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«Alicia en la carretera», el segundo hito + 7 poemas

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Por Carlos Almonte*

Crédito de la foto (izq.) G0 Ediciones /

(der.) Juan Carlos Villavicencio

 

 

Alicia en la carretera, el segundo hito.

 

Nota preliminar

Veinte años han pasado desde aquella noche en el desierto; una noche de tormenta, océano y sabor a cactus. Hace una década se conmemoró el fin del primer ciclo, al compartir aquel verso extático y transparente que en algo reflejó el conjunto de emociones, reflexiones y desbordamientos que experimentamos en aquel camino hacia el bien llamado «inicio de umbrales». Un (tras)paso que se presentó limpio y expedito, a través de un túnel hecho de nubes con dirección indefinida.

Esa tarde comenzó el día anterior, al descubrir en los jardines de aquel pueblo costero la señal que nos llevaría hasta la siguiente entrada. Luego de cortar, hervir y (a)guardar, caminamos hasta la pequeña cima desde la que se observaba el horizonte, el atardecer y las marcas que abandonamos sobre el sendero (que muy pronto desaparecerían por completo). El proceso aparece descrito detalladamente en el libro titulado «Escenas de Flamenco: primer hito» (La Calabaza del Diablo, 2008). Lo que sí puedo remarcar ahora, al conmemorar este segundo hito, es que los guardianes tomaron forma de lechuzas que probaron inicialmente nuestra decisión de cruce. Ellos volaron bajo, muy bajo, tan bajo que podíamos tocarlos. Hicimos círculos en la arena, bailamos al ritmo de las olas, o del viento, y regresamos cuando comenzó a llover, esta vez tentando el rumbo, intuyendo, tocando el aire con las yemas de los dedos, reconociendo cada marca en el tiempo que rastreamos. El universo, por decirlo humildemente, se hizo uno con y entre nosotros. El fuego, que no hicimos, resumió nuestra visita. Nos abrazamos en silencio y observamos lentamente aquella escena, que era nuestra vida entera. Cada rayo, relámpago, expresión del viento, iluminó extensiones infinitas. Cada gota de lluvia significó un milagro que agradecimos desde el límite disgregado al espacio que habitamos.

Esa noche, frente a lo que podríamos llamar “la inmensidad”, cambió mi perspectiva de la imaginación, la belleza y la intensidad. El intercambio fue inmediato. Traspasamos el umbral en forma de aves, de roca, de lluvia, de visión eterna.

No he vuelto físicamente a ese lugar, solo en tiempo y símbolos. Desde entonces habito en ambos lados del desierto. Sé que al regresar, al habitar nuevamente aquel lugar, al fusionar el equilibrio y otras entidades de vitalidad, me quedaré para siempre observando el mar, las aves, las nubes que me invitan a avanzar.

 

Flamenco, agosto 2018

 

 

7 poemas de Alicia en la carretera (2018),

de Carlos Almonte

 

 

Comienzo

 

No hay caída, viaje o ensoñación. No hay habitación que se desplace por los aires ni caminos ondulados que varíen de manera abrupta. Las paredes del pozo han sido clausuradas con cemento, vidrios y fragmentos de madera. La tormenta ha concluido y la lluvia… Las señales han desaparecido, asimismo los espejos. El retorno es imposible, aunque inminente. No existe ya el extrañamiento, ni el artificio insulso de habitar lo ajeno. Todo lo que vemos nos resulta conocido o, al menos, familiar. El saludo diario lo comprueba y también el paso firme y decidido, dirigido hacia ninguna parte.

 

 

 

Frente al espejo

 

Las praderas son cubiertas por pimientos y alacranes. Escucho diálogos extensos sin sentido. Lo que importa es otra cosa, pienso, mientras en silencio repito el refrán árabe que habla de justicia y perdón. Anudo mi corbata, aliso el pantalón y husmeo a los vecinos antes de salir. La calle está vacía y los papeles remolinan más y más historias. Todavía puedo ver el sereno rostro de Alicia, que sigue atentamente los intrincados vericuetos de aquel mundo, nuestro mundo subterráneo y aparente, siempre a punto de flotar, de convertirse en realidad; como si en aquel destello mínimo reanudara su sonrisa.

 

 

 

Las Chilcas

 

Observamos autos herrumbrados a la orilla del camino. La lluvia en el desierto es un regalo inútil, dirá quien solo observa el tiempo transcurrir, un vulgar significante que se pudre bajo rocas que respiran, y los vientos y la droga que se ingiere cada noche. Son tormentas que revelan gritos de lechuzas y el chillar de roedores que anticipan, cercenados, sobre rocas gigantescas coronadas por altares en la cima. Busco entre las ramas, bajo cruces de metal que inscriben la correcta identidad: Aquí yace […] bajo tumbas, se lee en la única proclama que es posible distinguir.

 

El poeta Carlos Almonte.
Crédito de la foto: Martín Cinzano

 

Paradoja

 

Un semáforo deshace el próximo color, mientras los neumáticos rechinan como dientes contra el vidrio. Doce cuerpos se desnudan en la altura, elevando dedos-ristres febles-fósiles en la cuarta residencia, la que extrae los sonidos desde el mar. Ya no existen huracanes y los remolinos y octópodos gigantes agitan brazos y tentáculos sobre víctimas cansadas no dispuestas a correr. Las palabras surgen, dice el ermitaño, no las llamo, ellas vienen.

 

 

 

En Flamenco, junto a Alicia

 

Recorro las estancias y me detengo, con paciencia, frente a una columna dispareja. Los cangrejos se rebelan; ya no hablan de otra cosa. Es Alicia que responde sin pesares ni acomodos: Inconclusos, irreales, grita al frente de uno de ellos que la asombra con su arte. Devanea con tenazas errabundas hasta los canales que no alcanzan a llegar, y las pulgas de la playa y el olor marino. El dolor terráqueo pincha el plástico de unos cuantos mapas sin lector; la escalera hacia la izquierda, llego arriba y busco la tibieza de sus sábanas. El fugaz segundo ocurre, un tranquilo verso en Lautréamont que se agota al desprenderse de la altura: Noté que mi raíz se retorcía. Entonces comenzó mi sueño.

 

 

 

Boca Budi

 

El mundo ha vuelto a emitir sufragios consagrados, Interstellar overdrive, chirría la inspección, décimo tercer piso, vista hermosa, Boca Budi. Me reviso frente a espejos e ilusiones, reaparezco, anoto, significo. Nadie viene, nadie está sentado junto al cactus de la cima. Y en el mar desaparecen las embarcaciones. Alicia me contrae sobre el piso luego de beber el vino de la paz; así lo llama ella. Caminamos por la arena reuniendo caracoles y piedras de color indefinible, o sin color. El agua ya te llega a las rodillas, me regaña. No hay por qué, le digo en el momento de partir. Observo mi reflejo y deduzco que podría haber estado meses frente al vidrio. Me callo, me alejo, grito, nadie viene. Estoy solo y grito nuevamente. Nadie viene. Me recuesto y mis brazos alcanzan a rozarla. Es otro recuerdo, la televisión está encendida.

 

 

 

Om

 

La desnudez que rompe el sacro y fiel respeto de los dioses, derramando el agua pura, muestra sus secretos, encandila y adormece. Bajan los coyotes, las aves de rapiña. Busco el cambio y recibo sus caricias de abandono. Sin embargo, ayudan en el quite de los faros, muestran flores: rosa y cruz. Se alimentan de interfectos. Se repiten a sí mismos, desahogan, piensan. Debilitan las mejores mentes y aniquilan las demás. Se reúnen en secreto y guardan, entre ellos, el respeto misterioso de una secta. Los primeros serán quemados, los demás dejados libres para errar por un planeta devastado. Ellos morirán, dejarán cabellos adheridos al sollozo de los que observan desde arriba, ignorando el tiempo del epílogo.

 

 

 

 

 

*(Santiago de Chile-Chile, 1969). Poeta, narrador y traductor. Literato por la Universidad de Chile y diplomado en Cultura árabe e islámica por la misma universidad. Fue académico de la Universidad Andrés Bello (Chile). Fue coeditor de la revista Descontexto. En la actualidad, es coeditor de la Ed. Descontexto. Ha publicado en poesía Flamenco es un sueño (2008), Laura en el desierto  y Alicia en la carretera (2018); en novela El frío atardecer de los reptiles y en cuento Antología visceral, Ficciones dentro de ficciones.


Esa gimnasia de la voz. Vallejo sobre Maiakovski

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Por Sebastián Diez Casares*

Crédito de la foto (izq.) archivo Mario Pera /

(der.) www.mundo.sputniknews.com

 

Esa gimnasia de la voz

 

Es gracioso lo que dice César Vallejo de Vladimir Maiakovski. No sólo lo tilda de poeta menor sino que, a escasos días de cometido suicidio, lo proclama versificador, charlatán, chamullento, en fin. La ironía desatada y mordaz que caracteriza a la prosa vallejiana acá luce sus implementos más cortopunzantes; pero creo que no viene al caso el contenidismo en la poesía de Maiakovski, que es de lo que destila material explosivo Vallejo, sino el peso que logra su desplante.

El tema sería este: el desplante. Y siendo rigurosos, el desplante entendido como altanería, insolencia.

La poesía de Maiakovski pareciera tener presente a una audiencia per se. La exposición de la intimidad en ella es requisito y no delicadeza estética. De ninguna manera autoficción, aunque si hablara de escritura como performance estaría incurriendo en un lugar común, mejor referirse al cruce entre poesía y teatro. El dramatismo de Maiakovski intenta eludir la barrera del canto castrato, el tono del adolescente pero individual al fin y al cabo, para consagrarse en una voz única whitmaniana, nerudiana; sin embargo, no lo consigue, su fracaso se prolonga sin modo que se detenga. La frustración le es insistente en una adolescencia perpetua. El recipiente de poeta del proletariado no se quiebra del todo para bienvenida de la voz misma de la clase obrera, lo que no lo resta de magulladuras y hematomas cuales relucen, según Vallejo, en la intimidad. El interior de ese recipiente de poeta proletario, no obstante, es la fuente de la que bebe su fuerza, su agilidad.

 

Collage con el poeta Vladimir Maiakovski

 

No me parece tan descabellado estar y no estar de acuerdo a la vez con Vallejo. Lo que enrostra a Maiakovski es su inconsecuencia ante lo que proclama su compromiso, argumento habitual en la discusión política, por lo que en su contexto tenía cierta validez histórica; hoy, en cambio, lo interesante es saber por qué Maiakovski se sigue no sólo leyendo sino traduciendo. Asi como no se siguen leyendo los cantos a Stalin de Neruda, tan iguales en contenido elogioso y militante, o la poesía estrictamente política de Miguel Hernández o Roque Dalton.

El desplante, por ejemplo, en la poesía del mismo Dalton (“Los guanacos hijos de la gran puta/ Los primeros en sacar el cuchillo”, dice en “Poema de amor”) o, más cerca de nosotros, la de Enrique Lihn quien teoriza algo al respecto en aquella entrevista tan sensual que tuviera con Claudia Donoso en los ochentas, tocando allí tres puntos que podrían contrastarse con los indicios de cierta especulación en torno a la performance en el texto y de paso con el caso Maiakovski: 1.“Siempre hay un interlocutor en la literatura, de todas maneras, y puede ser un interlocutor colectivo o un interlocutor específico, único, un individuo o una individua.” 2. “Un sujeto que escribe un libro que solamente él puede leer sería un representante utópico y feliz de la literatura. Prescinde ya de la relación con el lector, de la apelación. Porque la literatura es un acto de apelación.” Y 3. “Mi prosa es decididamente farsesca, o sea, es un artificio que se muestra como tal”.

Puesto de otra manera: 1 La conciencia de un auditorio. 2 La imprecación o tono inquisidor. Y 3 La imposibilidad o farsa de la propuesta. Tres características innatas de la obra maiakovskiana. El último punto especialmente puesto en jaque por la crítica de Vallejo.

 

Vladimir Maiakovski, uno de los símbolos literarios y culturales de la exUnión Soviética.

 

Ahora, a lo que se refiere específicamente Lihn es por una parte a su alter ego Gerard de Pompier, un personaje lingüístico. Y por otra, en el contexto de su última etapa artística, ya mediados los ochenta, a la intervención pública de sus textos y que, me parece, puede entenderse como el modo ultranza de la que bautizara mucho antes como poesía situada. De entenderlo así, su Diario de Muerte sería la crónica-happening de su deceso, o como dijo otro poeta, “la selfie de un moribundo”, donde el personaje desaparece dando lugar al desahuciado, con nombre civil y años verdaderos encima. En fin, de este estrellar la vida contra el telón existen otros ejemplos. El monólogo dramático de El cristo del Elqui de Parra, así mismo, que conforma una constelación junto al Pompier de Lihn en la poesía chilena; el primero empecinado en la proclama de una moral provinciana, tan escolástica como liberadora; y el otro en los últimos eructos de una aristocracia ya decaída y pasada de moda.

Ambos comentan estos textos en una grabación rechinante del año 79, una especie de podcast anacrónico entre Nicanor y Lihn que Daniel Rojas Pachas subió al Youtube. Allí entre bombos y autobombos los poetas deliberan sobre las redes tejidas entre escritura de poesía y actuación. Parra confiesa que le es cada vez más difícil no escribir un poema sino firmarlo. Hay un conflicto con el nombre propio, es un problema del que deriva la necesidad de máscara. Ambos creen en el personaje bufonesco como un ente que emerge en represión y que no habla sino que es hablado. Parece ser una estrategia sensata cuando se está bajo dictadura y la resistencia pareciera ser no quedarse callado.

Volviendo al poeta soviético, sólo por tirar líneas desbocadas, podríamos hablar de un energúmeno (sea el de Maiakovski, el de Parra, el de Lihn) que hace empleo del monólogo dramático o de la primera persona (la atalaya de la primera persona), con un desplante telúrico casi proclive a observarse, una voz posible de visualizar, una gimnasia de la voz. Lihn, en una de las últimas entrevistas aparecidas en el compilado de Daniel Fuenzalida, se refiere al teatro como una manera de darle cuerpo al texto, “aunque se cree un personaje lingüístico y no sicológico”. Las evidentes tensiones teatrales que tuvo su obra en los ochentas urgidas por la quimera de la promesa de ascenso y sofisticación del capitalismo a la chilena, resultaron en esa especie de antropología del recién fundado paseo Ahumada que lee asi una pista de despegue, o la aparición de la Virgen como libreto de teleserie cebollera. No solo contenidista, como se ve, sino también formal, en la que la voz y su gesticulación son tanto o más protagónicas que las circunstancias.

Maiakovski como escritor de poemas es muy irregular. Su talento brilla más en su personalidad, en su puesta en escena. Sin concentrarse en la biografía sino en lo que se escribe, las poses del autor en el texto, la sintaxis, la propedéutica de la agresividad, de cómo utiliza el lenguaje más allá de lo que quiere decir. Si bien bajo esta emulsión y a la vez sagacidad del lenguaje, oculto está también una desilusión personal. Hasta cierto punto Maiakovski deja de serlo, y da a un paso al costado innominado, sin nombre, como un NN. Su nombre propio es la máscara. Allí es donde Vallejo no lee el aspecto performativo del texto. Falsario, sí, utiliza su nombre, sacrifica su nombre propio para decir o ser hablado. Una decisión esencialmente cristiana esta la del sacrificio. Y no azarosa ya que, si reparamos en la simbología bíblica de su poesía, parece poblarla de principio a fin. En la intimidad Vladimir era más bien melancólico y muy poco dado a la colectividad. Y a pesar de su impronta y presencia (medía casi dos metros), proyectaba una inconmensurable fragilidad. Su padre murió de envenenamiento por pincharse el dedo con una aguja infectada cosiendo papel, desde entonces Vladimir no pudo siquiera ver una jeringuilla. La gente lo recuerda como el eterno vencedor, el hombre fuerte y heterosexual, pero jamás supo sobrellevar las circunstancias de su vida y haber caído preso a los 16 años, cinco meses dentro, si bien le enseñó a callar, también lo trastornó.

 

 

Viktor Shlovski, el formalista ruso y amigo del poeta, autor de una de las primeras biografías de Maiakovski, de título homónimo, publicada apenas diez años después de su muerte, señala que el origen del poeta fue tardío. Su primera experiencia artística la llevó a cabo en la pintura, y de cierta manera fue allí donde moldeó su poética posterior. Primaba el impresionismo en la Rusia bolchevique, pero el poeta adolescente ya atento al desacato, desvía su atención hacia el objeto y no al color como se estilaba en aquel entonces; sus inquietudes iban dirigidas especialmente a la fuerza y al exceso como dijo Boronali en su manifiesto de la escuela de los excesivos. Parte de este exceso se filtra en la artesanía textual, pero no como un barroquismo sui generis, o saturación, sino más bien tal y como el futurismo lo entiende: un coche de carreras es más bello que la Victoria de Samotracia; o sea que la velocidad es el nuevo dios, siendo la agilidad y la fuerza atributos ideales.

Hasta allí su incursión había sido estrictamente pictórica. Luego cae preso. Anota Shklovski en la biografía homónima. “Vladimir Vladimirovich Maiakovski recibió la vocación para la poesía en Moscú, después de la cárcel de Butirki ―hacia 1910. La vocación del poeta empieza con la angustia”. Desde entonces no se detiene hasta su muerte, a los 34 años.

Un aspecto central en la poesía de Maiakovski es su ritmo. El verso libre lo metabolizó de inmediato, e ideó una manera de observar el respiro en el texto. El formato “escalera” de sus versos (W.C. Williams procedía de manera similar) cuando ya las comas le fueron insuficientes. Los patrones de la voz se podían leer en sus versos como en un pentagrama.

Sin embargo, es su violencia o la implacabilidad de su violencia más bien lo que impresiona. Leemos en traducción de Gerardo Deniz: “¿Qué celeste Hoffman/ te inventó, maldita?” “Sino sería mejor poner/ punto con bala a mi fin.” “Una bala en el cerebro/ como si se hubiera derramado / un vaso de lágrimas sobre la herramienta”. Son parte de La flauta espinazo (o La flauta vertebral, como también traducen) uno de los tantísimos poemas largos, épicos a escala humana, en los que el nombre propio del poeta futurista se abandera con el sospechoso afán de confabular siempre en torno a su propia biografía, en un insistente y desmesurado acto de mistificación de uno mismo. En este sentido Maiakovski es aún más brutal en su propuesta que Lihn y Parra, evidentemente por la “ausencia de máscaras”, por la firma con el nombre propio, sin seudónimos.

Así mismo proyectaba su propia posteridad, lo que confirma la conciencia de sus recursos y de su puesto en el panorama literario: “Mi verso/ ciclópeo/ romperá/ la mole de los años/ como rompe/ en nuestros días/ visible/ basto/ rudo/ el acueducto de Roma/ trabajado en su momento/ por los plomeros y esclavos.”

 

El poeta Vladimir Maiakovski a los 17 años.
1910.

 

Vallejo antepone ello ante la obra textual, pues su crítica precisamente alude a que la alharaca del poeta soviético quisiera representar algo que no es, es decir, la moral obrera y revolucionaria. Ni siquiera un fariseo, insinúa Vallejo, sino el tramoyista de ese fariseo. La farsa por partida doble. No es que no critique sus modos o la forma como tal de sus poemas, sino que se esmera tan solo con enfrentar la vida con la obra del poeta. Como se preciaría un marxista, y por el que apuesta Vallejo, concordaría el maiakovski-persona-natural y el maiakovski-poeta-soviético. César ya se había contactado con Vladimir hacía algunos años para entrever en su comportamiento al desasosegado camarada que difundía públicamente. Entablan una extraña conversación de la que el peruano concluirá en el citado artículo de 1930 del comienzo: “en vano, en vano todo, la verdadera vida interior del poeta, aherrojada a fórmulas postizas de un leninismo externo e inorgánico, seguía sufriendo silenciosamente y sintiendo todo lo contrario de lo que decían sus versos.”

Los versos no decían nada de quien los declamaba. Bien. Una distancia. Un libreto. ¿Pero no acaso obra? ¿Es tan vacua y edulcorada la poesía de Vladimir? ¿Puede la impostura considerarse obra? ¿Son justas las acusaciones del poeta Vallejo? Como si lo que recordáramos de un Maiakovski millenial fuera más su muro de Facebook que su propia obra. Su teatralidad más que su estilo.

No viene al caso poner en duda al arpón que emboca en el mismísimo esternón del poeta soviético. Tiene razón. La vida del poeta poco o nada tiene que ver con sus proclamas versificadas. Sin embargo, lo que se recuerda hasta hoy en día es el personaje. Una caricatura quizás. Basta recordar los dichos del actual ministro de cultura de Rusia, Vladímir Medinski, quien dijo que Maiakovski había sido el primer rapero ruso, y no faltó la revista especializada en apresurarse a sacar algún seudo reportaje sobre las relaciones entre la versificación maiakovskiana y el ritmo del verseo free style, cosas así.

 

Sebastián Diez Casares, autor de la nota.

 

¿Entonces de qué hablamos cuando hablamos de personaje literario? ¿De una postura en el texto? ¿De una sintaxis? ¿De una manera de posar frente a la lente del lector porvenir? ¿La prensa rosa de uno mismo? Lo único que podría aseverar es que el desplante se llevaría a cabo en el escenario, en el papel. Y en la voz, de haber registro o lectura. De utilizar estos medios para expresarse de otra manera te hace vulnerable de acuso de farsa o derechamente inconsecuencia. No fue el caso de Maiakovski, quien en su carta suicida ponía especial reparo en ello, coronaba su fin con la siguiente frase: “la barca del amor/ se estrelló contra la vida cotidiana”. O sea, el personaje ya parecía insustentable, y en el marco de su poética radical, su vida también. Lamenta no haber seguido hasta el final con su confrontación: “Camaradas del VAPP[1], no me tomen por un pusilánime, realmente no había nada que hacer […] debí haber peleado hasta el final. En la mesa hay 2.000 rublos para pagar los impuestos”.

 

primavera del año 19

 

 

——————————–

[1] Asociación Panrusa de Escritores Proletarios, una suerte de Sociedad de Escritores soviética.

 

 

 

 

 

*(Chuquicamata-Chile, 1988). Poeta, librero y sociólogo por la Universidad de Valparaíso (Chile). Se desempeña como librero de la editorial Universitaria (Chile). Fue acreedor del Fondo de Creación del Consejo del Libro (2019). Sus poemas han aparecido en la antología Entrada en materia (2014) y en las revistas Vox Horrísona (2016 y 2017) y Cronopio (2018).

5 poemas de «Desayuno bajo la hierba» (2003), de Ioan Flora

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Por Ioan Flora*

Traducción por Ioana Alexandrescu**

Crédito de la foto (der.) www.gzt.ro /

(izq.) Ed. Paralela 45

 

 

5 poemas de Desayuno bajo la hierba (2003),

de Ioan Flora

 

 

El pasado eterno

 

Anoche hablé, con amargura no disimulada,

sobre el carácter irrepetible de los aconteceres de la vida.

 

Estaba pensando, de hecho, en la sucesión del instante,

en la mirada del cuerpo,

en el agotamiento definitivo de la nieve roja por ocultos tejidos,

bajo la hierba.

Anoche hablé con la voz, abrupta cadena de sonidos;

Se secaban los arces enfrente de mi casa, se desplomaban

debajo de la acera gorriones y urracas.

Anoche, sobre el pasado eterno.

 

20.02.2002

 

 

 

Lluvia de agosto

 

Pongo a secar las camisas de papá, temprano en la mañana.

El sol por fin asoma, después del chaparrón de anoche.

Las crías de búho enarbolan sus crestas por la alta chimenea.

 

Ayer, uno de nuestros patos criollos

(esas aves que más bien gruñen que graznan)

había salido con dos patitos, del corral a la luz.

Papá quería abrigarlos en el almacén, debajo del granero,

pero tal vez hay ratas, de modo que ve bien separarlos en una caja

de cartón, cubierta con una toalla verde.

 

Hace dos años, aquí, en la mesa de la cocina, mamá se empecinaba

a ganarle a su enemigo, llamado síndrome no Hodgkin, comiendo

hasta cinco veces al día, aunque sufría terriblemente

tras cada bocado.

 

—Tu madre habría sabido hacerlos comer de su mano,

me dice papá, unos días, hasta que echen a andar.

Y andaban luego escarbando con su pico naranja

por la hierba cruda del patio.

 

El poeta Ioan Flora.

 

Siete espigas de trigo

 

Hacia el anochecer salí al campo.

Dispersas casas blancas, invadidas por lirios y hortensias,

por pinos, castaños y geranios—habrías dicho que estás y no estás

en tu tierra, habrías dicho muchas cosas.

 

Salí al campo y segué con un cuchillo siete espigas de trigo

de sesenta granos cada una.

 

Regresé decidido pasada una hora

y entré en la casa.

Puse agua en una botella vacía de cava, clavé

allí las espigas, y luego la puse en la ventana.

 

Me dolían las sienes, me dolían las rodillas, me dolían

todos los sentidos prohibidos—infecta comezón del cuerpo,

como decía San Agustín, de la carne que ya no es

joven.

 

Entré en el baño, me miré al espejo:

–¿Me afeito, me dije, o mejor me pego un tiro?

–¡¿Por qué me afeitaría?!  me contesté.

 

Salí al campo, cogí siete espigas de trigo.

 

 

 

La viña

 

A Ioan Groșan

 

Mi muerte andaba descalza por la viña. No quería nada,

no bebía, no segaba,

no ataba, con hilos plateados, la vid en flor.

Estaba desnuda y parecía un volcán apagado.

También había tierra roja, mezclada con gravilla.

 

En ese momento, mi muerte caminaba descalza por la viña.

Yo estaba lejos, en los montes, cortaba hayas y pinos y los cargaba

en los vagones.

Bebía ron en aquel cacito de cobre, tratando de mirar,

por entre los troncos, el cielo.

 

Mi muerte andaba descalza por la viña.

 

 

 

El hombre encima de la casa

 

Había uno encima de la casa, que armaba canalones y tejas y nidos

de búhos y cigüeñas.

–No vayas a caerte de allí, le decían una y otra vez los aldeanos

con adobe y sombreros tapándoles el oído.

 

–Es fácil decirlo, les contestaba él, mirando fijamente hacia los montes,

pero aun si me cayera, me seguiría parando en la tierra.

 

Se reían de él los sombreros, mientras subía tranquilo

sobre el eje imaginario de la mirada,

bajando,

afinándose realmente.

 

–Más bien no me vaya a ir para arriba, añadió nuestro hombre, allá

sí que no hay tope.

 

 

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(poemas en su idioma original, rumano)

 

 

5 poezii din Dejun sub iarbă (2003),

de Ioan Flora

 

 

 

Trecutul etern

 

Am vorbit aseară, cu amărăciune nedisimulată, despre

irepetabilitatea faptelor de viață.

Eu mă gândeam la succesiunea clipei, de fapt,

la privirea trupului,

la sleirea definitivă a zăpezii roșii prin ascunse țesuturi,

sub iarbă.

Am vorbit aseară cu vocea, abruptă înșiruire de sunete;

se uscau arțarii pe aleea din fața casei mele, se prăvăleau

sub asfalt vrăbii și coțofene.

Aseară, despre trecutul etern.

 

20.02.2002

 

 

 

Ploaie de august

 

Întind la uscat cămășile lui tata, dimineața devreme.

Îndrăznește și soarele, după potopul de ploaie

de azi-noapte.

Puii de ciuf își arborează crestele prin hornul înalt.

 

Ieri, una din rațele noastre leșești

(orătăniile acelea care mai degrabă mormăie, decât măcăne)

ieșise cu doi boboci, din cuibar la lumină.

Tata zicea să-i adăpostească în magazie, sub hambar,

dar mai sunt șobolani, încât crede să-i separe într-o cutie

de carton, acoperită cu un prosop verde.

 

Acum doi ani, aici, la masa de bucătărie, mama ținea morțiș

să-și dovedească dușmanul, zis non Hodkin sindrom, mâncând

și de câte cinci ori pe zi, chiar dacă suferea cumplit

după fiecare înghițitură.

 

–Mama ta ar fi știut să-i facă să ciugulească din palmă,

îmi spune tata, câteva zile, până să prindă și ei picioare.

După aceea, râneau și ei cu ciocul lor portocaliu

prin iarba crudă din arie.

 

 

 

Șapte spice de grâu

 

Spre seară am ieșit în câmp.

Răzlețite case albe, împresurate de crini și hortensii,

de pini, castani și mușcate – ai fi zis că ești și nu ești

acasă, ai fi zis multe.

 

Am ieșit în câmp și am retezat cu o custură șapte spice de grâu,

cu câte șaizeci de boabe fiecare.

Am revenit hotărât după o oră și mai bine

și am intrat în casă.

Am turnat apă într-o sticlă goală de șampanie, am înfipt

acolo spicele, iar vasul l-am așezat în fereastră.

 

Mă dureau tâmplele, mă dureau genunchii, mă dureau

toate sensurile interzise – infectă mâncărime a trupului,

vorba Sfântului Augustin, a cărnii care nu mai e

tânără.

 

Am intrat în baie, m-am privit în oglindă:

–Să mă bărbieresc, m-am întrebat, sau mai bine mă-mpușc?

–De ce m-aș bărbieri?! mi-am răspuns.

 

Am ieșit în câmp, am cules șapte spice de grâu.

 

 

 

Via

 

lui Ioan Groșan

 

Moartea mea umbla desculță prin vie. Nu vroia nimic,

nu bea, nu cosea,

nu lega, cu fire argintii, vița în floare.

Era în pielea goală și semăna cu un vulcan stins.

Era și pământ roșu, amestecat cu pietriș.

 

În clipa aceea, moartea mea se preumbla desculță prin vie.

Eu eram departe, în munți, tăiam fagi și pini și-i încărcam

în vagoane.

Beam rom în ibricul acela de aramă, ostenindu-mă să privesc,

printre trunchiuri, cerul.

 

Moartea mea umbla desculță prin vie.

 

 

 

Omul de pe casă

 

Era unul pe casă, de meșterea burlane și țigle și cuiburi

de bufnițe și cocostârci.

–Vezi să nu cazi de-acolo, îi tot spuneau sătenii

cu vălătuci și pălării acoperindu-le auzul.

 

–Ușor de zis, le răspundea el, privind fix înspre munți,

dar și de cad, tot în pământ m-opresc.

 

Râdeau pălăriile de el, în timp ce urca liniștit

pe axa imaginară a privirii,

coborând,

subțiindu-se de-a dreptul.

 

–Numai în sus să n-o iau, mai spuse omul nostru, acolo

nu mai e capăt.

 

 

 

 

 

*(Satu Nou-Moldavia, 1950 – Bucarest-Rumania, 2005). Poeta, filólogo y traductor. Obtuvo el Premio Struga (Macedonia, 1977), el Premio Nolit (Serbia, 1988), Premio de los escritores de Voivodina (1989), el Premio de la Asociación de los Escritores de Bucarest (1995), el Premio de la Unión de los Escritores de la República de Moldavia (1995), entre otros. Publicó en poesía La Hiedra (1975), El mundo físico (1977), Un búho joven en el lecho de muerte (1988), Memoria asesina (1989), Discurso acerca del avestruz-camello (1995), El conejo sueco (1997), Medea y sus máquinas de guerra (2000) y Desayuno bajo la hierba (2003).

 

**(Oradea-Rumanía, 1975). Poeta y narradora. Doctora en filología por la Universidad Autónoma de Barcelona (España) y profesora en la misma universidad. Es autora de tres libros de teoría y crítica literaria y de varios artículos sobre temas literarios y lingüísticos. En el campo de la creación, ha publicado los poemarios Calla Lilies (2015) y Prados azules (2017), así como de microficción.

 

1 poema de Andrés Ajens

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Por Andrés Ajens*

Crédito de la foto www.diariodesevilla.es

 

 

1 poema de Andrés Ajens

 

 

¿CÓMO NO CAPITALIZAR la revuelta? ¿Cómo no decapitar

la capitalización en el capitalismo más capitalino, junto

 

a Corea del Sur & Co.— ahí donde la colonización capital

de la “vida” (la salud, la educación, la previsión, el saber,

 

etc.), logósfera o planetaria era de la técnica, se inscribe

más que inquisitorialmente, autómatamente día a día?

 

Falsas partidas — a evadir: 1. Tomar tal revuelta por la

revuelta (concepto, nombre propio, simbología, etc.)

 

o, mismo, volver a suministrar su sino como su vuelta.

  1. Tomar pregunta por respuesta, por más indecidible

 

que una como otra fuera. ¿Cómo es esto? ¿Cómo no

capitalizar esta revuelta? Lo cual no significa, claro […]

 

¿Más y menos? W. Benjamin, “Kapitalismus als Religion”

(1921), A. Métraux, La religion des Tupinamba (1928),

 

[3.11.19, Pirque]

 

 

 

 

 

*(Concepción-Chile). Poeta, ensayista y traductor. Desde 2006 coordina la revista de poesía “Mar con soroche” (Santiago/La Paz). Ha publicado en poesía y ensayo “Cúmulo lúcumo” (2016), “Bolivian Sea” (2015), “Æ” (2015); “La flor del extérmino” (2011), “El entrevero” (2008), “Más íntimas mistura” (1998 y 2014) y “La última carta de Rimbaud” (1995), entre otros. A su vez, ha traducido del portugués “Poemas inconjuntos y otros poemas”, de Alberto Caeiro/ Fernando Pessoa (1996) y, de Raul Bopp, “Cobra Norato” (2016). En colaboración con el lingüista quechua boliviano Diether F. Chumacero ha traducido el “Ataw Wallpap p’uchukakuyninpa wankan” (‘Cantar del fin de Atahualpa’).

Invención al extremo. Entrevista a Jimena Schere

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Por Augusto Munaro

Crédito de la foto (izq.) la autora /

(der.) Paradiso Ed.

 

 

Invención al extremo.

Entrevista a Jimena Schere

 

 

Una antología de la literatura argentina (2018), de la escritora Jimena Schere*, es una compilación imaginaria de textos; un ingenioso desfile de géneros, registros y convenciones poéticas que pertenecen a la tracción literaria hispano-americana. En cada página asistimos a eventos y situaciones oníricas, grotescas, e inesperadas, que tejen una historia alternativa de la que todos conocemos. El tono muta así como cada personaje, desplegando su arsenal de obsesiones: Facundo Arrieta, Catalina Almafuerte, Claudio Linch, Calixto Ferro, Encolpio Gracia… la lista es cautivante. Guiños, erudición y parodia en una carrera a través de los siglos por querer apresar la siempre indecisa y huidiza lengua.

Jimena Schere sabe, conoce los pliegues de la lengua y hace con ellos una verdadera aventura narrativa. La pasión en función de la lengua hacen de este libro, una pieza única.

 

Entrevista

 

Augusto Munaro [AM]: ¿Qué te atrajo de la antología en cuanto a su estructura?, me refiero a su formato, el arte de compilar fragmentos de distintos autores, en este caso, escritores imaginarios…

Jimena Schere [JS]: Me interesaba hacer una parodia del género antología, parodiar algunas de sus convenciones, porque es una forma que tiene dos caras. Por un lado, es una labor meritoria de selección, ordenamiento, valoración de autores representativos de una literatura, una época, un género, una estética. Pero también puede significar una operación de exclusión, de estereotipia literaria, de fijación de un canon en función de cierto statu quo cultural, ideológico, político. Por esa doble faz me parece un género muy parodiable, porque el arte paródico tiene también duplicidad: por un lado, es un homenaje, un homenaje ambiguo, del modelo parodiado, y al mismo tiempo una crítica cómica. Me resultó interesante en ese sentido construir una antología imaginaria, de autores inventados, de puro capricho, que exagerara el gesto de la selección y la exclusión. También llevar la invención al extremo y reinventar nuestra historia literaria a partir de la mezcla de géneros y obras de la literatura canónica de occidente y la literatura argentina.

 

 

[AM]: Me gustaría te refieras a la lectura en cuanto ejercicio intelectual y específicamente, sobre la lectura de una antología. ¿Qué tipo de operaciones se desatan allí?

[JS]: La lectura, la lectura creativa, me parece que está en la base de la creación literaria. En definitiva, la literatura es una forma de construcción colectiva, continua, histórica, que elabora, recrea y reinventa sus propios códigos, pero siempre sobre una base de textos, formas, convenciones y motivos preexistes que el autor utiliza de manera consciente o no. Escribir literatura es seguir determinados códigos, para retomarlos o para producir una ruptura, pero esos códigos están ahí presentes de una manera u otra. La antología como género también es una propuesta de lectura que compendia una selección de textos a partir de algún elemento común. En la versión paródica que propone este libro hay un elemento temático que le da unidad a los textos: el motivo del nacimiento impedido, frustrado o postergado, que está muy presente en la mitología, la grecolatina, pero también en otras mitologías.  Así como cada literatura tiene tópicos y motivos recurrentes que la tradición retoma bajo distintas formas, esta falsa antología reúne textos imaginarios que se nuclean en torno a la temática del sojuzgamiento, el encierro, el nacimiento impedido.

 

El escritor Leónidas Lamborghini.

 

[AM]: Más allá de la cita inicial del libro, más que elocuente, por cierto. ¿Qué significa para vos Leónidas Lamborghini?

[JS]: Leónidas Lamborghini es un poeta y un parodista notable. Su obra tiene profunda calidad estética, audacia experimental, humor y también dimensión crítica y política. Todos los elementos que en lo personal a mí me cautivan en la literatura. Yo lo conocí hace años, cuando estaba en el secundario, en un curso de parodia que el daba en el Ricardo Rojas. Después, cuando escribí este libro, él lo leyó y me alentó a publicarlo en su primera edición.

 

 

[AM]: Hay mucha sátira en esta selección de textos. Comenzando por los nombres, claro. Erudición, pero ironía también. Y de la buena, me refiero a la constructiva. Hay, asimismo, mucha crítica. Una combinación que permite ¿desmitificar, únicamente, el valor sacro de la poesía?

[JS]: Sí, están presentes las distintas variedades de lo cómico: parodia, sátira, ironía. Creo que la literatura cómica permite una escritura de profunda ruptura; una escritura crítica de modelos literarios, culturales, ideológicos. Esta antología inventa una literatura argentina antigua, medieval, renacentista y, luego, entronca con nuestra literatura colonial, decimonónica, contemporánea. Juega así en clave satírica con nuestros conflictos de identidad nacional y soberanía cultural; esas “ansias de ser europeos”, en palabras de Jauretche; la relación compleja que tenemos con las metrópolis culturales, políticas, económicas.

Por otro lado, se apropia también de esa tradición para hacerla nuestra, así como las metrópolis se apropian de las culturas que dominan. Así lo hizo, por ejemplo, el imperio romano con Grecia, romanizando la cultura griega; así lo hace Estados Unidos absorbiendo, norteamericanizando producciones culturales ajenas o de la tradición literaria occidental, como hace Disney, por ejemplo, y globalizando sus producciones culturales. En esta antología satírica, el país periférico se apropia de la tradición occidental y la hace cómicamente suya.

 

 

[AM]: Uno de los autores que más me ha gustado de esta “antología”, fue Catalina Almafuerte… ¿Cuál fue su historia y cómo decidiste escribirla?

[JS]: Ese relato, “La marcha”, sale de la tensión que se vivía en los últimos años de los noventa. Pensá que la primera edición del libro sale en el 2000, antes de la crisis y del estallido de 2001. Era un país ahogado en todos los planos. En esa marcha imaginaria se reúnen todos los sectores. La marcha se construye con una escritura de gritos, palabras sueltas, mezcladas, de los manifestantes, fragmentos de discursos, frases incompletas, cargadas de significación histórica, que retoman nuestra historia política y cultural.

 

 

[AM]: Si bien compilás un número considerable de autores, ¿cómo lograste que se expresaran detrás de un estilo escriturario independiente (y por eso mismo, único)? Me refiero a los registros de cada uno.

[JS]: Cada texto parodia la literatura de una época y un estilo literario diferente, que sigue modelos muy diversos, por eso cada texto tiene su estilo independiente. La escritura propia se funde con escrituras ajenas. Es un libro de exploración, experimental, que rompe con la idea de autor unificado. Lleva en sí mismo la idea de que la literatura es una creación colectiva, donde cada autor dialoga con los textos del pasado y con sus contemporáneos. Es un libro coral en ese sentido.

 

 

[AM]: Imagino que para elaborar un libro de estas cualidades debiste adentrarte en la historia de la Argentina. ¿Te preocupó mucho verosimilizar el contexto de cada escritor?, me refiero al no permitir que se filtren anacronismos, ese tipo de imperfecciones.

[AM]: La historia argentina aparece ficcionalizada, en clave satírica, de manera más o menos directa, como una historia de lucha continua, de relaciones de poder asimétricas, sometimiento y sojuzgamiento, a través de un personaje sojuzgado que vive su vida sin autonomía, encerrado en otro cuerpo. Hay mucha deformación, también disparate histórico, pero es un disparate que esconde sentidos, sentidos diversos, sentidos difusos, sentidos en conflicto.

 

Presentación de libros. De izq. a der. las escritoras Magdalena Biota, Gabriela García y, con el micro, Jimena Schere, 2019.

 

[AM]: A medida que desarrollabas el libro, ¿cuál fue tu postura respecto a la tradición literaria?, ¿fue cambiando?, ¿por qué?

[JS]: Creo que la postura fue siempre la misma. El juego de partida era disponer en forma lúdica, con toda libertad y sin restricciones, de la tradición literaria; hacer uso sobre todo de los modelos literarios europeos y elaborar con esa herencia una versión cómica, paródica y satírica nacional. Además, hacer un uso estético y experimental de todos esos modelos y recursos. Sigue de algún modo la tradición literaria, pero la disloca de manera profunda. Propone una ruptura en varios planos. Uno de esos planos es el de los géneros literarios. La forma antología permite reunir géneros diversos; acá se compendia poesía, ensayo, prosa. En ese sentido se rompe con la estructura tradicional de la unidad de género.

 

 

[AM]: Insisto. Me asombra tu capacidad para imitar estilos. Hay pasajes que bien podrían corresponder a varios de los escritores consagrados, y a otros no tanto. ¿Hubo mucha práctica por detrás?

[JS]: Creo que hay mucha lectura, sobre todo. De la lectura atenta, crítica surge el deseo de imitar y parodiar recreando ciertos textos y autores. Y después está el trabajo de la escritura que implica un laboratorio experimental de mucho esfuerzo de corrección, reescritura, selección y descarte.

 

 

 

[AM]: Te confieso que el “Manual de usos cotidianos”, de Rubén Leopoldo Valessi, además de desconcertante me resultó muy gracioso. Bueno, algo similar podría decir de Calixto Ferro, y sus sonetos descompuestos… ¿Cómo lograste dar con ese equilibrio?, ¿quedaron otros autores fuera del tintero?

[JS]: Los sonetos descompuestos retoman los propios sonetos de estructura convencional que están parodiados en la literatura argentina del Siglo de Oro; esos primeros sonetos siguen a Lope de Vega y a los sonetistas del Renacimiento. Los sonetos descompuestos, en su versión contemporánea, parodian un estilo vanguardista; son sonetos truncados. Es parodia y autoparodia. “El manual de usos cotidianos” tiene resonancias de Cortázar, Historia de Cronopios y de famas y parodia el discurso procedimental, también de autoayuda. En este caso se sugiere que son instrucciones y consejos para gente de nacimientos tardíos, la historia de base. Sí quedaron muchos autores o proyecto de parodia afuera.

En un momento había pensado que podría hacer varios volúmenes o ampliar indefinidamente el mismo libro. Pero después me pareció que el libro ganaba con la construcción de un friso dinámico, fragmentario, de diversos estilos, que avanza en el tiempo y va recorriendo las etapas históricas con cierta velocidad.  Me pareció que demorarme con muchos textos en cada período rompía el juego diacrónico y la transformación progresiva de ese mismo núcleo ficcional que se retoma y se transforma en el tiempo bajo diferentes estilos.

 

 

[AM]: ¿Recordás el nacimiento de alguno de los personajes aquí compilados?

[JS]: Muchos nacen de la propia literatura. El héroe “mítico”, antiheroico, de la literatura argentina antigua, Claudio, surge en parte de los mitos grecolatinos de nacimiento impedido y de los mitos de filicidio, que relatan el intento de asesinar al hijo o sucesor del reino. El protagonista de la literatura argentina medieval se basa en los héroes idealizados de la literatura de caballería y de su versión paródica, El Quijote. También se parodian los parlamentos del personaje cautivo de Segismundo, de La vida es sueño. Aparece el hijo mayor de Martín Fierro, que pasa su vida en la cárcel; Anastasio “el pollo” de Estanislao del Campo, del Fausto criollo; la Antígona Vélez de Marechal, para Claudio Vélez. Cada texto propone recreaciones del mismo personaje, Claudio, con variantes, que a su vez son parodias y rescrituras de personajes literarios. Es un personaje fallido, frustrado, disminuido en sus capacidades motrices, producto de su nacimiento postergado, que entronca también con nuestra literatura artleania del fracasado, el excluido.

 

 

 

[AM]: Una antología de la literatura argentina contiene extractos de una novela caballeresca…  Me refiero a la deslumbrante Aventuras del caballero Claudio Díaz Malagüero. Y su gramática, claro, muy atinada a los tiempos anteriores al diccionario de Nebrija. Me pareció una genialidad jugar hasta con el código lexical de la lengua misma, ¿no? Cambiar la j por x; supresión de la h… ¿Te hubiese gustado mucho que Argentina tuviera su novela caballeresca?

[JS]: Sí, es una versión paródica de varios textos de literatura medieval como Cárcel de amor y de la literatura de caballería. A su vez retoma la tradición del Quijote, parodia de la novela de caballería. El protagonista Claudio Díaz Malagüero es un antihéroe, como el propio Quijote, un tardonacido de dudoso heroísmo, que vuelve a caer en el encierro devorado por una bruja. Este texto está escrito en un pseudo español medieval que permite revivir la lengua castellana hacia el pasado. Parece un castellano nuevo, renovado, una escritura de vanguardia y en realidad es un español antiguo. Cada texto, de cada etapa, retoma una fase histórica del castellano. En ese sentido, se recrea una historia cómica de nuestra lengua. Desde un castellano alatinado, en escritura continua, como los textos de la Antigüedad, pasando por ese castellano medievalizado de la literatura de caballería; luego aparecen otras variedades locales, como las formas lexicales de la gauchesca en la literatura decimonónica. Así la transformación del personaje se acompaña con la metamorfosis de la lengua; una forma particular de escritura y una forma particular de lengua.

 

 

[AM]: ¿Te gustaría que este libro “dialogue” con alguna otra obra en particular de la literatura argentina?, ¿por qué?

[JS]: Se podrían haber incluido en la antología cantidad de parodias que me pasaron por la cabeza, pero hice una selección, como te decía. No estaría de más una parodia de Los siete locos, más explícita, del personaje de Erdosain. Aunque está presente de manera indirecta en el personaje principal, frustrado, impedido, fracasado de manera continua. Ese personaje se retoma de manera en la novela Gorgona como protagonista, que es un texto tragicómico, no paródico, pero que también dialoga con nuestra literatura y está plagado de alusiones.

 

 

[AM]: Jimena, ¿te encontrás escribiendo un nuevo libro?

[JS]: Estoy escribiendo cuentos, pero escribo poco y por plazos muy acotados sobre todo por razones de tiempo y por diversidad de actividades e intereses. Mi trabajo principal de escritura en los últimos años es el trabajo de investigación en literatura. Docencia e investigación. Me divido entre la UBA, la Jauretche y el CONICET. La escritura de ficción, que se produce y circula por fuera de los productos literarios mercantilizados, se hace en los márgenes del tiempo laboral, del trabajo formal, de las exigencias del mercado literario y, en ese sentido también, aunque cuesta mucho hacerse el tiempo, se puede hacer con total libertad y autonomía. También con el criterio de que no hay motivo para publicar mucho, ni rápido, ni todo lo que uno escribe, salvo que pueda aportar algo.

 

 

 

 

 

*(Argentina). Narradora y traductora. Licenciada y profesora en Letras y doctora en Letras Clásicas. Es docente universitaria (UBA y UNAJ) e investigadora de CONICET (Argentina). Ha publicado en novela Gorgona (2016); en antología Una antología de la literatura argentina (2018); en traducción la obra de Sófocles (2008), además del libro El par cómico. Un estudio sobre la persuasión cómica en la comedia temprana de Aristófanes (2018).

5 cuentos de «Mi corazón simplificado piensa en tu sexo» (2019), de Walter Lingán

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Por Walter Lingán*

Crédito de la foto el autor

 

 

5 cuentos de Mi corazón simplificado piensa en tu sexo (2019),

de Walter Lingán

 

 

Entré en los pabellones de la muerte con los ojos en razón

 

Cuando ingresé a la sala, mi padre cerró el libro que leía y, a tientas, lo depositó sobre la mesita de centro.

—Lo sé —dijo en tono algo solemne— te fastidia todo esto.

Al cerciorarse, una vez más, de mi acostumbrado desconcierto, agregó:

—Lo siento, pero nadie podrá separarnos. Entonces, tranquilo, sin darle más importancia al asunto, me senté a su lado y le pedí que siga leyendo.

Desde que murió mi padre, hace diez años, se repite a diario esta ceremonia. No hago, mejor dicho, no puedo hacer nada por escapar de su fantasmal compañía. Y ahora hemos comenzado a leer Novelas ejemplares de Cervantes.

 

 

 

Algún día los ratones morderán mi sombra

 

Un día oscuro. Todo el día solo. Nadie se asomó a mi puerta, a mi ventana. Las horas apagadas y la locura desvelándose en la oscuridad. Casi toda la noche pensé en la muerte.

De súbito, en la madrugada, un extraño impulso me arrastró hacia la ventana y me empujó al vacío. Desde la altura pude ver a mi cuerpo cayendo, volando en cámara lenta, luego mi cadáver tirado sobre la cinta negra de la Luxemburger Strasse. Me sorprendió su rostro intacto, pálido, ojeroso, agobiado por las penas y los olvidos indecibles.

Una mujer vestida de negro fue la primera en abrir su puerta. Alzó la vista hacia mí y empezó a reír. Una risa estridente, mostrando una O casi desdentada. Al ver mi cadáver, con voz pesarosa, cargada de luto, inició una letanía que alguna vez escuché en mi niñez. Una canción casi olvidada. Yo quiero que a mí me entierren / Como a mis antepasados / En el fondo oscuro y fresco / De una vasija de barro…

Ahora estoy convencido que nadie vendrá a mi entierro. No habrá velorio, rezos, ni reparto de café, y menos aún se reunirán frente a mi cadáver para contar chistes obscenos. Quemarán mi cuerpo desquiciado y arrojarán las cenizas a la corriente de un río, al Rin en el mejor de los casos.

La mujer imperturbable seguía con su lánguida tonada: Yo quiero que a mí me entierren / Como a mis antepasados / En el fondo oscuro y fresco / De una vasija de barro…

Mi cadáver cada vez más pesaroso tuvo deseos de llorar su noche, pero un nudo de luz se ahogó en su sombrío occidente dividido. Desde mi ventana percibo ya el mal olor de mi carne putrefacta.

 

 

 

Oigo bajo tu piel el humo de la locomotora

 

«¡Tanto amor y no poder nada contra la muerte!»

César Vallejo

 

En el paradero Neumarkt subieron al tranvía de la línea 9 con dirección a Sülz dos muchachas que claramente no superaban los veinte años, y con seguridad cursaban el último ciclo del bachillerato en algún Gymnasium colonés. Eran dos muchachas delgadas, altas, de una belleza que podría definirla como salvaje, aleonada, tal vez endemoniada. Sus movimientos eran gráciles, casi imperceptibles, parecía que el viento las arrastraba. Sobre las calles, abarrotadas de paraguas oscuros, caía una llovizna ennegreciendo el paisaje, fantasmeando los aburridos edificios. Las dos muchachas vestidas de negro se tomaron de las manos, brillaron los anillos de sus dedos. Luego, una de ellas se soltó sutilmente y pasó el dorso de su mano por el rostro moreno de la otra muchacha. Fue una caricia tierna, como si tuviera miedo de romper una fina vajilla de porcelana. La otra muchacha le correspondió con una sonrisa apacible, le pasó la mano libre bajo el abrigo y descubrió la breve cintura de su compañera. Pude ver la hebilla avampirada y los botones quelónicos de una ancha correa negra, con los filos gastados. Se miraron una eternidad a los ojos, ojos redondos y verdes: esmeraldas incrustadas en el icono de una virgen oriental. Rozaron sus graciosas naricillas con mucha dulzura; después, se besaron otra eternidad, sin pausa. Sus bocas, adornadas de una blanquísima dentadura, se juntaban con tanta serenidad que imaginé la unión de cuatro labios y dos lenguas de terciopelo. Sus manos rodeaban las ajustadas cinturas con devoción, con afabilidad o se escurrían y atrapaban los acristalados rostros para no dejarlos escapar de sus torrenciales y generosos besos.

En todos sus movimientos había una extrema delicadeza, una desmesurada suavidad. En cada una de sus ternezas no había señales de la más mínima violencia pasional, más bien, contenían una serenidad que lindaba con la quietud de la muerte. Tanto amor, tanto… Tan extraviadas se encontraban en sus bríos amorosos, que no advirtieron cuando me asaltaban los celos, la envidia; esas ganas de levantarme, de cogerlas de los cabellos, de aplastar sus angelicales rostros contra las metálicas puertas del tranvía, de golpearlas con saña hasta triturarles los huesos, hasta que sus pómulos de cristal manaran, incontrolables, toda la sangre de sus venas. Un monstruoso sentimiento de odio me consumía, entonces me vi arrojando sus cadáveres en el paradero Lindenburg del tranvía de la línea 9.

 

El narrador Walter Lingán

 

Un mirlo canta sobre mi tonelada desnuda

 

He tenido un sueño horrible, me dijo Alejandro al despertar. Aún sigo viendo el dolor en el rostro de mi madre. ¡Horrible! ¡Horrible! Alejandro me abrazó y el vaho de su respirar inflamó mi cara, como un flechazo llameante penetró en mi oído. Mein Gott! La zalamería de sus manos me encendía con un placer inesperado. Me atolondraba una lujuria inusitada. Oh, Gott! Oh, Gott! Entoldé mis ojos abrumada por nuevas ansias y deseos. Los momentos de locura de la última noche estaban frescos, florecían. Hmm, das war so schön! Pero Alejandro, ajeno a mis emociones, seguía hablando. Sus palabras enardecían toda mi piel, me alborotaban. Indiferente a mis arrebatos, al loco enjambre de avispas que me recorría por dentro, empezó a contarme los tenebrosos pasajes de su pesadilla. Durante esos minutos percibí el progresivo enfriamiento de su cuerpo, el ligero temblor de su pecho, pero en ningún momento imaginé los sucesos posteriores.

Ha sido un sueño terrible, dijo Alejandro. Estaba en medio de una calle. Lloviznaba bajo una niebla espesa. Los edificios hendían sus crestas en la oscuridad de un cielo cerrado a la luz. De pronto, así de la nada, escuché un ruidoso tropel como de ultratumba: pacatán, pacatán, pacatán. Los bestiales relinchos me estremecieron. Una espina de terror entró en mi pecho. Así, asustado por los relinchos y el estruendo de ese trote escalofriante, comencé mi fuga. Sentía el acoso de algo desconocido y sobrenatural. Eso imaginaba. No había visto nada, solo sentía ese galope desbocado tras de mí. No sé si me seguían. No lo sé, pero el sordo rebote de sus pisadas y sus locos relinchos sonaban en mis oídos como una seria amenaza. Era todo tan real, tan nítido, no parecía un sueño, dijo Alejandro tembloroso, pegado a mi cuerpo deseoso de cariño, nach Zärtlichkeit. Oh Gott, die Lust brennend! Detuvo sus manos frías sobre mi cintura, afiebrada; luego, aparentemente más tranquilo, prosiguió con la historia de su sueño.

El viento refunfuñaba estrellándose contra mi rostro, dijo Alejandro. Era un viento silbante y frío. Solo, no había nada a lo largo de esa calle pesallidesca, oscura. El galope volvió a golpear la calle silenciosa y negra con ese pacatán continuo, estridente y demoníaco. Los relinchos explotaban en el silencio. Conforme corría, el temor se iba acrecentando. Mi corazón gambeteándose, amenazaba trozarse en mil pedazos. La respiración intermitente, anudándose entre la bruma de la noche, se volvía cada vez más embrollante. Después de atravesar un claro pequeño, sumido en una angustia casi absoluta, entré a otra calle larga y estrecha, cercada por enormes edificios anubarrados, tristes. Daba la impresión que esa llovizna mustia se descolgaba precipitadamente desde sus techos. El cielo no se divisaba opacado por la impresionante oscuridad. Seguí corriendo por el centro de ese callejón, acosado por el ruido tétrico de aquel siniestro: pacatán, pacatán, pacatán. El estampido delirante y los relinchos redoblados espantosamente por el eco y el pánico sobrecogedor me impulsaban a seguir mi carrera incontrolada. No sé por qué, pero no debía detenerme, no debía dejarme atrapar. Laufen! Correr en la negrura de la noche. Correr con el miedo negro a cuestas. Schwarze Angst. Escapar. Sí, ahora que despierto sé que solo fue un sueño. Sin embargo, sigo escuchando el pacatán, pacatán, pacatán, los penetrantes relinchos y tengo miedo.

Luego, al saltar un charco, resbalé y caí. Una estaca filuda penetró en mi vientre, y abrió una herida dejando libre mis entrañas. Pacatán, pacatán, pacatán, el trepidante galope venía. Me levanté y la sangre, que empapaba mi camisa, comenzó a brotar con mayor fluidez, me inundaba. Las bestias avanzaban aplastando los charcos: plash, plash, plash, casi me alcanzaban. Mis manos se esforzaban para evitar el desbande de mis intestinos. No quería morir, algo me impulsaba a vivir. Pacatán, pacatán, pacatán, el golpeteo rabioso del monstruo se acercaba, y no sabía hacia dónde ir o a quien pedir ayuda. La calle era una raya oscura perdida a pocos metros en el infinito. No veía nada. Sentía mi cuerpo, mi ropa mojada, la herida, la sangre, la lluvia, el miedo palpitante, pero no veía nada. Parecía ciego. Todo estaba en silencio y vestido de negro en esa noche sin luna. Todo era desolación. Solo escuchaba, claramente, el pisoteo que me perseguía: Pacatán, pacatán, pacatán. No tenía ninguna salida. No había manera de salvarme. Mi vida parecía destinada a terminar esa noche aplastada por el miedo.

¿Puedes imaginarte, Kathrin, el miedo absoluto? La negrura temible y el miedo. La calle sola. ¡Tremenda soledad! Los recuerdos reviviendo a mi padre en la más triste orfandad, desamparado. La llovizna persistente. El laberíntico tropel resonando tras mis espaldas. Pacatán, pacatán, pacatán. La fantasmal aparición bufando desbocada, apresurando sus movimientos. También Daniel vino a mi memoria, sus primeros pasos, inseguros, cortos. Imaginé el aguacero de París empozándose en el alma andina de César Vallejo. Todo esto rememoraba Alejandro. Aber ich, ich und die Lust. Oh Gott, die erneute Spitze der Lust! Mein Körper war Feuer, während Alejandros Körper ein einsteigendes Eis. Brmmm! ¡Brmm! El muslo de Alejandro sobre mi muslo. Wow, Alex! Pierna sobre pierna. No lo dudo, fui para ti la hermosa muchacha de los muslos perfectos en minifalda. La jovencita bonita de los ojos negros. Negritos, como decía Alejandro. La gran mujer de los senos turgentes y el escote turbador, desde cualquier ángulo que se le mire. Oh, Alejandro, tanta vida, tanta luz, tanta poesía, tanto amor. Me rompo la cabeza y no logro entender qué fue lo que pensó Alejandro para hacer lo que hizo, no sé. Ich weiss nicht. Ich weiss es nicht. Nein!

Por suerte, contó Alejandro, en una esquina me topé con unos edificios en construcción. Ahí decidí ocultarme. Como pude, salté una zanja y, con el alma en un hilo, me agazapé tras un muro de ladrillos. Respiraba precipitadamente. El miedo agigantándose en mi pecho. El cuerpo temblándome. Una pierna chocando con la otra. La imaginación remontándose hasta el mismo infierno. El miedo ascendiendo locamente. De pronto, escuché cómo la galopada disminuía de ritmo y velocidad. Se hizo más suave. Avanzaba. Se detenía. Oteaba la oscuridad. Plash, plash, volvía a moverse. Percibí muy cerca, demasiado cerca, los bufidos de la bestia. El silencio zozobrando en mi semblante. La respiración inflamaba mi pecho agitado con un aire seco, sofocante, a pesar de la llovizna. Un relámpago rasgó el cielo, mis alrededores se iluminaron por breves segundos. Así fue como divisé, a pocos metros, la punta refulgente de una barra de hierro. Quise cogerla, pero las pisadas: plaaash, plaaash, avanzaron hacia mi escondite. Me quedé quietecito. Mi perseguidor, desconcertado, se plantó en seco. A pesar de mis fuerzas ostensiblemente disminuidas por la pérdida constante de sangre, aproveché la ocasión, di un salto y alcancé la barra. Esperé dispuesto a jugarme la vida frente a mi enemigo. Solo el cielo lloraba esa madrugada, y su llanto se enredaba en mis cabellos, los mojaba sin piedad. Mis intestinos colgaban atrapados por una de mis manos, pero no sentía ningún dolor, el miedo era más grande. De pronto, un poderoso ramalazo de viento negro se arrojó en contra de mí. Solo atiné a hundirle la barra como pude. La sombra negra, el pedazo de viento, dando un grito retumbante, cayó con todo su peso a mis pies. Sin pensar, saqué y volví a meter la barra varias veces en ese maligno cuerpo, en esa malagua salida de la malahora.

Pasado el susto, pude por fin respirar con tranquilidad. Cuando me acerqué, con mucho cuidado, temeroso, para identificar a mi perseguidor, reconocí a mi madre. ¿Te das cuenta Kathrin lo que hice? La había atravesado con el fierro. Ahí estaba mi madre asesinada por mis propias manos. Me arrodillé a su lado, sentí sus ojos vidriosos enfocando mi rostro. Grité su nombre y me maldije por lo que había hecho. Maldije haber nacido y lloré. De pronto, escuché su voz. No llores, hijo, el demonio quiso llevarte, y felizmente pude entrar en tus sueños y protegerte. Parada sobre un muro a pocos metros de donde estaba, mi madre sonreía, su rostro estaba contento. Tu vida es más importante, hijo. Con mi muerte te entrego una vida más. El sol alumbraba al día cuando desperté. Ojalá que solo haya sido un sueño, ¿o serán los sueños el otro mundo en que habitamos?, dijo finalmente Alejandro.

Me dio un beso. Estás frío, le dije. Tengo el alma helada, me contestó Alejandro, al mismo tiempo que se levantaba. Su cuerpo parecía un bloque de hielo. Sin duda, la muerte se había apoderado de su alma, su cuerpo ya no era más que una sombra. Había muerto. Esa mañana Alejandro solo era un rastro. Un halo sin vida, solo viento, viento frío. Ni él ni yo nos dimos cuenta de eso. Mein Gott, unglaublich!

Como todos los días, Alejandro entró en la habitación de Daniel, nuestro hijo. Escuché que le decía: nada te va a doler, nada duele en este mundo. Después, regresó, abrió la ventana, dijo que hacía buen tiempo, bonito día vamos a tener, el sol está saliendo. Tendremos una mañana espléndida. En un día como estos suceden hechos trascendentales, inolvidables… Por eso me es imposible entender lo que hizo después. Cansada todavía, tuve flojera de abrir los ojos. Eso sí, me llenó de felicidad al oír su voz con un tono alegre. La noche anterior, antes de dormir, habíamos hecho el amor. Esa noche gocé como se debe gozar, sin tapujos y sin vergüenza. El fuego de sus manos supieron levantarme entre vientos delirantes, sus dedos galoparon por mi cuerpo como potros enardecidos. ¡Ay!, cómo se encendía voz susurrante en mi corazón. Volaba en lo alto der Sieben Gebirge. Me deshacía en nieblas, en vientos caprichosos. Bailando llegó a mis adentros. Cómo ardían sus manos en mis pechos, en mis nalgas, en mi espalda. ¡Oh Gott! Moría y vivía. Dentro de mí había música, cantaba la dicha. Todo era mío, solo mío. Liebling, papacito, ven, dame, entra, Schatz, Liebling… y terminé en chorros grandes, furiosos, fenomenales, ríos sin fin. Los recuerdos, tan presentes, tan recientes y procaces me mojaron. Así, húmeda, deseosa, ardiente, puse mi mano en la corola que había vuelto a inflamarse y me quedé brevemente dormida, escuchando el CD que había colocado Alejandro o ese halo sin vida, sin ánimo: procura seducirme muy despacio / y no reparo de todo lo que en el acto te haré / procura caminarme ya como la ola del mar / y te aseguro que me hundo para siempre en tu rodar…

A los pocos minutos, los gritos de la calle me despertaron y obligaron a levantarme. Me acerqué a la ventana, desde ahí vi el pijama deshecho, el cuerpo de Alejandro en la mitad de la calle, en una posición semejante a un paralizado paso de tango. Un grito desesperado se ahogó en mi boca. No supe qué hacer. Al borde de la locura me derrumbé en el sofá. Entonces, dije: ¡Daniel! Mein Sohn! ¡Hijo mío! Corrí a su habitación. Was ist geschehen, mein Gott? No lo podía creer. Daniel se desangraba. Con una profunda tristeza brillando en sus ojitos se despedía de la vida. Tenía el cuchillo de la cocina clavado en el pecho y el vientre abierto como un inmenso boquerón. Unos minutos más tarde, una llamada telefónica anunció la muerte de la madre de Alejandro. Ese día, enloquecida, vencida, impotente ante la muerte, lloré sin consuelo. Sigo llorando y un mirlo canta sobre mi tonelada desnuda, se despereza en la baranda del balcón.

 

 

 

Fue la sensación de un latigazo eléctrico que se extendió como enredadera por todo mi cuerpo

 

Nada tuve planeado. No fue mi intención hacer lo que hice. No, señor juez. Él llegaba a casa dispuesto a romper todo. Gritaba, insultaba. Me hacía daño. Se sentaba frente al televisor armado de dos o tres botellas de cerveza. Fútbol, goles, tablas de posiciones, euforia, partidos ganados o perdidos y más gritos. El hombre cariñoso, respetuoso, engreidor, había desaparecido. Y yo me convertí en un árbol silencioso en la quietud de campos abandonados. Por las calles de Colonia se desquiciaron mis emociones, se desbarataron las ganas de vivir con alegría, se sofocaron los latidos de mi canto. Me fundí con todo mi ángel sexual en el exilio, y perdí las ilusiones con mi cuerpo floreciendo a la luz de la luna. Con el viento elevando mis llamas y preñando mis estrellas en el azafrán de mis abriles, aprendí a soportar el sufrimiento y el deseo, el terrible grito de mis ríos muriendo agónicamente en el bullicio de mi sangre. Nunca se me ocurrió pagarle con la misma moneda por todo el mal que me causaba el hombre que tanto amaba. Solía decir que los extranjeros no entendemos nada. Que debería agradecerle de haberme salvado de la miseria tercermundista, de no ser más un numerito en las estadísticas trágicas del Sur. Le miraba sorprendida, dolida, resignada. Pero fue su traición el rayo que desbastó mis campos de árboles solitarios… Mi soledad / es el silencio / que dejó la tempestad / es esperar tan solo / una palabra de amor / y que talvez no escucharé…

Una tarde vi como despedía con un beso a su amante. La savia de mis árboles muertos hirvió de rabia, de celos grises, huracanados. Eso colmó la sensatez de mis dolores y me salió el indio. Lo esperé tras la puerta. Apenas ingresó, le descargué con cólera el metálico garrote sobre su cabeza. Su cuerpo, bramando, se estrelló en el piso. Diversos tonos rojizos vomitó su cráneo, hilos granates le cubrieron el rostro. No sé cuánto tiempo quedé atontada, mirando ida ese cuerpo que tanto amé. La realidad volvió y me estremeció. La sangre de su cuerpo en el piso, en las paredes, en mis manos, manchando mis ropas. Corrí de un lado a otro, loca, desesperada. La mortal vidriosidad de sus ojos observaba todos mis movimientos. ¿Qué hacer ahora?… Mi soledad / es como un niño / que no vio la navidad / mi soledad / es como un rezo / que al cielo no llegará / y que sevayquesevayqueseva…

Me arrodillé y, tomando una de sus manos, le hablé. Le insté que vuelva a la vida. Levántate, le ordené. Por favor, levántate, le rogué, le lloré. Pero él siguió tercamente en su cómoda posición de muerto. Recordé aquellos bonitos tiempos a su lado. Mis ramas de árbol desamparado se aferraron a los últimos latigazos, a los últimos ahogos de su sangre. Entonces decidí abrir un hoyo bajo la mesa del comedor, fui al sótano a buscar las herramientas necesarias. Después, el cuerpo ensangrentado lo metí en la fosa que a duras penas logré cavar. La tierra sobrante la deposité en una esquina del jardín. En los días siguientes mis bosques desolados continuaron su destierro vertiginoso, la soledad prosiguió marchitando mis hojas. Se fue ahondando la tristeza de mis raíces. Se secaron todos mis ríos, solo mariposas muertas rodeaban mis aureolas negras.

Hasta que un día me sorprendió la ráfaga de una luz escarlata. Bajo la mesa del comedor se alzaba una extraña mata floreando un rojo intenso. Me deslumbraron sus pétalos sanguíneos y la frescura de sus verdes. Moscas azules volaban pesadamente a su alrededor. Las ramificaciones de la misteriosa planta empezaron a moverse entre los muebles, invadieron el pasillo e ingresaron al dormitorio. Frente a mi cama se detuvieron y sentí como me examinaban. Un murmullo bronco rebotó en la habitación. Fue un quejido espantoso, se estremecieron las ventanas y las puertas. Tiritaron las luces. Se despertaron asustadas las alondras que habían anidado en mis senos, bajo la tibieza de mis axilas y de mi sexo. Pegué mi cuerpo a la pared, tratando al mismo tiempo de cubrir mi desnudez con la sábana, pero los tentáculos vegetales treparon la cama y empezaron a envolverme. Inmovilizaron mis brazos y mis piernas, acallaron mis gritos, ahogaron mi boca. Mis fuerzas fueron debilitándose. Se cerraron mis ojos abrumados por un contingente de sangre que brotó de las ramas y flores de la planta asesina… Yo quiero vencer mi soledad / tener a mi lado / alguien con quien hablar / y quiero vencer /lanostalgiadever/comolavidasevayseva…

Desperté encogida en un rincón de la habitación, de inmediato dirigí la mirada hacia el comedor. Pero ahí estaba ella: viva y sangrante. Parecía esperarme. Así fue como mis días se llenaron de pesadillas cada vez más tenebrosas. Pasaba las noches despierta bajo el acecho de ese engendro que iba creciendo, ocupando mis espacios y mi tiempo. Noches largas, insanas. Hasta que ya no pude más y, para evitar ser devoraba por la maldición de esa mata, vine a poner en conocimiento de usted, señor juez, la muerte de mi esposo. Pero, señor juez, créame, no lo hice con ventaja ni alevosía ni premeditación, como se ha dicho. Tampoco soy una desalmada, tan solo se rebeló mi resignación. Se despertó eso que llaman dignidad, solo fue eso. Como ya dije, fueron sus malos tratos que mataron todo en mí, y su traición, la sensación de un latigazo eléctrico que se extendió como enredadera por todo mi cuerpo. Me dirán que soy asesina y me condenarán al encierro, que importa ya, si estoy muerta en vida. Solo soy un árbol con el corazón estrangulado. Un árbol que en el destierro lo obligaron a olvidar como se canta a la luna saboreando las orillas de un río.

 

 

 

 

 

*(San Miguel de Pallaques-Perú). Narrador y médico radiólogo. Reside en Colonia (Alemania) desde 1982. En la actualidad, se desempeña en el departamento de radiología de una clínica colonesa. Coordina la realización mensual de la Tertulia Literaria La Ambulante (TeLiLA) en Colonia. En 1993 aparece su primera novela Por un puñadito de sal (1993), El lado oscuro de Magdalena (1996), Un pez en el ojo de la noche (2009), El espanto enmudeció los sueños (2010), Koko Shijam, El libro andante del Marañón (2014) y Un cuy entre alemanes (2015); en cuento Los tocadores de la pocaelipsis (1999), La danza de la viuda negra (2001 y 2008), Oigo bajo tu pie el humo de la locomotora / Ich höre unter deinem Fuß den Rauch der Lokomotive (bilingüe alemán-español, 2005), La ingeniosa muerte de Malena (2010), La mansión del shapi y otros cuentos (2013) y Mi corazón simplificado piensa en tu sexo (2019).

7+1 poemas de «Las flores se han vuelto brutales y otros poemas», de Hemant Divate

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Por Hemant Divate*

Traducción del maratí al inglés por Dilip Chitre, Mustansir Dalvi y Sarabjeet Garcha

Traducción del inglés al español por Zingonia Zingone

Curaduría por Víctor Rodríguez Núñez

Crédito de la foto el autor

 

 

7+1 poemas de Las flores se han vuelto brutales y otros poemas,

de Hemant Divate

 

 

La temperatura promedio de una palabra para ser usada en un verso

 

¿Cuál es la

temperatura promedio de una palabra

para ser usada en un verso?

 

Hice el experimento en un poema

inserté un termómetro en las axilas de las palabras

y

coloqué las palabras en versos

 

algún tiempo después

se desarrolló un estado tormentoso

y la atmósfera de los versos se veía afectada adversamente

por la diferencia entre la temperatura interior de las palabras y la exterior

 

tuve miedo

de la posibilidad

que al pisar la maraña creada

por los versos que contienen un significado fuerte

ejerciendo presión sobre los versos con un significado débil

podría resbalarme y caer tropezando

en las cursivas

o

un entero verso cuyo significado no tiene el respaldo de la experiencia

se me podría estrellar encima

 

desde un nuevo poema que está a punto de ser escrito

una palabra sin sentido de presión baja

o una borrada

podrían por miedo

 

golpearme

de mala gana voy a dejar este experimento

de escribir un poema

ahora

hasta he cerrado este laboratorio

 

 

 

La primera lluvia nocturna de la temporada

 

Como la pantalla blanca de la tele llega

el zumbido de la lluvia que cae afuera

y el olor terroso de un perfume sin marca

impregna la habitación como la luz ronca de la tele

ha estallado un repentino croar de ranas

que suena como eructos de acidez

 

A esta hora de la medianoche fulgente

como una luz de neón inquieta y medio-muerta

la esposa hastiada

repite el esfuerzo de dormir a su hija

la hija se duerme

se despierta

se vuelve a dormir

y de nuevo se despierta

En el trueno inesperado del volumen que sube

la esposa irritada cierra

las cortinas irritadas, la tele, las luces, el baño

 

Como la hija

el poema que está a medio-germinar

en la profundidad de la mente

queda perturbado

en la profundidad de la mente

La lluvia afuera y el olor de la tierra

están suspirando por alcanzarme

y yo desde adentro de la habitación

por alcanzar el poema

 

Hago un gran esfuerzo por salvar

la mente del poema y la

profundidad de la mente

Más tarde, en horas tranquilas,

si fuera posible descargar esta misma lluvia

y si se levantara el mismo olor a tierra,

yo escribiría el poema salvado en mi disco duro

y disfrutaría tremendamente

esta primera lluvia nocturna de la temporada

 

 

 

¿Qué le ha pasado a la lengua?

 

¿Qué le ha pasado a la lengua

del niño que chupaba palitos de caña de azúcar?

¿Qué le ha pasado a su lengua, esa vagabunda,

que rodaba una vieja llanta por todo el pueblo?

¿Qué le ha pasado a la lengua de todos los días

de este niñito que jugaba a bolón y canicas?

 

¿Qué le ha pasado a la lengua de ese niño

que gustaba de jugar a surparambya[1], a gilli-danda, a lagori,[2]

a los trompos, a papi-mami, a doctor-doctor?

 

¿Qué le ha pasado a ese pájaro libre

que en la jatra[3] soplaba con júbilo su pito?

¿Ese niño provocador, que jugaba appa-rappi[4]

y cricket con bola de trapos? ¿Qué ha pasado?

 

Ese mismo niño qué más tarde hablaría con sus amigos,

consciente de que su lengua es absolutamente ghati[5].

¿Qué le ha pasado a su lengua?

Kaay zhaala[6]?

 

 ———————————

[1] Juego de brincar entre las raíces salidas del árbol de Banyan.

[2] Gilli-danda y lagori pertenecen a la categoría de los juegos tradicionales de la India denominados Desi games que los niños jugaban, sobre todo en las zonas rurales, y que con el progreso se están perdiendo. Gilli-danda es una especie de cricket jugado con un palito que representa la pelota (gilli) y uno más grande que se utiliza como bate (danda). Lagori, en cambio, se juega en dos equipos, apilando piedras planas y lanzando desde lejos una bola de tenis para derribarlas y tocar a un miembro del equipo opuesto.

[3] Una celebración popular o feria.

[4] Juego de niños en el que se trata de tocar a otro lanzando una pelota. Gana el que no es tocado.

[5] Inglés hablado con un fuerte acento vernácula.

[6] ¿Qué pasó? En idioma Maratí.

 

El poeta Hemant Divate leyendo.

 

Las flores se han vuelto brutales

 

1.

 

Las flores se vuelven brutales,

los árboles se vuelven brutales,

el idioma se vuelve brutal,

la poesía se vuelve brutal.

 

Los poetas han dejado

de escribir en su propio idioma

y han empezado, en cambio,

a molerlo en granos siempre más finos.

 

2.

 

En lugar de cada doce leguas, ahora

los idiomas cambian por completo

cada doce años.

Lo cual significa que después de treinta seis años

ningún idioma puede seguir siendo el nuestro.

 

Por ejemplo, el idioma que yo hablaba

cuando era niño, hace treinta y seis años

ya no evoca ninguna afinidad.

 

Lo que significa que no puedes creer ¡coño! que estos decrépitos

aprecien la poesía que hoy escribimos nosotros, ¿cierto?

 

Respetados vejestorios,

ustedes se han adueñado del idioma entero

lo han masticado hasta dejarlo hecho una papilla.

Nosotros, solos, consumiremos un idioma entero.

¿Apostamos?

 

 

 

La muerte del poeta

 

En estos tiempos, los poemas pueden oler el tufo

de la muerte de la lengua

pero nunca sienten los heraldos

de su propia inminente aniquilación

 

Puede que algunos realicen su vida

escribiendo poesía en la muerte

 

Pero yo nunca he escuchado de alguien muriéndose

mientras escribe o lee poesía

 

Oh Dios del verso

concédeme una bala en la cabeza

mientras escribo un poema

o, si yo fuera el único que se muere,

deja que la explosión de una bomba me lleve

quién más podría tener tanta suerte

morir en el acto de leer poesía

 

Deja que la oscuridad y la luz que tengo en frente

como un relámpago, sin escándalo, se vayan

mientras yo paso a la página siguiente

 

 

 

Hombre sin ombligo

 

La negación es un alivio que sube y baja

tocando su propio tambor

y

el feto de los recuerdos crece eternamente

¿Por cuánto tiempo te he de esperar?

Las flores en mis manos se derramaron en mis ojos,

ahora, al abrir la ventana de la dolorosa ausencia,

para ver adentro, ¿qué veo más

que un cuerpo paralizado

de palabras flacas, debilitándose?

¿A cuál hospital he de ir?

 

El hijueputa mundo entero ha perdido su ombligo

ahora siento

que ya no amo a nadie

tampoco odio

y entonces me sacudo de encima

su guión táctil

el poema crujiendo de abandono de los senos al ombligo

 

Ahora solo me queda caminar un poco más

para alcanzar la ciudad que no es la suya

allí me curarán mi SIDA mental

y me harán hoyos en los pensamientos

y le pondrán tornillos adentro

pero ahora juro

que no recuerdo a nadie

ahora hay que envolver la luna y enterrarla debajo de un árbol de nimbo

como enterramos el cordón umbilical de un bebé recién nacido

 

 

 

Sigo sin entender

 

Sigo sin entender

exactamente ¿qué hay que hacer de primero

al hacer el amor?

 

¿dónde debería uno empezar a acariciar

para que ella se rinda de inmediato?

 

Lo mismo pasa al escribir un poema

¿en qué verso debería empezar el poema

para que salga bien?

 

 

 

Tío Pedru

 

Tío Pedru

Uno a uno tus órganos se vuelven traidores

Tu sillón de madera

El cenicero en el que pones tus bidis

Tu bacinilla para la mierda

El aleteo de tu Biblia desteñida

Y un marco de Cristo es todo que queda

Yo todavía siento tu presencia

Tumbado en el sillón, tosiendo y gimiendo

Fumando bidis inquietamente

Tu vida se está haciendo inaguantable para ti

Pero tú no puedes

Andar por el cuarto inquietamente

Tus labios tiemblan

Pero no pueden pronunciar palabra alguna

Hasta el humo que sale de tu bidi

Parece estar paralizado como tú

 

Frente al Cristo enmarcado

Murmurando una oración en la mente

Todo tu cuerpo murmura

Quizás una última oración para ti y para nosotros

 

Nos preguntabas a todos

“¿Qué hacen estos días?”

En aquel entonces yo no hacía nada

Más que escribir poemas

 

Tú decías

“Estás loco”

Pero leías con gran interés

Mis versos

Decías

“Cuando yo estaba en la U

Yo escribía poemas

Pero era por locura

La poesía te debilita, mijo

 

El día que dejé de escribir

Dejé de preocuparme por los demás

Y me convertí en el más fuerte de los hombres.”

 

Pasaste tu vida sin compañera

Toda tu vida fuiste huérfano

Nunca nadie te amó

 

Y ahora bajo la luz de una bombilla de cero-vatios

Las palabras en la Biblia deben verse muy desteñidas

Así también tú

Nos pareces desteñido

 

Desde las barras de tu ventana

Estarás viendo

El día que se hace noche

Estarás adivinando la hora con un cálculo aproximado

No esperarás que alguien llegue

Y si algo esperas

Es que la ventana y todas las temporadas que percibes a través de ella

 

Se caigan encima de ti como hojas

Y cuando todo está solo

Finalmente recordarás

Tu vida

En silencio

Le rezarás a Jesús

Con el alma angustiada

Tío

No eres pariente de nadie

¿A quién recordarás?

Y si recuerdas tu vida

¿Qué exactamente valió la pena recordar?

Ahora,

Cuando te recuerdo siento

Que en cualquier momento me puedo derrumbar

Pero

Todavía aguanto

Porque estoy loco, Tío,

Todavía escribo poemas

Estoy loco.

 

 

 

 

 

*(Bombay-India, 1967). Poeta, editor y traductor. Es fundador y editor de la influyente revista maratí Abhidha Nantar, publicada ininterrumpidamente por dos décadas. Su editorial, Paperwall Media & Publishing, ha publicado más de cien títulos de poesía bajo el sello Poetrywala. Para más información, ver: www.paperwall.in

Derrames: Las anatomías abiertas de León Félix Batista

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Por Adalber Salas Hernández*

Crédito de la foto Ed.

 

Derrames:

Las anatomías abiertas de León Félix Batista

 

posso abrir o corpo

António Ramos Rosa

 

Estamos habituados, quizás por una mezcla de hábito, pereza y practicidad, a concebir nuestro propio cuerpo como una suerte de mónada, una unidad cerrada sobre sí que guarda perfecta coherencia consigo misma. Compuesto de un vago andamiaje óseo, de órganos engranados y de un sistema hidráulico insomne, este cuerpo funcionaría con una irregularidad sólo rota por agentes externos: virus, bacterias, el mundo microbiano invisible. Sólo entonces su unicidad se rompería temporalmente, durante el rato que le tomara expulsar los corpúsculos invasores. Entonces retomaría su solidez habitual, casi como si se tratara de un autómata.

Si bien nuestro cuerpo ciertamente se defiende constantemente de asedios, y si bien cada parte que lo compone se enlaza con las demás de variadas maneras, vale la pena recordar que se encuentra habitado por muchos otros seres vivos: toda una fauna bacteriana nos habita; sin ella nos sería imposible sobrevivir. Del mismo modo, el modelo mecanicista del cuerpo no se da abasto para dar cuenta de enfermedades como el cáncer, cuya tendencia al crecimiento metastásico desdice cualquier economía simplista del organismo.

Así como sucede como el cuerpo, también puede suceder con el texto. Desde muy temprano se nos habitúa a una escritura directa, plana, inclinada hacia la simplificación. Se nos inculca que este es el único modo eficiente de intercambiar información –es decir, este registro es privilegiado en detrimento de otros. No obstante, contra este modelo chato, ingenuamente denominado comunicacional, el texto literario se rebela. Valiéndose tanto de registros sencillos como de registros convulsos, consigue comunicar algo al lector. Dislocando la lengua, arrancándola de su uso cotidiano, consigue establecer vínculos insólitos con sus interlocutores. Explorando las posibilidades siempre inesperadas del lenguaje, el texto literario consigue abrirse –y abrirnos– a la multiplicidad.

Esto es lo que sucede en Prosa de fabricación casera, volumen que reúne bajo un mismo techo tres libros de León Félix Batista: Delirium semen, Caducidad y Música ósea. En un primer momento, resulta imposible no pensar que, dada la abundante producción literaria de Batista, la escogencia de estos libros no puede ser arbitraria –esta sospecha se torna en certeza una vez terminado el volumen. Entre los tres se teje un hilo fino, una especie de camino furtivo que los pone en consonancia. Incluso diría: que los hace conspirar juntos.

Esta vía es el cuerpo. Es decir, una noción singular del cuerpo. En la poética de Batista, esta noción es fundamental: sólo basta recorrerla para percatarse de la recurrencia, del genuino aluvión de imágenes anatómicas que la pueblan. Sin embargo, no se trata de un concepto del cuerpo que se adscriba en ningún momento a aquel bloque regular, aquel mecanismo impasible al que me refería al iniciar este texto. Los poemas de Batista van, de hecho, en la dirección contraria. Configuran una imagen dispar del cuerpo, una geometría enloquecida, un álbum de fotos hecho de zonas borrosas y close-ups imposibles. Valga decir: Batista restituye a la imagen del cuerpo una movilidad que es suya por derecho, una flexibilidad que lo aleja de toda estatuaria.

 

El poeta León Félix Batista

 

Pensemos, por ejemplo, en Delirium semen: un libro entero que funciona como un diccionario privado en el que cada entrada da cuenta de una peculiaridad erótica. Es la cristalización lexicográfica del deseo. Al inyectar estos fluidos en la estructura rígida del alfabeto, Batista transforma cada entrada en un poema en prosa, en el trozo de un relato abierto y forzosamente inconcluso, el despliegue de la propia vida erótica.

En este libro, así como en los otros dos, construye una violenta anatomía –como puede leerse en la entrada “Carnal” de Delirium semen–, violenta por la manera en que atenta contra una imagen plana del cuerpo para desmenuzarla y de este modo darle nueva vida. Esta imagen, rota su cáscara, se derrama. Y son precisamente estos derrames lo que Batista registra e incluso hace encarnar en su lenguaje. Por ejemplo, la entrada denominada “Brutal”:

Desarticular un nudo por redefinir el ego, los fragmentos que no han sido formulados en un todo. Dar al busto y a los brazos cuadratura duradera, como ofidios que yo mismo formulé. Cuántas siegas minuciosas de charquitos en reposo, y entre estrías de moluscos, de terrenos  bajo  un  manto.  Sólo excavas, raspas, roes, el  tapete minucioso  y supliciado de la carne –el que te victimará, drenará, dará declive.

 

El des-anudamiento del ego se vuelve su desnudamiento, su apertura para dejar entrar toda suerte de formas en él. Es así como entran en juego la geometría –esa cuadratura duradera– y la vida animal, con sus ofidios y moluscos. La anatomía como terreno cuya topografía precisa de reformulación, el yo como superficie de excavación, cuyos fondos esconden un contenido heterogéneo que espera ser enunciado.

Lo que sostiene al sujeto, lo que le brinda la ilusión de coherencia y le permite creer que posee una identidad unitaria, es su piel: barrera ínfima, esplendor, superficie de registro –como reza la entrada llamada “Húmedo”– que, tras ser penetrada, da paso a toda una efervescencia subterránea. El mismo hervor de la piel enrojecida por la excitación, tal y como la registra la entrada “Rosado”:

Con su tórrida avidez de cabeza de tubérculo la brasa vierte aromas cerrándose y anclando. Partículas de pez, mareas, conchas acres: vestigios en las venas de una gran conflagración. Sus crónicas se imponen encarnar constantemente, rompiendo en un tumulto vectorial, sobre superficies ígneas, por la esfera indefinible sobre las que están patentes tempestades de deseo.

 

Peces, tubérculos, conchas e incluso las mismas mareas tienen cabida en esta dilatación de la sangre, en esta fiesta de los vasos sanguíneos que se deja sentir en la epidermis –la cual se ve transformada en superficie ígnea, en tempestad del deseo. En la poética de Batista, el cuerpo está repleto de filtraciones, de agujeros por los que se derrama y por los que, al mismo tiempo, ingresa el mundo en él. Es una poética alzada contra la noción de pureza –como si tuviera siempre presentes las palabras de Montaigne al inicio de su ensayo Nous ne goustons rien de pur: “La foiblesse de nostre condition fait que les choses, en leur simplicité et pureté naturelle, ne puissent pas tomber en nostre usage. Les elemens que nous jouyssons, sont alterez.”[1] Pareciera tomar estas palabras y, en vez de lamentarse, hacerlas su insignia, su santo y seña.

Pero no todo es incandescencia de lo erótico. Junto a Delirium semen se encuentra Caducidad como una contracara, una minuciosa crónica poética de la descomposición del cuerpo. Allí donde encontrábamos una anatomía que redefinía sus límites gracias a la acción del deseo, encontramos ahora una anatomía que redefine sus límites gracias a la acción de la entropía. El paso del tiempo quiebra esa piel que en otros textos era celebrada como cima:

un segundo cuando pasa se convierte en cicatriz: otro día registrado por un reloj raquídeo

 

No obstante, la escritura de Batista no puede dejar de registrar estos otros desagües, estas nuevas goteras del cuerpo en descomposición. Pues este cuerpo también se hace poroso ante el mundo, no ya por la ebullición, sino por el desgaste. En ningún momento deja de ser materia tórrida, como puede leerse en otro de los pasajes del libro. Sólo que la relación de esta materia con la otra, la textual, en la que cuaja, es distinta. Perdido el aspecto lúdico de Delirium semen, queda una reflexión más áspera sobre esta singular labor de escritura:

sutura de fragmentos que tejen sinsentidos y luego se descosen de límites dementes, esos días de follajes –libelos indelebles, palabras no viables, que escribo por mi doble– atraviesan una masa de páginas centrífugas, me dan su abominable inestabilidad

 

Una anatomía en desbandada requiere una escritura en continua pérdida: pedazos arrancados de todos los naufragios, reacios a ser ensamblados entre sí; miembros de ningún cuerpo. En suma, palabras no viables, cuyo movimiento centrífugo las aleja de todo sentido ordenado, jerárquico, tranquilizador. La escritura se vuelve también flujo y reflujo, circulación de licores sin tregua, sin dirección: destilados de grafito, como dice el propio Batista más adelante. Destilación que no purifica, sino que tan sólo fermenta.

 

 

Caducidad es un ejercicio de fisiología: nos entrega un cuerpo descerrajado, que se precipita en fluidos, cataratas de los cuerpos sin compuertas. Mantiene con respecto a Delirium semen una relación de especularidad invertida –cada uno es el negativo del otro. Pero el tercer y último libro que conforma este volumen, Música ósea, termina por funcionar como una suerte de síntesis, una celebración del cuerpo con sus cimas y sus simas, roto y jubiloso, vorágine voraz de materia que se estría. Cuerpo compuesto de urdimbres disímiles, anatomía que es su propio umbral, su propia puerta de salida, siempre a punto de dejar de existir en ese desbordarse:

tejido truculento del ser en el umbral que trama devenir de su caída

¡cuerpos, cuerpos! cercanos a no ser, desparramados

 

De este modo, el cuerpo se vuelve la región incógnita por excelencia, la incertidumbre misma. Pues su desparramarse no consiste simplemente en una abolición de los límites, sino en su reinvención. Los derrames que abundan en la poética de Batista y que fundan su imagen del cuerpo humano no están destinados a diluirlo, sino a refundarlo. Es un cuerpo que late, que es movido por un pulso con su sístole y su diástole, sus destrucciones y sus reconstrucciones:

un cuerpo construyéndose con sus demoliciones aquel en que me enquisto

volviendo a su estructura pero con dilución, así que es la fractura de otro cuerpo

 

Al devolverle al cuerpo la imprecisión que le corresponde, al despojarlo de certezas que sólo lo anquilosan, Batista lo vuelve lugar de paso, encrucijada, espacio de encuentro para todo elemento que se deje atrapar por el lenguaje. Recuerda un poco aquella afirmación de David Le Bretón en Anthropologie du corps et modernité: “Le monde est l’émanation d’un corps qui le traduit en termes de perceptions et de sens, l’un n’allant pas sans l’autre. Le corps est un filtre sémantique.”[2] Batista hace correr por este tamiz toda la materia que puede hallar: para él, el cuerpo es un filtro semántico y la escritura un filtro somático.

Esta noción del cuerpo implica, también, una teoría sobre los sentidos: un hilo más tenue, pero igualmente recurrente en los tres libros. Los sentidos funcionan en esta poética como esclusas, pero también poseen entidad física. Son receptores y emisores, recogen y deyectan. Los sentidos son mucosas en un vidrio embalsamado, recayendo en la epidermis secreciones, dice la entrada “Axilas” de Delirium semen. Por otro lado, en Caducidad los sentidos son llamados corpúsculos porosos –como lo hubiera querido algún presocrático.

Se trata de los sentidos como compuertas de doble vía, destinadas simultáneamente al recibir al mundo y a tener presencia física en él. Sentidos que nacen de la fricción entre el sujeto y el mundo, lugares de tránsito y de tráfico. Para la poética de Batista, esta noción es capital: es la columna oculta que vertebra su noción del cuerpo. O, para decirlo con uno de los versículos de Música ósea: así se descerrajan los sentidos: con el cuerpo contra el cuerpo a quemarropa. El volumen entero, Prosa de fabricación casera, es una búsqueda de nuevas fronteras para la subjetividad, para la presencia física de lo humano, sea en el espacio o en la página. Pareciera exclamar junto a Hart Crane: New thresholds, new anatomies!: ¡Nuevos umbrales, nuevas anatomías!

 

 

 

——————————–

[1] “La debilidad de nuestra condición hace que las cosas, en su simplicidad y pureza natural, no puedan servir a nuestro uso. Los elementos que gozamos están alterados.”

Montaigne, Essais. Œuvres Complètes. París, Éditions Gallimard, 2009.

[2] “El mundo es la emanación de un cuerpo que lo traduce en términos de percepciones y de sentidos, nunca yendo lo uno sin lo otro. El cuerpo es un filtro semántico.”

David Le Breton. Anthropologie du corps et modernité. París, Quadrige/Presses Universitaires de France, 2011.

 

 

 

 

 

*(Caracas-Venezuela, 1987). Poeta, traductor y ensayista. Licenciado en Letras por la Universidad Católica Andrés Bello y magíster de la Universidad de Nueva York en 2015 y cursa, becado, el Doctorado en Español y Portugués de la Universidad de Nueva York. Actualmente se desempeña como Codirector de Bid & co. editor. Obtuvo el II Premio Nacional Universitario de Literatura (2008) y el XXXVI Premio de Poesía Arcipreste de Hita (2014). Ha publicado en poesía La arena, el vidrio: ascenso en tres movimientos (2008; 2015), Extranjero (2010), Común Presencia (2012), Suturas (2011), Heredar la tierra (2013), Salvoconducto (2015) y Río en blanco (2016).


La memoria de mi lengua. 9+1 poemas de Lubi Prates

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Por Lubi Prates*

Selección y traducción por Lubi Prates y Sheyla Miranda

Crédito de la foto la autora

 

 

La memoria de mi lengua.

9+1 poemas de Lubi Prates

 

 

1. mátria y/o tierra madre

 

repiten repiten

mátria

tan seguros

como si la palabra

existiera

en el diccionario

último lugar de validación.

 

pero no es madre

si permite

que te arranquen

el suelo y los pies

al mismo instante

 

no es madre

si inventa un barco

cuando te juegan

al mar

se fuerza las olas

para que llegue

más rápido

al desconocido

 

no es madre

si permite que grite

hasta la ronquez

pero en un lenguaje

que nadie comprende.

 

repiten repiten

mátria

tan seguros

como si la palabra

existiera

en el diccionario

último lugar de validación.

 

de dónde he venido

para dónde siempre voy

llamo patria.

 

 

 

2. cómo llamar

patria

 

al lugar donde nací

 

ese útero geográfico

que me parió

 

cómo llamar

patria

 

al lugar donde nací

 

ya que parir es una

posibilidad      sólo     femenina y

 

patria es una imagen

masculina y país es una

imagen masculina, un

padre.

 

cómo no llamar

patria

a ese lugar donde nací

 

aunque sea el útero geográfico

que me parió, pero

 

me expulsó

 

 

madre no cabe en una patria.

 

 

 

3. no ha sido un crucero

 

mi nombre y

mi lengua

 

mis documentos y

mi dirección

 

mi turbante y

mis rezos

 

mis recuerdos de

comidas y tambores

 

los olvidé en el navío

que me cruzó

por el Atlántico.

 

 

4. para este país

 

para este país

traería

 

los documentos que hacen de mí una persona

los documentos que comprueban: existo

suena tonto, pero aquí

todavía no tengo esta certeza: existo.

 

para este país

traería

 

mi diploma los libros que leí

mi caja de fotografías

mis aparatos electrónicos

mis mejores bragas

 

para este país

traería

mi cuerpo.

 

para este país

traería

todas estas cosas

y más, pero

 

no me permitieron traer bolsas

 

: el espacio era demasiado pequeño

 

el barco podría hundirse

el avión podría estrellarse

 

con el peso que tiene mi vida.

 

para este país

traje

 

el color de mi piel

mi pelo rizado

mi lengua materna

mis comidas favoritas

en la memoria de mi lengua.

 

para este país

traje

 

mis Orishas

sobre la cabeza

todo mi árbol genealógico

antepasados y raíces.

 

para este país

traje todas estas cosas

y más

 

: nadie se ha dado cuenta

de cuánto pesa mi equipaje.

 

 

 

5. y aunque

yo hubiera traído

 

para este país

 

mis documentos

mi diploma

todos los libros que leí

mis aparatos electrónicos o

mis mejores bragas

 

sólo verían

mi cuerpo

 

un cuerpo

negro.

 

La poeta Lubi Prates.

 

6. piel que habito

 

mi piel es mi dormitorio

mi piel es todas las habitaciones

dónde me alimento dónde me acuesto simulo

………….un pequeño confort.

 

mi piel es mi casa

con las paredes descubiertas

………….una falta de cuidado

: necesita siempre más

para ser casa.

 

mi piel no es un estado

sin gobierno.

 

mi piel es un país

aunque muy lejos para mis brazos

aunque yo no camine sobre su territorio

aunque yo no domine su lenguaje.

 

mi piel no es cáscara

es un mapa: dónde África ocupa

todos los espacios:

cabeza útero pies

 

dónde los mares son hechos con

mis lágrimas.

 

 

mi piel es un mundo

que no es sólo mío.

 

 

 

7. condición: inmigrante

 

1.

 

desde que llegué

un perro me sigue

 

y

 

incluso si hay kilómetros

incluso si hay obstáculos

 

entre nosotros

 

siento su aliento cálido

en mi cuello.

 

desde que llegué

un perro me sigue

 

y

 

no me deja

frecuentar los lugares que están de moda

 

no me deja

utilizar un dialecto diferente del de aquí

guardé mis argots en el fondo de la maleta

él gruñe.

 

desde que llegué

un perro me sigue

 

y

 

a ese perro lo apodé

inmigración.

 

2.

 

un país que gruñe

una ciudad que gruñe

calles que gruñen:

 

como un perro salvaje

 

olvide la idea

infantil el recuerdo

infantil

 

de su mano acariciando un perro

de su mano acariciando

 

su propio perro

 

se quedó en otro país

irónicamente porque la rabia

no se controla allá

 

aquí, tampoco:

 

un país que gruñe

una ciudad que gruñe

calles que gruñen:

 

como un perro

: salvaje.

 

 

 

8. tú traes en la boca

todo el gusto del mar

y yo intento adivinar

en vano

cuántos océanos has cruzado

até aqui, até mim

qué océanos has cruzado

até aqui, até mim

para guardar en ti

tanta agua, tanta sal

en cada gota de saliva.

 

tú traes en la piel

todos los tonos de la tierra

y yo intento adivinar

en vano

cuántos continentes has recorrido

até aqui, até mim

qué continentes has recorrido

até aqui, até mim

para guardar en ti

tanto color y ese olor

que se acentúa cuando hay tormentas.

 

tú dices reconocer

el gusto del mar que traigo en la boca

los tonos de la tierra que traigo en la piel

entonces es fácil darse cuenta que

cruzamos recorrimos

los mismos océanos los mismos continentes

até aqui

 

: somos hijos de África

 

y todo lo que contamos a través de nuestros cuerpos

habla sobre nosotros, pero      en la profundidad de la memoria

guarda nuestros ancestros.

 

 

9. nos hicimos más grandes

que un continente

 

agrupamiento de

kilómetros

de tierra

 

apenas con nuestros cuerpos

uno sobre el otro

 

nos hicimos más grandes

que un continente

 

aislados por océanos

o diseñando fronteras entre

todo que era nuestro y

el resto.

 

nos hicimos más grandes

que un continente

 

y no necesitamos

guerra hincar banderas

colonizar el otro hablar

ese territorio es mío.

 

nos hicimos más grandes

que un continente y

 

inventamos

un lenguaje propio.

 

nos hicimos más grandes

que un continente.

 

nos hicimos más grandes

que un continente y

 

ni siquiera percibimos cuando

nuestras tierras secaron y

surgió una fenda

la rendija existente entre mis piernas se quedó profunda

hasta alcanzar las aguas que pueden

mover las placas tectónicas

 

las aguas que pueden

separar los cuerpos

las aguas tan inconscientes

bajo el lodo que tenemos todos.

 

 

nos hicimos más grandes

que un continente y

 

preveo

 

llevaremos siglos milenios

para matar nuestra civilización.

 

nos hicimos más grandes

que un continente y

 

preveo

 

llevaremos siglos milenios

para alcanzar la distancia que hay

entre América Latina y África.

 

 

 

10. olvida el hilo fino frágil

 

lo que me detiene aquí

tiene el peso de un muerto

lo que me detiene aquí

me arrastra por los pies

 

rostro en el asfalto sangre

 

rostro en el asfalto kilómetros de

distancia navíos aviones coches

otro continente días en el trayecto

para ser para siempre del

lugar donde nací

 

soporta el peso de un muerto

sobre su cuerpo

si digo el lugar donde nací

son capaces de predecir

mi lengua materna      se equivocan

la manera como digo determinada

……………..palabra se equivocan

las comidas las músicas que me gustan

se equivocan                se equivocan

 

se digo el lugar donde nací

son capaces de predecir

lo que no cabe

en el nombre de un país

 

entonces

qué distancia sería capaz de

rehacer vidas

desconstruir destinos obvios

 

lavar la sangre de        mi        rostro

 

hacerme extranjera

en el lugar donde nací

 

hacerme habitante

en todos los lugares donde

pasé.

 

 

————————————————————————————————————————–

(poemas en su idioma original, portugués)

 

 

Na memória da minha língua.

10 poemas do Lubi Prates

 

 

1. mátria e/ou terra-mãe

 

repetem repetem

mátria

com tanta certeza

como se a palavra

existisse

no dicionário

o último lugar de validação.

 

mas não é mãe

se permite

que te arranquem

o solo e os pés

no mesmo instante

 

não é mãe

se inventa um navio

quando te jogam

ao mar

se força as ondas

pra que chegue

mais rápido

ao desconhecido

 

não é mãe

se permite que grite

até a rouquidão

mas num idioma

que ninguém compreende.

 

repetem repetem

mátria

com tanta certeza

como se a palavra

existisse

no dicionário

o último lugar de validação.

 

de onde eu vim

pra onde sempre vou

eu chamo pátria.

 

La poeta Lubi Prates leyendo.

 

2. como chamar de

pátria

 

o lugar onde nasci

 

esse útero geográfico

que me pariu

 

como chamar de

pátria

 

o lugar onde nasci

 

se parir é uma

possibilidade      apenas        feminina e

 

pátria traz essa imagem

masculina & país traz essa

imagem masculina & e o próprio

pai em si

 

como não chamar de

pátria

 

esse lugar onde nasci

 

embora ainda útero geográfico

que me pariu, mas

 

me expulsou:

 

mãe não cabe numa pátria.

 

 

 

3. não foi um cruzeiro

 

meu nome e

minha língua

 

meus documentos e

minha direção

 

meu turbante e

minhas rezas

 

minha memória de

comidas e tambores

 

esqueci no navio

que me cruzou

o Atlântico.

 

 

 

4. para este país

para este país

eu traria

 

os documentos que me tornam gente

os documentos que comprovam: eu existo

parece bobagem, mas aqui

eu ainda não tenho esta certeza: existo.

 

para este país

eu traria

 

meu diploma os livros que eu li

minha caixa de fotografias

meus aparelhos eletrônicos

minhas melhores calcinhas

 

para este país

eu traria

meu corpo

 

para este país

eu traria todas essas coisas

& mais, mas

 

não me permitiram malas

 

: o espaço era pequeno demais

 

aquele navio poderia afundar

aquele avião poderia partir-se

 

com o peso que tem uma vida.

 

para este país

eu trouxe

 

a cor da minha pele

meu cabelo crespo

meu idioma materno

minhas comidas preferidas

na memória da minha língua

 

para este país

eu trouxe

 

meus orixás

sobre a minha cabeça

toda minha árvore genealógica

antepassados, as raízes

 

para este país

eu trouxe todas essas coisas

& mais

 

: ninguém notou,

mas minha bagagem pesa tanto.

 

 

 

5. e ainda que

eu trouxesse

 

para este país

 

meus documentos

meu diploma

todos os livros que li

meus aparelhos eletrônicos ou

minhas melhores calcinhas

 

só veriam

meu corpo

 

um corpo

negro.

 

 

6. pele que habito

 

minha pele é meu quarto.

minha pele é todos os cômodos

onde me alimento onde deito finjo

………….o mínimo conforto.

 

minha pele é minha casa

com as paredes descobertas

………….uma falta de cuidado

: necessita sempre mais

para ser casa.

 

minha pele não é um estado

desgovernado.

 

minha pele é um país

embora distante demais      para os meus braços

embora eu sequer caminhe sobre seu território

embora eu não domine sua linguagem.

 

minha pele não é casca

é um mapa: onde África ocupa

todos       os        espaços:

cabeça útero pés

 

onde os mares são feitos de

minhas lágrimas.

 

minha pele é um mundo

que não é só meu.

 

 

 

7. condição: imigrante

 

1.

desde que cheguei

um cão me segue

 

&

 

mesmo que haja quilômetros

mesmo que haja obstáculos

 

entre nós

 

sinto seu hálito quente

no meu pescoço.

 

desde que cheguei

um cão me segue

 

&

 

não me deixa

frequentar os lugares badalados

 

não me deixa

usar um dialeto diferente do que há aqui

………….guardei minhas gírias no fundo da mala

ele rosna.

 

desde que cheguei

um cão me segue

 

&

 

esse cão, eu apelidei de

imigração.

 

2.

um país que te rosna

uma cidade que te rosna

ruas que te rosnam:

 

como um cão selvagem

 

esqueça aquela ideia

infantil aquela lembrança

infantil

 

de sua mão afagando um cão

de sua mão afagando

 

seu próprio cão

 

ficou em outro país

ironicamente, porque a raiva lá

não é controlada

 

aqui, tampouco:

 

um país que te rosna

uma cidade que te rosna

ruas que te rosnam:

 

como um cão

 

: selvagem.

 

 

 

8. você traz na boca

todo o gosto do mar

e eu tento adivinhar

inutilmente

quantos oceanos você atravessou

hasta aquí, hasta mi

quais oceanos você atravessou

hasta aquí, hasta mi

para guardar em si

tanta água, tanto sal

em cada gota de saliva.

 

você traz na pele

todos os tons da terra

e eu tento adivinhar

inutilmente

quantos continentes você percorreu

hasta aquí, hasta mi

quais continentes você percorreu

hasta aquí, hasta mi

para guardar em si

tanta cor & esse cheiro

que acentua quando tempestades.

 

você diz reconhecer

o gosto de mar que trago na boca

os tons de terra que trago na pele

fácil perceber então que

atravessamos percorremos

os mesmos oceanos os mesmos continentes

hasta aquí

 

: somos filhos da África

 

e tudo que contamos através dos nossos corpos

fala sobre nós, mas     no profundo da memória

guarda nossos ancestrais.

 

 

 

9. nos tornamos maiores

que um continente

 

agrupamento de

quilômetros

de terra

 

apenas com nossos corpos

um sobre o outro.

 

nos tornamos maiores

que um continente

 

isolados por oceanos

ou riscando fronteiras entre

tudo que era nosso e

o resto.

 

nos tornamos maiores

que um continente

 

e não precisamos de

guerra fincar bandeiras

colonizar o outro dizer

esse território é meu.

 

nos tornamos maiores

que um continente e

 

inventamos

um idioma próprio.

 

nos tornamos maiores

que um continente.

 

nos tornamos maiores

que um continente e

 

sequer percebemos quando

nossas terras secaram e

surgiu a rachadura

a fresta existente entre as minhas pernas ficou profunda

até alcançar as águas possíveis

de movimentar as placas tectônicas

 

as águas possíveis

de separar os corpos

as águas tão inconscientes

abaixo do lodo que temos todos.

 

nos tornamos maiores

que um continente e

 

prevejo

 

demorará séculos milênios

para matarmos nossa civilização.

 

nos tornamos maiores

que um continente e

 

prevejo

 

demorará séculos milênios

para alcançarmos a distância que existe

entre a América Latina e a África.

 

 

 

10. esqueça a linha fina frágil

o que me prende aqui

tem o peso de um morto

o que me prende aqui

me arrasta pelos pés

 

rosto no asfalto sangue

 

rosto no asfalto quilômetros de

distâncias navios aviões carros

outro continente dias de percurso

para ser para sempre do

lugar onde nasci

 

suporte o peso de um morto

sobre o seu corpo

 

se digo o lugar onde nasci

são capazes de prever

minha língua                erram

a forma como digo determinada

………….palavra                  erram

as comidas as músicas que eu curto

erram      erram

 

se digo o lugar onde nasci

são capazes de prever

o que não cabe

no nome de um país

 

então

qual lonjura seria capaz de

refazer vidas

desconstruir destinos óbvios

 

lavar o sangue do         meu              rosto

 

me fazer estrangeira no

lugar onde nasci

 

me tornar moradora em

todos os lugares por onde

passei.

 

 

 

 

 

*(São Paulo-Brasil, 1986). Poeta, editora y traductora. Es socia fundadora y editora de nosotros, editorial y editora de la revista literaria Parênteses. Ha publicado en poesía coração na boca (2012), triz (2016) y un cuerpo negro (2018).

 

—————————

 

*(São Paulo-Brasil, 1986). Poeta, editora e tradutora. É sócia-fundadora e editora da nosotros, editorial, e editora da revista literária Parênteses. Tem três livros publicados coração na boca (2012), triz (2016) e um corpo negro (2018).

Viaje Circular: desde el centro de la Tierra hasta el tiempo de la tristeza

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Vallejo & Co. reproduce el siguiente texto que escribió Sebastián Miranda Brenes para la presentación de los poemarios Redondo y Un tercer ojo para el tiempo de la tristeza (2019), de Vanessa Martínez Rivero*, y la entrevista que le realizaron con ocasión del Festival Internacional de Poesía Costa Rica (FIPCR), el 22 de octubre de este año.

 

Por Sebastián Miranda Brenes

Crédito de la foto: FIPCR

 

Viaje Circular:

desde el centro de la Tierra hasta el tiempo de la tristeza

 

Todo es un ciclo, hasta el tiempo tiende al círculo, así nos lo demuestran Albert Einstein e Illya Prigogine en sus teorías cuánticas. Y en este vivir en espiral nos movemos constantemente en busca de transformación, por eso cambiamos de ciudades, de nombres, de sexo, hasta de banderas, como Charlie García cantó en algún momento con los dientes apretados. En este viaje que creemos lineal, volvemos a los sitios que nos marcaron, ya sea en un plano físico o desde lo virtual, a través de la memoria. El punto es que hay una fuerza gravitatoria que nos hace volver a ese lugar o a ese instante para reencontrar el abrazo, la risa, pero más comúnmente la tristeza, que por lo general es nuestra ceniza que volvemos a juntar para arrancar de nuevo.

Así quiero introducir a una poeta que con dos libros publicados en un solo tomo, nos golpea fuertemente la cabeza, hasta colocarnos en el centro del planeta, para iniciar un recorrido intenso. El primer libro que les menciono se titula Redondo y el segundo Un tercer ojo para el tiempo de la tristeza.

 

Entrevista

 

Sebastián Miranda Brenes [SMB]: ¿Nos contás un poco sobre vos? ¿De qué parte de Perú sos? ¿Cómo fue tu acercamiento a la poesía? ¿Cuál fue ese libro que marcó el inicio de tu trabajo literario?

Vanessa Martínez Rivero [VMR]: Empecé a escribir desde muy pequeña. Tuve la condición para la escritura en la educación, y para mí fue importante responder algunas preguntas o por último conversar conmigo. Primero no entendía lo que era la poesía, lo hacía instintivamente, hasta que después empecé a leerla y, evidentemente, perfeccioné un poco los temas que manejo. En un inicio fue como todo poeta empieza, hablar sobre el interior de uno, un poco hedonista, pero ya en los últimos libros hay una responsabilidad, una madurez poética. Sin embargo, no significa que no haya madurez poética en los primeros libros, si la hay respecto al lenguaje, pero en estos últimos alcanzo una madurez social, a eso me refiero. Entonces, todo se torna más político.

La poesía nos conecta, es la intensión de comunicar no solamente con la dulzura y la palabra, sino con ese trasfondo que lleva, ese misterio que no necesariamente se tiene que explicar. La poesía no se tiene que explicar, a mí parecer es lo que te toca. La poesía va madurando con uno.

 

 

[SMB]: Eso es un hecho, uno reencuentra poemas y pueden marcarte, y uno vuelve a ese lugar que es un texto y puede cambiarlo todo. Siempre puede ser completamente distinto cuando uno lo relee. Entiendo que además de escritora, fuiste vocalista de un grupo de punk. Una mezcla tal vez no extraña, pero sí particular. Así que cómo fue ese link entre las dos artes.

[VMR]: No sé, es un poco extraño. Desde chica tuve una sensibilidad particular y no tenía muchas amistades más que un grupo de amigas de mi barrio, pero cuando crecí sentí que no iba acorde a los objetivos ideales que ellas tenían. Cuando leí Siddhartha, de Herman Hesse, recuerdo, terminando el colegio, fue para mí importante porque me dije: “o estudias derecho o estudias artes dramáticas”, y evidentemente seguí el camino del río y decidí que me iba dedicar al arte.

Crecí la mitad de mi vida en Trujillo, una provincia del Perú, en donde antes había un conglomerado cultural exquisito. Tuve la suerte de rodearme de músicos, pintores, bailarines, roqueros y se creó un movimiento underground mientras, a la vez, nos colábamos en las presentaciones de los bancos (risas). Hay una parte del texto del Tercer ojo que dice:

… los tristes somos de izquierda noble
antagónicos de la real condición
destruimos las grandes fiestas

 

Eso es un recuerdo del porque tenemos que destruir las grandes fiestas como artistas, pero de lo que se trata es del poder en sí. Tenemos una vocación para comunicar y tenemos que aprovecharla para concientizar y humanizar.

Recibí todo ello que vino en una suerte de situación de mi vida en un momento que me marcó, y creo que si tú eres rock y tienes actitud de roquera, te quedas roquera. No soy una anarquista total (risas), no puedo, pero si voy a mucho a la equidad y me gusta la justicia.

El tema es que yo me volví cantante de punk-rock (risas), nunca anarca, nunca tan anarco-punk, pero si me gusta la música, la música buena, lo que sea pero buena y la disfruto porque maduré con eso.

 

 

[SMB]: De hecho, tenía la intención de que nos cantarás algo. ¿Te animarías a cantarnos alguna rolita (no precisamente de punk)?

[VMR]: (canta un fragmento de una canción de Lucha Reyes). Como dice Vallejo: “perdonen la tristeza”.

 

 

 

[SMB]: Antes de meternos con los dos libros que aquí vamos a presentar, hablemos un poco de los libros anteriores, donde se ve un poco de esa anarco-punk que llevás dentro, pues uno de los libros se llama: La hija del carnicero, así que quería que nos contarás un poquito sobre estos.

[VMR]: La hija del carnicero es la versión 2.0 de Un tercer ojo para el tiempo de la tristeza, que es 5.0 (risas). Habla [La hija del carnicero] del victimario y la víctima social, porque la idea es de un sujeto que es consumido por la sociedad, por su padre, por su familia, por todo. Es un sujeto poético consumido que también es un victimario. Es súper fuerte, súper rock. Y agradezco mucho que este libro se siga editando, a la gente le gusta mucho.

Un tercer ojo para el tiempo de la tristeza, en cambio, es mucho más político. Ya no hablo desde mí, ni de la víctima, sino que hablo de lo general, es una crítica. Pero tiene un lenguaje lírico fuerte. Y también hay mucho juego del lenguaje.

Mi segundo libro Coraza, es un libro de viajes. Es una mujer que viaja, que es autónoma de su cuerpo y al viajar lo hace con una geografía particular y decide que parte de su cuerpo puede ser explorada, es todo un descubrimiento, una exploración de la geografía. El texto habla de una mujer que viaja sola y sin miedo.

 

 

[SMB]: Para meternos en los libros que estás presentando acá, escribí lo siguiente:

“El centro del planeta es un corazón que escucha voces que lo atormentan. Voces fundidas que se precipitan a vacíos, a veces oscuros, otras iluminadas, pero sin ninguna conciencia de lo que sostiene capas arriba. Qué pasa si invertimos lo dicho y pronunciamos que nuestro corazón es el centro de un planeta, con las mismas voces que hacen eco hasta en nuestra corteza, o nuestra atmósfera que es nuestro aliento, cruzando el magma del manto, que es nuestra saliva.

Pues, en resumidas cuentas, Redondo, este primer libro, es lo que siento que nos plantea, un viaje subterráneo en nosotros, en el sistema complejo que habitamos, a través de las capas de un planeta que parece estar quedando en ruinas. ¿Contános cómo surge este libro?

[VMR]: Es un libro ecofriendly (risas), un libro de amor. Creo que parte de la misión de este hermoso festival, que alberga a 20 poetas de diferentes naciones, es entrar en esta temática [la ambiental], y este ha sido uno de los pocos festivales en que he podido encontrar una temática tan sensible e importante. Creo que los grandes podemos mejorar pero no cambiar; sin embargo, los chicos sí. Son los futuros ciudadanos de este país, y creo que hay que traerlos a escuchar poesía, queremos ciudadanos comprometidos con la poesía, con la política y, sobre todo, con cuidar la ecodiversidad.

Las privatizaciones nos están chocando en todo Latinoamérica y repercute. Está llegando acá con el tema de las universidades [protestas en la UNA de Costa Rica]. Disculpen si me pongo un poco política, pero no puedo ser una persona que pasa por alto ello en un país del que somos hermanos, esto es política ecosocial y la juventud y los niños son los que tienen que mantener y mejorar esto, porque es su futuro.

Redondo trata sobre eso. Es un libro que habla del planeta Tierra. Está dividido en cinco secciones, las capas más importantes de la Tierra. Y como el amor es iniciar como un niño a la edad que sea, es la misma forma en que el libro se desarrolló. Es una visión paralela de cómo se crea una relación, se destruye y cierras un círculo. La forma en que se destruye la relación amorosa es la misma del cómo se destruye el mundo porque ignoramos al otro. Somos egoístas, no pensamos en el futuro. Pasa lo mismo con la Tierra, entonces, tiene un lenguaje que es ecoterrestre, ecogeográfico, así que tanto como se muere la tierra apocalípticamente, vas a encontrar la muerte de la relación.

 

 

[SMB]: Ya Vanessa se adelantó un poco, pues tenía una pregunta que iba hacerle, si realmente vivíamos en el Tiempo de la tristeza, que es un tipo de cuestionamiento que podemos hacernos al ver todo lo que pasa por redes sociales y televisión. Latinoamérica está pasando por un tiempo de tristeza profunda por todas nuestras circunstancias. Y bueno para ir cerrando está parte, mencioné inicialmente a Prigogine e Einstein, pues son dos representantes esenciales de la física cuántica. Y en el libro Redondo percibo eso, saltos cuánticos entre una capa a otra, como si el planeta que somos o habitamos fuera un átomo. Denso y complejo en su centro, pero conforme vamos saliendo de él, no pierde complejidad pero si se vuelve más etéreo. Es lo que se plantea en Redondo, ir dando pasos por las diferentes capas.

Quisiera destacar una pregunta muy importante, que me marcó cuando leí el libro que dice: “¿quiénes somos nosotros en el ilusionismo de los planetas?”. Creo que esa pregunta puede cambiarle la vida a cualquiera. Pues nos confronta con nosotros mismos desde ese viaje interior y otro salto cuántico que encontramos en este tomo, es la transición de un libro a otro. Poemas de aliento medio, o sea, no tan extensos, a un libro que es un poema de largo aliento, titulado Un tercer ojo para el tiempo de la tristeza. Considero que entre ambos libros hay una atmósfera, literalmente que los conecta, pues el final de Redondo nos sublima y nos hace parte del aire que cargamos, garantizándonos un efecto invernadero para lo que nos queda asegurándonos la calidez en un abrazo gaseoso que nos habitarán los ojos como tristes cartas, y así el olor de la soledad de una muerte lenta se extiende por los residuos de nuestra memoria y nos deposita en otra dimensión: en el centro del tiempo de la tristeza.

Considero que sos una poeta que recorrés kilómetros desde el papel. En este caso, andás por las ruinas de los abandonos, por los escombros de una patria y las sombras de una religión que alimenta el fuego con el que arden ciudades enteras, como Roma, Lima, ¿Guácimo? Hago esta metáfora, porque el fuego, algo tan simbólico para nosotros, en este libro es la luz que va proyectando las imágenes sobre las paredes y nos permiten ir cavando nuevamente hacia nuestro núcleo, o sea nuestro corazón.

Vanessa, ¿nos regala una lectura final de estos libros?

[VMR]: Voy a leer un poema final para los chicos que están acá.

 

La cocodrilo

 

La cocodrilo bajo el agua,

cuenta anfibios para meditar,

seduce pirañas

que rascan su lomo

y en bocanadas, irritable, las devora.

Realmente

no pierde el tiempo.

Te espera.

 

Y otro chiquitico:

 

Efecto invernadero

 

Ser de ti tarde de oropel,

flama ansiosa muerta por el amor de los hombres

que embriaga sus dichas censuradas.

La omisión, una silvestre carnívora enredándose

en el busto

hasta desflorarlo.

Abrazo sensual y feroz hospital de mariposas,

quimera en pánico dejando el vocablo

al hilo de las detonaciones.

Tú y todas las patrullas

(la expiración del hábitat alado)

escarnecen su trinar enloquecido.

¿Quiénes somos nosotros en el ilusionismo

de los planetas?

¿El efecto invernadero de nuestro último clima?

 

La poeta Vanessa Martínez en el Festival Internacional de Poesía de Costa Rica 2019

 

[SMB]: Excelente, Vane. Nos queda un espacio pequeñito para hacer un juego. Voy ir diciéndote una palabra y vos me respondés de inmediato lo que se te viene a la mente.

[VMR]: ok.

[SMB]: ¿Un libro?

[VMR]: Los heraldos negros.

[SMB]: ¿Una autora?

[VMR]: Blanca Varela.

[SMB]: ¿Un Autor?

[VMR]: Vallejo.

[SMB]: ¿Un poema?

[VMR]: de acuerdo al ánimo (risas).

[SMB]: ¿Perú?

[VMR]: No, el mundo.

[SMB]: ¿Costa Rica?

[VMR]: Ahora sí (risas).

[SMB]: ¿Esta noche?

[VMR]: por su puesto (risas a carcajadas).

 

 

 

 

*(Lima-Perú, 1979). Poeta y cantante. Ha sido vocalista de la banda de punk-rock Tsunamikill. Es autora de los poemarios La hija del carnicero (2007), Coraza (2009), Carne (2012), Redondo (2015) y Un tercer ojo para el tiempo de la tristeza (2018), estos últimos reeditados este 2019. Una antología de su obra fue publicada en Guayaquil en el año 2012 con el nombre de Cartografías de la carne por la editoral La one hit wonder. Su poemario La hija del carnicero fue reeditado el año 2014 en Ciudad de México por la editorial La rueda cartonera. Ha sido invitada a diversos festivales de poesía y colaborado con numerosas revistas del extranjero. Es parte de la organización del Festival de poesía de Lima.

5 poemas de «Falso recuerdo» (2019), de Matías Ayala

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Por Matías Ayala*

Crédito de la foto Oleo Ed.

 

 

5 poemas de Falso recuerdo (2019),

de Matías Ayala

 

 

Valle central

 

Si la memoria fuera un abanico

en sus pliegues oscilarían imágenes

 

azarosas como roqueríos y olas

o esa masa de niebla

 

que flota río abajo en invierno

junto a cerros y sus matorrales

 

como presagio nocturno:

eso podría ser Santiago también

 

pilas de piedras en un riachuelo

a medio secar.

 

En cambio acá, la distancia deshace

la madeja de la ausencia

 

aunque tenga la certeza de un cuerpo

–un instante entre los dedos–

 

o los trazos de una evidencia

imposible de comprobar.

 

Casas caídas por el terremoto del 2010 en Talca (Chile).
Crédito : el autor

 

Billete de cincuenta pesos

 

Pudo haber sido el billete

celeste de cincuenta pesos

 

que nos regalaba el abuelo

bajo apariencia pedagógica.

 

Su compleja trama azul y verde.

Gratuidad de filigrana en sus ondas.

 

El severo rostro de Arturo Prat

mira su calvicie barbada

en un espejo ovalado al plegarse.

 

Y en su reverso, unos barcos

sobre el mar hinchan sus velas

hacia una gloria pasajera.

 

Yo los gastaba más rápido

que la inflación esa

que los hizo desaparecer.

 

 

 

Elegía (selección)

 

1

Intento, entonces, dar silueta

a las astillas de la memoria

y como un niño

que trata de armar lo que desarmó,

 

no sabré el mecanismo

sellado por el calendario y la ausencia,

cómo presionar sus ranuras,

cuál el engranaje, por dónde empezar.

 

Esta es la elegía ahora

que sobrepaso en edad

al que habría sido mi padre.

 

Brillan los recuerdos al desaparecer

como agua que retrocede

y erosiona los granos de arena

 

3

¿Existiera aún la mañana e

n que mi padre me pasó

la afeitadora eléctrica?

 

¿Un pie fuera de la sábana?

¿Ese 404 blanco o Peugout celeste?

¿Existiera el penúltimo techo

en donde ver Los ángeles

de Charlie en un televisor

 

o la carrera con una ambulancia

por la calle Manquehue, el verano

en que nos hartamos de nueces?

 

Existieran sí como imágenes residuales

que insisten en el ritmo de un teclado,

por ejemplo, una escoba al deslizase en el cemento.

 

4

Nunca pude asociar los eventos

con años o fechas precisas.

Por eso me habrá costado aprender

la tabla de multiplicar del 7

 

y la envidia

de los que retienen

el nombre de los jugadores

de un partido del 84.

 

Lo que nombramos como pretérito

permanece intacto

–se suele creer–

 

pero el presente lo moldea

con lentitud tan persistente

que lo hace imperceptible.

 

5

Supe de Rocky Balboa y Lex Luthor.

Vi Juegos de guerra y Terremoto

en el cine Santa Lucía. Sentí atracción repulsiva

hacia Monga, la mujer gorila.

 

La primera vez que crucé

la Alameda en el Centro

fascinado y nervioso por la multitud.

Entré al circo Chino, los Harlem Globetrotters.

 

Enumerar recuerdos

era leer una guía de teléfonos

sentado en el baño:

 

extensas listas, desconocidos

que han de vivir, comer, tener

parientes hasta dormirse las piernas.

 

7

Recuerdo una cocina repleta de rostros

cansados, restos de whisky, mujeres

que persistían el mecanismo

absurdo de un rosario.

 

Recuerdo la altura de una cama

de hospital en el medio de la pieza,

un cuerpo inconsciente, enterrado

en sí mismo.

 

Recuerdo que había toque de queda

encerrados por una noche en esa casa,

se fumaba bajo un nogal enflaquecido.

 

El niño que era se había quedado

dormido. Él aún no estaba muerto

pero yo ya era otro.

 

9

En las fotografías

mi padre es más joven que yo

 

aunque aún

se ve más viejo.

 

En algunos años

sin embargo

 

tendrá la apariencia

del hijo que nunca tuve.

 

Esta paradoja se deshace

con los aniversarios.

La frase anterior me lo termina

de confirmar

 

 

A dos años del terremoto

 

Pasó lo de compartir testimonio

como moneda de asombro y horror.

Vidrios, huesos y escombros

fueron arreglados o escondidos.

 

Quedan grietas en el estuco

y anchos muros de adobe

arruinados en la maleza:

tierra seca en suelo.

 

Y en la única pared restante

brilla un grafiti de colores saturados

cuyo diseño que marca el segundero

desafía el espacio al borde de la ley.

 

Casas caídas por el terremoto del 2010 en Talca (Chile).
Crédito : el autor

 

Grafiti sobre adobe derruido

 

Hay algo singular en esta mezcla

de tiempo y destrucción en Talca

como una parodia del pacto social

ya que todos ganan esta vez.

 

La única muralla en pie de esta casa

será rematada con una máquina

antes de levantar el próximo edificio,

¿para qué pintarla, entonces,

si es sólo escombro aún en pie?

 

De esta forma, la juventud ensaya

la nueva estética con el beneplácito

ciudadano: si el adobe no aguantó

el terremoto del 2010, qué lástima.

Hay que atrincherarse para el futuro.

 

 

 

 

 

*(Chile, 1973). Escritor, crítico e investigador. Filosofía y Ph.D. en Romance Studies por Cornell University (EE. UU.). Ha publicado en poesía “Escafandra” (1998) y “Año dos mil (2006); como editor “Una nota estridente de Enrique Lihn” (2005) y en ensayo “Lugar incómodo. Poesía y sociedad en Parra, Lihn y Martínez” (2010) y “La poesía de Óscar Hahn. Anacronía, fantasmas, visualidad” (2018).

Sobre «Comunicaciones marcianas. Revista Amauta a 90 años de la vanguardia» (2019)

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Por Carla Vanessa*

Crédito de la foto Ed. Lancom

 

 

Sobre Comunicaciones marcianas.

Revista Amauta a 90 años de la vanguardia peruana (2019),

de Roger Santiváñez y Mario Pera

 

 

La vanguardia, como fenómeno cultural fue un periodo muy rico y esencial para la poesía peruana, no solo por razones históricas y cronológicas (el cambio de siglo, el advenimiento fulgurante de la modernidad y los avances tecnológicos), sino porque se constituyó como un sólido puente por el que pasaron y se forjaron tanto autores que son fundamentales en el canon literario actual (mencionemos solo un nombre y un título a modo de ejemplo para sintetizar esta parte: César Vallejo y Trilce); así como otros escritores que con sus inquietudes estéticas y personales buscaron una nueva identidad, una actitud poética nueva que abriría el camino a lo que luego dimos en llamar modernidad.

Y esto lo entendieron bien los poetas Roger Santiváñez y Mario Pera, quienes entre sendas conversaciones en línea ―tal y como lo cuentan en el prefacio a este volumen editado por Lancom― le dieron vuelta a esta idea providencial de escribir a cuatro manos un libro que revalorizara la vanguardia peruana y que tuviera poemas, seleccionados por ellos, que reflejaran el espíritu libertario propio de ese periodo y que hubiesen formado parte de la legendaria revista Amauta, publicación fundamental en esta parte de la historia.

Aparecida en Lima en 1926 y con una duración de cuatro años, la revista Amauta tuvo varios aspectos que la hicieron brillar por sobre otras publicaciones que navegaban dentro de un corpus tan lleno de estremecimientos sociales y estéticos. Primero, porque se propuso ser el vehículo por el que iba a transitar ese movimiento de cambio, lo cual implicaba ampliar su radio de alcance y receptividad. Así fue como propició una arrolladora descentralización literaria que enriqueció la poesía peruana al poner en vitrina trabajos creativos de autores antes mirados con desdén provincialista, pero cuya originalidad y talento eran también reveladores, y rebeldes (otras publicaciones como Flechas o Colónida ya habían iniciado esta tarea, pero es la revista Amauta quien la consolida). Asimismo, la incorporación, en sus sucesivos números, de producciones de autores de América y Europa trajeron nuevas posibilidades estéticas, nuevas ideas para la teorización y creación de otras formas del lenguaje. En suma, la modernización a través de lo estético que era el ideario de José Carlos Mariátegui al fundar su publicación.

 

Presentación del libro en la Feria Internacional del Libro de Lima-Perú (2019).
(De izq. a der. Mario Pera, Roger Santiváñez y José Agustín Haya de la Torre).

 

Y todo lo que este megaproyecto implicó lo podemos conocer, de manera detallada, a través de las dos introducciones que ambos compiladores de este libro nos presentan; un introito necesario para conocer sus entretelones, en los que, demás está decir, se halla inserta su propia óptica, fundamentada, como lo exige todo buen trabajo académico, con citas y testimonios de quienes se han acercado a estudiar la poesía de vanguardia con mucho acierto, pero acaso no con la sorprendente minuciosidad, casi detectivesca, diríamos, con que Santiváñez y Pera han realizado este trabajo.

De ambos prólogos, o mejor dicho, de ambos estudios críticos destacamos el repaso sobre la poética del indigenismo y su papel directo como precursor de una conciencia social más inclusiva que devendría en las luchas civiles y por la reivindicación de los pueblos originarios, por un lado; y sobre su importancia, por otro, como caldo de cultivo para el surgimiento de brillantes frutos en la poesía y narrativa ulteriores, como son los casos de José María Arguedas o Ciro Alegría, para citar dos ejemplos.

Y esa conciencia social es, precisamente, la que pone sobre la palestra una tercera consecuencia para la poesía ulterior y que tanto debate ha generado: el surgimiento de la llamada poesía pura y poesía social en los años 50, partición un poco simplista por parte de la crítica de ese entonces, pero que en realidad transluce la inquietud formal y la reformulación de los conceptos del sujeto lírico y del mundo de la ficción que se construye en el poema, y su relación con esos variados acontecimientos de la historia social, aspectos que no se explican de otro modo sino por la herencia dejada por el vanguardismo peruano de los años 20. Periodo que permitió desarrollar una poética colectiva en cuanto al modelo rupturista de los cánones de las formas clásicas y que expuso para el mundo obras verdaderamente monumentales, como los 5 metros de poemas de Oquendo de Amat, o el ya mencionado Trilce, de César Vallejo, una obra inclasificable, pero cuya concepción se explica mucho a través de su relación con esta corriente literaria sin manifiesto, como señala Mario Pera, pero que termina siendo, como nos dice luego Roger Santiváñez en las primeras líneas de su correspondiente análisis crítico “la más alta cumbre de la vanguardia latinoamericana” (página 71), si no es que universal, añadimos nosotros.

 

 

Otro aspecto que se destaca en las dos introducciones de este libro, es el modo en que los nuevos acontecimientos y los nuevos inventos aportan en vocabulario, sintaxis y espíritu a las expresiones poéticas de estos autores. Ambos compiladores resaltan, por ejemplo, la mirada de soslayo que le dio Vallejo a ese “entusiasmo por la máquina”, que nuestro poeta universal cree es un rasgo de superficialidad e inocencia en la poesía peruana, pues no explora su trasfondo. No se trataba solo de incrementar con entusiasmo el diccionario lírico (el “franco abrazo a lo nuevo”, al que hacía referencia Mirko Lauer en su buen libro de ensayos Musa mecánica) ni remedar el optimismo por el aparentemente luminoso porvenir para la humanidad a partir de los inventos, sino de interiorizarlo, desmenuzarlo, cuestionarlo, manteniendo esa inconformidad perenne ―que fue uno de los grandes legados de este movimiento― y perpetuando ese rasgo del vidente, que es una de las heredades indestructibles que dejó el más brillante precursor de la poesía moderna en el orbe: Arthur Rimbaud.

Así pues, tras esta primera y necesaria parte liminar sobre la vanguardia, pasamos a la selección de los poemas que vieron la luz en los 32 números del Amauta. Sus compiladores nos la presentan subdividida en cinco segmentos: 1.- la vanguardia estelar, o sea de las luminarias de la poesía de ese tiempo y el presente (por ejemplo, Vallejo o Martín Adán), 2.- indigenista, (y que a la vez se subdivide en indigenismo reivindicativo-político y poético, más el nativista o de paisaje), 3. la que provino de la revista de nombre cambiante: Trampolín-Hangar-Rascacielos-Timonel, considerada por ambos autores como precursora de la poesía de vanguardia en el Perú, más otras poéticas de vanguardia 4.- vanguardia politizada y 5.- poemas en prosa.

Los poemas seleccionados (de los que ya hemos probado ―a modo de deliciosos bocadillos de entrada― unos extractos que Santivañez transcribe en su prólogo) han sido elegidos con sabiduría. Así, nos adentramos en su lectura, por ejemplo, en los del grupo de los consagrados y re-descubrimos otros trabajos líricos igual de fundamentales que los ya conocidos, como el poema “Romance del verano inculto” de Martín Adán, uno de sus trabajos iniciales pero que ya acusaban al genio absoluto del autor de Travesía de extramares, diestro a tan corta edad en el dominio de las formas clásicas, pero a la vez revolucionario en su ironía y uso de un amplísimo vocabulario.

 

Presentación del libro en la Feria INternacional del Libro de Lima-Perú (2019).
(De izq. a der. Eliana Fry, Mario Pera y Roger Santiváñez).

 

En otros casos nos encontraremos ante poetas que han permanecido en injusto olvido, como es el caso de los hermanos Bolaños, Enrique Bustamante y Ballivián o, para quien esto escribe, uno de los más felices descubrimientos, la hermosa y bucólica prosa poética de Blanca del Prado, de quien quisiéramos citar este extracto:Yo broto del latido de tus venas y del canto de tus pensamientos y así soy mujer que acuna y mujer que goza; pasando por intelectuales conocidos en su región, pero a la vez ―y reprochablemente― no tanto en el ámbito nacional, como Néstor Martos padre de renombrado poeta de la generación del 60, Marco Martos, del que podemos leer unos hermosos poemas en prosa inspirados en el mar: “A veces las olas parecen panza, a veces parecen lenguas, pero cuando hay varias, encrespadas y rumorosas, una tras otra parecen ropa blanca puesta a secar en cordeles infinitos”.

Otro de los aspectos que notamos en la lectura de los poemas es el uso de esa ortografía rebelde, tan propia del vanguardismo, que predecesores e inspiradores de este movimiento como Manuel González Prada emplearon y que hicieron suya Magda Portal, José Varallanos o Alejandro Peralta y que se expresaba, por ejemplo, en el uso de la i latina por la y griega como conjunción copulativa, o la j por la g en palabras que usaban esas consonantes.

También, la incorporación del espacio en blanco como protagonista a la par que la tipografía y el empleo de fórmulas retóricas como el animismo o la antropomorfización de la materia inanimada, que el poeta Santiváñez desgrana con precisión al examinar la poesía de varios de los autores seleccionados para este libro y del que damos cuenta en esta nota, a modo de añadidura, citando estos otros versos de notable calidad y factura: “El río empuja la mañana/ sobre cristal de verde roca/ su piel morena de avellana” (Ricardo Peña Barrenechea).

 

 

Como conclusión diremos que esta publicación en homenaje al Amauta y la poesía de vanguardia, es un muy nutrido viaje en el tiempo hacia esta época revolucionaria de cambios vertiginosos y constantes que fue fundamental en la literatura peruana. Muchos autores han catalogado al vanguardismo en el Perú como una época transitoria más que como un movimiento y en gran medida en esta línea se mantienen Pera y Santiváñez; sin embargo, ellos mismos nos hacen ver que eso no desluce este periodo, sino todo lo contrario: este puente entre la literatura anterior y la modernidad fue necesario y esencial para la poesía y para la consolidación de muchos escritores. Y dicho gran momento ocurrió entre las páginas de la revista Amauta que, en 2016, año en que se gestó esta marciana selección de poemas (y empleamos este adjetivo del libro, más por lo estelar que por lo extraño), cumplió 90 años. Por todas estas razones es que recomendamos la lectura impostergable de este trabajo si es que realmente amamos la poesía, como bien comprobamos lo hacen sus dos compiladores.

 

 

 

 

 

*(Lima-Perú, 1975). Poeta y crítica literaria. Literata y egresada de la maestría en Escritura Creativa por la Universidad Nacional Mayor de San Marcos (Perú). Ha publicado en poesía Sueños de Carla (edición virtual, 2002).

Punto y coma: nueva antología de la poesía de Ernst Jandl

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Por José Aníbal Campos

Crédito de la foto www.swr.de

 

Punto y coma:

nueva antología de la poesía de Ernst Jandl

 

 

A pesar de la frecuencia con la que se emplea la expresión “acontecimiento editorial” en los medios culturales españoles (tanto en la cada vez más errática prensa cultural oficial como en blogs, foros de libreros y lectores o zalameros perfiles de Facebook), son raras las veces en las que tenemos la dicha de asistir a uno verdadero.

La publicación de esta selección de poemas del austriaco Ernst Jandl (Viena, 1925-2000) es una de esas ocasiones. Con el delicioso subtitulo de Si no puede hacer nada por su cabeza, al menos arréglese la gorra (versión libre, pero inmejorable, del epígrafe que encabezaba un poemario de Jandl en 1978, die bearbeitung der mütze, y que en original dice: “kann der kopf nicht weiter bearbeitet / werden, dann immer noch die mütze”), esta muestra de 68 poemas trae a España, por fin, una selección algo más amplia de la obra de un poeta imprescindible del siglo XX, en una continuación de la labor iniciada en la península ibérica por el espléndido Felipe Bosso con sus 21 poetas alemanes (Visor, 1980). De la mano de Sandra Santana (Madrid, 1978), que figura como compiladora y traductora —y quien, a juzgar por sus más bien esporádicas, pero certeras ediciones dedicadas a aspectos poco tratados o conocidos del pensamiento y la literatura de los países germanohablantes, está llamada a convertirse en una de las divulgadoras más inteligentes y profesionales de esas culturas en España, mullido diván de tanto diletante gozoso—, asistimos aquí al genuino segundo natalicio —algo tardío, pero en ningún caso inoportuno— de Jandl para las letras españolas. ¿Por qué el segundo? Porque en algo se equivoca la editorial Arrebato Libros en su nota de contracubierta y en algunos de los postings promocionales de esta excelente antología cuando dice que es “la primera vez” que una amplia muestra de la producción de Jandl aparece en castellano. Ya en el año 2007, un poeta y traductor cubano, Francisco Díaz Solar (a quien, dicho sea de paso, Sandra Santana hace referencia en su prólogo, en un elegante gesto que mucho la honra y que no suele ser demasiado obvio ni habitual en el entorno de alborozado y pelusero cainismo en el que desarrolla su labor, donde campan por sus fueros, impunes, los plagiadores de bufandas estilosas), dio a conocer en la colección Torre de Letras (proyecto editorial alentado por la poeta cubana Reina María Rodríguez) una muestra algo más amplia que esta (89 poemas) titulada igualmente a partir de un verso de Jandl: Para hacer un poema. Antes de esa fecha, en 1998, Díaz (a quien, por cierto, la televisión austriaca le dedicó un magnífico documental sobre su relación con la obra del poeta vienés) había pulicado ya una selección de poemas de Jandl en el número especial que la revista cubana Unión dedicó a las letras austriacas contemporáneas, y en el año 2001 apareció en la también cubana revista Diáspora(s) la excelente serie de desacralizadores poemas que Jandl dedicó a Rilke.

 

 

Máquina que inventó Rousselot para grabar el lenguaje.

 

La antología de Sandra Santana, sin embargo, viene a ser un espléndido complemento de aquellas otras selecciones que, por fatalidad geográfica y política, han contado con muchas menos oportunidades de circular por los canales internacionales de distribución de libros. Aunque son varios los poemas que se repiten en ambas antologías, la muestra de Arrebato Libros incluye varios ejemplos de poesía concreta (vertiente importante en la producción del austriaco, pero a la que Francisco Díaz renunció de manera consciente en su selección, con el propósito de dar mayor espacio a poemas representativos de lo que, a mi juicio, constituye la esencia y la radical originalidad de Ernst Jandl en el poliédrico panorama de la poesía experimental). Como dice Díaz Solar en su ensayo preliminar: “La asombrosa variedad de este poeta no se basa en la abundancia o sutileza de matices, sino en radicales tensiones entre polos opuestos. Humor y gravedad, percepción de lo individual y lo social, rotura libertaria de la lógica y experiencia paralizante de la depresión, mediados por una visión de lo feo y lo grotesco y por técnicas de destrucción, recombinación y movimiento de los materiales del lenguaje hacia la esfera de lo agramatical, hacia la exploración de unidades lingüísticas mínimas como portadoras de la carga poética y hacia lo que [el propio poeta] llamó lengua reducida” (En: Para hacer un poema, “Introducción”, La Habana 2007, pág. 6. El subrayado es mío).

Sandra Santana, por su parte, ha querido destacar en su selección ese otro aspecto igual de relevante en la obra de Jandl: la variedad y, a la vez, su humilde minimalismo. Su prólogo se inicia con una cita del austriaco en la que, de manera lapidaria, se nos advierte: “Mi escritorio está servido para todos”. Y la propia traductora comenta: “Ampliar los márgenes de la poesía de modo que hubiera, como en un banquete abundante, suficiente para alimentar a quienes se acercan con hambre. La escritura de Ernst Jandl es el registro de un esfuerzo continuo para convertir en literatura cualquier cosa que se tenga a mano: ir a la compra, respirar, abrir la puerta de casa, esperar turno en la consulta del médico o salir a pasear al perro” (págs. 9-10). Y más adelante, con sensibilidad verdaderamente conmovedora, añade: “[Jandl] [q]uiso abrir la lengua de la poesía al niño, al extranjero, al idiota que todos llevamos dentro para, con lo más simple (el trazo de un lápiz, unas pocas hojas con letra impresa), entregarnos la máxima recompensa: el rastro de otro que, como nosotros, también sufre porque la vida a veces es una carga pesada que dan ganas de abandonar. Y porque a veces revolotea tan ligera que, sabiendo que se desvanecerá irremediablemente, uno querría que durara para siempre” (pág. 10).

Y es que con Jandl estamos ante un fenómeno casi único no solo en las letras alemanas: un poeta experimental y vanguardista; un poeta, además, con una obra combativa y de alto contenido social que, sin haber tenido nunca una página de Facebook, llevando más bien una vida pública modesta y discreta como profesor de inglés en un instituto, alcanzó una popularidad enorme no solamente por sus performáticas lecturas y su esporádica colaboración con jazzistas, sino gracias también a esa combinación singular de sencillez y hondura, con poemas que son el resultado inmediato de una profunda reflexión sobre la materialidad del lenguaje, expuesta del modo más leve; una reflexión que, sin estridencias ni poses de “vanguardia”, sin fatuas apelaciones a manidos recovecos del alma ni suspirantes evocaciones de la luz, alude con un gran sentido del humor a las tragedias elementales del hombre. (Valga decir que la oportunidad de la aparición de un poemario como este en España reside también en la lección poética implícita para tanto epigonalismo aturdido y autosatisfecho, en su objeción tácita a un despilfarro de impostados cantos a la luz que, de poder acumularse todos y transformarse en electricidad, podrían abastecer con megavatios de energía limpia a varias ciudades de tamaño medio.)

 

 

Un ejemplo de esa honda sencillez lo encontramos en un poema que se repite en ambas antologías, “1944-1945”, el cual emplea la violencia fonética contenida en la sonoridad de la palabra “guerra” (krieg), que, repetida doces veces (como los meses del primer año evocado en el título del poema), se ve interrumpida por la esperanzadora exhalación física a la que obliga la pronunciación de la suave voz “mayo” (mai) a la altura del quinto verso de la columna siguiente. Otro de los grandes poemas fonéticos de Jandl, “trnchnbrmm” (en alemán: schtzngrmm)este sí solo recogido en la antología cubana— fue compuesto con el material consonántico de las palabras “trinchera” y “bomba” y, al decir de Francisco Díaz, “recrea la atmósfera sonora que envuelve a un soldado atrincherado, en un texto antibelicista donde evoca con singular humor las imitaciones en juegos infantiles de las armas de fuego para culminar con una metáfora fónica de la muerte” (Op. cit., pág. 7).

Si menciono expresamente esos poemas es porque ambos son el ejemplo más radical, si se quiere, de un aspecto tenido en cuenta por los dos compiladores y muy bien señalado por Sandra Santana en su prólogo: “Pocos se han dedicado tan disciplinadamente como él a reinventar la lengua alemana. […] En el caso de Jandl, esto supone, sin embargo, no encumbrar la lengua, sino, en cierto modo, rebajarla, haciéndole evidenciar así lo más profundo y básico de su belleza” (pág. 14).

Cabe destacar de esta antología la encomiable labor de traducción de Sandra Santana ante un corpus de poemas que, en algunos casos, rozan lo intraducible. Basta leer el resultado de una pieza tan compleja como “viena: plaza de los héroes” (pág. 55) —poema en el que Jandl emplea múltiples neologismos creados a partir de la fusión de palabras de diversos ámbitos, con el fin de recrear la atmósfera de histeria colectiva reinante aquel 15 de marzo de 1938, cuando Hitler, desde el balcón del Palacio Imperial vienés, anunció la anexión de Austria al Reich alemán— para saber que estamos ante una traductora muy sagaz que no se arredra ante los riesgos.

 

Dibujo del poeta incluido en el libro.

 

La edición de Arrebato Libros es, por lo demás, exquisita. Lleva en portada, sobre fondo amarillo, la célebre foto tomada a Jandl por George Oliver el 6 de mayo de 1978, durante su lectura en el festival “Internacional Sound Poetry” de Glasgow, y, a modo de bonus track, nos regala en portadilla un transparente con un dibujo realizado por el propio Jandl en 1974, tomado de su poemario der versteckte hirte, de 1975.

coma – punto, así titula Klaus Siblewski (durante muchos años el editor de la obra de Ernst Jandl en Luchterhand) la fabulosa biografía fotográfica del poeta, aparecida en el 2000, año de la muerte de Jandl. Como un punto y coma en el aún inacabado párrafo de la divulgación de Ernst Jandl en castellano deberíamos acoger esta nueva muestra de su obra en nuestra lengua. Cabe esperar que la siguiente frase en ese párrafo quede en manos otra vez de colegas tan competentes como Francisco Díaz o Sandra Santana. Ellos intuyen la existencia de unos cuantos lectores que, sin hacer alharacas de amistad, se lo agradecemos. Y se lo agradecemos a sabiendas.

 

Düsseldorf, octubre de 2019

El agua porta una pena. Sobre «Oscuros ríos» (2018), de Juan Carlos Villavicencio

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El presente texto fue leído por su autora en la presentación del poemario Oscuros Ríos organizada por Vallejo & Co. y Descontexto Ediciones en el Centro Cultural de la Pontificia Universidad Católica del Perú, en Lima el 26 de septiembre de 2019.

 

 

Por Marcela Rivera Hutinel*

Crédito de la foto Descontexto Ed.

 

 

El agua porta una pena.

Notas de presentación a Oscuros ríos (2018),

de Juan Carlos Villavicencio**

 

 

“El ser humano tiene el destino del agua que corre (…)

El ser consagrado al agua es un ser en el vértigo”

(Gaston Bachelard)[1]

 

“Escribir es escuchar la voz perdida”

(Pascal Quignard)[2]

 

 

Se dice que Demócrito reía todo el tiempo y que, por el contrario, Heráclito lloraba. Así los retrata Rubens: uno frente al otro, distinguiendo por sus gestos y sus vestiduras al filósofo que ríe y al filósofo que llora. En el cuadro de 1603[3], el atuendo del primero es de un rojo brillante, la luz acentúa la jovialidad de su rostro, y sus manos vigorosas se balancean ligeras animando la conversación. Heráclito, en cambio, viste de oscuro, un manto de tintes luctuosos cubre su cabeza, sus manos entrecruzadas parecen amasar la desolación. La pesadez de sus ojos, los inclementes pliegues de su rostro, todo en él nos ofrece la imagen misma del desconsuelo. Intuimos en su cuerpo “pasos envejecidos”, advertimos una “cabeza desgastándose”, como aquella que asoma en los versos de “Sagrada Emilia”, el poema de Gertrude Stein del que Oscuros ríos extrae la espina de la rosa que dispone como exergo. “Una rosa es una rosa es una rosa…”.[4] Podría pensarse que la melancolía de Heráclito se hermana con este deshojarse de la rosa, con lo que en ella se marchita en el tiempo de su invocación. En la repetición de la rosa de Stein, en lo que ella tensa en el lenguaje, se escucha como el ser se desvanece, se atisba como la esencia se niega. Esa rosa, la que se nombra, se nos escapa. Todas las cosas pasan, afirma desde su vera el solitario de Efeso, en una lengua con resonancias oraculares en la que se enrevesa la relación entre pensamiento y poema.  “Nos embarcamos y no nos embarcamos en los mismos ríos, somos y no somos”, afirma uno de sus más bellos fragmentos fluviales.[5] Quizás, las lágrimas de Heráclito espejean una pena que él mismo vislumbra en el agua, como la nota también Bachelard, refiriéndose a los seres cuya existencia se trama a este elemento transitorio: “El agua corre siempre, el agua cae siempre, siempre concluye en su muerte horizontal (…) La pena del agua es infinita”.[6] El agua ―como advierte una imagen justa del poema XXXIV de Oscuros Ríos― porta “la nostalgia de las piedras que no fueron lanzadas por los niños hacia el mar”.

 

El poeta Juan Carlos Villavicencio.
Lima-Perú, 2019.

 

Panta rei: nada permanece, no hay detención para este flujo. El cosmos es fuego, la realidad es un río, lo que parece más estable está tejido de discordia y fugacidad en su interior. ¿Cómo dar a oír las palpitaciones de la vida, cada una de los síncopes que constituyen la forma intrínseca de la materia? ¿Cómo decir, no el ser, sino su tránsito? ¿Cómo “escuchar la voz perdida” (Quignard)? Acometer, como lo hace Heráclito, una investigación acerca de la naturaleza de las cosas atendiendo al movimiento como principio resulta, en su caso, inseparable de la tarea de ensayar una poética que acompase su lenguaje con el ritmo oscilante de sus formas. En cada una de sus frases, el flujo de la palabra parece liberarse de las constricciones identitarias de la gramática (“El dios [es] día noche, invierno verano, guerra paz, saciedad hambre”, dice el fragmento 67)[7]; en sus manos, el lenguaje se vuelve soplo, rayo o desligadura, aventurando formas que puedan componerse con el principio mismo de ese movimiento. Buscar “una física que sea una poética, una poética que sea una física”[8], “hacer que se respondan, en la escritura, la oscuridad del lenguaje y la claridad de las cosas”[9]: en este arco tensado entre escritura y pensamiento se traza la figura de aquel que fue llamado, acaso erradamente, el Oscuro. “Difícilmente ―dice Nietzsche sobre Heráclito, poniendo en entredicho esa opacidad― ha escrito nunca alguien con semejante luminosidad y lucidez”.[10] El problema es otro. La voluntad de aclarar, de establecer ideas de forma clara y distinta, no puede domesticar a aquel que piensa en la intemperie. Traducir a Heráclito como filósofo, entenderlo únicamente desde la economía de las razones, sería traicionarlo, sofocar la potencia poética que hace respirar a las fuerzas disyuntivas que vertebran su inédita comprensión del mundo. Entonces, ante el desafío de leerlo, soportando los efectos más o menos violentos, desestructurantes, que su escritura fragmentaria ejerce sobre nosotros, tal vez no sea el filósofo, sino el poeta, el que tiene más chance, el que mejor se dispone a la escucha. Si “al poeta ―como dice Machado― no le es dado pensar fuera del tiempo”[11], quizás sea este el que mejor puede mostrarnos lo que, desde la infancia del mundo, hace ese tiempo-niño que Heráclito retrata jugando con los dados. Todo cambia a partir de Heráclito, porque todo comienza con él, “desde tan antes” nos llega. “Desde tan antes”, dice Carlos Cociña, en una expresión certera que desliza en su prólogo a Oscuros Ríos, para indicarnos con ella que la vida que juega en el tablero ha hecho posible este “nuevo antes” que germina en este libro de Villavicencio. Otras aguas, hermanas de otras aguas, vuelven a nacer. A veinticinco siglos de distancia, Villavicencio abraza a Heráclito y sus lágrimas, hermanándose con él en la contemplación de los combates y dolores que el tiempo ha ido arremolinando en el curso de los afluentes.

 

 

Es así como el poeta de Oscuros ríos retoma las imágenes heracliteanas de esta contienda en la que se fragua la frágil materia del mundo, haciendo venir hasta nosotros resonancias no atendidas respirando en esos textos resquebrajados. Leemos en el canto XXX de estos Oscuros Ríos: “Es el cosmos todo aquello/ que sin calma nace siempre / i siempre muere, /que también ha sido / es / i será / un castigo fiero, una delicia inabarcable sin final”. Acaso debemos a Oscuros ríos, a sus cantos entrelazados a la memoria de Heráclito, la posibilidad de volver a escuchar esta inquietud, una que parece ya inaudible para la estirpe de seres sordos y enceguecidos que, como temía el filósofo-poeta, caminan adormecidos, “presentes-ausentes”, “incapaces de comprender” la ofrenda, la trama de ardor y circulación, que el torrente de la vida les tiende ante sus ojos embotados. “Es culpa de su miopía, no de la naturaleza de las cosas, si usted cree ver tierra en algún lugar del océano del venir-a-ser y dejar-de-ser”.[12] Así exclamaba Heráclito, dice Nietzsche, rescatando su voz. Lo hace en un pasaje de La filosofía en la época trágica de los griegos que traduce, en su lengua y en su tiempo, el pensamiento-río cuyo impulso fue también el suyo, experimentando un compromiso sin fisuras por Heráclito y su “crítica celebración de lo vivo”. El fuego de la vida arde, se consume y se dispersa en estos fragmentos oscuros cuya “lucidez y luminosidad” la historia nos ha devuelto a retazos. Lo hace también, de manera enteramente nueva, en Oscuros Ríos. El texto poético que Villavicencio nos tiende no es otro que el texto de la vida, expandido, trabajado por el ritmo de los elementos, erosionado, fragmentario en algunos lugares, dejando aparecer signos más antiguos para espejear un dolor que ha ido enturbiando las aguas donde antaño los hombres de ayer podían reflejarse. “Los hombres no han advertido/ sus ojos atados a mástiles sin canto”, “Han olvidado adónde las naves/ i hasta dónde el viento arrastra”, dicen los versos de sus primeros cantos.

 

¿A dónde nos llevan estos ríos oscuros? “Si uno no espera lo inesperado nunca lo encontrará, pues es imposible de encontrar e impenetrable”, dice Heráclito en el fragmento 18.[13] Oscuros ríos abre, sin duda, ese pasaje a lo inesperado, refrendando lo que decía Borges del que fue también uno de sus escritores amados: “También el texto es el cambiante río de Heráclito”.[14] No se lee dos veces el mismo libro, no somos los mismos tras sumergirnos en él. Flujo en el flujo, soplo en el soplo, Oscuros ríos se entrega a la tarea de insuflar más intensamente sobre las «brasas del ser» que Heráclito veía encarnecerse en cada uno de los seres. Leemos en el canto XLIXa: “Oscuros ríos del cosmos, la palabra, del respiro. Panta rei, un oscuro río que no termina de nacer ni de sangrar, que no deja de doler ni de morir”. Sangre, sudor, vino, esas mixturas de fuego y agua, son los elementos que constituyen su propio cauce, la cantera donde se fragua la frágil esperanza de que advengan aguas más claras, fuegos más vivos. Queda aún para el poeta la fe, que atraviesa su libro como un sutil arroyo. “La fe ―dice el canto XIV― en los que deambulan las noches i el sudor, /en los que respiran los bosques / i en los que ven el grito del cosmos en cada hoja”. Estos seres de la intemperie pueden no tener nada: “carecer del oro i de la tierra”. Pero estos, como se desliza en el poema XXIII, “ajenos a la soledad i al mar del frío”, viven “siendo justos”, porque “han visto las cartas de retorno a las cenizas”. Solamente los justos son capaces de ver el fuego en el agua, “la sangre de nuestra propia oscuridad” (VII). Gracias a Oscuros Ríos aquel incesante fuego antiguo atraviesa ahora, como un “nuevo antes”, nuestras quebradas tierras.

 

 

——————————————-

[1] Bachelard, Gastón (2003). El agua y los sueños: ensayo sobre la imaginación de la materia. México: Fondo de Cultura Económica, p.15.

[2] Quignard, Pascal (1993). Le nom sur le bout de la langue. Paris: Gallimard, p. 94.

[3] El cuadro de Rubens, titulado “Demócrito y Heráclito”, se encuentra en el Museo Nacional de Escultura de Valladolid, España.

[4]Cito los versos de Stein en la traducción de  Benito del Pliego
y Andrés Fisher, publicada por Vallejo & Co. el 13 de febrero de 2014.  Disponible en <http://www.vallejoandcompany.com/sacred-emily-poema-de-gertrude-stein/>

[5] Cito la traducción de Enrique Hülsz de los fragmentos de El discurso sobre la naturaleza de Heráclito, incluida en su tesis doctoral Lógos: Heráclito y los orígenes de la filosofía. Universidad Nacional Autónoma de México (2001). El fragmento citado se encuentra en la p.329.

[6] Bachelard, Gastón (2003). El agua y los sueños: ensayo sobre la imaginación de la materia, p.15.

[7] Heráclito en Hülsz (2001), op.cit., p.343.

[8] Proust, Bernard (2000). “Traduire Heráclite”. En Traduire les philosophes. Paris: Éditions de la Sorbonne. Disponible en <http://books.openedition.org/psorbonne/16067>

[9] Blanchot, Maurice (1993). “Heráclito”. En El diálogo inconcluso. Caracas: Monte Ávila, 151.

[10] Nietzsche, Friedrich (2006). Philosophy in the Tragic Age of the Greeks (en The Nietzsche Reader). Malden (MA): Blackwell Publishing, p. 112.

[11] Machado, Antonio (1999). Antología comentada. II. Prosa. Madrid: Ediciones de la Torre, p.109.

[12] Nietzsche, Friedrich (2006). Philosophy in the Tragic Age of the Greeks, op. cit., p. 107.

[13] Heráclito en Hülsz (2001), op.cit., p.309. Versión ligeramente modificada.

[14] Borges, Jorge Luis. Obras completas 3. Barcelona: Emecé, p.254.

 

 

 

 

 

*(Chile). Licenciada en Psicología y Filosofía, y doctora en Filosofía con mención en Estética y Teoría del arte. Profesora asociada del Departamento de Filosofía de la UMCE. Editora, junto a Pablo Oyarzun, de Escepticismo, literatura y visualidad (2016). En la actualidad, prepara el libro Figuras anómalas de la lectura, publicado por Ed. Macul.

 

 

 

**(Puerto Montt-Chile, 1976). Licenciado en Lengua y Literatura Hispánica y Magíster(c) en Literatura General, por la Universidad de Chile. Poeta, traductor y editor de Descontexto Editores. Figura en antologías y revistas en Chile, España, Italia, EE.UU., México, Perú, Argentina y Grecia. Editor de la antología crítica «Nostalgia de la Tierra» (2013) y de la antología «Libro de homenajes» (2015), ambas de Jorge Teillier. Editor, junto a Carlos Almonte, de las antologías «El viajero de las lluvias» (2015), de Rolando Cárdenas; de «Una casa junto al río» (2016), de Clemente Riedemann; de «Del arco iris y el relámpago» (2016), de Víctor Rodríguez Núñez; de «Poesía cero» (2017), de Carlos Cociña; y de «La línea recta» (2019), de Teófilo Cid. Traductor de «Grodek» (2014), antología de Georg Trakl; de «The waste land» (2017), de T. S. Eliot; de «El guardador de rebaños» (2018), de Fernando Pessoa/Alberto Caeiro; de «La arquitectura de la luz», de Antoni Clapés; y de «Llegarán suaves lluvias» (2018), antología de Sara Teasdale. Ha publicado en poesía «The Hours» (2012), «Breaking Glass» (con Carlos Almonte, 2013) y «Oscuros ríos» (2018).

9 poemas de «Desconhecer» (‘Desconocer’, 2015), de Ricardo Lima

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Por Ricardo Lima*

Traducción por Silvana Serrani

Curador de la muestra Fabrício Marques

Crédito de la foto (izq.) Ed. Ateliê /

(der.) Maurício Froldi

 

 

9 poemas de Desconhecer (‘Desconocer’, 2015),

de Ricardo Lima

 

 

NACÍ PARA cultivar

mundo

que no veré

 

nieto de mi hijo

pueblito asiático

sombra de algunas semillas

 

nací para alimentar una ladera

con bosque.

 

 

 

EN LA ESCUELA

infamia era cantar displicente

en el país del futuro

el himno sin euforia

 

en la infancia hice de cuenta

 

no hice cuentas

de memoria.

 

 

 

CIUDAD

de espaldas

cada vez más lejana

 

perdiendo sentido

 

muda

vigorosa

la planta se impone

y mira

lirio o iris

lámparas de cantero

 

árboles se aproximaron

fui dejando

 

dominaron.

 

El poeta Ricardo Lima.

 

RECONOZCO NO saber

donde anda el futuro

 

dedico días enteros

a las alas crudas del hijo que aprende a nadar

 

planto

riego

retiro hierbas dañinas

 

la mañana trae pájaro

que se revienta en el vidrio

 

la acacia

reflejada en esquirlas

retumbante amarillo.

 

 

 

VIVIR ES navegar

navegar en este hilo

caldo de eventos

con la fiebre de los días de mucho sol

 

temprano

una pizca de indiferencia

la noche

iluminar con vela

 

vivir es estirar este río

encadenado

en el azul del luto.

 

 

 

CUANDO UN AMIGO se va

 

el silencio que amplía la sala

la sirena que traga a los enfermos

el dolor que interrumpe la creencia

todo seca en un jarro

 

ojos desertan

en cuentos incompletos

 

sobre el paso que vacila

un árbol frondoso

en la plenitud de la primavera

amanece

flor

 

pero el amigo se fue.

 

 

 

TODO ES SAGRARIO

como la disposición de los libros en el estante

la manera de ordenar el día

 

en la sombra el tamaño de la soledad

de cada paso

 

todo es estrato

escalinatas

para encaminar el alma

o traducir los pecados

en platos limpios.

 

 

 

VIDAS

de trayectorias distintas

y único fin: ómnibus en romería en el barranco

 

otras

de caminos tan similares

mismo techo y proteínas: duran veinte y setenta

 

 

llega el momento

de no entender

 

vivo olvidando los anteojos

y cántaros d´agua rompiéndose.

 

 

SENTIR

el dolor que enciende al lapacho

y el hueso de la distancia

que no retiene una lágrima

 

la sangre fría de los peces

el ruido del almacén

 

sentir

al menos una vez al día

la mirada atravesada

en la senda de peatones.

 

 

 

————————————————————————————————————–

(poemas en su idioma original, portugués)

 

 

 

9 poemas do Desconhecer (2015),

do Ricardo Lima

 

 

NASCI PARA cultivar

mundo

que não verei

 

neto do meu filho

cidadezinha asiática

sombra de algumas sementes

 

nasci para alimentar uma encosta

com floresta.

 

 

 

 

NA ESCOLA

infâmia era cantar displicente

no país do futuro

o hino com estranheza

 

na infância fiz de conta

 

não fiz contas

de cabeça.

 

 

 

CIDADE

às costas

cada vez mais distante

 

perdendo sentido

 

muda

vigorosa

a planta se impõe

e olha

lírio ou íris

lâmpadas de canteiro

 

árvores aproximaram-se

fui deixando

 

tomaram conta.

 

 

 

ADMITO NÃO saber

onde anda o futuro

 

dedico dias inteiros

às asas cruas do filho que aprende a nadar

 

planto

rego

retiro ervas daninhas

 

a manhã traz pássaro

que se esborracha no vidro

 

a acácia

refletida em estilhaços

retumbante amarelo.

 

 

 

VIVER É navegar

navegar neste fio

caldo de eventos

com a febre dos dias de muito sol

 

cedo

uma colher de indiferença

a noite

iluminar com vela

 

viver é esticar este rio

acorrentado

no azul do luto.

 

 

 

QUANDO UM AMIGO se vai

 

o silêncio que amplia a sala

a sirene que traga os doentes

a dor que interrompe a crença

tudo seca num vaso

 

olhos desertam

em contos incompletos

 

sobre o passo que vacila

uma árvore frondosa

na plenitude da primavera

amanhece

flor

 

mas o amigo se foi.

 

 

 

TUDO SÃO ALTARES

como a disposição dos livros na estante

a maneira de ordenar o dia

 

na sombra o tamanho da solidão

de cada passo

 

tudo são andares

escadarias

para encaminhar a alma

ou traduzir os pecados

em pratos limpos.

 

 

 

VIDAS

de trajetórias distintas

e único fim: ônibus em romaria no barranco

 

outras

de caminhos tão similares

mesmo teto e proteínas: duram vinte e setenta

 

chega o momento

de não entender

 

vivo esquecendo os óculos

e cântaros d’água quebrando.

 

 

 

SENTIR

a dor que acende o ipê

e o osso da distância

que não segura uma lágrima

 

o sangue frio dos peixes

o barulho da quitanda

 

sentir

ao menos uma vez ao dia

o olhar atravessado

na faixa de pedestres.

 

 

 

 

 

*(São Paulo-Brasil, 1966). Poeta y periodista. Coordinador de la Editorial da Unicamp. Ha publicado en poesía Primeiro segundo (1994), Chave de ferrugem (1999), Cinza ensolarada (2003), Impuro silêncio (2006), Pétala de lamparina (2010) y Desconhecer (2015).

 

 

———————

 

 

*(São Paulo-Brasil, 1966). É poeta e jornalista. É coordenador da Editora da Unicamp. Autor de os livros de poesía Primeiro segundo (1994), Chave de ferrugem (1999), Cinza ensolarada (2003), Impuro silêncio (2006), Pétala de lamparina (2010) y Desconhecer (2015).


Valeria Pariso: poemas orgánicos para temblar y beber té…

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Nota y selección de poemas por Aleyda Quevedo Rojas

Poemas por Valeria Pariso*

Crédito de la foto la autora

 

 

Valeria Pariso: poemas orgánicos

para temblar y beber té…

 

 

En 2015, ha pedido de su autora, escribí el prólogo del libro Del otro lado de la noche (Ed. El Mono Armado), uno de los siete libros que lleva escritos hasta ahora la escritora argentina Valeria Pariso, nacida en 1970 en la provincia de Buenos Aires y residente en Muñiz. Pariso es además, una entusiasta promotora cultural que lleva adelante una notable labor como animadora de talleres literarios y lecturas de poesía, y desde su blog  www.laficciondelolvido.blogspot.com.ar contribuye a la difusión de muchas voces contemporáneas que se dedican al arte de la poesía.

Me interesa la poesía de Valeria porque en ella encuentro la dedicación constante y el aliento creativo que se requiere para pulir la palabra hasta llegar a la brevedad del poema destilado a fuerza de pensamiento y emoción. Pulir poemas que de tanto frotarlos se vuelven pulcros, como hechos de viento, traídos hacia las formas epigramáticas, orientales, exactas, precisas…casi como si se tratara de limpias canciones o rezos ancestrales. Beber su poesía es como beberse una taza de té blanco.

 

 

El escritor Raúl Artola escribe: “Ya hemos aprendido a no soñar la sed, dice Valeria o Sin piedad, como en nosotros, se dislocan unas nociones demasiado firmes para ser verdaderas. Cómo decirlo, cómo decirlo, se pregunta y en eso consiste su poesía, una indagación permanente, incansable e inconformista, un ahondar en la insondable naturaleza del amor, ese que le da vida y le asegura una inquietud sin la que no podría disfrutarlo permanentemente”.

Valeria Pariso acaba de ganar con su libro titulado: Zarmina, el Primer Premio del Concurso de Letras, categoría poesía, del Fondo Nacional de las Artes de Argentina. Para cerrar 2019, he seleccionado varios poemas suyos de impecable factura, como un regalo para los que pensamos que la poesía es como decía Cesare Pavese, una especie de personal misterio vital. “Hacer poesía es como hacer el amor: no se sabrá nunca si la propia alegría es compartida”.

Disfruten de la poesía de Valeria Pariso como si se tratara de contemplar el fuego y en 2020 no dejen de leer poesía.

 

La poeta Valeria Pariso.

 

11 poemas orgánicos,

de Valeria Pariso

 

 

 

Del desierto al poema

los pasos son de viento, de sed.

Podría aparecer una flor roja.

 

Que tu mano me lleve

al lugar de la duda.

 

 

 

Yo soy

la responsable

del desorden.

 

Yo escuché

la palabra

amor.

 

 

 

En la memoria

luz aparece de a ratos.

 

De a ratos, todavía,

tiembla un pájaro dormido

entre tu gesto y mi pecho.

 

-Así no se puede soñar- dice

la parte lúcida

del cuerpo que me queda.

 

Entonces, con cuidado,

mis manos agarran

la angustia, la tristeza,

el poco amor,

el miedo,

la furia,

las palabras que sirven

para decir: me rindo,

y ponen todo en la parte baja

de la ventana

entre los cactus

y otras flores para no regar.

 

 

Tomo té.

 

En general, no uso saquitos.

 

Elijo las hojas o las hebras.

 

A veces, uso cáscaras secas

de naranjas,

varas finas de lemongrass.

 

Últimamente prefiero el té verde.

 

Dejo dos minutos las hojas trituradas

en el agua caliente antes de filtrarlo.

 

Dos minutos.

 

Cada vez que tomo

una taza de té

pienso que por fin

aprendí a esperar.

 

 

 

Si en cada cicatriz me apoyaran

un tallo

con su flor silvestre,

manzanillas, verbenas,

malvas,

dientes de león,

tréboles blancos,

nadie vería la belleza

de este cuerpo roto

que resiste.

 

 

 

Una tarde,

estaba con mis hijas frente al monte

y apareció un zorro cerca de nosotras.

 

Nos quedamos quietas.

 

El animal se acercó.

 

Nos miramos y no dijimos nada.

 

El zorro

tomó un trozo de carne,

corrió,

cruzó la ruta,

y en un destello se perdió en el monte.

 

Vimos su cola iluminada

Mezclarse para siempre con la hierba.

 

Qué hermoso poder irse con esa rapidez.

 

La poeta Valeria Pariso.

 

Lo último que intenté

fue la caligrafía japonesa.

Quise escribir palabras

como juncos, cangrejo,

algo real como grano de arroz.

Con la mano derecha

mojé el plumín en la tinta,

dejé caer una gota

que pesaba más que un colibrí,

toqué el borde de vidrio

con el filo plateado,

y apoyé con ternura

el misterio en la hoja.

Dice Sayuri que su paciencia

ancestral también tiene límite,

que no quiere enseñarme

nada más,

que otra vez,

otra maldita vez,

puse tu nombre.

 

 

 

El día que Sayuri me enseñó

que existen plantas de té

que viven en estado de penumbra

porque son cubiertas

por pantallas de caña

o grandes telas negras,

tés de sombra,

tés que crecen despacio

porque no tienen luz,

ralentizados,

tés que al cosecharlos

con la primavera,

en el paladar se vuelven

dulces como jade de rocío,

así dijo Sayuri,

jade de rocío,

ese día entendí

que el deseo

funciona como el té.

 

 

 

¿Oís, desde tu casa, el corazón del águila

que cruza en las alturas?

 

Cada latido mueve el aire.

 

Cada latido del corazón del águila

se propaga hasta tocar los álamos más viejos,

entra

en el ladrido de los perros,

toca el misterio de tu cuerpo sobre el mundo.

 

¿Te das cuenta?

 

¿Oís el corazón del águila?

 

Es igual al ruido de la muerte frustrada

por una ilusión espléndida.

 

Es igual a una ilusión espléndida

que rompe el pánico.

 

Una ilusión rapaz, depredadora,

igual que el corazón de un águila en el cielo.

 

La tuvimos una vez.

 

Sí, querido. La tuvimos.

 

Habría que darle forma escrita a ese sonido.

 

 

Haz un pozo en la nieve.

Con la punta del zapato, haz un pozo en la nieve.

Hunde con fuerza el pie.

Siente la forma en que la nieve

cede

frente al peso firme de tu cuerpo.

Quita el zapato del pozo.

Sacúdete la nieve del pantalón frío.

Mira el pozo.

Algo de pasto viven en el fondo.

Mira el pozo.

Podrías poner ahí tu corazón,

dormirlo como un pájaro en un nido blanco,

dormir tu corazón en un nido blanco,

sobre todo el invierno.

Mira el pozo.

Mira toda la nieve que lo rodea.

Mira la nieve que rodea el pasto

que vive en el fondo del pozo.

Tu coraje se parece al pasto

y eso es bueno.

Tu ilusión se parece al pasto

y eso es alentador.

Tu corazón se parece al pasto.

¿Qué hace tu corazón verde

en un nido blanco?

 

 

 

¿Cuántos siglos tarda

hasta que se cansa, se aquieta,

nos perdona, nos cancela,

nos olvida,

se hace la ciega y sigue

hacia otro amor

una mariposa?

 

 

 

 

 

*(Buenos Aires-Argentina, 1970). Poeta. Es coordinadora de MOJITO, taller y clínica de poesía y del Ciclo de poesía en Bella Vista. Ha recibido el Premio del Concurso de Letras del Fondo Nacional de las Artes (poesía, 2019). Ha publicado en poesía Cero sobre el nivel del mar (2012), Paula levanta la persiana (2013), Donde termina esta casa (2015), Del otro lado de la noche (2015), Triza (2017), La trilogía: Uva negra/ Mascarón de proa/ El castillo de Rouen (2018) y Zarmina (2019). Su blog personal es www.tantotequeria.blogspot.com

El regreso de Lizardo. “No me perdí: me fui”

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Luego de 23 años de silencio, Lizardo Cruzado* vuelve a la poesía con No he de volver a escribir (2019), después de la presentación en la Feria de Libro Ricardo Palma (2019), nos dio valiosos minutos de su tiempo para conversar sobre su nuevo libro y su mítico primer poemario.

 

 

Por Bruno Pólack

Crédito de la foto (izq.) Archivo del poeta /

(der.) Ed. Pesopluma

 

 

El regreso de Lizardo.

“No me perdí: me fui”

 

 

Bruno Pólack [BP]: La primera pregunta se cae de madura, Lizardo, ¿cómo se siente publicar después de 23 años? Pensamos que te habías perdido en el camino…

Lizardo Cruzado [LC]: Muchas gracias por la entrevista, Bruno. Publicar tras tantos años me ha dado la alegría de encontrar a algunos lectores que me dispensan ―no sé bien por qué― su afectuosa deferencia. Respecto a lo de perderme en el camino, si uno relee los versos finales de Este es mi cuerpo, advertirá que aquel muchachito aprendiz de juglar explícitamente se estaba despidiendo. No proclamaba: “un comercial y regreso”. No se les cree a los adolescentes, pues. Es decir, no me perdí: me fui. No fue un mero arrebato lírico eso que yo anunciaba.

 

 

[BP]: ¿Qué cosas recuerdas de aquellos años juveniles y de la publicación de tu primer poemario (Este es mi cuerpo, Camión editores, 1996)?

[LC]: Recuerdo con gratitud a Tomás Ruiz, editor primigenio de Este es mi cuerpo; a don Javier Sologuren, quien me dio al descuido tremendo espaldarazo que hasta ahora me duele el omóplato; y a doña María Ofelia Cerro, del diario La Industria del norte del Perú. A la memoria de ellos dedico “No he de volver a escribir”.

 

 

[BP]: Que un poeta y editor tan importe como Javier Sologuren te lea y hable tan bien de tus poemas, cuando eras todavía un niño, es una cosa genial, ¿cómo se dio el contacto con él?

[LC]: Ah, él fue jurado alguna vez de los Concursos Lundero, en el que todos los chibolos letraheridos del norte del país participábamos.

 

 

[BP]: También es conocida la historia de tu amistad con Beto Ortiz, que se sorprendió cuando leyó algunos poemas tuyos y te buscó; incluso te hace el prólogo a Este es mi cuerpo donde, entre otras cosas, cuenta que se carteaban con mucha frecuencia, incluso te ayudó en el proceso de “gilear” a una chica en Trujillo…

[LC]: Felizmente los dioses bonancibles decidieron que dicho afán erótico fuese coronado con el fracaso. Nunca acabaré de agradecer a Beto Ortiz haber apadrinado mis textos adolescentes ―las poesías, y aun dichas roñosas epístolas―, y a ese chiquillo solitario como una tenia y con el corazón lleno de acné. Pese a que no nos frecuentamos, guardo un enorme cariño y gratitud a Beto.

 

 

[BP]: ¿Todas esas cartas se conservan o se han perdido?

[LC]: Ruego a la providencia que hayan sido cubiertas para siempre con la luz que ilumina lo perdido.

 

 

[BP]: ¡Ojalá se conserven! ¿Si una tarde caminando por Jesús María, das la vuelta en una esquina y te encuentras, cara a cara, con Lucho Hernández, qué le dirías?

[LC]: Nada, lo miraría pasar en paz y con simpatía y agradecimiento, pero sin distraerlo de la música de las esferas.

 

 

[BP]: Entrando a tu nuevo poemario, No he de volver a escribir, me contaste antes de iniciar la presentación que, al contrario de lo que podemos creer, no lo escribiste en los 23 años de silencio, sino que lo escribiste, casi en su totalidad, recién en estos dos últimos años…

[LC]: Es sencillo: mi reducido talento literario no da más que para escribir desde mi escueta perspectiva vital, lo reconozco. En Este es mi cuerpo dije lo poco que ese chiquillo que yo fui, tenía que decir. Mi yo poético nunca deja ser monótonamente yo mismo. Ahora, en recientes vicisitudes que he atravesado en mi vida adulta, busqué a la poesía y tuve suerte de reencontrarla. Y fui consolado por la poesía. Nunca me propuse una carrera literaria, soy un simple amateur.

 

 

[BP]: Lizardo, este es un libro que se siente bastante autobiográfico, desde el vívido recuerdo de tu infancia trujillana hasta ser un hombre adulto viviendo en Lima, casado, con hijos, con síntomas evidentes de vejez; sin duda “el tiempo” es un elemento importante en No he de volver a escribir…

[LC]: Imagínate, yo solo quería escribir de mis pedestres recuerdos, de mis anécdotas de transeúnte, de las cosas cotidianas y de alrededor, e inevitablemente han aparecido, como solemnes figurones, el Tiempo, la Experiencia, la Nostalgia, la Madurez; se metieron por la ventana sin que me percate.

 

El poeta Lizardo Cruzado.
Crédito de la foto: archivo del poeta.

 

[BP]: ¿Cómo sientes que todos estos elementos han cambiado o incidido en este nuevo libro? ¿Cómo te has sentido enfrentando a la hoja en blanco en este nuevo periodo de tu vida?

[LC]: Cómo habrá pasado el tiempo y cómo pasa hoy en día, tan escandaloso, que si el otro conjunto de poemas fue escrito a mano y en papel, estos nuevos aparecieron en la pantalla de la computadora: se ahorra papel y muchos borrones, de hecho. Y me sentí contento, sin duda, después de tantas lunas resucitando un poco de ese adolescente alunado. Escribiendo otra vez, verifiqué esa frase de Carlyle que cita Borges: “Toda obra humana es deleznable, pero la ejecución de esta obra es importante”.

 

 

[BP]: Me ha sorprendido la tercera parte del libro (“el libro de los años”) que has planteado como un poema-río, al que tú le llamas poema-acequia…

[LC]: Es la parte que más hechiza del librito, te diré. Me propuse escribir algo para cerrar el volumen: ya estaban “Libro de los días” y “Libro de las horas”… y no cabía un “Libro de los minutos”, ¿no? Tenía que tratar de ponerme serio. Yo versificando soy de sprint corto, eyaculador precoz, corro 10 metros y me resulta una maratón. Fue un juego al cuadrado, nomas por ver, y en el camino salió ese tema del agua como símil del tiempo inasible y proteico, asunto desde luego trillado y fatigado en la literatura distrital.

 

 

[BP]: Se siente el mar como algo extraño, pero presente, en tus poemas de infancia; y luego, ya en los poemas de adulto en Lima, planteas la idea de río. En general, la idea del agua como fuerza indetenible la asocias con el tiempo…

[LC]: Viviendo cerca del mar, en mi infancia y en familia fuimos a la playa solo una vez. Mis ancestros son serranos, no playeros ni porteños, por tanto eso de ir a Huanchaco era una vivencia carente de atavismo. Ya de adolescente fui al mar, que es otra cosa que ir a la playa, sin viandas ni flotadores ni bronceadores. Fui a ver esa gran masa mugiente y viva: ¿has notado que nadie va a ver el cielo ni al desierto? El mar es esa grandeza pequeña que nos queda. Yo iba a atisbarlo en invierno: roncando, aletargado, interminable.

 

 

[BP]: Es cierto, también se me ocurre que, partiendo de tu propia experiencia, en la poesía peruana está muy presente el mar, pero siempre es visto desde la orilla, en pocos poemas el poeta se “hace a la mar”, solo lo contemplamos desde el muelle…

[LC]: Lo más marítimo de la experiencia humana hoy es el naufragio desde la vereda a la pista, sin muertos, pero tampoco sobrevivientes, ¿no? Ya no se viaja en barco por los océanos sino en Ancón, en un botecito, vamos a mirar apenas el mar un poco menos sucio a algunos metros de la orilla.

 

 

[BP]: El desierto también es un personaje importante en este libro, sobre todo en la primera parte. Es, además, un tópico recurrente en poetas peruanos costeños como Eielson o Watanabe…

[LC]: Es la última pureza que nos queda: ahora ya solo lo vemos por la ventana de un bus, solo de pasada.

 

 

[BP]: ¿Con los años te sigue pareciendo Vallejo un poeta solemne e inexpugnable?

[LC]: Vallejo ha sido presentado usualmente como ese icono, y al común de adolescentes le revientan los iconos. A mi edad, casi la de Vallejo cuando falleció, uno ha conocido ya al hombre detrás del icono: ese amargo dulzor fermentado permanece y se hace más intenso; se agiganta como esos abismos vallejianos ante nuestra puerta, por dentro y fuera de la casa.

 

 

[BP]: ¿Esperaremos otros 23 años, o ya no has de volver a escribir?

[LC]: El verso completo de Luchito Hernández dice “No he de volver a escribir/ como lo hice/ cuando el corazón era joven”. Ahí está dicho todo. Muchas gracias por la entrevista, estimado Bruno.

 

 

 

 

 

*(Trujillo-Perú, 1975). Médico psiquiatra y Poeta. Aficionado a la literatura, en la actualidad prepara un breve manual de psicopatología para dummies. Ha publicado en poesía Este es mi cuerpo (1996 y 2018) y No he de volver a escribir (2019).

 “Para escribir esta novelita me he demorado 50 años”. Entrevista a Julia Wong Kcomt

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Conversamos con la escritora Julia Wong con la excusa de la reciente publicación de su novela Aquello que perdimos en la arena (2019).

 

Por Bruno Pólack

Crédito de la foto (izq.) Ed. Peisa /

(der.) la autora

 

 

 “Para escribir esta novelita me he demorado 50 años”.

Entrevista a Julia Wong Kcomt

 

 

Bruno Pólack [BP]: Julia, se te conoce más como poeta, pero la verdad es que tienes varios (o quizá más) libros de narrativa; entre novela y cuento…

Julia Wong [JW]: Cuando los pueblos ágrafos encuentran la lengua se apoderan de ella, entonces los pararrayos como nosotros los escritores, nos apropiamos de todo lo expresable y hacemos lo que creemos que se puede hacer. Cuando te das cuenta que el lenguaje es el creador de la vida, te falta tiempo, espacio, formas para hacer con él lo que se te ocurra. Por ejemplo, el Festival de poesía en Chepén Chepén no es ni poesía ni narrativa, creo que llegó a ser un happening (por que no era precisamente un festival) que usaba el lenguaje como excusa para exponer montones de variables positivas como negativas, que se juntaban en esa zona.

 

 

[BP]: Lo que tiene en común buena parte de tu obra es el estar marcada por el eterno viaje, por la eterna errancia; algo que, al parecer, también es la pulsación de tu historia de vida…

[JW]: Es la historia de la humanidad, pero muchos (o la mayoría) lo niegan. Todos venimos de una movilización. Creo que los escritores se sienten dueños de sus 2000 m2 y de su jerarquía estacionaria que les da seguridad. Mira al pueblo hebreo, la diáspora judía, los celtas o los Vikingos, nadie se quedó en su casa mirando cómo se helaba su lago. Tú mismo debes ser descendiente de europeos del este o de los mismos pueblos andinos; yo, por mi parte, tengo marcado en la sangre a los nómades chinos, desde los mongoles y los castizos, por mi abuela materna (su apellido era Ospino, es más de Colombia, en su época solo hubo aquí 420 personas que apellidaban Ospino y en Colombia 23 mil, allí también se mudó a Ospina), debo tener también algún antepasado andino o moche, ¡qué sé yo!; cuanta gente que se movilizó para llegar a Chepén (o irse), porque ahí no había nada de nada.

 

 

[BP]: Siento que Aquello que perdimos en la arena lo planteas como un diario, donde repasas muchos temas personales, ¿cuánto de Julia Wong hay en Cristina, la protagonista?

[JW]: Bueno, esa es la pregunta que todos hacen y la que la mayoría responde así: sí y no, hay un poco. Pero en mi personaje Cristina, esta vez, casi no hay nada de mí. Porque yo no era esa niña consciente y atrevida que está en el libro, yo me cagaba de miedo de los pastores que vivían en los altos de mi casa. En el libro, Cristiana era como muy politizada y sabionda para su edad. Yo, en cambio, era una ignorante, una pequeña gran ignorante que se guiaba por la afectividad y ninguna razón o dilucidación propia. Hay apenas algo de real de como yo fui a lo que es la protagonista del libro. A mí recién se me abrieron los ojos y la mente en Lima, no en los viajes ni en Macau, ni en Alemania. Y yo no menciono a Lima para nada en el libro.

 

 

(De izq. a der.) El padre de la escritora, Chiang Kai-shek y la madre de la escritora.

 

[BP]: Tienes, y algo de eso también se rezuma en este libro, un amor/odio hacia Chepén, tú ciudad natal, y a la que sigues unida a pesar de tantos desencuentros…

[JW]: Sí pues, así es la vida en los pueblos del desierto. Antes estaba más unida pero ahora que mi madre ya no está, no hay algo especial que extrañar. Esta mi hermana, pero la visito por un día o dos al año y nada más.

 

 

[BP]: Ahora, en el libro está presente la figura de la arena apoderándose de todo, de los muebles de las casas, del terreno que pierde el padre por La reforma agraria, de las amistades mismas…

[JW]: Yo era muy caminante de chica, iba mucho al cerro cuando no habían gradas y tenías que subir por la arena. Eran tres pasos adelante y dos atrás. Crecí revuelta con la arena. Eso sí me marcó. Solía enterrarme y jugar mucho en la arena del cerro, sacar chaquiras, huaquear. Hay una playa cerca a Pacasmayo que se llama El junco marino, cientos de veces caminé desde el cruce de Pacasmayo hasta allá y solo éramos la arena, yo, algunos amigos y el mar. Nada más, bueno y los gallinazo. También lateábamos duro en Chimbote y en la Barranca, que era una playa que está cerca de Guadalupe. Luego descubrir más cosas viajando hacia el sur, por el tremendo desierto peruano. Luego al norte americano que te embriaga. Mi primer viaje con Mochila lo hice en Bus y tren de Arica hasta puerto Montt (ya había hecho un tramo en camión de Lima a Tacna, y luego a Tarata, Ilave, Desaguadero), y sí, el desierto era un espacio sagrado.

Sentía que se reproducía donde yo estuviera, por eso me atraía tanto Mexicali o algunas zonas de California o Nevada que también son desérticas. Pero lo que provocaron, igual, es harina de otro desierto.

Lo que sí es verdad en el libro es que mi exmarido se fue al Sahara a vender un Mercedes viejo y demoro dos semanas más de lo previsto en volver, y fue una época donde me ocupe mucho de pensar en el desierto, en el Sahara, los monzones, me fascinó. Dicen que Chepén en lengua antigua significa Madre de Arena, Goldemberg tiene un libro dedicado a esa alusión.

 

 

[BP]: En este libro también muestras lo difícil que es ser hija de migrantes chinos en un país como Perú; la protagonista es, además, extranjera en todos los sitios a los que va (Alemania, Estados Unidos, México)…

[JW]: Eso sí, aunque me duela, yo me siento un poco peruana, un poco china, y me encanta. Fui muy feliz en algunos lugares de Alemania, amo Lisboa, Hong Kong y Macao. Soy medio un tiro al aire.

 

 

 

[BP]: El tema familiar, como un nudo, es también importante en estas páginas…

[JW]: Sí, mis padres fueron mis ídolos. Mis padres alemanes también (tuve suerte de tener esos padres adoptivos en Alemania), personas muy fuertes de carácter que me permitieron odiarlas y ellos me devolvieron mucho amor.

 

 

[BP]: Una vez me contaste, lo que mencionas en este libro, que cuando la reforma agraria le quitó tierras a tu familia, tus padres se separan y tu mamá cambió, en la sala de la casa, la foto de tu papá por la del general Velasco…

[JW]: Tan exacto no fue. Sí les quitaron las tierras, pero mi papá no tenía oficio de agricultor, él era un romántico que nunca entendió el Perú. En cambio, mi mamá venía de la pobreza, de la viruela, de una Sullana clasista y un Monsefú mugroso. De un abuelo jugador que se jugaba la casa, los hijos, la tienda; entonces ella siempre estuvo a favor de que fueran los campesinos los que fueran dueños de lo que sembraban. Ella siempre estuvo del lado de Velasco. Le dio mucha pena cuando mi papá se fue, al principio hasta pensó irse con él, pero ella estaba segura que La reforma agraria era una buena solución. Ella era empresaria, agroexportadora, no vivía de la hacienda. Recuerdo que no era una foto lo que colgó, pero sí una litografía o una fotocopia de la cara de Velasco en color azul sobre papel bulky, lo enmarcó y lo puso en la sala. No exactamente donde había estado la foto de mi papá, pero por allí. Bien visible.

Lo que pasa es que mi papá había sido miembro del kuo ming Tang como muchos chinos y tenía fotos con Chiang Kai Shek y con Chiang Kai shek. Mi mamá era totalmente socialista, por no decir recontra roja.

 

 

[BP]: La presencia del desierto es muy importante en varios artistas peruanos de la costa, desde Eielson o Watanabe hasta el mismo artista plástico Ricardo Wiesse, ¿cómo lo percibes tú?, tomando en cuenta, además, que el desierto es el personaje principal de esta novela…

[JW]: Como te digo nací revolcada y revolcándome en la arena. Así: teté a teté. Mira que para escribir esta novelita me he demorado 50 años. No me podía separar de lo que me provocaba. Cuando gente muy orgullosa de Arequipa o Cusco (o ciudades con enorme patrimonio precolombino o luego Virreinal) se enorgullecen, a mí me queda decir, que afuera en nuestros pueblos costeños en verdad no se ve gran cosa (salvo que estudies a los Moches en Pakatnamu o Chan Chan), pero creo que el sentir de las personas en medio de la arena es de gran belleza. A mí me ayudó a escribir Le Clezio (él vivió en África), tiene un libro que se llama Desierto, lloré mucho la primera vez que lo chequeé. Hay algo indómito. En China también hay un enorme desierto por donde iba Marco Polo o los mercaderes que vendían Seda, se llama Turpán. Si lo ves te das cuenta que hay presencias que te toman. Más allá de la necesidad civil y de ingeniería que tiene el Homo Faber, existe el desierto. Algo así como el número 0. El principio y el final.

 

 

[BP]: Me pareció interesante porque en este libro, además de la impronta biográfica que mencionamos, hay dos temas que planteas y se contraponen constantemente: el desierto (que aparenta no tener límites) y las fronteras (que de alguna manera los pone)…

[JW]: Sí, eso lo fui descubriendo en los viajes, tanto a Chile como a México y Estados Unidos. Sus desiertos son distintos y terminan donde el hombre empieza a construir y a nombrar. Entonces siempre va a existir esa dialéctica, vacío e intervención humana. Distinciones, reflexiones, conceptos que hacen que se divida lo que crees que es una sola cosa. Así el desierto deja de ser uno solo, empieza a ser muchos otros desiertos. Es el límite el que te hace renombrar las cosas.

 

La escritora Julia Wong Kcomt.

 

[BP]: Pero además en el libro sabes distinguir las diferencias entre los diversos desiertos en los que se encuentra la protagonista…

[JW]: Sí, eso fue muy bacán. Darte cuenta que los humanos que habitan los desiertos no son los mismos. Cuando hice sola ese viaje a Chile compartí gran parte del tramo con el nieto de un turco que iba a ver a su abuelo a Santiago, el que había migrado hacía 40 años a Chile desde Turquía. Allí solo puedes alucinar que, aunque los desiertos parecen ser un montón de la misma arena, hay desiertos que atraen un tipo de personas y otros desiertos que atraen a otro fenotipo humano.

 

 

[BP]: Y en que estás trabajando ahora, Julia…

[JW]:Un poemario bilingüe español-portugués, sobre algunas de las maravillosas caras diversas del tabú Adulterio.

 

 

 

 

 

*(Chepén-Perú, 1965). Poeta, narradora y gestora cultural. Hija de padre chino y madre tusán. Cursó estudios de Derecho en la Universidad de Lima (Perú) y de Literatura y Humanidades en la Pontificia Universidad Católica del Perú. También estudió Romanística en la Universidad de Stuttgart (Alemania). Obtuvo los Juegos Florales de la Universidad de Lima con Confesiones de mi tierra caliente. Se mudó a Macao con su padre, apoyándolo en organización de la Fundación Wong Yeng Kuan, la que fomenta la lectura y cultura a través de bibliotecas públicas. Coorganizó el Festival de Poesía en Chepén Chepén (entre 2010 y 2019). Ha sido curadora de dos exposiciones fotográficas sobre la migración China en Perú y México (en 2012 y 2017, respectivamente). Colabora con el proyecto Tusanaje y Chinaarte. Plataformas y espacios para artistas sino-peruanos, sino-latinos. Ha publicado Historia de una gorda (1992), Los últimos blues de Buddha (2002), La desmineralización de los árboles (2013), Un vaso de leche fría para el rapsoda (2014), Mongolia (2015), Tequilaprayers (2015) y Pessoa por Wong (2017), entre otros.

In Memoriam. Literatos y artistas fallecidos en 2019

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Cerramos este año 2019, particularmente duro para la poesía mexicana, rindiendo un sentido homenaje y reconocimiento a los siguientes escritores (narradores, poetas, ensayistas, editores y críticos) y artistas fallecidos este año; quienes a través de su literatura o arte y su manera peculiar de percibir y describir el mundo, nos permiten observarlo y estar en él de una manera distinta.

 

Por Mario Pera

Crédito de la foto www.pexels.com

 

In Memoriam.

Literatos y artistas fallecidos en 2019

 

 

W.S. Merwin (1927-2019)

Uno de los escritores más influyentes en lengua inglesa, Premio Pulitzer de Poesía.

Poeta estadounidense.

 

 

José Miguel Oviedo (1934-2019)

Uno de los mayores críticos de la literatura latinoamericana del S. XX.

Escritor, crítico literario y periodista peruano.

 

 

Alexis Gómez Rosa (1950-2019)

Poeta y educador dominicano.

 

 

Minerva Margarita Villarreal (1957-2019)

Una de las poetas contemporáneas más reconocidas en lengua hispana.

Poeta y editora mexicana.

 

 

Patricia de Souza (1964-2019)

Gran luchadora por la reivindicación de la posición de la mujer en la sociedad y en la literatura.

Narradora, ensayista y crítica literaria peruana.

 

 

Harold Bloom (1930-2019)

Uno de los críticos literarios más influyentes del mundo. Escritor de El canon occidental.

Teórico y crítico literario estadounidense.

 

 

John Giorno (1936-2019)

Miembro de la Generación Beat.

Poeta estadounidense.

 

 

Floridor Pérez (1937-2019)

Poeta y pedagogo chileno.

 

 

José Luis Bobadilla (1974-2019)

Poeta y editor mexicano.

 

 

José Tola (1943-2019)

El artista irreverente.

Artista plástico peruano.

 

 

Francisco Toledo (1940-2019)

El último chamán artista.

Artista plástico, difusor cultural y ambientalista mexicano

 

 

Libério Neves (1934-2019)

Poeta brasileño.

 

 

Toni Morrison (1931-2019)

Luchadora por los derechos civiles estadounidense.

 

 

 

Jorge Paolantonio (1947-2019)

Poeta argentino.

 

 

Herman Braun-Vega (1933-2019)

Artista plástico peruano.

 

 

José Molina (1975-2019)

Poeta mexicano.

 

 

Tulio Mora (1948-2019)

Miembro del movimiento Hora Zero.

Poeta Peruano.

 

 

Humberto Ak’abal (1952-2019)

Uno de los principales difusores del arte y cultura maya k’iche’.

Poesía mexicano.

 

El otoño sobre los cristales. 9+1 poemas de Aycha Zaralíeva

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Por Aycha Zaralíeva*

Traducción del búlgaro al español por Marco Vidal González**

Crédito de la foto la autora

 

 

El otoño sobre los cristales.

9+1 poemas de Aycha Zaralíeva

 

 

Con mis manos desnudas debería 

cavar una profunda tumba

y depositar en ella

todos mis miedos,

el pasado,

la opinión de los demás

y cubrirla de alquitrán

y cemento

dejando solo una lápida

con la inscripción:

“Aquí mis pesadillas

descansan de mí”.

 

 

 

en mis noches de insomnio

cuento los pasos del otoño sobre los cristales

cuento las hojas que se pudren por las aceras

y espero a que amanezca

para poder quedarme dormida

 

 

 

Los espejos de nuestros sueños

están torcidos.

Ya no quedan verdades.

El todo es solo la imagen negativa

del pasado,

del que nos avergonzamos.

 

 

 

en las profundidades subterráneas de Sofía

leemos versos

sobre la vida allá fuera

sobre la tristeza del mañana

sobre el amor que nunca hemos tenido

mientras nos armamos de valor para salir

a la superficie

 

 

 

El domingo va alcanzando su final.

Del sol solo ha quedado una huella rosa

como aquellas que dejan tus dedos sobre mi piel

después de que me hayas agarrado de la mano.

Me fui a deambular un rato sola.

Ya te echo en falta.

Me vuelvo a casa.

 

 

 

Después de tanto correr

espero con impaciencia a que empiece el nuevo día.

Bajo las estrellas me detengo

para contar

cuántas sonrisas he juntado hoy.

Cierro los ojos.

Hace mucho que no había sido así de feliz.

Esta noche soñaré lunas llenas.

Y contigo.

 

 

 

Soñé

hojas otoñales y lágrimas.

Se caían al mismo ritmo.

Al ritmo de mi corazón.

 

 

 

El último día de septiembre

se parece a una hoguera.

El sol quema los recuerdos

de un amor

que soñé

solo yo.

 

 

 

¿Cómo quitar la tristeza

de mi mirada?

¿Si con cada nuevo despertar

me acerco al final

del borde

y más allá de él

solo permanece el abismo

de tu alma inmortal?

 

 

 

Es viernes y está nublado.

El tren silentemente recoge sus pasajeros.

Y mi deseo de huir

ha aumentado.

Un gran agujero gris reemplaza hoy

todo aquello por lo que durante años

juré

 

 

—————————————————————————————————————————–

(poemas en su idioma original, búlgaro)

 

 

С голи ръце трябва да изкопая

един дълбок гроб

за всичките си страхове,

за миналото,

за мнението на другите,

да го залея с катран,

с цимент

и да оставя надгробие

с надпис:

„Тук моите кошмари

си почиват от мен“.

 

 

 

в безсънните си нощи

броя стъпките на есента по стъклата

броя листата, гниещи по тротоара

и чакам да изгрее утрото

за да заспя

 

 

 

Огледалата в сънищата ни

са криви.

Няма истини вече.

Всичко е само негативен образ

на миналото,

от което се срамуваме.

 

 

 

дълбоко в софийските подземия

четем стихове

за живота навън

за тъгата на утрото

за любовта, която никога не сме имали

и събираме кураж да излезем на повърхността

 

 

 

Неделята се стича към края си.

От слънцето остана розова диря

като от пръсти по кожата ми,

когато дълго си ме държал за ръка.

Поскитах за кратко сама.

Вече ми липсваш.

Прибирам се.

 

 

 

След толкова бързане,

дълго чакам да започне новия ден.

Спирам се под звездите

да броя

колко усмивки съм събрала днес.

Затварям очи.

Отдавна не съм била така щастлива.

Тази нощ ще сънувам пълнолуния.

И теб.

 

 

 

Сънувах

есенни листа и сълзи.

Капеха в един ритъм.

Онзи на сърцето ми.

 

 

 

Последният септемврийски ден

прилича на клада.

Слънцето изгаря спомените

от една любов,

която сънувах

само аз…

 

 

 

И как да измия тъгата

от погледа си?

Нали с всяко събуждане

доближавам края

на ръба,

а отвъд него

е само бездната

на безсмъртната ти душа?

 

 

 

Петъкът е мъглив.

Влакът тихо прибира пътниците си.

А моето желание да избягам

е пораснало.

Огромна сива дупка

замества днес

всичко онова, в което

с години се клех.

 

 

 

 

 

*(Turgovishte-Bulgaria, 1986). Reside en Sofía (Bulgaria). Poeta y médico. Se desempeña como médico y profesora de medicina y rehabilitación. Continúa buscando la belleza en los tonos grisáceos. A veces prefiere huir de la realidad y otras veces la vive intensamente mediante la escritura. Escribe principalmente en verso, pero también en prosa.

 

 
 

 

**(Sanlúcar de Barrameda-España, 1995). Graduado en Lenguas modernas y sus literaturas con Mención en lenguas eslavas por la Universidad de Granada (España). Se desempeña en el Instituto Cervantes de Sofia (Bulgaria), ciudad en la que reside desde 2016. Obtuvo el Premio Mundos y colores (2017) de la Asociación de Periodistas Hispanohablantes de Bulgaria por su blog literario La Tortuga Búlgara, donde escribe sobre lengua, literatura y cultura búlgara. Sus poemas han sido publicados en la revista literaria búlgara Nova Sotsialna Poezia. Traduce poesía del búlgaro y del macedonio al español.

 

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