LarcoDos besos (Troika) o NN. A pesar de ello y de la dubitativa expectativa que generaba la filmografía del director entre críticos y espectadores, la película se ha mantenido durante tres semanas en cartelera y con comentarios elogiosos, manteniendo en buena cuenta la valla dejada en salas por sus colegas Salvador del Solar y Héctor Gálvez.

Y es que Ella & Él llegó a hacerse espacio dentro de un torrente de películas de corte histórico a diferentes niveles (biografías, conflictos económicos-sociales, doloroso pasado político), supliendo así el vacío temático que estas dejaban. Antes de continuar, y para no caer en malinterpretaciones, aclaremos que nos parecen necesarios filmes que retraten y dialoguen con nuestra historia. Entender nuestro pasado, sus errores y compromisos irresueltos es fundamental para enfrentar el futuro con mayores y mejores herramientas. Es así como el cine (el arte escénico, en general) colabora en la formación de identidad y construcción de sociedad. Claro que nada nuevo decimos, ¿verdad?

Continuemos, entonces, con otra pregunta, ¿solo desde la representación de hechos históricos puede el cine aportar en los principios supracitados?, ¿no es el hombre el eje primero de la sociedad? Aunque la respuesta es indiscutible (sí lo es), es en el entendimiento de esta obviedad sobre la que Pérez-Garland construye su argumento fílmico: dos seres humanos luchando contra ellos mismos y, por ende, incapaces de ser útiles a su entorno. ¿Acaso se puede iniciar una revolución mayor sin haber satisfecho nuestras carencias personales? No, aunque suene cursi y estereotipado. La revolución inicial empieza desde adentro, con uno, puesto que solo así se comprenderá lo que sucede en nuestro entorno. Eso es en macro Ella & Él.

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Una historia que se cuenta entrelíneas

Ella está cumpliendo años. Él no la conoce pero gracias a amigos llegó a la íntima fiesta que la hermana de ella le organizó. Ambos son cercanos a los cuarenta, esquivan miradas, comparten sonrisas, se invitan cigarros y cervezas: se va forjando el vínculo. Hasta aquí el espectador ha sido partícipe de una sorpresa inicial muy bien propuesta por el director, quien en estos primeros minutos también deja desperdigados datos sobre ambos personajes a fin de ir descubriendo sus características identificadoras (¿posee ella algún problema psicológico?, ¿es él un pendejo?). Nada se afirma ni se niega a este punto, manteniendo así un creciente interés. Luego vendrán nuevos encuentros en reuniones comunes, llamadas, él presentándose con frases del grueso: “el divorcio no es un fracaso, es una nueva oportunidad”, ella de mejor ánimo, un primer beso y una hermosa escena postsexo filmada bajo las sábanas que pone coto a esta primera etapa de la pareja y sobre la cual se dejan luces sobre sus próximos conflictos. “¿Puedo conocerte?”, le preguntará Ella y él, durante noventa minutos, será incapaz de contestarle/contestarse con verdad.

El tiempo ficción sobre el que se sostiene la historia es confuso y probablemente sea adrede ya que así se sostiene el anacronismo de esta moderna historia de amor: anónimos protagonistas, sin nombre de pila, una ciudad que no busca retratarse específica (más allá de la escena del malecón, pero sobran los malecones en las urbes costeras) o la falta de claridad del inicio de la relación. Y no nos referimos solo al cuándo sino a la imposibilidad de ambos de asumirse como pareja. ¿Será que pasó de moda preguntar “quieres estar conmigo”?

Desde aquí la debacle emocional. Entendemos que ambos cargan rollos familiares donde los de ella pesan más puesto que sus padres están aún vivos. En su incapacidad de amar sanamente, prefiere bloquear todo contacto con ellos siendo su hermana el único puente de comunicación, empalme que en realidad no busca y evita dolorosamente. Es curioso porque entonces se comprende su obsesiva aprehensión hacia él, sin embargo no generamos empatía con ella sino rechazo, ligero, pero rechazo al fin de cuentas ya que casi molesta y exaspera su escasa capacidad para amarse, para prestarle atención a su persona: ella se querrá en tanto él la acepte. Es un ser incompleto que se satisface dando lo poco que posee, sintiéndose necesitada, confundiendo eso con el amor. El vaivén de ella nos trae a la memoria un verso de Blanca Varela que bien podría definir su estadío: “querido mío / adoro todo lo que no es mío / tú por ejemplo”.

Lo de él no viene siendo menos sencillo. Escudado en una falsa independencia, procura poner límites desde el inicio. Nada que no hayamos escuchado en hombres coetáneos: defensa del espacio personal, incapacidad para comprometerse e inseguridad ante la exclusividad sexual. Así con todo, la dupla Saba – Pérez-Garland, autora del guión, consigue que el discurso no suene panfletario sino que sabe sostener estos temores en hechos complejos y, digamos, reales. El problema es que Giovanni Ciccia (Él) no consigue seguir el proceso emocional planteado ni dotar a su personaje del peso escénico que se requería, generando ruidos en la historia, vacíos que se confunden con errores de guión. Ahí sí creemos que a Frank le faltó exigencia en la dirección de su actor.

“El amor es momentáneamente cierto”, afirma Él, gestando la incertidumbre en la que vagará su relación. Para este entonces se podría decir que a él solo le quedan dos salidas: terminar la relación que le genera más insatisfacciones que gratitudes o hacer lo posible por enriquecerla y repararla. Pero no, insiste en mantenerla aunque como espectadores busquemos en cada escena razones que se nos escapan ante cada grito, ante cada pleito, ante cada nuevo reclamo.

Pero Él, incluso antes de iniciar su relación con Ella, sostiene una aventura infiel con Mariana (Gianella Neyra), mujer de su mejor amigo Daniel (Lucho Cáceres). Y es que el personaje de Ciccia posee una particular teoría sobre la infidelidad. Afirma que esta es necesaria para mantener en el tiempo el interés por el otro dentro de una relación que se proyecta “para toda la vida”, que desde el intercambio y enriquecimiento personal que proporciona ese tercero (el cual se sabe pasajero puesto que ninguno de los dos buscará nada serio de ese encuentro extramarital), la relación formal se verá renovada y la pasión nutrida. Sin embargo, es curioso ver en la pantalla solo a Mariana disfrutando de esos momentos de escape. ¿Qué oculta él, culpa?, ¿o su insatisfacción personal lo sobrepasa, convirtiéndola en su inconsciente leitmotiv?

Sucede que Él en absoluto tiene claro lo que desea para sí ni para su vida. Hacia el final se nos deja entrever que la posibilidad de forjar familia le genera alguna ilusión, ilusión que rápidamente es fumigada por las inseguridades de ella. ¿Pero cómo conseguirlo si a pesar del tiempo ni se conocen? La escena de la playa con Cáceres, aunque distiende momentáneamente el conflicto, devela lo que ocultan, que ninguno conoce el pasado del otro y que las mentiras (“blancas”) siguen siendo necesarias para mantener las apariencias. Parecen haber hallado una fórmula que les calza: regocijarse en su infelicidad aunque no entendamos por qué.

 

Mariana: No puedes terminarme, este es nuestro refugio.

Él: Ya no lo necesito.

Mariana: Pero yo sí.

 

El principal mérito de la película es retratar las naturales contradicciones que poseen el amor y el sexo pero sin juzgarlas.

 

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Factura técnica

El trabajo actoral de Vanessa Saba (Ella) es poderoso por la minuciosidad con la que procesa emociones y las dibuja detalladamente sobre su rostro, sobresaliente porque constantemente sorprende con gestos particulares e inesperados, en completo dominio de su corporalidad. No se repite (logro harto difícil de conseguir), demostrando que domina su oficio. Hasta nos apresuraríamos a afirmar que es su mejor personaje en el cine hasta hoy. No sabríamos decir si influyó el hecho que su esposo la dirija y que, al ser la guionista, conozca a la perfección los reveses de una historia que su imaginación creó, lo cual no desmerita los logros conseguidos en pantalla. Con este personaje, Frank nos entrega a una Vanessa atípica, alejada de los papeles en que la televisión la encasilló: elegante y malvada, gélida y soberbia. Por el contrario, seguimos viendo a una mujer hermosa porque se muestra sin maquillaje ni fastuosos vestuarios. Sí es impenetrable pero su coraza se cimenta en su naturalidad no en una característica de antemano impuesta.

El trabajo de Vanessa es potenciado por el de Gianella Neyra y Claudia Berninzón, quienes con personajes concretos saben dotar de frescura y naturalidad la historia. Pero no es el caso de Alejandra Saba (Andrea), hermana menor de la protagonista en la vida real y ficcional, quien arruina una escena que pude haberse proyectado como la mejor de la película: la pelea durante el almuerzo. Es el momento álgido del filme, donde explosiona transformada en ira toda la tristeza que Ella guardaba, develándole al espectador sus sospechas. La construcción de Andrea es endeble y se tira abajo un ritmo que con esfuerzo se había alcanzado hasta ese entonces en el ecran.

También resaltamos el trabajo de edición a cargo de Ángela Vera, nombre nuevo para nosotros en la floreciente industria cinematográfica peruana y que esperamos ver en próximos créditos. Y esta es también una característica positiva que podemos resaltar dentro del trabajo del director: suele darle oportunidad de empleo a talentos pocos conocidos. Tal fue el caso de Carolina Cano en Un día sin sexo o casi todo el cast de La cara del diablo (Vania Accinelli, Alexa Centurión, María Fernanda Valera, Carla Arriola, Nicolás Galindo). Suponemos ―aunque ejemplos nos sobran― que para muchos directores en cine, teatro y TV es un riesgo optar por quienes recién empiezan o por aquellos que vienen construyéndose una carrera desde los circuitos no oficiales, convirtiendo al medio endogámico y predecible. Creemos que en este caso fue un completo acierto dejar el montaje final a nuevas manos, a una nueva sensibilidad, ya que en buena medida Ángela ha sido responsable de ese ritmo apaciblemente ansioso que posee la película.

A ello se suman los recursos visuales que dotaron de intimidad la historia: planos muy cerrados (contamos pocos planos generales, la mayoría eran planos medios a menos), cámara en movimiento, desenfoques, fade a negro sobre Ella para cerrar escenas, el cuidado del audio en exteriores o que no necesitara utilizar música incidental para hacer énfasis gratuito en las emociones y así obligar al espectador a sentir pena, nostalgia o rabia, por citar rápidos ejemplos. En general, técnicas que no habíamos apreciado en anteriores trabajos del director. Y aunque en Ella & Él cuida mucho la continuidad (como la escena en el malecón, en la que cantan “Puerto Montt”, donde el tamaño de los cigarros se consume coherentemente y la dirección y cantidad del humo se mantiene a pesar del plano-contraplano) es curioso notar un error obvio en el vestuario de Ella tras terminar de hacer compras en el supermercado ―interiores― para luego subirse a su bicicleta con otro polo ―exteriores―.

 

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Ya que hablamos de esa escena, resaltamos la canción que Ella escucha en sus audífonos, la cual se aleja del sonido Mar de Copas que ya nos hastía pero que se ha vuelto una constante en sus películas. Y aunque Manolo Barrios nuevamente se encarga del score original, logró pasar desapercibido hasta la toma final, donde los personajes pierden protagonismo para remarcarnos sonoramente la letra de la canción con la que se cierra este inconforme testimonio amoroso.

Técnicamente Pérez-Garland ha logrado un punto intermedio entre sus dos largometrajes, que es el reflejo de lo que consiguió con su serie televisiva Mi problema con las mujeres (2007). Si algo rescatamos de Un día sin sexo (2005) es que se trató de una historia que, aunque le faltó trabajo de texto, fue  capaz de narrar cuatro episodios de una misma temática desde diferentes aristas sin caer en estereotipos (aunque rayando con ellos en el caso de algunos personajes) y con una estructura narrativa poco convencional pero que le faltó dominar. Lamentablemente dicha película tiene nulo mérito visual, punto sobre el cual indagó mejor en el cortometraje que abre Cu4tro (2009) pero sin propuestas sobresalientes. En La cara del diablo (2014) se apresuró a entrar en el terreno en boga de ese momento, el terror, y luchó sin gloria. No obstante, con ella alcanzó un mejor dominio técnico.

Está claro que parte del éxito de Ella & Él radica en la comodidad y libertad con la que trabajó su propio proyecto (su ópera prima surge desde la inexperiencia y en un momento de carencias para el cine peruano, mientras que la penúltima puede entenderse como una película de encargo). Ahora se encuentra encallado entre el cine “comercial” y “de autor”, nomenclaturas de las cuales no gustamos pero que definen la eterna dicotomía del artista. Y aunque todos aseguramos poder navegar por ambas orillas sin riesgo a zozobrar, su próximo trabajo determinará el devenir de sus búsquedas estéticas y temáticas. En un país donde hacer cine (profesar cultura) es una labor homérica conviene ir estableciendo hojas de ruta como creadores.

 

 

 

 

*(Lima, 1979). Licenciada en Comunicación Audiovisual por la Universidad de Chile y en Sociología Veterinaria por la Universidad de Buenos Aires. Máster en Cinematografía por la Universidad de Buenos Aires. Vive en Barcelona desde 2004.

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